Hoy llueve, llueve sobre Madrid, y creo que sobre España entera.
Y lo hace, al menos en Madrid, de esa forma lentita y minúscula, cierta y tranquila, que te va empapando poco a poco, poco a poco, sin remedio y sin descanso.
Es abril, tiene que llover.
Y es bonita la palabra lluvia. ¿No créeis? ¡Y cuántas formas de decir lluvia que existen y todas bien bonitas!
Ya que es abril me gustaba dedicar esta entrada a esa palabra y sus múltiples variantes según la forma de llover o la geografía.
En primer lugar deciros que la palabra "lluvia" viene del latín pluvia.
A la llovizna o chubasco de poca intensidad lo llaman en algunos lugares aguanina, un término similar a cernidillo y a bernizo. De ahí que "Llover a bernizo" es lloviznar. En Mallorca, la lluvia fina recibe el nombre de albaina y en algunos lugares de Canarias se denomina Chiriso. En el norte, ¿Quién no conoce el sirimiri? O también el orvallo.
Que lo que ocurre es que cae un chaparrón, en León lo llaman bastiao, y en Asturias bastarao. Bastio lo llaman en otros lugares a la mezcla entre lluvia y viento. Generalmente cuando caen chaparrones lo llaman en según qué lugares: chucear, chubascar, chaparrear. Y de ahí la frase coloquial "Caen chuzos de punta".En Extremadura al chaparrón lo llaman chiringa y en Canarias palo de agua; en Aragón andalocio o rujiada y en el País Vasco zaparrada o chaparrada.
Sinónimos de chaparrón son un chapetazo, un chapetón, un zarpazo, un charpazo, una aguazada, una batida, un batilazo, vamos lo que es que te caiga "una chupa de agua".
Jarrear o diluviar llamamos muchas veces coloquialmente a esas lluvias intensas. También decimos "llover a mares", "llover guijarros" o la tan frecuente "llover a cántaros", incluso escascar dicen en Cantabria, o cantalear que es llover copiosamente.
Cuando la lluvia es escasa y esquiva, se le llama matapolvo, rugete
(Teruel), o babinas (en León). Hay una expresión curiosa "está el día de
culadas" cuando tenemos esos días que llueve a ratos un poco, y luego
nada.
Y cuando al fín deja de llover, decimos escampar o albanciar, abellugar (Asturias), espazar (Aragón) o escarpiar. Si además de dejar de llover ya clarea el cielo se le llama en Asturias: abocanar.
El lenguaje, ya lo hemos dicho muchas veces, está vivo. Por eso es muy rico. El lenguaje no solo tiene una raíz etimológica que lo define, sino que en él influyen también la geografía de los hablantes, no se designará igual a la lluvia en un lugar que apenas llueve, que en el norte que llueve tan a menudo. E incluso influye decisivamente el mundo afectivo que actúa como un filtro de nuestras palabras, no es igual que estés deseando que llueva por las cosechas, por las alergías y demás, que ya estés cansado de tanta y tanta lluvia.
Geográficamente podemos decir por ello, al igual que los esquimales tienen muchos nombres para la nieve, en el norte tienen muchísimas formas de llamar a la lluvia... He leído que tienen más de cien formas. Y cómo hemos dicho se debe tanto a la raíz etimológica como al lugar:
Hay términos con los que se denomina a la lluvia que puede proceder del viento, como por ejemplo del griego "Boreas". Por eso he leído que orballo, orballeira, orballada; chuvisco, chuviscada, chuviña, procederían del latín "pluvia", pero del término griego "Boreas" con el que se denominaba al viento del norte que trae agua procederían otras lluvias como babuxa, babuxada,
barruxeira, barruxada, barruceira. Incluso hay otras formas que procederían de otra palabra del latín "turbo" –indicaba cualquier tipo de objeto impulsado con un
movimiento circular–. De aquí nos llegarían palabras como trebón, torbón, treboada, torboada...
En fin... que podríamos hablar de este tema largo y tendido porque hay mucha riqueza en el lenguaje. Desde siempre hemos mirado al cielo y hemos dependido de él. Cómo para que no lo reflejen nuestras palabras...
Fuentes:
Aemet - Agenda meteorológica
http://www.farodevigo.es/sociedad-cultura/2012/03/05/lluvia-galicia-cien-caras/629602.html