Quería contarte que hoy vino la lluvia.
Madrid la necesitaba para lavar la maloliente piel de sus aceras, regar sus sedientos parques y regalar a sus agostados madrileños el espejismo de un viento más respirable.
Estábamos tan contentos tras el anuncio de los sabios meteorólogos que fantaseábamos con guardar unos días las sandalias y arroparnos unas noches más como benditos.
Cuando hoy de madrugada en las habitaciones resplandecieron sus relámpagos y las cortinas bailaron felices al son de los truenos, cuántos adormilados no se echarían la sabana sonriendo como bebotes satisfechos. Sabiéndola ya en casa, sabiéndola más nuestra.
Infelices, infelices, infelices. Y mil veces infelices más.
Quería contarte que hoy vino la lluvia, una lluvia moderna que traía una maletita de chubascos de mentirijillas (¿sería de cabina?) que nos chistaban burlones que quizá, ni tan siquiera, se quedarían una noche más.
"Pero y ¿Ya se va?" preguntamos perplejos al primer rayo de sol que salió a media mañana. ¿Ya? volvimos a preguntar al segundo como amantes insatisfechos.
Pero ni los juguetones rayos de sol haciéndonos guiños, ni la tan anunciada lluvia que cual chula se diera la vuelta ante nosotros, se dignaron a contestarnos.
Y a los pobrecitos madrileños, hoy más pánfilos que chillones, que íbamos acarreando unos paraguas tan cerrados como los zapatos de cordones, solo nos consoló lo requetebonita que amanecía Madrid contemplándose, presumida, limpia y gris, en sus charcos.
Bendita lluvia. Gracias, Rocío, por esta crónica. Un beso, amiga!
ResponderEliminarMuchas gracias Javier. El verano no me deja hacer relatos, pero el blog es bueno y me deja colarle pequeños textos a modo de fotos del momento. Escribir la vida. Gracias a ti por estar ahí detrás. Atento. Un beso maestro
Eliminar