Ayer os dejé un artículo de Hector Abad Faciolince, largo y jugoso. Hoy os quería dejar con otro artículo, aunque éste de Elvira Lindo. Menos largo pero tan jugoso como el de ayer, aunque de otra forma...
A mí me gustó mucho también. Porque es cierto cuánto cuesta a veces leer. Es curioso...
MARIE CLAIRE (AGOSTO):“No hacer nada”
Jueves 9 de agosto de 2012
Hubo un tiempo en el que podía pasar horas tumbada en el sofá leyendo. ¿Qué ha pasado para que ya no sepa hacerlo? Imagino que los años van a aumentando la consciencia del tiempo. Pero no es sólo eso. Creo que las servidumbres a los aparatos electrónicos me han acabado robando el sosiego. Me tumbo en el sofá con la ilusión de sumergirme en un libro. Tengo a mi lado el teléfono móvil. Dicho móvil me avisa cuando me llega un sms, un WhatsApp, un mensaje de facebook, uno de instagram o un email. He tratado de borrar esas aplicaciones tan prácticas, pero, burra como soy en el lenguaje informático, no sé cómo hacerlas desaparecer y que mi móvil vuelva a ser lo que era, un celular sin gracia. Cuando llega a casa uno de esos jóvenes que nos rodean y que se conocen al dedillo todas las posibilidades del dichoso teléfono me olvido de decirle que necesito recobrar mi libertad. O, confieso, me dejo engatusar por sus mentes electrónicas que me convencen para que sume un aplicación más a las que ya tengo, “ah, pero… ¿no tienes agenda en el teléfono?”. Pues no, pero ya que me la instala empiezo a usarla.
Me hundo en el sofá después de comer. A un lado, el mando a distancia, a fin de ponerme un documental que me cuente un cuento con la voz de un actor de doblaje; al otro, el teléfono, por si me llaman, y, encima de la barriga, el libro, al que deseo dedicarle toda mi atención.
No sé cómo pero presiento que la pantalla del móvil se ha iluminado, y eso que lo he dejado fuera de mi campo de visión. Lo chequeo. Primero, los mensajes de texto, luego los de facebook, los del correo electrónico y, finalmente, le echo un vistazo a las últimas fotos colgadas en el instagram. Mientras miro esto y lo otro, me llaman. Hablo un rato, diez minutos. Cuelgo, recorro de nuevo todos mi buzones. Saco una foto a mi perrilla, que está tan mona, a mis pies. Ya que estoy, la edito en el instagram. Luego, encantada con el resultado, la cuelgo en el facebook. Y, como sé que fulanita no tiene facebook y no la podrá ver, se la mando por correo electrónico.
A todo esto ya llevo veinte minutos malgastados de siesta. Me empiezo a sentir culpable. Tengo tres artículos por escribir y no he empezado con ninguno. Me empieza a doler la espalda. Pienso que no es bueno estar tanto tiempo tumbada. Me levanto. Hago unos estiramientos. Pero antes de volver al ordenador decido que debo relajarme un poco. Me vuelvo a tumbar. La pantalla de nuevo se ilumina. Me informa de que a un amigo de instagram le ha gustado mi foto de Lolita echando la siesta sobre mi pie. Gracias, pienso. Y lo escribo, gracias. Miro el reloj. Me concedo quince minutos para una siesta que me enfríe el cerebro antes de ponerme a escribir. Cierro los ojos. Escribo el primer artículo mentalmente. La frase de inicio. La cambio varias veces. Abro los ojos porque el locutor del documental está narrando cómo las hienas se zampan un cervatillo. Qué asquerosas. Cambio a la Primera. Con “Amar en tiempos revueltos” se puede dormir porque todos los personajes hablan bajito. En la posguerra debía ser así. A los tres minutos acaba el capítulo, se enciende de nuevo la pantalla de mi móvil, y advierto que he perdido la modorra, ese adormecimiento gustoso. Me levanto. Sigo cansada, pero tengo que ponerme a trabajar. Y pienso en qué especialista podría visitar para que me enseñara a no hacer nada. Como en los viejos tiempos.
Elvira Lindo
HOLA,SOY JUANJO,DOY CLASES GRATUITAS
ResponderEliminarDE NO HACER NADA.
¡Pero Juanjo cómo que tú no haces nada...! Haces muchísimas cosas, más de lo que haría cualquier otro en tu situación. Inventas, escribes, pones atención, pones humor, y te manejas con el ordenador mejor que nadie. Pero claro sin son gratuitas, habrá que pensárselo... Me alegro de encontrarte también aquí. Muchas gracias. Un beeeeso, Rocío
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