Y de nuestra tertulia del Galdós para atrás...
Antiguamente en Madrid a los únicos sitios donde se podía ir en caso de sed eran las “alojerías”, locales donde se servía una sola bebida, el alojo. Esta consistía en mezclar agua con miel y especias, servidas en tazones de cristal con asas. Estos establecimientos se reconocían por tener a la puerta una bandera blanca con una franja roja cruzada, distintivo que procedía de las tiendas de los campamentos cristianos, donde se repartía esta bebida a los soldados con fines curativos.
En el siglo XVIII y conviviendo con las alojerías, surgieron las botillerías. Lugares donde se podían consumir helados y algunas conservas. Como no servían cafés comenzaron a decaer a partir de 1808 siendo sustituidas por los cafés, que ya habían hecho su aparición a finales del XVIII.
Las alojerías desaparecieron entre 1835 y 1838 y las botillerías entre 1846 y 1848.
Los primeros cafés aparecieron en la primera mitad del sigo XIX sustituyendo a las antiguas botillerías. Se situaron en torno a la plaza de Santa Ana, por su proximidad al teatro Español, en aquel entonces el teatro más importante de Madrid. Cafés como el Príncipe, Venecia, Solito y Moreno, todos a muy poca distancia unos de otros, favoreciendo el poder pasar de uno a otro sin tener que andar demasiado. Larra, Zorrilla y Espronceda fueron sus primeros contertulios.
Con los años, los cafés fueron multiplicándose. Así, al Café de San Sebastián, de la calle Atocha, acudían a reunirse sobre todo médicos, Ramón y Cajal entre ellos.
En el Café del Pombo, Gómez de la Serna tenía una tertulia semanal, conocido también como el “café de los cagones” porque su especialidad eran los sorbetes de arroz, con los cuales se evitaban o curaban las famosas diarreas de verano.
El Comercial, el Gijón, y la Nueva Montaña tienen en común una misma cosa: ser cafés de los de antes. Los dos primeros coexistiendo con las modernas hamburgueserías y el último ya desaparecido. El Comercial y el Gijón están la glorieta de Bilbao y en el paseo de Recoletos respectivamente, y la Nueva Montaña estuvo en los bajos del Hotel París, en la Puerta del Sol. Los tres fueron frecuentados por las generaciones del 98 y del 27. Precisamente, en el café La Nueva Montaña, Valle Inclán perdió su brazo en una riña. Si las paredes hablaran... Al café Gijón, se acercaba después de la guerra, un pintoresco personaje que se hizo famoso porque pagaba una consumición que no tomaba, pues bebía agua de una cantimplora que siempre llevaba consigo y leía un periódico norteamericano de fecha muy atrasada. Más recientemente, el fallecido alcalde Enrique Tierno, era muy aficionado al Café Comercial, donde semanalmente, jugaba unos décimos de lotería con Manolo el limpiabotas y Valentín el empleado más antiguo.
Curiosidades y anécdotas de Madrid.
Maria Isabel Gea Ortigas.
En el siglo XVIII y conviviendo con las alojerías, surgieron las botillerías. Lugares donde se podían consumir helados y algunas conservas. Como no servían cafés comenzaron a decaer a partir de 1808 siendo sustituidas por los cafés, que ya habían hecho su aparición a finales del XVIII.
Las alojerías desaparecieron entre 1835 y 1838 y las botillerías entre 1846 y 1848.
Los primeros cafés aparecieron en la primera mitad del sigo XIX sustituyendo a las antiguas botillerías. Se situaron en torno a la plaza de Santa Ana, por su proximidad al teatro Español, en aquel entonces el teatro más importante de Madrid. Cafés como el Príncipe, Venecia, Solito y Moreno, todos a muy poca distancia unos de otros, favoreciendo el poder pasar de uno a otro sin tener que andar demasiado. Larra, Zorrilla y Espronceda fueron sus primeros contertulios.
Con los años, los cafés fueron multiplicándose. Así, al Café de San Sebastián, de la calle Atocha, acudían a reunirse sobre todo médicos, Ramón y Cajal entre ellos.
En el Café del Pombo, Gómez de la Serna tenía una tertulia semanal, conocido también como el “café de los cagones” porque su especialidad eran los sorbetes de arroz, con los cuales se evitaban o curaban las famosas diarreas de verano.
El Comercial, el Gijón, y la Nueva Montaña tienen en común una misma cosa: ser cafés de los de antes. Los dos primeros coexistiendo con las modernas hamburgueserías y el último ya desaparecido. El Comercial y el Gijón están la glorieta de Bilbao y en el paseo de Recoletos respectivamente, y la Nueva Montaña estuvo en los bajos del Hotel París, en la Puerta del Sol. Los tres fueron frecuentados por las generaciones del 98 y del 27. Precisamente, en el café La Nueva Montaña, Valle Inclán perdió su brazo en una riña. Si las paredes hablaran... Al café Gijón, se acercaba después de la guerra, un pintoresco personaje que se hizo famoso porque pagaba una consumición que no tomaba, pues bebía agua de una cantimplora que siempre llevaba consigo y leía un periódico norteamericano de fecha muy atrasada. Más recientemente, el fallecido alcalde Enrique Tierno, era muy aficionado al Café Comercial, donde semanalmente, jugaba unos décimos de lotería con Manolo el limpiabotas y Valentín el empleado más antiguo.
Curiosidades y anécdotas de Madrid.
Maria Isabel Gea Ortigas.
Ediciones La Librería
Datos muy interesantes que no conocía. ¿Cuándo incluirán el Café Galdós en esa lista de privilegiados cafés? Un saludo
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