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martes, 10 de marzo de 2020

"El arte de llevar gabardina" de Sergi Pamies


«Hacer feliz a alguien. Solo hacer feliz a alguien. 
De eso va la vida reducida a una máxima expresión.»,



Sergi Pàmies nos vuelve a regalar otro libro con sus relatos. 

Como siempre en estos trece cuentos que contiene "El arte de llevar gabardina" nos encontramos al autor de relatos que redunda en los temas más cotidianos. 

Temas como las relaciones con los hijos y con los padres. De hecho en ellos encontramos muchas alusiones a su famosa madre Teresa Pàmies, escritora catalana Premio de Honor de las Letras Catalanas en 2001, y a su padre, el  dirigente del PSUC Gregorio López Raimundo. Y también encontramos muchas alusiones a la separación de la parejas. Sin contar cuánto introduce los temas del paso del tiempo, la vida y la muerte. 

El secreto del título se desvela en el relato más extenso del libro, que está en su parte central. El autor se vale de la gabardina para hilar varios tiempos. Hay que subrayar lo original que es este autor para sus títulos, siempre merecen un punto y aparte: "Debería caersete la cara de verguenza", "Si te comes un limón sin hacer muecas"...

Son unos relatos muy concentrados, muy reflexivos. Me gusta especialmente el último relato donde el autor nos dice que al final de una vida uno al final se pregunta ¿He hecho feliz a alguien?

Son unos relatos que, en muchas ocasiones, parecen casi autobiográficos al parecer la frontera entre el narrador y el autor muy estrecha, de tanto como mezcla alusiones personales con otras supuestamente ficticias.

Relatos con un punto de humor irónico, un humor triste, y mucha profundidad. Relatos con los que, en definitiva, te puedes sentir muy identificado. Poraue además parece que van creciendo sus temas y argumentos al mismo tiempo que lo hacemos sus lectores.

Lo que está claro es que de vez en cuando hay que volver a Pamies. Y vosotros direis ya, pero para eso Pamies tiene que volver a publicar. Tenéis razón.
En todo caso, que no tarde mucho en hacerlo que, desde luego, este blog y yo siempre recibiremos con alegría sus próximos relatos.

#Pamies
#Relatos

viernes, 7 de diciembre de 2012

"La bicicleta estática" de Sergi Pamies




Tenemos las reseñas de los libros leídos un poco abandonada.

Y yo tenía que comentaros que me gustó mucho el último libro de Sergi Pamies (Paris 1960) "La bicicleta estática". Un título mucho más corto que el de sus libros anteriores. Y que tiene la significación del momento que quiere contar el libro, el momento en el que las personas hacemos deporte con la bicicleta estática.

Es una coleccíón de 19 relatos cuyo tema es la vida cotidiana en la época de la madurez. He leído por ahí algo que me gustó mucho. Dice Pamies que "se considera inmerso en la etapa vital "de la intendencia", en que la mayor parte de energías se dedican al trabajo, al mantenimiento de las personas, a la dedicación a los demás y al cumplimiento de compromisos".

Su nuevo libro de cuentos, habla de eso mismo. De la vida. Y lo hace de una forma bastante autobiográfica pues mezcla sus propias vivencias con la ficción. De forma más autobiográfica que en su penúltimo libro "Si te comes un limón sin hacer muecas" que también me gustó mucho. Podríamos decir que éste es un libro para personas que están en la franja de los cincuenta años. En la que está el autor y desde la que escribe sobre lo que le rodea.

El tono con el que escribe es de cierta tristeza. Escribe desde la certeza de que la felicidad es algo efímero. Y lo hace con un estilo de frases cortas, directas, sencillas, con un lenguaje sobrio y desnudo que está escogido así. Porque cuando quiere sabe escribir de forma más lírica: “una de esas tardes en las que despeinada por el frío y el viento Barcelona parece dibujada por un optimista”.



Y cómo me han gustado éstos relatos, cómo ya me gustó el anterior libro.

Los argumentos son de lo más original, en el primer cuento, por ejemplo, el narrador se cita consigo mismo. Sobre el tema candente de las relaciones a través de internet, el autor queda consigo mismo. O en otro cuento el autor se mete dentro de sí mismo buscando autorreflexión.

También vuelve a tocar el tema de la guerra, del exilio, el antifranquismo... en el cuento "El mapa de la curiosidad". ¿No os parece precioso este título? Me gusta un montón.

 
Aborda también las relaciones entre parejas cuando ya llevan tiempo juntas en el cuento "La mujer de mi vida". Ese momento en que te das cuenta de que la vida es también ocuparse de los demás, ir a trabajar y procurar que todo el mundo esté atendido. Dice Pamies que la ironía de ésta etapa es aceptar con deportividad y buen humor que llega un momento en que la vida es ésto. Otros cuentos de este libro que abordan de algún modo este tema es "Tres maneras de decir te quiero". O el último "Deberías haber insistido" también toca este tema. Si tu pareja te dice que ya no te quiere ¿qué sentido tiene luchar e insistir?


También toca el tema de la ausencia del padre y el de las relaciones padre e hijos en varios de los cuentos.

Y también hay cuentos sobre la metaliteratura, sobre el proceso de la escritura.

Otro de los cuentos está dedicado a El Principito de Saint Exupéry.

En fin, no quiero destriparos de qué trata cada uno de los 19 cuentos. Pero tampoco quiero dejar pasar la ocasión de recomendaros este libro de relatos.

Creo que está muy bien. A mí me ha gustado mucho. No solo por los temas que trata, tan cotidianos. Sino porque lo hace desde una postura intimista y reflexiva. Me gusta mucho esa forma de abordarlos. Son relatos que te dejan pensando. Inevitablemente te dejan pensando. Y luego son muy originales. Están muy bien escritos, con arranques contundentes que ya te apresan desde un primer momento.

Si os gusta el relato, un libro muy recomendable.

jueves, 5 de mayo de 2011

Los trabalenguas y Sergi Pàmies



"Me han dicho un dicho, que dicen que he dicho yo. Ese dicho está mal dicho, pues si yo lo hubiera dicho, estaría mejor dicho, que ese dicho que dicen que algún día dije yo."


¿Los trabalenguas se pasan de moda? ¿Vosotros qué pensáis?

No. ¿Verdad? Yo creo que no...

El trabalenguas (siempre con s al final sea singular o plural):
Palabra o locución difícil de pronunciar, en especial cuando sirve de juego para hacer que alguien se equivoque.

Es una palabra compuesta y ella misma lo indica ¿no? Viene de trabar (poner obstáculos a algo)  y de lengua.

Llevaba mucho tiempo pensando que alguna vez habría que hablar de los trabalenguas. Al fin y al cabo hemos crecido con ellos y más de una vez nos han pillado en un renuncio.

Son juegos de palabras pensados para decirse en voz alta, más o menos de forma rápida y siempre son difíciles de pronunciar, porque juegan con grupos silábicos similares. A veces tienen sentido y otras veces no.

Pertenecen a la literatura oral, por eso cambian tanto de lengua en lengua. E incluso hay muchas variantes según regiones o zonas. Y casi siempre son un verdadero suplicio para los estudiantes de idiomas.
Os quería dejar con un artículo de Sergi Pàmies (escritor catalán del que ya os he hablado en este blog en otras ocasiones) que precisamente habla de ésto y que salió hace algunos años en el periódico El País.



SERGI PÀMIES HUMOR


Pablito clavó un clavito


SERGI PÀMIES 06/08/2003


Si el extranjero llega a España expresándose en un aceptable castellano, que se vaya preparando. Llegará un momento en el que, inevitablemente, un indígena envalentonado le retará a pronunciar en público un trabalenguas. Es cierto que, en su origen, el trabalenguas tenía cierta grandeza pedagógica: ejercitar sonidos con un estribillo y así limar asperezas fonéticas que, cuando se acumulan, parecen tan ingobernables como la Federación Socialista de Madrid antes de una votación. Pero en manos de según quién, el trabalenguas se convierte en una novatada lingüística con la que se humilla a los que están aprendiendo un idioma o, peor aún, a los nativos con problemas de pronunciación (en el Parlamento, más de un malvado soñaba con acorralar a Xavier Trias, de Convergència i Unió, y obligarle a repetir: "Un burro comía berros y el perro se los robó. El burro lanzó un rebuzno y el perro al barro cayó". Y algún oyente del programa de Juan José Millás en la SER suele dejarle anónimos mensajes en el contestador sugiriéndole que repita en antena: "Nadie silba como Silvia Silva, porque el que Silva como Silvia Silva, fue porque Silvia Silva le enseñó a silbar").

La víctima de acoso logopédico no deberá tenérnoslo en cuenta. Así como el tricornio y la chapuza son productos típicamente españoles, los trabalenguas constituyen una epidemia universal. En Finlandia, por ir muy lejos, también tienen sus trampas fonéticas y es factible que, tras cruzar interminables paisajes nevados, el primer finlandés que te encuentres se empeñe en hacerte repetir: "Appilan pappilan apupapin pankolla kiehuu ja kuohuu. Pappilan paksuposki piski pisti paksun paukeiton poskeensa" ("El pastor del ayudante del vicariato de Appila calienta el bote de frijoles sobre la estufa. El perro gordo del vicariato se comió el bote de frijoles"). Como ven, no se trata de una frase que uno necesite para capear las circunstancias cotidianas, ya que es poco probable que uno conozca al pastor del ayudante del vicariato de Appila. Y, suponiendo que eso ocurra, ¿de verdad creen que permitiría que un perro se comiera sus malditos frijoles? Y, sin embargo, el trabalenguas tiene buena prensa, sobre todo entre los niños, quizá porque a estas desvalidas criaturas les encanta hablar sin saber lo que dicen. Cárguese de paciencia, pues, y prepárase para estas perrerías lingüísticas de fabricación casera. ¿Su utilidad? Matar el tedio y fastidiar al prójimo, supongo, y, sobre todo, poner en evidencia a los que no saben repetirlas para, de este modo, hacernos sentir superiores. Con los años, estos ejercicios te quedan grabados en el disco duro y, cuando menos lo esperas, te asaltan como un regüeldo del pasado. Recuerdo una especie de trabalenguas que, en mis tiempos de incipiente hispanoparlante, me enseñaron unos amigos al descubrir que me costaba pronunciar la j y la c: "No es lo mismo Tejidos y Novedades en el piso de encima que te jodes y no ves nada y encima te pisan".

Ejercicio del día. Adivine a qué idioma corresponde el siguiente trabalenguas: "Petro, vi la permeson de la patro nepre prenu por partopreni entreptrenon". Una pista: no es catalán.



sábado, 31 de julio de 2010

Sergi Pamies.- "Sangre de nuestra sangre"




Sergi Pámies.

Sí. Es él. El escritor que ha escrito este relato que os dejo, y que forma parte, entre otros relatos, del libro "Si te comes un limón sin hacer muecas" de la editorial Anagrama.

A mí cuando lo leí por primera vez me produjo hasta un escalofrío. Además de impotencia, rabia, ganas de coger a estos padres de las solapas y decirles ¿Pero qué hacéis? y a la hija ya ni os cuenta ganas de que... Pero no quiero deciros más. Por favor, si tenéis tiempo, leerlo. 

Sobre todo si sois padres... Y si no también.


SANGRE DE NUESTRA SANGRE

Después de muchos años sin fumar, el padre enciende un cigarrillo. Lo dejó cuando nació su hija y, desde entonces, ha estado demasiado ocupado para echarlo de menos. El humo le abrasa los pulmones con una niebla áspera que, en lugar de combatir, él reactiva con caladas compulsivas. Hace un rato, su hija le ha explicado las razones de tanto tiempo de silencio, mal humor, problemas, insomnio y discusiones: no soporta ser la única chica del instituto con padres no separados y les ha pedido, por favor, que se separen. "Quiero ser normal" les ha dicho poco antes de salir de la habitación con lágrimas en los ojos.

El padre y la madre no dan crédito a lo que acaba de ocurrir. Sentados en el sofá, y pese a que ya ha transcurrido un cuardo de hora desde que su hija se ha marchado, siguen sin reaccionar. Sus pensamientos respectivos se han unido a través de un silencio que contiene los recuerdos que la memoria común les permite compartir. Ninguno de los dos quiso delegar en el otro la misión de educarla y le hicieron frente con una firmeza y un entusiasmo del que todavía se sienten orgullos. De la infancia de la niña sólo recuerdan cosas buenas. Una hija única y con salud en una familia emocionalmente estable y económicamente situada era la combinación perfecta para no fracasar.

Tanto el padre como la madre pertenecen a la generación que aprendió a proyectar este tipo de cosas, con una previsión que tuvo en cuenta los días fértiles y una fecha de nacimiento adecuada para, una vez agotado el permiso por maternidad, empalmar con las vacaciones. Nada interrumpió un crecimiento convencional, con las incidencias previstas por los pediatras y ningún episodio de alarma o accidente. Previsores como eran, no se dejaron sorprender por el anunciado distanciamiento posparto de la pareja. Fueron capaces de reservar el tiempo necesario para no aburrirse y no renunciaron al sexo ni a las aficiones, ni a las salidas con los amigos.

La niña lo vivía con una colección de sonrisas inmortalizadas en veintitrés cints de vídeos y diecisiete álbumes de fotografías. Ni la guardería ni los primeros años de escuela fueron conflictivos. Aunque no lo decían en voz alta, compadecían a los padres con hijos psicológicamente problemáticos o con retrasos académicos. Precisamente por eso, estuvieron muy atentos a la hora de evitar los excesos de protección y lo resolvieron con frecuentes visitas a casa de los primos y un trato continuado con los vecinos y compañeros de escuela. Con semejantes precedentes, nada hacía presagiar los dos últimos años que les ha tocado vivir.

La pilosidad en las axilas y en el pubis, cuando la niña tenía diez años, les hizo temer una precocidad aguda. De entrada, incluso llegaron a considerarlo una virtud. Ahora, en cambio, si pudieran articular palabra, tendrían que admitir que, ante la evidencia de una adolescencia prematura, reaccionaron como debían. Consultaron con el médico, que, como siempre, les dijo: "Tranquilos". Igual que otras veces, observaron el fenómero sin obsesionarse, como el síntoma de otras transformaciones inminentes. Las hubo, y muchas: la niña empezó a oler de otra forma, le salieron granos en la cara y, en poco tiempo, cambió de amigos y de vestuario.

Ninguno de los dos sabría decir en qué momento dejó de ser la niña y les provocó el dilema de si debían continuar llamándola así o por la versión abreviada de su nombre. Delante de ella, resultaba imposible llamarla niña, porque eso agravaba sus cambios de humor, cada vez más frencuentes. El padre no se conformó con lo que la madre repetía como una oración: paciencia, atención y amor. Él era paciente, le dedicaba toda la atención del mundo y la quería como nunca había querido a nadie, pero no soportaba no entender nada de la actitud de su hija. Habló con tutores, con profesores, con el director del instituto, que lo remitió a un especialista. La conversación, que tuvo lugar en un consultorio tétrico, resultó enriquecedora. La mutación de la niña, afirmó el especialista, era pefectamente lógica y estaba documentada por una experiencia ancestral y toda clase de diagnósticos y estudios científicos. Así pues ningun motivo para preocuparse.

El padre no se quedó tranquilo. En casa, la niña era cada vez más insolente, de una rebeldía arbitraria, a menudo estúpida, y cualquier intento de castigo o de diálogo resultaba simétricamente estéril. A través de un sociao de su empresa, contactó con un reputado neurólogo que le dio una conferencia sobre los últimos avances en materia de evolución mental de los adolescentes. Mientras el especialista hablaba, el padre tenía la impresión de que cada palabra, cada precisión avalada por la investigación, le alejaba más de su hija. El neurólogo le habló de saturación hormonal, de vulnerabilidad, de efervescencia, de evolución de los lóbrulos y de un combate entre dopamina y melatonina, estrógenos y testosterona.

"Es la pubertad", decían otros padres, y se encogían de hombros, como si, con un grado de inmadurez que los sacaba de quicio, dieran la batalla por perdida. Ellos, en cambio, perseveraron. Cuando convenía dar un paso atrás lo daban. Cuando convenía marcarla más de cerca, la marcaban. Al padre le dolía tener que admitir que había fracasado en una primera fase. Mejor dicho: estaba dispuesto a admitir la posibilidad del fracaso siempre y cuando tuviera una explicación. Ni la tensión de los peores momentos les desunió. Juntos como en el momento de concebirla y traerla al mundo, abortaron todas las tentaciones propias de esta fase de la existencia: el gusto por el riesgo, las malas compañías, la espiral de la droga, la anorexia, la bulimia, la huida sectaria.

En este largo proceso también tuvieron que ceder en algunas cosas, pero se trataba de cesiones irrelevantes: la decoración de su cuarto, un curso de ingles en Irlanda o un piercing, largamente negociado hasta lograr que no fuera ni en la boca ni en el ombligo. No podían prever que, después de tantos esfuerzos, el problema fuera que nunca habían pensado en separarse. Ahora tienen la mirada fija en la nube de humo que, procedente de los pulmones y de los cigarrillos del padre, ocupa la habitación. Sin decírselo, son conscientes de que ya no les quedan fuerzas. Se quieren. Tanto que ya no les hace falta decírselo. Por eso, cuand el padre termina el último cigarrillo del paquete, se levanta y se abrazan, todavía sin decir nada. "Hoy empezaré a buscar un piso para mí y hablaré con el abogado para inicie los trámites", dice él finalmente. Y ella, conmovida, le dice "Voy a llamar a la niña para darle la noticia. Se va a poner muy contenta".

Sergi Pamies