Hoy vamos a hablar de una expresión, de la que he hablado con un amigo ultimamente por lo curiosa que nos resulta. Una expresión que, aunque es de toda la vida, tampoco yo creo que se utilice mucho. Me estoy refiriendo a la expresión: Presencia de ánimo.
¿Nunca habéis escuchado eso de...? Fulanito tiene mucha presencia de ánimo...
Viene en el diccionario de la Real Academia, cuando buscamos la palabra "presencia".
Presencia de ánimo, conservar el ánimo ante cualquier situación.
presencia.
1. f. Asistencia personal, o estado de la persona que se halla delante de otra u otras o en el mismo sitio que ellas.
2. f. Asistencia o estado de una cosa que se halla delante de otra u otras o en el mismo sitio que ellas.
3. f. Talle, figura y disposición del cuerpo.
4. f. Representación, pompa, fausto.
5. f. Memoria de una imagen o idea, o representación de ella.
1. f. Serenidad o tranquilidad que conserva el ánimo, tanto en los sucesos adversos como en los prósperos.
Presencia viene del latín "praesentia": cualidad de estar adelante.
Ánimo viene del término latino "ánimus", el carácter, el coraje, el valor...
Es curiosa la expresión ¿verdad? Rastreando por internet he encontrado que hay una frase célebre donde la nombran e incluso hay un cuento de Oscar Wilde que se titula así. Copio a continuación ambos. También hay algún que otro libro incluso con ese título.
Pero a vosotros que os parece ¿Se utiliza a menudo? Yo creo que no mucho. Pero está bien, es elegante, es una expresión con clase.
Ya, ya lo sé, hemos oído mucho más, también con la palabra "presencia", la de "... en presencia de mi abogado". Ay la tele, la tele...
Presencia de ánimo y valor en la adversidad valen para conquistar el éxito más que un ejército.
John Dryden
Presencia de ánimo
Mi
joven amigo el actor interpretaba el papel principal de una obra
extremadamente popular. Durante meses no había quedado una sola
localidad libre en el teatro, y en el momento mismo de la representación
las colas para la platea y la galería se extendían varias millas; de
hecho, llegaban hasta Hammersmith (aunque debo agregar que la obra se
representaba en Hammersmith).
Una noche, durante la representación,
en el terriblemente tenso momento en que la pobre florista rechaza con
desdén las detestables propuestas del malvado marqués, una enorme nube
de humo se extendió por los costados del escenario, que fue sitiado por
grandes lenguas de fuego.
Aunque el telón descendió de inmediato, el
público estaba aterrorizado y se precipitó hacia la salida. Se desató un
pánico horroroso: los hombres comenzaron a gritar y a empujar, las
mujeres daban alaridos y se tiraban de las ropas. Había el grave riesgo
de que varios espectadores murieran pisoteados y, de hecho, algunas
faldas se ensuciaron y varias camisas de vestir quedaron arrugadas.
En
el clímax del estruendo apareció por la puerta de la orquesta mi joven
amigo el actor -que en la obra ama y es amado por la florista-,
contempló la situación de un vistazo y trepó al escenario. Allí parado,
ante el telón de hierro, erguido, con la mirada destellante y el brazo
levantado, ordenó que se hiciera el silencio con una voz que resonó en
todo el teatro, como una trompeta. El público conocía bien esa voz y se
sintió reconfortado: el pánico remitió de inmediato.
Les dijo
entonces que el fuego ya no era peligroso, que ahora estaba bajo
control. Sin embargo, explicó, el miedo de todos constituía un peligro
muy real y, dado que sus vidas dependían de que mantuvieran la calma,
era necesario que regresaran de inmediato a sus asientos.
Todos
hicieron lo que se les dijo, sintiéndose muy avergonzados. Y cuando las
salidas quedaron despejadas y todos los asientos fueron ocupados de
nuevo, el actor dio un ligero salto sobre las candilejas, alcanzó la
platea y se esfumó por la primera puerta a su alcance. Entonces el humo
saturó el auditorio, las llamas irrumpieron a cada lado y ninguna otra
alma salió con vida del lugar.
Es así como podemos apreciar la utilidad de la presencia de ánimo.
Oscar Wilde