Este año y en este día, 1 de octubre de 2015, se conmemora el 25° aniversario del Día Internacional de las Personas de Edad.
En la actualidad, casi 700 millones de personas son mayores de 60 años.
He pensado que con motivo de este día, para empezar bien el mes, ya que en este blog nos gustan las historias, os voy a dejar con uno de mis relatos. Es antiguo y creo que ya os lo copié en otra entrada, pero hace tiempo ya, y yo le tengo mucho cariño.
Fue premiado con el primer premio en el Certamen Nacional
de Literatura de Villarrubia de los Ojos (Ciudad Real). Modalidad de Prosa.
2006. Y publicado en una revista del Ayuntamiento.
Bueno, pues aquí os lo dejo. Espero que os guste.
Aviones de papel en el cementerio
...Que nosotros seremos mayores, pero leche que no somos Adán
y Eva, le decía yo a mi Genaro. Pero claro no porque fuéramos a quedarnos como
ellos salen en los cuadros, con todas las vergüenzas casi al aire, a ver que se
va a pensar usted de nosotros, que seremos mayores pero muy decentes, que no ha
sido premeditao, ni somos unos pervertidos de esos que salen en las noticias.
Mayores sí... pero no Adán y Eva, ni por los años ni por nada, no fastidien...
Yo era por animarle a hacer una locura. Pero entiéndame locura y animarle en
el mejor de los sentidos.
Pero con decir que éramos viejos y que los viejos pa qué iban
a estar con esas tontunas... de ahí no le sacabas. Que a estas alturas que qué
necesidad había... Pues menuda diversión... No lo hicimos de jóvenes y lo vamos
a hacer ahora, de viejos, a ti se te ha ido la cabeza Trini, no fastidies.
¿Qué necesidad hay...? Y yo le decía: Que no Genaro, que vieja es la ropa, que
nosotros viejos no: mayores. ¿Y además por qué no? le decía ¿Por qué
no...? ¿Quién nos lo quita...? Pa chasco va a ser cosa de necesidad,
necesidades nosotros y gracias a Dios ya bien pocas, lo sabes tú Genaro, lo
sabes tú mejor que nadie, le decía, y lo sabe usted porque se lo estoy contando
tal y como es, necesidades nosotros bien pocas y todavía ésta me funciona... la
cabeza la tengo sobre los hombros y bien sobre los hombros, como le dije
también a él, que te veo venir Genaro con esa cara, que no, que tampoco es que
me haya trastornado del disgusto hasta ahí podíamos llegar, al cabo de tantos
lustros... Y tampoco por divertirnos, pues claro que no, que no es eso... Si
nosotros ya no somos ningunos chiquillos, a la vista está ¿Y no vamos a
saber a estas alturas divertirnos más, mejor y más agustito que brincando por
un cementerio...? Eso le dije a mi Genaro y eso le digo a usted calcaíto de
cómo lo dije aquel día. Pues claro que sabemos ¿O no Genaro? Pobre, mírele
si no le salen ni las palabras, abochornaíto el pobre... Abochornaíto de verse
aquí en el cuartelillo, medio en cueros y por esta razón tan vergonzante que
diría él si acertara a decir algo. Pero ya ve mudo del susto que se ha
quedado en cuando les ha escuchado llegar, y mudo que sigue dos horas y pico
después.
Pero usted no se preocupe que yo se lo voy a contar, se lo
voy a contar bien clarito y en un santiamén y ya verá como me entiende a la
primera. Que eso es lo que yo le decía a mi Genaro que no me quería entender,
no me quería entender... Y yo tenía mis razones.
Pero mujer, me decía él, mira que porfías y porfías cuando
algo quieres... Eres peor que los hijos cuando de críos chillaban por algún
antojo. Tu no estás bien. ¿A qué no estás bien...?. Yo Genaro estoy mejor
que nunca, y por eso mismo es, porque estoy mejor que nunca. “Mira no quiero
escuchar más paparruchadas me voy a la partida...” Y con esas cada tarde daba
por terminada la discusión. Pero yo no, hasta ahí podíamos llegar, yo no la
había acabado y por la noche erre que
erre, erre que erre con el tema. ¿Pero cómo vamos a ir al cementerio a tirar
aviones de papel...? ¿Avioncitos de papel a los setenta y tantos...? ¿Pero tú
te escuchas lo que estás diciendo...? ¿Tú te escuchas Trini? Te regará bien el
cerebro mujer, no te digo yo que no, pero por ahí dentro algo de tanto riego se
te ha empapuchado o se te ha roto, de fijo, fijo que se te ha roto algo del
raciocinio, o se te ha soltado de su sitio, o yo que sé... Porque si no yo
Trini no me lo explico... ¿Pero que te cuesta Genaro, que te cuesta? ¿Pero tú
no ves que nos van a llevar al cuartelillo, tú no ves que cualquiera que nos
vea... Eso si no acabamos en la residencia. Se enteran los chicos y nos ponen
en la residencia esa de la capital pero en menos que canta un gallo, pero ¿no los
ves que están deseandito de vender todo esto y darle buen aire a los
cuartos...? Que les estoy temiendo... ¿Pero no digas tonterías? le contestaba
yo ¿Quién nos va a ver? Los chicos están en Madrid y nadie les va a ir hasta
allí con el cuento... ¿Verdad señor guardia que no les van a decir nada a los
hijos...? Bastante tienen ellos con sus cosas para que les anden molestando por
semejante chiquillada... Porque eso de que nos lleven a una residencia a mi
Genaro le quita el sueño... Y eso le
decía yo para que se olvidara rapidito: “No empieces tú también con que nos van
a llevar a la residencia que te temo cuando empiezas con ese tema...”
¡Echale...! ahora el temoso soy yo... gritaba él ¡Lo que me quedaba por
oír...!... Y yo volvía a la carga.
Hasta que ya una noche con un suspiro cansino me dijo mi
Genaro: ¿Es que no has tenido ya bastante...? Y ahí, ahí fue cuando yo vi que
al fin le tenía convencido, me había costado lo mío, ¡vaya si me había costado!
de darle y darle vueltas al guisito de lo del cementerio, pero esa noche ya vi
que me había llevado el gato al agua, si le conoceré yo... Y para acabar de
rematar bien, bien la costura, le dije
con una mijita de voz, como le gusta a él que le hable en la cama, con una
mijita de voz: “Pues de eso se trata Genaro, de eso, de poner las cosas en su
sitio, de hacer las cosas bien, como Dios manda...”¡¿Pero tú de verdad crees
que Dios nos manda hacer esas chifladuras que a ti se te meten en la
cabeza...?! ¿Tú lo crees...? ¿O no será que al pobre ese de allá arriba le
tienes tan mareado como a mí con tus historias...?
Pero no me llevó mas
la contraria, no se vaya usté a pensar, que tiene un pronto mi Genaro que pa
qué las prisas, un pronto de decir siempre que “no”, su palabra es “no” de
primeras y casi de últimas... “No”. Pero luego de unos días de ir diciéndole
las cosas así poquito a poco, poquito a poco, se va reblandeciendo, se va
reblandeciendo la costra, y ese “no” que tiene siempre entre los labios como la
colilla, sea va vertiendo, vertiendo como el agua por la barba pa abajo, hasta
que es un charco de ná. Y a mí y a paciencia no me gana nadie y a él, a mi
Genaro, lo mismo le pasa, que al final y conmigo sobre todo, tampoco es
nadie...
Por eso él nunca me dijo lo de las cartas, porque él sí lo
sabía, que él a escondidas ahora resulta que se había leído alguna pero me
dejaba con mi ilusión. Fíjese. Que por ahí empezó este tinglado... Y que yo la
verdad, no se lo contaría, que maldita la gracia que me hizo a mí enterarme de
eso, aunque ya hubieran pasado cincuenta años, que se dice pronto, cincuenta...
Pero créame, me dolió en el alma en ese momento, como si acabara de pasar.
Qué jodío mi Paco, pero que jodío... Y no, no se piense que me equivocao, que
sé bien lo que me digo, no lo voy a saber... Y he dicho mi Paco. Sí señor. Mi
Paco, mi primer marido. Porque ese pobre que está ahí agachaíto y mudo, mi
Genaro, es mi segundo marido. Parece que bosteza usté ¿no le hemos dejado
dormir esta noche verdad señor Guardia? Pero ándese tranquilo que enseguidita yo
le cuento y lo apunta usté todo ahí y en la cama todos en un santiamén que ya
va siendo hora... Mi Genaro el primero... que ahí le tiene: derrotaíto.
Pues eso, que resulta que yo me casé de primeras con mi Paco.
Mi Paco era un muchacho de muy buena planta, que no es por desmerecer a mi
Genaro, pero la verdad es que mi Paco era más buen mozo, más guapote, mas alto,
mas fuerte, más resultón en conjunto, la verdad, y claro por eso el muy canalla
también era más liante. Y vaya si me lió, que le he estado creyendo a pies
juntillas hasta después de cincuenta años de muerto, fíjese usted lo que le
digo, cincuenta años, si me tendría bien engañada el jodío... Porque allá por
entonces, cuando se marchó al frente, que usted ni había nacido ni pensamientos
que tenían sus padres que andarían en pantalón corto de que usted viniera al
mundo... pues yo no sabía leer. Que ahora ya sé, pero esto se lo contaré más
adelante. Pero entonces yo no sabía, y claro como llevábamos muy poquito de
casaos que no llegábamos ni a los tres años, pues imagínese usted lo que era
estar separaos tan pronto. Jóvenes como éramos y con tantas ganas de estar
juntos, y tan enamoraos que nos casamos, por lo menos yo... porque él ya ni lo
sé, de verdad que mis dudas me han quedado. Pero bueno el caso es que nos
escribíamos de cartas... Virgen santa... Un cerro bien grande de cartas que nos
escribimos en aquellos tiempos... Un cerro, dos cajas enteras que tenía yo
guardadas hasta esta noche... Bien guardaditas y metiditas cada una en su sobre
tan estiraditas como el primer día, casi nuevas hasta esta noche. Y lo que nos
hemos reído... no se vaya usté a pensar... Que feliz mi Genaro de verme tan
contenta... porque lo he pasado mal no se crea... que disgusto más grande.
Bueno a lo que íbamos, en aquel entonces yo las tenía mucha
ley, las esperaba impaciente y en cuantito veía venir al cartero con la carta,
corría hasta las escuelas para pedirle a la maestra, la señorita Nieves, que me
la leyera... La señorita Nieves no era del pueblo, pero ya llevaba cuatro o
cinco años allí y la verdad todos la queríamos mucho porque era muy buena con
los muchachos. El caso es que yo, que estaba cegaíta con mi Paco, en cuanto
tenía su carta en mis manos corría a que me la leyera ella. Y ella tan contenta
que se ponía también, se alegraba de verdad, por mí... Y me la leía con una
cosa, con un sentimiento, que hasta se la salían las lágrimas... Y yo la estaba
tan agradecida... Porque a ver, yo sin saber leer... ella era como mis ojos.
El caso es que mi pobre Paco, del frente no volvió. O eso me
dijeron. Un mal día, su nombre fue uno de esos que leyeron en la plaza... Que
dolor tan grande, no se puede usted hacer una idea. Que dolor... tan joven
como era yo, y lo enamorada que estaba de él. La maldita guerra... Allí en la
plaza que nos abrazamos aquella tarde la señorita Nieves y yo y venga a llorar
y a llorar como dos magdalenas. Que no había quién nos despegara a la una de
la otra. Que desgraciaíta que era yo
entonces... que desgraciaíta y lo requetemal que lo pasé.
Después fue cuando unos pocos años mas tarde conocí a mi
Genaro. Pero como cinco o seis años después no se piense. Que le costó a mi
Genaro que yo me interesara por él no sea crea, un buen tiempito, me acordaba
tanto de mi Paco... Pero vi que era un buen hombre y que me quería... Y bueno
la verdad es que le cogí también cariño y ya lo ve toda la vida juntos aquí
donde nos ve... Hemos tenido los hijos, los hemos visto crecer, se han ido
fuera a trabajar, nos han traído nietos, y aquí seguimos tan pegaditos como
el primer día. No ha sido nunca muy hablador la verdad y ya lo ve, hay
veces que hasta mudo. Pero nos queremos, vaya si nos queremos ¿verdad
Genaro...? Pobre aún le dura el disgusto...
Bueno pues el caso es que hace unos meses, fíjese a la vejez
viruelas... Vino al pueblo una maestra que nos habló de las clases para
mayores. Para los viejos según mi Genaro, pero ella dice para “adultos”, échele, unos adultos un pelín arrugaos ya todos. Quién dice un pelín...
como uvas pasas. Pero en fin que mi Genaro fue el primero que me animó a
que fuera, él y los chicos la verdad porque él me ha dicho siempre que yo
soy lista y espabilada, cazurra como la que más, pero lista... Y bueno la
verdad es que a la primera clase fui a regañadientes no se vaya usté a
pensar, porque no sabía yo muy bien como
iba a ser aquello y ya tiene una bastantes dolores de cabeza para andar
buscándoselos. Pero oiga que me gustó, me gustó lo de aprender, y la verdad y
eso no se lo diga a mi Genaro es que yo quería leer mis cartas, quería leerlas
yo solita, para saborearlas cuando quisiera, porque mi Genaro es muy bueno pero
esas cosas tan dulces y requetebonitas que me decía mi Paco, pues la verdad, no
le voy a engañar, jamás me las había dicho... Con una ilusión que yo aprendí
para releerlas... y bien de rápido que lo hice, que me lo decía la maestra, que
qué bien se me estaba dando...
Así hasta que una noche que ya leía de corrido me senté en la
mesa camilla con mis cajas de cartas delante y empecé por leer mi nombre en los
sobres, mi nombre y su remite, Paco Sánchez, mi Paco, qué ilusión, era como
verle otra vez delante de mí con esa planta que tenía...
Allí también que me encontró mi Genaro dos horas después,
allí sentadita tal cual, llorando y venga a llorar unas lágrimas más gordas que
garbanzos cocidos. Lloré tantas aquella noche que hubiera tenido garbanzos
para todos los cocidos que había hecho desde entonces... No le digo más lo que
pude llorar... si yo creo que hasta dormida lloré aquella noche, porque cuando
me levanté tenía empapaíta la almohada, imagínese... Porque esas cartas no eran
para mí... ¿Puede usted creerlo? ¡No eran para mí...! solo eran para mí las dos o
tres primeras... Las demás, todas las demás eran para la señorita Nieves. Que
penita más grande... Era mi nombre el que tenían los sobres, mi nombre por
aquello del que dirán pero ya está, no había nada más para mí en todas
aquellas cartas. Estaba tan seguro el jodío de que yo no las iba a poder
leer... bien sabía él a quién se lo pediría. Se le cierran los ojos. No se
apure que ya termino...
Luego me acordé claro, me acordé de cuando a los pocos meses
de habernos enterado de la muerte de mi Paco una tarde la señorita Nieves se
vino a despedir. Me dijo que le había salido trabajo en otro pueblo más cerca
del suyo y se fue. La verdad es que lo sentí mucho, había sido tan buena
conmigo siempre... Y ya nunca más supe de ella. Me extrañó que aquel día me
pidiera una de las cartas de mi Paco. Me extrañó tanto... pero la verdad como
ella había sido quién me las había leído todas, y yo la sentía tan cerca de mí,
y de mi pena, no me pude negar. Y total yo tampoco sabía leer. ¿Quién me
iba a decir a mí que con el tiempo lo haría...? Siempre recordé a esa
mujer con tanto cariño...
Hace ya de eso siete meses, siete, imagínese y no se lo
creerá pero hasta esta noche no me he vuelto a sentir bien. Porque yo todos
estos años que he estado casada con mi Genaro, no he estado mal, cómo iba a
estarlo, era un amor tranquilo, suave, pero ha habido muchas veces que yo he
echado de menos aquel de mi Paco, aquel que me había hecho temblar y gritar y
bueno... muchas veces, y todas esas veces yo iba y miraba mis cartas... y era
una tontería pero eso me daba fuerzas ¿sabe? Entonces desde aquella noche que
las leí era como si me hubieran arrancado de cuajo eso, como si me hubiera
quedado de pronto sin esa puerta que abrir. Y qué vacío señor guardia, que
vacío tenía yo aquí dentro...
Pero resulta que una semana después me empezaron a llegar
cartas otra vez, sobres con mi nombre y el remite de mi Genaro. Sí ese que ahí
anda dando cabezadas. Qué hombre... No sé ni como se le ocurrió semejante
idea. Pero oiga que no parece ni el mismo hombre cuando escribe... como si me
le hubieran dado la vuelta como a un
calcetín, qué cosas, pero así es. La primera carta es que yo no me
lo podía creer, me quedé tan extrañada que allá que me planté en jarras
delante de él en cuanto volvió del campo con el sobre en la mano a decirle
mitad asombrá mitad enfadá ¿Y ésto...? Y ¿Sabe usted lo que me dijo? Que a ver
si se iba a creer el Paco ese que solo él sabía escribir cartas de amor...
Échele... Era la primera vez, la primera, puede usté creerme que mi Genaro
mentaba a mi Paco, la primera en todos estos años y la ultima. Porque me dejó
helá, pero heladita, heladita, tanto que ya nunca más lo hemos vuelto a hablar,
no le digo más. Pero las cartas no me dejan de llegar no se crea usté... Que
son ya cuatro las cajas llenitas de cartas que tengo... y cada vez se le da
mejor al jodío... que ya podía haber empezado treinta años antes... Mírele si
es un pedazo de pan.
Y por eso fue señor guardia, por eso fue que me empeñé en
tirar todas las de mi Paco. ¿Para qué quería ya eso ahí...? Pero no romperlas y
quemarlas de cualquier forma en la lumbre, no, como decía mi Genaro, no a mí
eso no me valía... Yo quería hacer con ellas aviones de papel como cuando
íbamos a la escuela y aviones que volaran sobre su tumba... Que ni es
sacrilegio ni ná porque esa no es su tumba, que está vacía, que ya sabe que él
nunca volvió... Que vaya usté a saber si no volvió a ninguna parte o solo a
este pueblo... que ahora que voy hilando e hilando, ya me creo cualquier
cosa... Yo a mi Paco le conocí de críos, le conocí echando a volar cometas, y
era por eso... Una tontuna como decía mi Genaro, una tontuna como cualquier
otra, pues si, una tontuna, que a mi Genaro no le falta razón, pero una tontuna
que a mí me hacía una ilusión bárbara... Y en esa chiquillada que embarqué a mi
Genaro, mi Genaro, que al final siempre se deja embarcar... el pobre.
Y que requetebién que nos lo hemos pasado los dos allí
echando a volar todas esas cartas que no eran para mí. Y que risas que
parecíamos dos críos arrugados y locos haciendo trastadas y bueno pues qué
le voy a contar con las risas y los saltos, bueno saltos, saltos... por decir
algo, y de los saltos a los abrazos... y bueno que qué le voy a contar ya nos
ha visto usté que se nos ha ido un poco el santo al cielo. Pero vamos solo un
poco no se vaya usté a pensar, que no somos Adán y Eva... Y a lo mejor yo sí
que me estaba dando cuenta, no le voy a engañar, pero entre usté y yo: no se
crea que ya es fácil pillar a mi Genaro tan contento y tan cariñoso así que...
Pues oiga que nos hemos dejado llevar un poco, y si hay que confesar pues una
se confiesa, pero solo un poco, a ver que se va usté a creer... ¿Pero oiga...?
¿Oiga...? ¿No me digas que está roncando...? Anda la leche...
Genaro, shhhsss, Genaro, ssshhh espabila Genaro, que te has
traspuesto un poco... Venga hombre que te va a doler el cuello de la postura...
Venga despierta hombre de Dios que ya no tienes edad de está ahí hecho un
cuatro... Mira, espabila, mira, que se nos han dormido las autoridades... así
que andando que es gerundio y venga para la casa que ya es tarde... Mañana ya
hablaremos más con estos señores... aunque no sé que más van a querer saber...
Y tú tranquilo, que yo me ocupo, tú tranquilo... que a los hijos no les van a
decir nada de nada. Venga Genaro, espabila hombre...
Rocío Díaz
Un relato precioso y muy adecuado para este día mundial de las personas mayores. Soy director de un portal sobre residencias de tercera edad y creo que en este día hay que tener en cuenta especialmente a esas personas mayores, las más frágiles y merecedoras de la compasión y apoyo que normalmente sufren deterioro cognitivo y viven en residencias para la tercera edad, en España y en todo el mundo. Dentro del portal tenemos un blog en el que, en ocasiones participan bloguistas invitados. Si un dìa desea compartir algún relato sobre personas mayores, especialmente si en él aparece alguna residencia. Con mucho gusto lo difundiríamos en nuestro portal, que recibe más de 4.000 visitas diarias. Saludos de Josep de Martí, director de www.inforesidencias.com
ResponderEliminarMuchísimas gracias por sus palabras y su ofrecimiento, desde luego que lo tendré en cuenta porque que ahora recuerde al menos en uno de mis relatos con personas mayores hay una residencia. Muchas gracias y un saludo, Rocío Díaz
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