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miércoles, 27 de julio de 2011

"La llama" de Arturo Barea


El último libro que he terminado de leer ha sido la tercera parte de "La forja de un rebelde" de Arturo Barea, el que se titula "La llama".

En este libro, que termina con la saga, Barea nos habla de los años de la guerra civil española. Sobre todo del sitio de Madrid. Ahora que uno pasea tan bien por la Gran Vía madrileña atestada de coches y peatones la verdad es que cuesta pensar que durante mucho tiempo, muchos meses, el frente de batalla del asedio de Madrid estaba a muy pocos kilómetros y cada dos por tres estaba siendo bombardeada. De hecho se la conoció como "Avenida de los obuses".

Arturo Barea nos cuenta en primera persona como fueron aquellos años, y mientras lo hace vas viendo como la decepción se va apoderando de él, y mientras se va derrumbando España dividida en dos posturas irreconciliables, también lo va haciendo él a la vista de tanta violencia:

"Le hablé de la guerra, repugnante, porque enfrentaba a hombres de la misma sangre unos contra otros, en una guerra de dos Caínes. Una guerra en la cual sacerdotes eran fusilados en las afueras de Madrid, y sacerdotes daban su bendición al fusilamiento de pobres labradores (...) Millones como yo, que amaban a sus gentes y a su pueblo, estaban destruyecto o ayudando a destruir, aquel pueblo y aquellas gentes tan suyas. Y lo peor es que ninguno de nosotros tenía el derecho de permanecer neutral..."

Comienza la narración cuando nos cuenta el autor que se ha comprado una casa en un pueblecito de Toledo, en Novés. Allí es donde se ve inmerso a pequeña escala en el conflicto que se está viviendo en toda España. Las contradicciones de la República, con buenas intenciones, pero que no llegaba a todos. Y en la sombra los más poderosos conspirando para que hubiera un golpe de Estado. Barea en ese pueblo está entre los unos y los otros, pero consigue organizar un mitin, subrayándose su postura de izquierdas.

La verdad es que vas leyendo y se puede percibir muy bien el momento que estaba atravesando España, como si hirviera, a punto de estallar. Las izquierdas estaban divididas y por otro lado la derecha junto con la Iglesia se preparaba para levantarse.

Arturo Barea, pertenecía a la UGT, y trabajaba en el edificio de la Telefónica como censor de la prensa. Me ha gustado mucho saber de forma tan concisa lo que se hacía en la Oficina de Prensa que había allí establecida. A propósito de ésto Ignacio Martinez de Pisón tiene un artículo donde habla de ello, un artículo titulado "Un ejercito de poetas" del que os copio un par de párrafos porque habla de este libro de Arturo Barea:

"Parece ser que toda la documentación de la Oficina de Prensa Extranjera acabó perdiéndose. Sé de algún investigador que ha tratado infructuosamente de localizarla en diferentes archivos, y es una lástima porque la información allí contenida sería de gran utilidad para los historiadores que tratan de reconstruir la experiencia de los corresponsales extranjeros durante la Guerra Civil. La Oficina de Prensa Extranjera era el negociado oficial por el que todo periodista o escritor extranjero estaba obligado a pasar. Allí conseguía la pertinente acreditación y solicitaba todo aquello que pudiera necesitar para su trabajo: guías, intérpretes, autorizaciones, pases para el frente, entrevistas con personalidades republicanas...
Sin esa documentación, el historiador debe recurrir a otras fuentes vinculadas a la Oficina, y entre ellas destacan los libros autobiográficos de Constancia de la Mora y Arturo Barea. «Connie» de la Mora, que empezó a trabajar en la Oficina a comienzos de 1937 y no tardó en dirigirla, recuerda en Doble esplendor la atmósfera que se respiraba en aquellas dependencias, una atmósfera en la que la entrega y la fe de los colaboradores trataban de compensar la improvisación generalizada y la precariedad de medios. Pero la sección del libro consagrada a la guerra está llena de calculados silencios, y de todo lo que cuenta sobre esa etapa lo más interesante es su descripción del funcionamiento mismo de la Oficina, que ejercía a la vez labores de propaganda y de censura..."


En "La llama" desde esa posición privilegiada en plena Gran Vía que tenía el trabajo de Arturo Barea, nos va narrando al principio los primeros días de guerra en Madrid, cuando aún nadie era muy consciente de lo que estaba pasando y todavía la gente sale a comer el domingo al campo (como él y su amiga), o a la verbena... Sin embargo, poco a poco con tantos tiroteos en las calles o los bombardeos que comienzan no les queda más remedio que hacerse a la idea. Y comienza el desastre del asedio.

Aunque políticamente ya lo era. La Republica dividida, sus Ministerios totalmente ineficaces, los milicianos descontrolados. El pueblo quiere luchar por mantener la República pero los de arriba les decepcionan. También habla Barea de la "no intervención" de los países europeos.

"Nuestras órdenes eran más que simples: ¡teníamos que suprimir todo lo que no indicara una victoria del Gobierno republicano! (...) Pero cuando me enfrenté con los periodistas, me encorajinó la seguridad cínica con que daban nuestra derrota por cierta..."

A mí, claro lo que me gusta también de este libro, es cuando desde su puesto en la Oficina de Prensa Extranjera Barea habla de conocidos escritores. Os dejo con otro párrafo del artículo de Martinez de Pisón donde también alude a ésto:

"Por su parte, Arturo Barea (que acabaría detestando a Connie por su dogmatismo comunista) quedó al frente de la Oficina de Prensa Extranjera madrileña cuando, en noviembre de 1936, el Gobierno republicano se trasladó a Valencia, y en La llama, tercer volumen de La forja de un rebelde, nos dejó un pormenorizado relato de sus experiencias de la época. Por sus páginas desfilan los nombres de algunos corresponsales extranjeros. Aparece Ernest Hemingway presentándole a la que sería su tercera mujer, Martha Gellhorn: «Ésta es Martita. Tratadla bien, que escribe para Collier's. Una tirada de un millón...». Aparece John Dos Passos, «que hablaba de nuestros campesinos con una comprensión gentil y profunda». Aparece Josephine Herbst, que sería una espectadora privilegiada de la ruptura de la antigua amistad entre Hemingway y Dos Passos."
(Ignacio Martinez de Pisón "Un ejercito de poetas")

Y lo que se ve muy bien es la vida cotidiana durante la guerra, muy bien te puedes hacer una idea con las descripciones que se hacen en el libro. La violencia en las calles, la brutalidad de los bombardeos, los caídos en plena Gran Vía al cruzar la calle, el hambre que estaban pasando los madrileños, en intenso contraste con las visitas de las damas de la alta sociedad inglesa que venían de turismo. Eso es lo que más me gustaba del libro, lo bien que refleja cómo era la vida cotidiana en tiempo de guerra.

"Un día en mi desesperación, llevé conmigo a María para investigar el daño que había un solo avión Junker volando bajito sobre las casuchas de Vallecas en la tarde del 20 de enero y dejando caer un solo rosario de bombas..."

"...a las dos y cuarto de la madrugada me enfrenté con el micrófono en la cueva forrada de mantas y describí la trinchera de Carabanchel en la que nuestros hombres se habían instalado desalojando a la guardia civil de ella. Describí los refugios apestados a través de los cuales me había llevado Ángel, la carroña podrida del burro encajada por fuerza entre los sacos destripados, las ratas, los piojos, y la gente que allí vivían y luchaban..."

"...la muchacha que se asomaba a la portería de piedra e invitaba a las gentes a refugiarse allí porque su abuelito había hecho lo mismo hasta que una granada lo había matado..."

Es autobiográfico como los otros dos libros. El estilo del escritor es realista, objetivo, sin alardes ni adornos literarios de ningún tipo. Entonces tiene un valor testimonial. Claro, puesto que es una autobiografía, tiene unos condicionantes subjetivos que no se pueden evitar. Pero la intención clara de Arturo Barea al escribirlos era contarlo de la forma más realista y fiel posible y yo creo que en buena parte sí que está muy conseguido a juzgar por todos los datos que aporta.

Confieso que ya tenía ganas de terminar la saga, y este libro en particular. Ya estaba un poco cansada de tanta guerra en las últimas páginas. Pero reconozco que para quién quiera profundizar en este período de nuestra historia, es un libro muy recomendable, un testimonio de primera mano de aquellos años.

Porque aunque sí es cierto que estaba ya deseando terminármelo, yo estoy contenta de haberme leído los tres libros. Creo que he aprendido muchas cosas que no sabía. Me ha gustado mucho saber de aquel Madrid, cómo vivían, o más bien cómo a duras penas sobrevivían. Debió de ser horrible. Es muy curioso, y más que curioso tremendo, el contraste con otras ciudades, que se ve claramente cuando el autor viaja a Valencia a donde se había trasladado el Gobierno Republicano, era como si de pronto allí ya no hubiera guerra...

En fin, que si os interesa este tema, ya sabéis...

Perdonadme por la extensión de la entrada, pero es que no podía parar de escribir... 

miércoles, 8 de junio de 2011

La ruta (La forja de un rebelde) de Arturo Barea



Tengo muy atrasados los comentarios de los libros que leo. El tiempo que no da más de sí... Porque primero hay que vivir para luego contar ¿no?.

Pero bueno, voy a ver si pongo un poco de orden.

El primero del que os quería hablar porque para mí su lectura está ya más lejana en el tiempo es el segundo libro de la trilogía "La forja de un rebelde":


La ruta de Arturo Barea.

El argumento cuenta la experiencia de Arturo Barea en la guerra de Marruecos donde estuvo destinado como sargento.

No recuerdo haber estudiado en historia esa guerra. Yo creo que mucho no debimos dar sobre ella, porque yo tenía una laguna inmensa de conocimientos sobre este tema. Así que la verdad es que me gustó mucho leer esta parte de nuestra historia tan desconocida para mí. 

Como en el primer libro está contado en primera persona, y es muy enriquecedora la visión y la forma de contar del autor.

La guerra de Marruecos se nos muestra desde el juicio del autor como el colmo de la corrupción, es increíble como se enriquecían unos pocos mientras como guerra era de lo más estéril y suponía desastre tras desastre en la economía de España.


En la vida civil se miden las dificultades y se lanza uno contra ellas, o se soslayan. Si se fracasa, mala suerte. Si se triunfa, mérito de uno. Si no se decide uno a luchar, se queda donde está y no pasa nada. Pero en el ejército es distinto: le colocan a uno frente a las dificultades y no hay más remedio que acatarlas; si se fracasa, le castigan a uno; si se triunfa, se ha cumplido con el deber.

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Durante los primeros veinticinco años de este siglo Marruecos no fue más que un campo de batalla, un burdel y una taberna inmensos.

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En el pueblo de al lado, al que le tocaba ser soldado era al hijo del cacique, y en mi pueblo, yo. Debíamos haber sorteado a ver cuál iba, pero como yo soy sordo, el hijo del cacique tenía que ir de todas maneras. Así que vino el médico y dijo qe yo no era sordo y que el hijo del cacique estaba tísico. Y aquí me trajeron. Y aquí, pues, me hicieron sanitario, porque como soy sordo... pues, usted comprende.

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El español tiene una adaptabilidad peculiar. Puede adoptar todas las características del mundo que le rodea y sin embargo mantener su personalidad intacta. La consecuencia es que a la larga absorbe el pueblo que ha invadido.

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Es terroríficamente fácil para un hombre el caer en estado de bestialidad.

(...)

- ¿Sabes?, la bestialidad es seguramente la cosa más contagiosa que existe.

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La taberna tenía para mí la misma atracción que un manicomio para una persona que normal en su primera visita: repulsión, miedo y la fascinación del terror desconocido de la locura.

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Se habían pasado casi dos años desde que había salido de España, dejando tras de mí la vida civil y mi propia vida, para sumergirme en el anonimato de la vida militar en África.

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Lo que un soldado ve en una guerra puede compararse con lo que un actor ve de un film en el que toma parte. (...) Cuando el actor ve la película terminada, difícilmente se reconoce a a sí mismo y tiene que forzarse para reconstruir mentalmente las escenas que repitió un sinnúmero de veces.

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Un pez luchando por su libertad es seguramente uno de los seres más espléndidos de la creación, aunque ninguno de nosotros seamos capaces de medir su coraje.

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Aquella masa de campesinos analfabetos, mandada por oficiales irresponsables, era el espinazo del Ejército español en Marruecos.

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Odiaba esta hambre horrible, escondida y vergonzante...

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La amistad entre gentes que han estado juntos en una guerra es un sentimiento estraño. (...) Son gentes absolutamente desconocidas. La vida común los convierte en camaradas. La guerra, al fin, los suelda unos a otros con una solidaridad que no es humana, sino más bien la de animales en peligro común que se agrupan en manada; y al fin esta solidaridad se convierte en amistad.

miércoles, 12 de enero de 2011

"La forja" de Arturo Barea



El último libro que me he leído ha sido "La forja", la primera parte de "La forja de un rebelde" de Arturo Barea.

Supongo que habréis oído o incluso muchos lo habréis leído. Bueno quizás también recordeis la serie de televisión que hicieron. Pero como yo ni vi la serie ni la había leído,  y había oído tantas veces hablar de él,  pues ya le estaba tocando el turno porque tenía muchísima curiosidad.

Se trata de una novela autobiográfica del autor que nació en Madrid en 1897.

Por tanto el primer libro se corresponde con su infancia y adolescencia en ese Madrid de la primera mitad del siglo XX. Está contado en primera persona a través de los ojos de un niño, por eso es una visión muy particular, muy sugerente, que me ha gustado mucho.

El argumento es el de la vida de un niño, hijo de una lavandera de Lavapies que va a lavar al Manzanares. Como es viuda y no puede hacerse cargo de sus hijos, los tiene repartidos entre los distintos familiares. El protagonista está  viviendo con unos tíos que tienen una situación social mucho más holgada y cuya casa está por la zona del Palacio Real. Tendrá gracias a ellos una educación mejor que la de sus hermanos que le envidian. 

Es un libro que refleja muy bien las desigualdades sociales que existían en ese Madrid de principios de siglo. Es un retrato de la sociedad, y de la época, impecable. 

Cuando el protagonista crece, no quiere estudiar una carrera y comienza a trabajar primero como dependiente y luego como empleado en un banco. Y ahí se va despertando su conciencia social. 




"Yo sería socialista de buena gana, pero la cuestión es saber si soy un obrero o no. Esto parece muy sencillo pero no lo es. Indudablemente, si cobro por trabajar soy un obrero, pero no soy un obrero más que en esto. Los mismos obreros nos llaman "señoritos" y no quieren nada con nosotros" (pag. 233).

A mi me ha gustado mucho. Es uno de esos libros que lees por el  placer de cómo está contado. Me gustan mucho también los párrafos donde dice como era aquel Madrid, cómo eran los itinerarios para ir a cualquier parte, la vida cotidiana. Os dejo con algun texto donde lo cuenta, para que veis lo que han cambiado las cosas...

"...Bajamos por la cuesta de la calle Segovia chirriando el coche: la cuesta es tan pina que los frenos aprietan hasta que no giran las ruedas, y aun así el coche se echa encima de las mulas. Algunas veces ha volcado en mitad de la calle y no se ha podido hacer el viaje. Al final cruzamos el puente de Segovia y empezamos a subir la carretera de Extremadura que también es muy pendiente. En el puente de Segovia termina Madrid y empieza el campo. Esto del campo es una manera de decir, porque no hay más, a los lados de la carretera, que unos arbolitos secos, sin hojas, llenos de polvo, unos campos de hierba amarilla con manchones negros de lumbres, y unas cuántas casitas de traperos, hechas de chapa, con montones de basura a la puerta, que huelen hasta la misma carretera..." Pág 38

"...Enfrente de mí va el hombre gordo. Ha sacado una libreta con una tortilla dentro que huele muy bien. Va cortando trozos con la navaja y se los va comiendo, a y a mí, de verle, me entra un hambre feroz. De buena gana le pediría un cacho. Vuelvo a pedir  la merienda a mi tía, pero ahora en voz alta. Si no me da de merendar seguro que este hombre me da un cacho de tortilla. Quiero enfadarla y que no dé la merienda, porque lleva pan y chocolate y lo que yo quiero es tortilla. Mi tia se enfada, me da un pellizco en el muslo y no me da de merendar. El hombre gordo corta una rebanada de pan muy grande y un cacho de tortilla que parece medio ladrillo, y me los da. Mi tío que los coja y, además, le regaña a mi tia: "Siempre tienes que hacer el ridículo". Entonces mi tía saca el pan y el chocolate, pero ahora no los quiero. La tortilla está estupenda, y el hombre me da además unas rajas de chorizo. Me sabe mejor porque me he salido con mi iedea, y además me ha dado la razón mi tío..." Pág. 39

Y no me resisto a copiaros uno de los diálogos, pero con ésto termino:

-Mira hijo, eso no se hace. Es un pecado y además es muy malo. Los niños se vuelven tísicos y se mueren.
Nos mandan rezar unos padrenuestros de penitencia y en paz.
Pero el padre Vesga es distinto:
-¿Tú sabes lo que dice el sexto mandamiento, hijo mío?
-Sí, padre. El sexto, no fornicar.
-Explícame lo que es fornicar.
-No sé, y no puedo explicarlo. Sé que es una cosa mala entre hombres y mujeres, pero no sé más. -El padre Vesga comienza a ponerse serio.
-No se puede mentir en el santo tribunal de la penitencia. Me dices que sabes lo que es el sexto mandamiento y ahora te desdices, diciendo que no sabes lo que es fornicar.
-Fornicar, padre, es... cosas que hacen los hombres y las mujeres y que es pecado.
-¡Hola, hola! Cosas que hacen los hombres y las mujeres. ¿Y qué hacen los hombres y las mujeres sinverguenza?
-No lo sé padre, yo no he fornicado nunca.
-¡Estaría bonito, mocoso! No te pregunto si has fornicado o no; pregunto si sabes lo que es fornicar.
-No lo sé. Los chicos dicen que fornicar es hacer hijos los hombres a las mujeres. Cuando están casados no es pecado; cuando no están casados sí lo es.
-Pero yo lo que necesito saber es que me digas cómo hacen los hijos los hombres y las mujeres.
-¡Yo qué se! se casan, duermen juntos y tienen hijos. Pero no sé más.
-No sabes más ¿eh? El niño es un inocentón , no sabes más. Pero sí sabrás tocarte tus partes.
...
...Sigue y sigue durante media hora, y me habla de pelos sueltos, de senos temblantes, de caderas lascivas, del rey Salomón, de bailes obscenos, de las mujeres de las esquinas, en un torrente de palabras furiosas del que resulta que la mujer es un saco de porquería y de maldad y que los hombres se acuestan con ellas y van al infierno. Cuando me separo del cura para rezar la penitencia no puedo rezar. Tengo la cabeza llena de mujeres desnudas y de curiosidad por saber lo que hacen con los hombres..."
Pág 132