La niña que yo era tiene una biblioteca particular que viaja con ella a todas partes y siempre.
La niña que yo era leía tan deprisa, que su madre le decía que estirara un poco más los libros, que eran cuatro, y no había dinero para comprar tantos.
La niña que yo era, ya no recuerda si los libros que están en su biblioteca, eran de ella o de alguno de sus hermanos; sin embargo, recuerda a la perfección los títulos, la portada y el chorro de sensaciones que dejaron dentro de ella.
Y le ocurre que a veces, muy de vez en cuando, en los lugares más remotos y sin esperarlo, tropieza con algún personaje de los libros de su biblioteca.
Y sin querer vuelve al presente uno de aquellos títulos, la portada y el chorro de sensaciones que dejaron dentro de ella y que con el paso del tiempo creía perdidas.
No lo estaban.
Habían viajado con ella: Solo tenían que despertar.
Y ocurre que a veces, en los lugares más remotos y sin esperarlo, la niña que yo era y la que soy, sonreímos a la vez.
A la vez.
¡Anda Fray Escoba!
Y se van cerrando círculos.
Los restos de San Martin de Porres, Fray Escoba, descansan en la Basílica y Convento de Santo Domingo de Lima, junto a los restos de Santa Rosa de Lima y San Juan Macías en el denominado Altar de los Santos Peruanos.
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