Y ocurre que vas andando por El Pito, un pueblecito muy cerca de Cudillero, y de pronto ¡zas! te sorprende un edificio que no te esperarías en una población tan pequeña. Porque el que más y el que menos hemos estado en Cudillero, o alguien nos ha dicho que si vamos a Asturias no dejemos de ir a conocerlo. ¿No es así? Porque hay que reconocer que el precioso Cudillero, con sus casitas de colores escalonándose hacia el mar, como un anfiteatro de lujo, uno no debería perdérselo nunca.
¿Pero El Pito? El Pitu como dicen los asturianos, no te dice casi nadie que vayas a conocerlo. Y fíjate que es una pequeña localidad pegadita a Cudillero, tranquila, apacible, asturiana donde las haya con sus típicas casonas y su cielo gris, pero también donde uno de pronto se topa con un conjunto cultural que tiene más de cien años y que se merece que te pares a mirarlo despacio y que en cuánto no te vean ¡te lo traigas para Madrid!
Que es lo que yo he hecho.
Y ahora que ya estamos en confianza, no es por "chafardear" pero mira que tenían que ser "acomodados" los Selgas, esa familia de El Pitu de principios del 1900 para hacer esa Iglesia que me hubiera encantado conocer por dentro porque desde fuera tenía muchísimo encanto, y hasta dicen que tiene una cripta panteón con el altar más antiguo de España, del siglo VIII; o ese Palacete que menudos jardines de vistosos que luce y dicen que guardan sus buenas obras de artes, y yo, qué penita, que no he podido tampoco conocer, y sobre todo o desde luego esas escuelas señoriales y monumentales que fueron tan importantes en su época y que aún funcionan y despertaron esta curiosidad mía para con todo lo que signifique educación.
De familia "acomodada" dicen los artículos. Pues a juzgar por sus obras "acomodada" sería poco. ¡Vaya con los Selgas!
Unas escuelas que si te llaman la atención por su elegancia y su grandiosidad en el 2017 ¡qué parecerían cuando las construyeron entre los años 1914 y 1915! ¿Os imagináis cómo sería ese pueblecito entonces? Porque ahora no vale, hay que situarse cuando se construyeron.
¿Y no os imagináis cómo se llamaba este miembro de la familia Selgas que hizo posible estas monumentales escuelas? ¡Fortunato de Selgas y Albuerne (1838-1921)! no me digáis que no le viene el nombre que ni pintado...
Pues bien, el afortunado Fortunato era el penúltimo hijo de un matrimonio acomodado de El Pito, que tuvo a bien, a muy bien diría yo, destinar parte de su fortuna en luchar contra la lacra de analfabetismo que casi era del 50% en aquellos años de principios del siglo XIX. Erudito y hombre apasionado por el arte, pensó qué podía hacer para que la cultura, en el amplio sentido de la palabra, llegara al pueblo. Y se decidió por construir un centro escolar en su aldea asturiana de origen.
Un centro que no solo era espectacular en cuando a arquitectura sino que además daba educación a todos los niños que quisieran, independientemente de su renta familiar. Que daba los libros gratis y tenía cinemateca y comedor. Ahí es nada. Un año después, en 1916, el Rey Alfonso XIII le agradecería a Fortunato su labor en pro de la cultura. Con el tiempo las Escuelas Selgas pasaron a ser colegio público, y ahora alberga el Instituto de educación Secundaria del municipio.
Y que yo os traigo hasta mi blog para que sepaís de su existencia, que imagino que muchos ya sabríais mejor que yo. Y de las que ya hablamos, aunque de pasada, cuando le dedicamos una entrada al tema de la educación en Asturias con motivo del Museo de la Escuela Rural de Viñón.
Se merecían esta entrada ¿verdad?Los Selgas, Fortunato y sus bienes.