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domingo, 28 de junio de 2015

Una de mis cartas de amor para un día Internacional



Hoy es el día del Orgullo Gay.

Buen día para recordar unos de mis relatos.

Es una carta de amor, que me premiaron hace un par de años en Málaga en el XIII Certamen de Declaraciones de amor "Díme que me quieres".



Tengo que hablarte de las leyes de Newton…

 Rocío Díaz Gómez

Tengo que hablarte de las leyes de la dinámica. Tengo que hablarte de Newton. De por qué giran los planetas alrededor del sol. Tengo que hablarte de los principios matemáticos de la filosofía natural. De ti y de mí. De nuestra historia.

Pero ya ves que no sé ni cómo empezar…

Porque si yo fuera alguno de esos tíos de clase que babean tras tu paso, que tienen el cerebro entre las piernas... ¿Neuronas? ¿Qué es eso? Esos bichos aún no deben estar en su cuerpo... Si yo fuera uno de ellos, los que sí tendría, y muy revolucionados serían otros bichitos muy distintos... Si yo fuera uno de esos tíos, no me andaría con explicaciones, ni te hablaría de Newton ni de nada parecido, sino que me haría pajas, eso es lo que haría mientras pienso en ti. Qué fuerte ¿verdad? Y te va a sonar ridículo, o más ridículo "si cabe" como diría la pija de Lengua, pero les pondría hasta tu nombre. Por supuesto, a las pajas. Ya sabes de esta fijación que tengo yo con las palabras. "Carolinas". ¿Suena bien? ¿Qué no? Sí, sí, ríete. Porque seguro que ya estás riéndote. Siempre con esa alegría contagiosa que termina por hacerme reír a mí. Pero es cierto que me haría unas cuántas "Carolinas", cientos, miles... qué se yo, sería incansable. ¿Qué quieres? Puestos a ser uno de ellos, sería tan básica como ellos. No tendría más que imaginarte para, entre las sabanas, comenzar el ritual. Se lo he visto hacer más de mil veces a mi hermano. Te imaginaría en los vestuarios, después de gimnasia, cuando antes de ducharnos te quitas la cinta que llevas en el pelo, y se desparrama en un segundo tu melena sobre tus hombros...  Imaginarte quitándote la camiseta, cuando te quedas en sujetador y tu piel húmeda brilla de sudor y sin querer y sin remedio llega hasta mí a oleadas tu perfume, tu olor... Si fuera uno de esos tíos de clase me bastaría solo eso para empezar a salivar como el perro de Pavlov, el del libro de filosofía... ¡Déjate de campanilla! verte sudando, moviéndote, sonriendo, medio desnuda, eso sí que sería un buen reflejo condicionado... El mejor.


Pero yo no soy uno de esos tíos de clase, hartos de hacerse “Carolinas” a tu salud. No hay más que ver cómo te miran, y como se dan codazos cuando pasas corriendo. Para que veas, si son básicos. No soy uno de ellos, ni tampoco quiero hablar de filosofía, ni de Pavlov, ni de reflejos condicionados. No los necesito. Y porque no lo soy, yo de lo que tengo que hablarte es de Newton y sus leyes fundamentales de la dinámica. Esas, que entraron ayer en el examen y que yo, sin haberlas estudiado, he entendido tan bien, gracias a ti.

Déjame anda, déjame que te hable de la primera ley de Newton porque así empezó todo, así comenzó nuestra historia. Un objeto en reposo permanece en reposo y un objeto en movimiento, continuará en movimiento con una velocidad constante (constante en línea recta) a menos que experimente una fuerza externa neta. Esta es la ley de la inercia.

No es tan difícil de entender ¿verdad? Porque si tú no hubieras llegado nueva a nuestro Instituto. Tan cortada. A primera vista tan frágil. Si tú no hubieras entrado en clase aquella mañana. Sonriendo. Si mi apellido no empezara por la letra “z” y la tutora de este año no tuviera esa manía tan absurda de colocarnos por orden alfabético. Si a mi lado no hubiera quedado un hueco vacío en el último banco, que casualidad, tú no te habrías sentado cerca de mí. No hubiéramos empezado a hablar. Si los primeros exámenes no hubieran estado a la vuelta de la esquina y a ti no te hubieran entrado los agobios por tener los apuntes atrasados. Si no fueras tan buena estudiante. Si yo no hubiera ganado en la competición, entre los que te rodeaban, a tener la letra más clara. Si el camino a tu casa, no hubiera sido pasando por la mía, no habríamos empezado a marcharnos a la vez. A encontrarnos de camino. Si… si… si.

Si todas esas fuerzas extrañas no hubieran actuado sobre mí. Si no hubieran existido cada una de esas premisas que hizo que tu y yo coincidiéramos y nos empezáramos a tratar más, a hacernos casi inseparables, a pesar de la “z” de mi primer apellido y la “d” del tuyo, si la ley de la inercia no se cumpliera. 

Entonces mi cuerpo permanecería en reposo, o moviéndose a una velocidad constante siempre en línea paralela a ti. Sin juntarnos nunca. Porque se supone que además, así debe de ser. Porque ¿No has pensado alguna vez que quizá sea eso la amistad? Dos rectas, contenidas en un plano, que van en la misma dirección, dos rectas que no se cortan y cuyas parejas de puntos más próximos de ellas siempre guardan la misma distancia. Yo sí lo he pensado. No hago más que pensarlo últimamente. La amistad. Dos líneas paralelas. Eso tiene que ser. Piénsalo… te estoy hablando de rectas, y de parejas de puntos, y de distancias. ¿No es eso la amistad? ¿No somos así?

Pero estoy mezclando la matemática con la mecánica, empiezo a parecerme cada vez más a mi abuela que para contarte algo se remonta al origen del hombre… Pero créeme si te digo que aunque te dé esa sensación leyéndome, y empieces a pensar que el verano y los exámenes me están reblandeciendo el cerebro, todo tiene una explicación. Hasta que hable ahora de mi abuela, fíjate, por mucho que te extrañe… 

Porque créeme, si es que a estas alturas no piensas ya que me ha dado algo a la cabeza, o que me he dado un homenaje fin de curso a base de pirulas de colores... No. Te juro que no lo he hecho. Créeme si te cuento que nuestra historia comenzó por eso, porque la ley de la inercia nunca falla. Porque yo ya no tengo reposo, ni sigo un movimiento constante en línea recta, que yo lo que tengo es una agitación interna superior a la que se debe sentir en el océano minutos antes de producirse un maremoto. Porque he experimentado muchas fuerzas, muchas casualidades que te han traído hasta mí. Pero sobre todo porque he experimentado una fuerza distinta a todas, mejor que todas, la tuya.

Por eso nuestra historia ha evolucionado cómo ha evolucionado. Y por eso también, ahora tengo que hablarte de la segunda ley de Newton, o ley de la interacción y la fuerza. Decía el amigo Isaac, porque a estas alturas de la vida, seguro que no le importará que le tuteemos allá donde esté, puesto que le hemos convertido en improvisado narrador de esta historia, que “el cambio de movimiento es proporcional a la fuerza motriz impresa y ocurre según la línea recta a lo largo de la cual aquella fuerza se imprime”. 

¿No te das cuenta? Esta es la ley que cuenta nuestra interacción y tu fuerza. 

Este curso voy a sacar las mejores notas de mi vida. Ya lo sabes. Lo sabe toda la humanidad, bien que me he encargado yo de que lo sepan, solo me ha faltado decirlo por la megafonía del instituto, no lo vas a saber tú… Y cuando te digo esto te ríes, pero es la verdad más absoluta que existe. No me lo creo ni yo. Pero así es. Aunque también sé que el mérito no es solo mío. 

Ha sido muy fácil estudiar contigo. Compartir las clases, los apuntes, la vida en el instituto. Los madrugones y los agobios. Cualquier cosa te hace reír, y con tus risas aplastas mi pesimismo. Siempre ahí. Gracias a ti intento ver las cosas desde el otro lado, el lado en el que siempre salen bien. Sobre mi cabeza siempre amenaza tormenta, mientras sobre la tuya brilla un sol enorme que me calienta. Y eso hace que me sienta capaz, que me lo crea, que no solo voy a aprobar sino además lo haré con nota. Déjate de palabras mágicas como “mierda”. Somos mujeres ¿no? así que con un par de ovarios. Como hemos dicho tantas veces antes de entrar al examen. Y lo mejor de todo, es que luego me salía que te cagas de bien, de lujo. Qué pasada.  

Ha sido muy fácil estudiar contigo. Ha sido muy fácil subrayar, hacer los resúmenes, intentar comprender, y hasta memorizar. Ha sido muy fácil aprender compartiendo el sueño y las coca colas. Los bostezos se mezclaban con tus bromas, y esa forma extraña que tienes de buscar asociaciones donde no las hay para hacer que en el examen nos acordáramos… ¿No te das cuenta? Este curso voy a sacar las mejores notas de mi vida. Tu fuerza ha hecho posible este milagro, como ya predijo Newton hace muchísimos años. Que no sé que hacía este hombre mirando manzanas si hubiera ganado un pastón prediciendo el futuro...

Es cierto, aunque disimule, se ve que me estoy poniendo moña, hoy no hago más que decirte moñadas. Y si se las oyéramos a otra, inmediatamente las dos nos meteríamos los dedos en la boca y doblado el cuerpo y entre risas, simularíamos que esto es de vomitar de bien ridículo que parece todo lo que estoy diciendo. Lo sé. Claro que lo sé. Nunca había dicho tanto, hoy tengo incontinencia verbal. Y he dormido poco. Y sí, tengo muy frescos todos los temas del último examen, el de física. Física ¿No lo ves? Todo coincide... Y es cierto también, viene el verano, y nos iremos de vacaciones cada una por su lado, y te echaré de menos. Sí, todo eso es cierto, tan cierto como cada uno de los principios matemáticos de la filosofía natural. Y como más cierto aún es, que ellos cuentan nuestra historia. Esta historia que ya no sé si es de amistad o de qué es.


Y déjame que te hable ahora de la tercera ley de Newton, también conocida como Principio de acción y reacción. Si un cuerpo A ejerce una acción sobre otro cuerpo B, éste realiza sobre A otra acción igual y de sentido contrario.

Tú me has empujado a estudiar, a aprender, a sentirme mejor conmigo misma. Con tu compañía, con nuestra amistad. Pero nadie me advirtió lo que iba a pasar también. Lo pronto que me iba a acostumbrar a tí y a tus risas. Lo mucho que iba a disfrutar con ellas. Tanto, que no puedo evitar pensar desde donde me llegan. Desde tu piel, desde tu boca.

¿No ves lo que intento explicarte desde hace ya rato? Esta noche, la primera que después de muchos meses estudiando juntas, no estas aquí, te echo mucho de menos. Me faltan tus risas, claro. Pero también, y lo que es peor, me falta tu olor, el roce de tu piel pegada a la mía mientras me corregías los problemas de física, tu calor, tu boca cerca de mí.

¿No entiendes aún lo que trato de decirte? Me duele que no estés aquí. Pero me duele físicamente. Me duele dentro de la nariz, en las yemas de los dedos, en la superficie de toda mi piel. Me dueles en los labios y en la lengua, en la boca del estómago y entre las piernas. Y no lo soporto, no aguanto que se hayan acabado ya los exámenes y las clases y que tú no estés. Que cada vez vayamos a estar menos tiempo juntas.

Porque si yo fuera alguno de esos tíos de clase que babean tras tu paso, tras tu dulce y alegre paso... mientras pienso en ti, me haría “Carolinas”. Una, dos, tres, cientos, miles... No tendría más que imaginarte para, entre las sabanas, comenzar el ritual. Imaginarte sin camiseta, en sujetador, tu piel húmeda brillando de sudor, y sentir como, sin querer y sin remedio, llega hasta mí a oleadas tu perfume… Imaginarte a mi lado, al lado de tu amiga, estudiando. Tú alegre. Tú confiada. Y yo salivando como el perro de Pavlov.

¿Qué me ha pasado Carolina? ¿Qué me está pasando? ¿Qué mierda es ésta que siento? Que no entiendo, que me aturde, que palpita dentro de mí, que hierve. Y no sé cómo dominar.

Tantas veces hemos hablado de tíos. De cuánto nos gustaban. De lo que sentíamos. De hasta dónde llegábamos con ellos. Hasta donde querríamos llegar. Y me doy cuenta que ya no podría hacerlo. No podría escucharte tan tranquila, mientras me hablas del cachas de gimnasia o del gilipollas del Dani, el de cuarto de bachiller. No quiero oírte más. No podría hacerlo.

Tampoco puedo contarle esto a nadie. No sé que hacer con esto que siento que me puede, pero no puede ser. Tía que mi abuela diría que soy “libiana”... Ya te he dicho antes que te hablaría de ella... Este curso voy a sacar las mejores notas de mi vida, este curso que mi vida se ha vuelto un caos y un asco.

Y por eso, por todo eso, déjame que vuelva a la tercera ley de Newton. Principio de acción y reacción. Déjame que te cuente cuánto tenemos nosotras que ver con ella. Si un cuerpo A ejerce una acción sobre otro cuerpo B, éste realiza sobre A otra acción igual y de sentido contrario.

Cuando queremos dar un salto hacia arriba, empujamos el suelo para impulsarnos. Cuando estamos en una piscina y empujamos a alguien, nosotros también nos movemos en sentido contrario, aunque esa persona no nos empuje a nosotros. Cuando tu cuerpo A ejerce esa acción que he intentado explicarte sobre mi indefenso cuerpo B, mi frágil cuerpo B ejerce sobre el tuyo otra acción igual pero de sentido contrario. Tu cuerpo reacciona sobre el mío, y yo tengo que separarme de ti. Distanciarme. Y no lo digo yo. Lo dice la tercera ley de la dinámica de Newton.

Creo que por ahora es lo mejor. Y no solo lo creo, sino que sé que es lo peor. Porque quizás no te estés dando cuenta, pero además de ofrecerte mi confianza, te estoy ofreciendo mi miedo. Y eso es lo peor. Mi miedo. Que me puede y no sé qué hacer con él. Porque ya no seré capaz de ser tu amiga. Porque ya no es como debe ser una amistad: Dos rectas, contenidas en un plano, que van en la misma dirección, dos rectas que no se cortan y cuyas parejas de puntos más próximos de ellas siempre guardan la misma distancia. Yo ya no soy ni recta, ni contenida, ni estoy segura de poder guardar las distancias. ¿No lo ves? Creo que por mi parte esto ya no es solo una amistad.


Carolina. Mi Carolina. Mi alegre amiga. Por eso yo tenía que hablarte de la leyes de la dinámica. Tenía que hablarte de Newton. Y de por qué giran los planetas alrededor del sol. Porque el objeto más liviano está en órbita alrededor del más pesado, y el sol es el más pesado. Soy yo quién está girando a tu alrededor, soy yo la “libiana” y tú el sol, Carolina, aunque no lo sepas.

©Rocío Díaz Gómez




lunes, 8 de junio de 2015

Recordatorio: Lectura de textos de la tertulia Rascamán: Poesario




Haremos la inauguración oficial con una lectura en público de los textos de la exposición POESARIO: HUESOS Y LITERATURA el viernes 12 de junio a las 19.30. Algunos autores leeremos en público tanto este trabajo como otro más para dar a conocer algo más de lo que escribimos.


Porque había una vez una tertulia literaria de nombre imposible llamada Rascamán. Todos los miércoles se reunían en un café para estirar y encoger frases, que era lo que, al fin y al cabo, más les gustaba en el mundo entero.

Ocurrió que una tarde inventaron otro entretenimiento: Mirarse los huesos y meditar qué les sugerían.

Y así nació una exposición también de nombre imposible: "Poesario: Huesos y Literatura".

No contentos con el invento, además, estos tertulianos de nombre imposible, los rascamanes, urdieron la posibilidad de mostrar al prójimo, indefenso y desvalido, el producto de sus elucubraciones de huesos y letras y perpetraron "¡la colgadura de la exposíción!" que es de lo que, en definitiva, yo os quería hablar hoy.


miércoles, 13 de mayo de 2015

"Cuento de verano" de Rocío Díaz Gómez




Hace tanto calor en Madrid en este Mayo 2015 que hasta mis cuentos se resienten...




Cuento de verano

                       
Yo quería escribir un cuento de verano.

Un cuento de tergal, ligero, fresco, con párrafos cortos y líneas más cortas todavía. Frases de tirantes, un principio escotado sin cuello, un argumento cien por cien algodón. Un cuento con un desenlace estampado que, por encima de la rodilla, dejara a los lectores con ganas de leer y leer, más y más.

Yo quería escribir un cuento de verano por el que se colara el murmullo del viento moviendo las páginas de los álamos hasta que lo interrumpiera, de vez en cuando, el sonido seco y vertiginoso de un húmedo chapuzón, que refrescara la piel de la historia.

Un cuento con personajes indolentes que se estiraran bajo el sol con vocación reptiliana.

Uno en el que la acción solo fuera existir boca arriba y existir boca abajo, hasta que el conflicto estallara de calma y esos personajes se refrescaran, se secaran, se tostaran, para terminar adormilándose muy despacio otra vez bajo el sopor del sol.

Yo quería escribir un cuento calmo y relajante. Uno corto de verano. Sí.

Pero los personajes, aún no sé por qué, se rebelaron y la abuela del cuento de verano de pronto bajándose el bañador hasta la cintura, hizo top less, y volaron al aire sus pechos pálidos de setenta y tantos, desafiando al decoro y la gravedad, dándose vuelta el argumento como un calcetín. No, no sé por qué el abuelo del cuento encerrándose en el cuarto de baño, escribió con un dedo en el vaho del espejo: “Odio el verano, el calor y el pescaíto frito y no quiero volver nunca más a Benidorm” dejando a la mujer, la nuera y los nietos con el cubo y la pala ya en las manos, sentados en el coche a punto de arrancar pensando ¿Y quién clavará la sombrilla en primera línea del argumento del mar?

Y si la abuela hacía top less y el abuelo no madrugaba para clavar la sombrilla, y si los nietos crecían, y en vez de hacer castillos en la arena, se morían por acariciar con sus dedos el camino que una gota de mar, imparable, vertiginosa, tras tirarse de cabeza desde el pelo chorreante de su amiga, iba dibujando sobre la piel hasta alcanzar y perderse en el misterioso desfiladero que formaban sus recién descubiertos pechos. Aquel desfiladero que los hipnotizaba, aquel por donde ellos, quién fuera gota, también se tirarían de cabeza improvisando una voltereta mortal…

Y si todos, todos mis personajes se rebelaban ¿Qué cuento de verano podría yo inventar?

Sin embargo, yo era disciplinada y tozuda. Yo era de letras y párrafos y argumentos. Yo quería escribir un cuento de verano, sí. Un cuento de tergal, ligero, fresco, con párrafos cortos y líneas más cortas todavía. Y no paré hasta que conseguí escribir el más corto, el más cálido, el más soleado cuento de verano. Y escribí despacio dos palabras, dos, pero que encerraban todas las historias veraniegas posibles, que podrían decir todos los personajes, en traje de baño o no, dos palabras:

Qué calor.


©Rocío Díaz Gómez

Rocío Díaz Gómez



La preciosa Ilustración es de Gurbuz Dogan Eksioglu.

jueves, 23 de abril de 2015

Lectura literaria en la ONCE con motivo del Día del Libro



Con motivo del Día el Libro la tertulia literaria "Rascamán", a la que pertenezco, ha participado en un maratón de poesía que había hoy en el Salón de Actos de la ONCE de Madrid, en la calle Prim.
Como componentes de mi tertulia a las 16,30 estuvimos allí leyendo Mará Juristo, Leonor Varela, Juan Antonio Arroyo, Javíer Díaz y yo. Y algunos compañeros estaban a esa hora escuchándonos: Carlos Ceballos, Amelia Peco, Ana Gonzalez... Por la mañana leyeron algunos más como Aureliano Cañadas, Carlos Ceballos, Amelia Peco y Mª Antonia Copado.

A mí me ha gustado mucho reencontrarme allí con la Pianista Carolina Loureiro, con la que tuve el gusto de hacer un recital literario acompañado de su música hace justo dos años, en abril del 2013. En cuánto la he saludado y he pretendido recordarla quién era, nada más empezar a hablar me ha dicho ¡Rocío! Cómo se acordaba y no nos habíamos vuelto a ver desde entonces. Que buen reencuentro. Os dejo un enlace a la entrada que hice entonces:

http://rociodiazgomez.blogspot.com.es/2013/04/mi-lectura-en-la-once-del-21-de-abril.html

Y ahora quería mostraros un poco como ha sido la lectura de hoy.
No están muy bien las fotos porque había muy poquita luz. Pero quería dejar constancia de este día porque ha sido una experiencia gratificante, la verdad.










El coordinador de nuestra tertulia Javier Díaz Gil








Algunos componentes de la tertulia literaria Rascamán. De derecha a izquierda: Carlos Ceballos (filólogo y poeta), Juan Antonio Arroyo (Psicólogo y poeta), Leonor Varela (escultora), Ana González (nuestra farmaceutica poeta), María Juristo (poeta y novelista), Javier Díaz Gil (poeta y coordinador de nuestra tertulia), yo Rocío Díaz, y Amelia Peco (poeta)




domingo, 19 de abril de 2015

Lectura Literaria de Javier Díaz Gil y Rocío Díaz "Compañeros de Viaje" en Verguenza Ajena el 17 de abril de 2015




Os quería dejar con algunos momentos de la lectura que hicimos el viernes pasado, el 17 de abril de 2015, Javier Díaz Gil y yo en la librería-bar de tapas Vergüenza Ajena.

Fue una tarde especial, muy especial.

Quería desde aquí dar las gracias a todos aquellos que compartisteis conmigo esa tarde. Daros las gracias por regalarnos vuestro tiempo con tanto cariño, ese don tan preciado. Dar las gracias también a aquellos que lo intentásteis de verdad pero no pudisteis, por las razones que fueran, finalmente venir. También estábais ahí. 

Dar las gracias a Alberto Ramos por presentarnos con la generosidad que lo hace. Las gracias a Vergüenza Ajena por prestarnos su local tan acogedor y por su amabilidad. Sobre todo dar las gracias a Javier Díaz Gil, siempre, porque es mi compañero de viaje ideal en el mundo de las letras desde que empecé a escribir.

Y finalmente dar las gracias a la escritura que me hace, en ocasiones mágicas como la otra tarde, tan feliz.
















viernes, 17 de abril de 2015

Viernes 17 de abril 2015: "Compañeros de viaje"


Que ya, ya llegó el día. 

Hoy, en Vergüenza ajena, a las 7 de la tarde. 

De poemas y relatos, alimento para el alma.


¡¡¡¡Ayyyyyyy qué nerviosssss!!!!

miércoles, 11 de marzo de 2015

Pilar Donate y Rocío Díaz, premios del XXV Certamen Literario 'Frasquita Larrea'

premios XXV certamen de música por la igualdad


 Premios del XXV Certamen Literario Frasquita Larrea

El Jurado del XXV Certamen Literario Frasquita Larrea ha decidido, de acuerdo con las Bases que regula el presente Certamen, otorgar los siguientes premios:
       
El  2º premio dotado con 400 euros  y placa a  Dª. Rocio Díaz Gómez, por su obra “ Aquel mágico proyector  naranja”. 

Y el 1º Premio, dotado con 600 euros  y placa a Dª . María Pilar Donate Sanz, por su obra “Manuel o Manuela”.

martes, 11 de noviembre de 2014

Entrega de Premios "V Concurso Nacional de Textos Teatrales Villa de Hecho"


Luis Bazán (Escritor y Director de teatro), Rocío Díaz, Luis Gutierrez (Alcalde de Hecho) y Manuel Martínez (Secretario Gral de la AAE)



El pasado 1 de noviembre acudí a Hecho a la entrega de premios del V Concurso Nacional de Textos Teatrales "Villa de Hecho" donde me habían otorgado el primer premio.

Qué ilusión. Bueno sí, es verdad que todos los premios y reconocimientos hacen muchísima ilusión y te dan una motivación enorme a seguir escribiendo. Pero es que en este caso era como si me hubieran dado un premio por primera vez, porque era por una obra de teatro, la primera que yo escribía. Se trata de una obra de teatro corta que se titula "Olvidó que era vieja".

Hasta este verano yo no conocía los Pirineos, y resulta que ahora en poco tiempo he vuelto otra vez y además con motivo de esta circunstancia especial. La vida te da estas sorpresas y se brinda a estas casualidades. 

Bueno pues estuvo fenomenal. Hecho es un pueblecito de Huesca de piedra, muy bonito. Nada más llegar vimos que habían colgado el cartel de la gala literaria de esa noche por todas partes, un aplauso por ellos, el primero pero no el último. Porque la verdad es que me trataron muy, muy bien.



Este V Concurso de Textos Teatrales "Villa de Hecho" está organizado por el Ayto de Hecho y la Asociación Aragonesa de Escritores (AAE). Todos fueron muy amables y organizaron todo con muchísimo mimo. Comenzando por Pilar Jarne, la técnico de Cultura del Ayuntamiento que ha estado muy pendiente de mí en todo muy momento, cuidando los detalles y siendo muy agradable, pues hasta se ofreció a ir a buscarme a Huesca, si era necesario para llevarme hasta Hecho.

Con Pilar Jarne, Técnico Responsable de Cultura del Ayto de Hecho


 Siguiendo por la organización que se han ocupado de todos los gastos de mi estancia en su precioso pueblo, punto que no cuidan nada en otros concursos. Continuando por el Alcalde, D. Luis Gutierrez Larripa, que durante la cena que se celebró tras la entrega de premios estuvo muy cerca de mí y se mostró muy sencillo y muy cordial. Del mismo modo que el Concejal de Cultura, José Luis Burro Boli, que me llamó para darme tan grata noticia y nos acompañó a tomar un café antes de la entrega de premios y después hasta nuestro hotel.

Y por supuesto los miembros del jurado: Luis Bazán, Concha Vicente  y Fernando Burbano. Maestros con la pluma, un orgullo que eligieran mi obra.


Aquí Luis Bazán nos enseñaba como los actores tienen que ir haciendo de personas mayores en sus gestos.

 La Gala literaria se celebró en el Salón de Actos del cine, que está en las Escuelas. Un salón de actos muy amplio y muy caliente, que en noviembre y en los Pirineos eso se agradece mucho... Se hizo una presentación del certamen por parte del Alcalde, también habló el Secretario General de la Asociación de escritores y escritor a su vez Manuel Martinez y Luis Bazán, escritor, Director de teatro y miembro del jurado que nos dió una pequeña disertación sobre literatura y teatro muy interesante.

Me entregaron el trofeo que me gustó mucho. Y después se hizo una lectura teatralizada de la obra por parte de dos miembros del jurado, que estuvo fenomenal: Concha Vicente y Fernando Burbano. Ambos se metieron en el papel de los dos personajes de tal forma que no me costó nada reconocer mis palabras en sus gestos y en el tono de su voz.

Me gusta esta foto, en primera línea el Director y al fondo los actores. La  hizo una amiga, está bien ¿verdad?








Concha Vicente y Fernando Burbano, escritores y lectores de mi obra

Fue una entrega de premios que estuvo muy bien. Qué sensación tan buena ver cómo cobran vida los personajes que has creado.

Y por último y lo más importante, desde aquí querría de nuevo darles mis gracias a todos ellos.

lunes, 20 de octubre de 2014

2º Premio en el XIII Certamen de Narrativa Breve. Valencia



Qué díficil mantener ordenadas y al día todas las facetas de la vida... Siempre hay alguna que por falta de tiempo, que no de interés, se atrasa. Eso me pasa con el blog, y más concretamente con mis relatos en el blog.

Vamos a remediarlo ya.

Os dejo con una entrada dedicada a la entrega de premios de mi penúltimo premio. En el XIII Certamen de Narrativa Breve, organizado por la Concejalía de Bienestar Social e Integración del Ayuntamiento de Valencia, este septiembre pasado me han dado el segundo premio por mi relato "La vida, un buen tango, no más".

El tema del certamen era "La salud y el bienestar de las mujeres". Cómo decían las bases "Entendida como el completo estado de bienestar social, físico y mental, no solo como ausencia de enfermedad". En otra ocasión, cuando el tema era "Las mujeres en el arte", ya me llevé también el segundo premio en este certamen. Y en dos ocasiones más he quedado finalista. Me gusta presentarme a este concurso porque cada tema es un reto para la imaginación, y además conlleva siempre un fondo social que te hace detenerte y pensar en ello. Por otra parte el certamen está muy bien organizado en todas sus fases, y la entrega de premios la hacen en el hemiciclo del Ayuntamiento de Valencia que es un lugar precioso, y donde los organizadores te hacen sentirte muy bien tratada. 

Se presentaron 278 narraciones. De ellas el jurado eligió 15 trabajos, doce para publicación y tres premiados. 

Un lujo poder estar allí, la verdad. 



Éstas somos las tres premiadas de dcha a izda: Mª del Carmen Salgado (con chaqueta beige) que obtuvo el primer premio, yo en el centro con el segundo premo y Reis Lliberós que obtuvo el tercer premio con una narración en valenciano.


Aquí con mi amiga Marián que me acompañó en un viaje relámpago en una tarde hasta Valencia para recogerlo.

Bueno y os dejo con mi relato:




La vida, un buen tango, no más

Rocío Díaz Gómez


Primer paso: Pies juntos.
Cuando me dijeron que tenía que hacer de hombre, casi doy media vuelta, y me vuelvo a casa. Después de que mi marido me dijera que no podía acompañarme; después de cuánto había insistido en que, aunque él no fuera yo no dejara de hacerlo, que las clases no eran precisamente baratas; después de que me vi allí sola, con la desazón de no saber con quién me tocaría bailar, cuando el que se había empeñado en que nos apuntáramos a las dichosas clases había sido él y solo él, que hay que fastidiarse… Después de todo eso llego y ¡tengo que hacer de hombre! ¿Yo? Pero si es la primera vez que vengo, si no tengo ni idea de moverme, si no he bailado en mi vida… ¿De hombre? ¿Pues no son los hombres los que dirigen? Pero aquel profesor tenía las orejas de adorno, y solo usaba la boca: “Aprender a bailar el tango son ocho pasos. Primero: pies juntos”. Y sin darme ni cuenta, me vi enlazada a la que sería mi improvisada pareja de baile… 

Segundo: Paso a la izquierda.
“¡Hombres izquierda!” Me azuzó en voz baja el profesor. ¡Ah yo! No tenía asumido para nada mi reciente “cambio de sexo”. Qué papelón. Pobre de mí, estaba segura de que me miraban todos. ¿Pero por qué me dejé convencer? Que no puede, pues no pasa nada, otro día… Pero no, tenía que venir yo… ¿Y por qué no me he ido? Mejor estaría con la niña y sus ecuaciones. O con el pequeño recolocando haches en otro dictado. Mil y un dictados y serían pocos. Pero no, que mientras esperaba esa llamada laboral e ineludible, él se ocuparía de los deberes… Pero si no está acostumbrado, si no tiene paciencia, si es mi deber… Acabarán jugando y perdiendo el tiempo, lo sé. Ay si me viera mi madre: ¿No sería mejor aprender el papel de la mujer hija? Me diría. Y con toda la razón del mundo. Porque yo tampoco entendía nada ¿De qué me iba a servir a mí hacer de hombre? Y venga, venga, venga. ¿Me parecía a mí o iban tres veces que repetíamos el paso a la izquierda?

Tercer paso: Avance con pie derecho.
“¡Venga mujer…!” Insistía el profesor al pasar por mi lado. “¿Cómo que ¡venga mujer! ¿Pues no soy el hombre?” Protesté. Pero lejos de entrar en conflicto el profesor sonrió: “En el tango el hombre dirige los movimientos del baile con "seguridad y atrevimiento" y la mujer le sigue…”. Vamos que no solo tenía que hacer de hombre ¡sino hacerlo con seguridad! ¿Y qué más?¿Dejo de depilarme? “Avance con pie derecho” me sopló mi pareja. “¿Cómo dices?” le pregunté, cayendo en la cuenta de que mi improvisada pareja seguía ahí, a mi lado. Y sin querer, tropecé con otra frase materna: “Dónde estés hija, saber estar”. Mi madre y sus frases. Por cierto, a este paso comienza el “Pasapalabra”, y yo sin recordarle sus pastillas… “Que avances con el pie derecho…” me repitió mi pareja de baile con una sonrisa. “Lo siento, has tenido mala suerte” le digo. “¿Mala suerte?” “Sí, de que te tocara conmigo…” “No, no lo creo” “Ya te digo yo que sí ¿No ves que no tengo ni idea?” “De eso nada -contestó ella- tu mano está en mi espalda, llevándome con firmeza, sin clavarme en ningún momento los dedos “¿Ah sí? ¿Y eso es bueno?” “Eso es genial para ser un primer día, te lo aseguro yo, que soy la profesora de esta clase y ya me han regalado muchos cardenales con las yemas de sus dedos los hombres, los de verdad y los otros” –me dijo con un guiño. “Ah ¿Pero la profesora eres tú? ¿Y entonces él?” 

Cuarto paso: Se reúnen los dos pies.
“Él también es profesor, pero solo hoy… Sí, no pongas esa cara, aquí nos cambiamos los papeles. El intercambio de roles hace que se comprenda mejor al otro”. “Ah, ya veo, y claro entre profesor y alumno ¿entonces también?” “Eso es…” “Ah, mira, pues casi como lo que hemos hecho hoy en casa, mi marido se quedó haciendo los deberes con los niños y yo a bailar...” “Y muy bien que lo estás haciendo, no solo me llevas fenomenal, sino que improvisas y vamos por donde tú quieres” “¿Yo? ¿Querer? Solo intento seguir la música. Entre ella y los pasos… ¿No son estos los deberes?” “Y tanto, y que sepas que estás haciéndolos con nota…” “Ay pobre de mí, me veo como mi pequeño con las dichosas haches, las suelta donde le parece sin ton ni son, pues yo igual, llevo a mi cuerpo sin ton ni son… Anda que si me vieran con lo pesada que me pongo siempre con sus tareas” “¿Puedo preguntarte por qué eres tú siempre la pesada de los deberes…?” “Puedes, puedes. Pues no sé muy bien, supongo que porque tengo más paciencia… Mi marido prefiere ir a los recados, salir a la calle. Yo soy más perezosa para salir, pero más firme con los niños. En fin, no sé muy bien, pero lo cierto es que sí, tenemos esta división de tareas” “¿Y no es rutinario hacer siempre las mismas actividades?” “Pues, un poco sí, no te voy a engañar, pero…” “Ya veo, perdona mi atrevimiento, recién nos conocemos, pero yo te aconsejaría que alguna vez cambiarais, se pone uno en el lugar del otro, y se aprende mucho, de verdad. Cómo habéis hecho hoy…” “Bueno, hoy es que salto de improvisación en improvisación, a él le ha surgido una cuestión del trabajo y no podía venir, así que vine sola.” “Ah pensé que venías sola porque querías.” “Pues querer, querer… Más a regañadientes que nada, la verdad, pero vine, ya ves…” “Ya veo sí y te has hecho la dueña de la pista…” “Sí ¡menuda dueña! Aquí no lo soy ni de mis actos. Fíjate lo que te digo. Si siento hasta que mi cuerpo va solo… Increíble. Y además ¡bailando hasta con la profesora…! Ni me reconozco, con lo que necesito yo tener las cosas estudiadas y requetestudiadas antes de hacerlas…”

Quinto paso: Pies cruzados
“Como buena alumna. ¿Y con quién mejor ibas aprender que con la profesora? ¿O te arrepientes de haber venido?” “¿Que si me arrepiento? pues…” “Espera, espera un momento no me contestes todavía- me interrumpió- ¿Tú te has dado cuenta de que llevamos bailando casi tres cuartos de hora?” Miré entonces mi reloj y, sin dejar de bailar, moví mi cabeza de un lado a otro con una sonrisa, admitiendo sin palabras que no, ni cuenta. “Pues aunque ni nos hemos enterado, él - dijo señalando al improvisado profesor- iba diciendo los pasos y nosotras le seguíamos:

Sexto paso: avance hacia el centro con el pie izquierdo y el peso descansado en el pie derecho. Séptimo: avance con el peso descansado en el pie izquierdo y… Octavo paso: pies juntos. 

“¿Te das cuenta? Ha sido de forma tan fluida que hasta dejaste de martirizarte con lo de hacer de hombre. ¿Y sabes por qué?” “¿Por qué al fin asumí que necesito un cambio de sexo?” “Nooo, pero me alegra ver ese cambio, pero de humor. No, simplemente porque sentíamos el movimiento mientras conversábamos…” “¿Eso es bailar? ¿Sentir?” “Sí. Eso es bailar, pintar, escribir, todo eso que nos apasiona y nos hace sentir/sentirnos bien con nosotros mismos. ¿Acaso no te has sentido bien? 

La clase terminó y no llegué a contestar si me arrepentía de haber ido. Lo cierto era que la había disfrutado tanto que olvidé que mi marido estaba haciendo los deberes con los críos y ya casi era la hora de los baños. Olvidé incluso repasar las pastillas con mi madre. Necesito siempre estar atenta. Olvidé todas las obligaciones y todos los resquemores, hasta olvidé mi dichoso cambio de sexo… Todo estaba bien. Aquella conversación, mi cuerpo, mi vida… yo. ¿Arrepentirme? Me sentía tan en paz, que ni tan siquiera sentí la obligación de contestar. 

Pero en cambio, mientras volvía a casa, sí pensé que quizás no estaría nada mal que a la semana siguiente tampoco pudiera acompañarme mi marido… Y me regalé una sonora carcajada.

©Rocío Díaz Gómez