El último libro que he terminado de leer ha sido la tercera parte de "La forja de un rebelde" de Arturo Barea, el que se titula "La llama".
En este libro, que termina con la saga, Barea nos habla de los años de la guerra civil española. Sobre todo del sitio de Madrid. Ahora que uno pasea tan bien por la Gran Vía madrileña atestada de coches y peatones la verdad es que cuesta pensar que durante mucho tiempo, muchos meses, el frente de batalla del asedio de Madrid estaba a muy pocos kilómetros y cada dos por tres estaba siendo bombardeada. De hecho se la conoció como "Avenida de los obuses".
Arturo Barea nos cuenta en primera persona como fueron aquellos años, y mientras lo hace vas viendo como la decepción se va apoderando de él, y mientras se va derrumbando España dividida en dos posturas irreconciliables, también lo va haciendo él a la vista de tanta violencia:
"Le hablé de la guerra, repugnante, porque enfrentaba a hombres de la misma sangre unos contra otros, en una guerra de dos Caínes. Una guerra en la cual sacerdotes eran fusilados en las afueras de Madrid, y sacerdotes daban su bendición al fusilamiento de pobres labradores (...) Millones como yo, que amaban a sus gentes y a su pueblo, estaban destruyecto o ayudando a destruir, aquel pueblo y aquellas gentes tan suyas. Y lo peor es que ninguno de nosotros tenía el derecho de permanecer neutral..."
Comienza la narración cuando nos cuenta el autor que se ha comprado una casa en un pueblecito de Toledo, en Novés. Allí es donde se ve inmerso a pequeña escala en el conflicto que se está viviendo en toda España. Las contradicciones de la República, con buenas intenciones, pero que no llegaba a todos. Y en la sombra los más poderosos conspirando para que hubiera un golpe de Estado. Barea en ese pueblo está entre los unos y los otros, pero consigue organizar un mitin, subrayándose su postura de izquierdas.
La verdad es que vas leyendo y se puede percibir muy bien el momento que estaba atravesando España, como si hirviera, a punto de estallar. Las izquierdas estaban divididas y por otro lado la derecha junto con la Iglesia se preparaba para levantarse.
Arturo Barea, pertenecía a la UGT, y trabajaba en el edificio de la Telefónica como censor de la prensa. Me ha gustado mucho saber de forma tan concisa lo que se hacía en la Oficina de Prensa que había allí establecida. A propósito de ésto Ignacio Martinez de Pisón tiene un artículo donde habla de ello, un artículo titulado "Un ejercito de poetas" del que os copio un par de párrafos porque habla de este libro de Arturo Barea:
"Parece ser que toda la documentación de la Oficina de Prensa Extranjera acabó perdiéndose. Sé de algún investigador que ha tratado infructuosamente de localizarla en diferentes archivos, y es una lástima porque la información allí contenida sería de gran utilidad para los historiadores que tratan de reconstruir la experiencia de los corresponsales extranjeros durante la Guerra Civil. La Oficina de Prensa Extranjera era el negociado oficial por el que todo periodista o escritor extranjero estaba obligado a pasar. Allí conseguía la pertinente acreditación y solicitaba todo aquello que pudiera necesitar para su trabajo: guías, intérpretes, autorizaciones, pases para el frente, entrevistas con personalidades republicanas...
Sin esa documentación, el historiador debe recurrir a otras fuentes vinculadas a la Oficina, y entre ellas destacan los libros autobiográficos de Constancia de la Mora y Arturo Barea. «Connie» de la Mora, que empezó a trabajar en la Oficina a comienzos de 1937 y no tardó en dirigirla, recuerda en Doble esplendor la atmósfera que se respiraba en aquellas dependencias, una atmósfera en la que la entrega y la fe de los colaboradores trataban de compensar la improvisación generalizada y la precariedad de medios. Pero la sección del libro consagrada a la guerra está llena de calculados silencios, y de todo lo que cuenta sobre esa etapa lo más interesante es su descripción del funcionamiento mismo de la Oficina, que ejercía a la vez labores de propaganda y de censura..."
En "La llama" desde esa posición privilegiada en plena Gran Vía que tenía el trabajo de Arturo Barea, nos va narrando al principio los primeros días de guerra en Madrid, cuando aún nadie era muy consciente de lo que estaba pasando y todavía la gente sale a comer el domingo al campo (como él y su amiga), o a la verbena... Sin embargo, poco a poco con tantos tiroteos en las calles o los bombardeos que comienzan no les queda más remedio que hacerse a la idea. Y comienza el desastre del asedio.
Aunque políticamente ya lo era. La Republica dividida, sus Ministerios totalmente ineficaces, los milicianos descontrolados. El pueblo quiere luchar por mantener la República pero los de arriba les decepcionan. También habla Barea de la "no intervención" de los países europeos.
"Nuestras órdenes eran más que simples: ¡teníamos que suprimir todo lo que no indicara una victoria del Gobierno republicano! (...) Pero cuando me enfrenté con los periodistas, me encorajinó la seguridad cínica con que daban nuestra derrota por cierta..."
A mí, claro lo que me gusta también de este libro, es cuando desde su puesto en la Oficina de Prensa Extranjera Barea habla de conocidos escritores. Os dejo con otro párrafo del artículo de Martinez de Pisón donde también alude a ésto:
"Por su parte, Arturo Barea (que acabaría detestando a Connie por su dogmatismo comunista) quedó al frente de la Oficina de Prensa Extranjera madrileña cuando, en noviembre de 1936, el Gobierno republicano se trasladó a Valencia, y en La llama, tercer volumen de La forja de un rebelde, nos dejó un pormenorizado relato de sus experiencias de la época. Por sus páginas desfilan los nombres de algunos corresponsales extranjeros. Aparece Ernest Hemingway presentándole a la que sería su tercera mujer, Martha Gellhorn: «Ésta es Martita. Tratadla bien, que escribe para Collier's. Una tirada de un millón...». Aparece John Dos Passos, «que hablaba de nuestros campesinos con una comprensión gentil y profunda». Aparece Josephine Herbst, que sería una espectadora privilegiada de la ruptura de la antigua amistad entre Hemingway y Dos Passos."
(Ignacio Martinez de Pisón "Un ejercito de poetas")
Y lo que se ve muy bien es la vida cotidiana durante la guerra, muy bien te puedes hacer una idea con las descripciones que se hacen en el libro. La violencia en las calles, la brutalidad de los bombardeos, los caídos en plena Gran Vía al cruzar la calle, el hambre que estaban pasando los madrileños, en intenso contraste con las visitas de las damas de la alta sociedad inglesa que venían de turismo. Eso es lo que más me gustaba del libro, lo bien que refleja cómo era la vida cotidiana en tiempo de guerra.
"Un día en mi desesperación, llevé conmigo a María para investigar el daño que había un solo avión Junker volando bajito sobre las casuchas de Vallecas en la tarde del 20 de enero y dejando caer un solo rosario de bombas..."
"...a las dos y cuarto de la madrugada me enfrenté con el micrófono en la cueva forrada de mantas y describí la trinchera de Carabanchel en la que nuestros hombres se habían instalado desalojando a la guardia civil de ella. Describí los refugios apestados a través de los cuales me había llevado Ángel, la carroña podrida del burro encajada por fuerza entre los sacos destripados, las ratas, los piojos, y la gente que allí vivían y luchaban..."
"...la muchacha que se asomaba a la portería de piedra e invitaba a las gentes a refugiarse allí porque su abuelito había hecho lo mismo hasta que una granada lo había matado..."
Es autobiográfico como los otros dos libros. El estilo del escritor es realista, objetivo, sin alardes ni adornos literarios de ningún tipo. Entonces tiene un valor testimonial. Claro, puesto que es una autobiografía, tiene unos condicionantes subjetivos que no se pueden evitar. Pero la intención clara de Arturo Barea al escribirlos era contarlo de la forma más realista y fiel posible y yo creo que en buena parte sí que está muy conseguido a juzgar por todos los datos que aporta.
Confieso que ya tenía ganas de terminar la saga, y este libro en particular. Ya estaba un poco cansada de tanta guerra en las últimas páginas. Pero reconozco que para quién quiera profundizar en este período de nuestra historia, es un libro muy recomendable, un testimonio de primera mano de aquellos años.
Porque aunque sí es cierto que estaba ya deseando terminármelo, yo estoy contenta de haberme leído los tres libros. Creo que he aprendido muchas cosas que no sabía. Me ha gustado mucho saber de aquel Madrid, cómo vivían, o más bien cómo a duras penas sobrevivían. Debió de ser horrible. Es muy curioso, y más que curioso tremendo, el contraste con otras ciudades, que se ve claramente cuando el autor viaja a Valencia a donde se había trasladado el Gobierno Republicano, era como si de pronto allí ya no hubiera guerra...
En fin, que si os interesa este tema, ya sabéis...
Perdonadme por la extensión de la entrada, pero es que no podía parar de escribir...