-¿Sabe cuánto hace que soy policía? -pregunta-. Cuarenta años. ¿Y sabe una cosa que he aprendido en ese tiempo? -Levanta la vista hacia Melchor y fija en él una mirada envejecida, un poco triste-. Mire, hacer justicia es bueno. Para eso nos hicimos policías. Pero lo bueno llevado al extremo se convierte en malo. Eso he aprendido en estos años. Y también otra cosa. Que la justicia no es solo cuestión de fondo. Sobre todo, es cuestión de forma. Así que no respetar las formas de la justicia es lo mismo que no respetar la justicia. Lo comprende, ¿verdad?
-Melchor no dice nada; el subinspector esboza una sonrisa tolerante-. Bueno, ya lo comprenderá. Pero acuérdese de lo que lo digo, Marín: la justicia absoluta puede ser la más absoluta de las injusticias.
Ya me he terminado de leer el último premio Planeta, el último libro de Javier Cercas “Terra alta”. Y confieso que me ha parecido muy entretenido.
Ya, ya sé, que ha sido criticado
de no tener el ritmo narrativo que debería tener “una novela negra” al uso, o
por cometer ciertas faltas con el estilo. También es verdad que tiene alguna
que otra, mejor dicho, algunas que otras frases hechas que podrían haberse
pulido para no caer en los lugares comunes. Pero a mí no
me ha molestado eso demasiado y en cambio me ha atrapado la historia.
El argumento arranca con el
asesinato de una pareja de ancianos acomodados, pues son propietarios de una
empresa de artes gráficas con sucursales por medio mundo, en Gandesa, un pueblo
tarraconense de la “Terra alta”. El encargado de la investigación es un
treintañero mosso d’esquadra, Melchor Marín. Un
letraherido por Los Miserables que no es de la zona y se va a empeñar en desentrañar
por completo el asesinato.
Olga sonrió y Melchor se fijó en la red de arrugas que brotaba junto a sus labios. Como la semana anterior, la biblioteca acababa de abrir; como la semana anterior, estaban solos.
-Pasternak era poeta -dijo Olga-. ¿Te gusta la poesía?
-No mucho -reconoció Melchor, que apenas había leído poesía-. Los poetas me parecen novelistas perezosos.
Olga se quedó pensativa.
-Puede ser -dijo-. Aunque a mí casi todos los novelistas me parecen poetas que escriben demasiado.
El tema de esta novela es la justicia, el odio, la venganza.
Y para desarrollar el argumento,
Cercas nos va a abrir una doble vía, por una de ellas va a circular el presente con la investigación del crimen. Y por otra la propia vida del protagonista, donde
a su vez hay como dos momentos. Por un lado su pasado revuelto hasta llegar a
ser Mosso, y por otro su pasado sentimental con Olga, su mujer cuando se lleva
a cabo el homicidio.
Para mí el ritmo de la novela no
es lento. Es cierto que el autor no atiende tanto al esclarecimiento del doble
crimen, como a presentarnos sin duda al personaje principal. Pero aún así, que
la narración vaya hacia adelante y atrás, ya imprime agilidad.
Espacialmente, ya hemos dicho que
la novela está ambientada en el pueblo catalán de Gandesa, que fue muy importante
en la batalla del Ebro en nuestra guerra civil. Pero además nuestro
protagonista vamos a descubrir que tuvo relación con los atentados islamistas
de Barcelona. Luego la historia espacialmente se desarrolla en Cataluña y
temporalmente tiene un contexto histórico detrás, que la encuadra en el periodo
que va desde la guerra civil hasta nuestros días.
Por otra parte, sobre todo a mí, el
autor me ha conquistado con su personaje de Melchor. Es un personaje cuya
evolución es evidente y se ha plasmado muy bien en la novela. Es un personaje muy
interesante. Y por supuesto que además sea letraherido, claro, me ha encantado.
Está obsesionado con la novela de Los Miserables, y se pasa toda la novela
haciendo paralelismos de él con los personajes de Jean Valjean y con Jabert. Gracias
a estos paralelismos, el autor va a trabajar esos temas de la novela que
comentábamos: la justicia, el odio, la venganza…
Es una novela donde los
libros tienen mucho protagonismo, no solo el de Los Miserables sino también los
libros en general. El personaje de su pareja, Olga, trabaja en una
biblioteca, el compañero en la prisión
que le dice que “la mitad de un libro la pone el escritor, la otra mitad la
pone el lector”…
-Eso decía un amigo mío -replico él-. Que la mitad de una novela la pone el que la escribe, y la otra mitad el que la lee.
-Ese sí que era un amigo inteligente -dijo Olga-. No el que decía que después del siglo diecinueve no se han escrito buenas novelas.
-Bingo: eran dos amigos distintos -volvió a mentir Melchor-. Tienes dotes de adivinación.
Bueno, pues que, a pesar de las críticas que he leído, para mí ha sido muy agradable volver a la escritura de Javier Cercas.
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#Reseña
#Terra alta
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