Y lo que te hubiera gustado a ti conocer a este hombre.
Para que te mirara así, con ese gesto entre socarrón y de vuelta de todo. Para que te dijera esas frases de doble filo que ahora aparecen por todas partes con su nombre debajo que te gustan tanto.
Para que tú le pudieras decir que en su época no se debían decir ciertas cosas, pero ahora ya sí, que solo era cuestión de esperar. Para que tú le pudieras decir que no penara por Lord Alfred Douglas, ese rubio y guapete joven, aristocrático y medio poeta, que no le convenía nada, que no le llegaba ni a la suela del zapato.
Lo que te hubiera gustado a ti conocer a Oscar Wilde.
Y ver cómo "las gastaba" su espíritu rebelde. Y escucharle atentamente. Tenía que ser tan interesante conversar con él.
Pero te has tenido que conformar con llegar hasta Dublín, su verde ciudad. Y acercarte hasta la plaza Merrion y entrar en la esquina del parque georgiano, donde te han dicho que suele recalar.
Allí estaba, recostado sobre una roca; de frente a una de las casas donde vivió, mirándonos de reojo a los pobres mortales que esperábamos para fotografiarle.
¿Qué pensaría de nosotros? ¿Qué pensaría de su propia estatua?
Lo que te hubiera gustado a ti conocer a Oscar Wilde.