-Ya está.
-¿Qué?
-Todo.
-¿Lo que faltaba también?
-De eso es de lo que más hay.
Guardamos las risas pasadas en
toscos cajones de madera.
Y las penas en cofrecitos de nácar.
Estamos tontos y desnortados.
Llenos los bolsillos de altramuces,
garbanzos torraos, paloduz, chufas
e infancia, ando por la calle que parece
que voy a comerme el mundo.
Jose Luis Cuerda
Si amaestras una cabra, llevas mucho adelantado.
“Una cabra puede ser un disgusto, una obsesión, un objeto
de deseo, un tesoro” dice el autor. “Tarde o temprano tendremos la
necesidad de dialogar con la cabra que llevamos dentro y convencerla de
que entre en vereda”. Cuerda piensa que el animalico se avendrá a caminar por
la senda del diálogo “y cuando la cabra se aviene se producen en
nuestras vidas momentos radiantes. De conformidad luminosa”.
Unas te gustarán más, otras menos, pero estas breverías, o aforismos, o breves reflexiones entre la filosofía y el humor, a veces más profundas y a veces más simples, de José Luis Cuerda, a mí me gustan. Y sus diálogos, cómo el que encabeza la entrada, me gustan aún más.
Para degustar a sorbos y a ratos, para quedarse colgando de uno de estos pensamientos o simplemente esbozar una sonrisa ante algún chascarrillo. Pero indiferencia no, indiferencia al menos a mí, no me producen. Cualquier cosa menos eso.
Puestos a decir amén, prefiero hacerlo sin la tilde.
Si amaestras una cabra, llevas mucho adelantado.