Tenía
que contaros que este verano estuve leyendo también una novela titulada
“La vida cuando era nuestra”. Tenía traspapelada esta reseña, pero
bueno parece que el otoño está ayudándome a ordenar papeles y aquí estoy
para enmendar el error.
“La
vida cuando era nuestra” de Marián Izaguirre es una novela que me
pareció muy agradable de leer. Una novela con un tema claro, el amor a
los libros. Y con un montón de frases que me gustaban.
«Cuando
te encuentres sola, lee un libro… Eso te salvará». Los libros tienen de
pronto el tacto redondo y húmedo de un corcho salvavidas”
El
argumento se inicia en una librería. A partir de ahí surge la trama, o
mejor dicho las tramas porque hay dos historias. O más concretamente una
historia dentro de otra. Porque hay una librería en cuyo escaparate hay
un libro abierto 'La chica de los cabellos de lino' al que se le van pasando las páginas. Ese libro encierra la otra historia de la novela.
En
la librería se desarrolla la primera historia en la que dos mujeres,
una británica ya más mayor, y la otra, una madrileña de unos treinta
años, leen juntas una novela en la librería propiedad de la segunda. Y
claro la segunda historia es la del libro, la vida de una joven inglesa
burguesa a quién su padre no reconoció pero que vive intensamente la
vida europea gracias a sus familiares.
El
tiempo y el espacio varia completamente en la novela de una historia a
la otra. La principal o primera, la de las dos mujeres leyendo la
novela, se desarrolla en España en tiempos de postguerra, en los años
cincuenta y más concretamente en Madrid. La segunda historia, la del
libro, transcurre unos años antes, en los años veinte en Londres, París…
y España también.
Un par
de detalles que me han gustado mucho de este libro es, en primero lugar
que muchos autores desfilan por las páginas de esta novela: Dorothy
Parker, Emily Dickinson, Proust, Ezra Pound, Chéjov... Y el otro, es que
me gusta mucho la portada de la novela. Qué acierto ¿No? Dan ganas de
ponerse a leer inmediatamente esa novela.
Por
otra parte y siguiendo con la reseña, hay dos narradores, uno en primera persona que lleva una de
las historias, y otro en tercera que lleva la otra historia.
Indudablemente eso ayuda mucho tanto al escritor como al lector a
diferenciarlas. Y enriquece la narración al hacer éstos giros de cambio
de perspectiva.
Los
personajes están bien definidos. Tienen mucho más peso los personajes
femeninos que los masculinos que parece que orbitan en torno a ellas.
Las dos protagonistas están perfectamente dibujadas y son muy creíbles.
Es
una novela entretenida, placentera de leer, con un ritmo pausado. Y que
da protagonismo a los libros. Me gustó, me gustó bastante.
“Hace
frío. Solo es octubre, pero ya parece pleno invierno. He sacado el
abrigo por primera vez y, como he visto que el día está nublado y hace
viento, he decidido ponerme un pañuelo en la cabeza. Es un viejo pañuelo
de seda que a veces llevo también al cuello, con mi chaqueta de Linton
Tweeds. Antes me he recogido el pelo en la nuca. Me hubiera gustado
tener un poco de brillantina Rosaflor, para que ningún cabello rebelde
se saliera de su sitio, pero he tenido que conformarme con pasar la
palma de la mano humedecida por la frente y las sienes. ¿Por qué tengo
este pelo? Es asombrosamente blanco para mi edad. A veces me miro en el
espejo y veo un reflejo amarillento, como de polluelo, que me recuerda
el tiempo en el que fui rubia. Solo tengo cincuenta y un años. Nací con
el siglo. No creo que me corresponda tener este pelo tan blanco”. (pág. 9)
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