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lunes, 10 de noviembre de 2025

"Javier Díaz Gil: Un hombre fácil de querer". Reseña del último libro de la Tertulia Literaria Rascamán

 


Al hilo de mi entrada anterior os cuento que el último libro en el que he participado junto a mis compañeros de tertulia ha sido uno de los regalos que hemos hecho a nuestro coordinador: Javier Díaz, con motivo del homenaje que le hicimos el pasado 5 de noviembre y que ya os he contado. El título del libro es: "Javier Díaz Gil: Un hombre fácil de querer".

En él hemos participado unos cincuenta autores, compañeros todos de la tertulia Literaria Rascamán. Ha sido un logro y una ilusión reencontrarnos muchos de nosotros para escribir a la vez en este volumen una serie de textos que comparten un mismo tema: Javier. Esa era la razón, la inspiración. Hemos sido dos las prologuistas del libro: la escritora Carmen Padín y yo misma. Tiene ilustraciones de Carmen Padín, y el artista multidisciplinar Juan Calderón. Y todo el libro está salpicado de fotografías de distintas reuniones y momentos compartidos. El editor José Antonio Carmona, poeta y compañero, se ha ocupado de la compilación de textos, la edición del libro y demás quehaceres relacionados con la publicación.

Los autores son poetas y narradores, y podemos encontrar aquí reunidos todo tipo de textos: Relatos, poesías, haikus, memorias, poesía visual, dedicatorias, dibujos... 182 páginas que representan un ramillete de lo que somos y lo que nos une, gracias a nuestro coordinador.

En la portada hay un retrato de Javier Díaz Gil formado por muchas pequeñas imágenes de bastantes miembros de nuestra tertulia que compuso Celia Cañadas, y en la contraportada el principio de la canción que ha compuesto, a partir del Cantinero de Cuba de Mocedades, nuestro compañero Juan Calderón Matador para que la cantáremos como final del homenaje. Portada y contraportada las decidimos entre todos. 

Es un orgullo formar parte de este libro. 

Os quería dejar con el texto de mi prólogo:


PRÓLOGO de Rocío Díaz Gómez

No es que el viaje esté llegando a su fin, que a esta travesía ni le faltan navegantes ni bitácoras, cuánto menos horizonte. Tampoco es porque escaseen los puertos donde amarrar un libro, una presentación o cualquier otra aventura literaria. Sobran endecasílabos y cuentos por abordar. Y mucho menos es porque los aquí reunidos estuvieran ociosos, que esto del escribir, y más siendo Rascamán, es un no parar de textos y fotografías, exposiciones y recitales, más algún otro qué sé yo por inventarse y publicar. 

 Entonces ¿Por qué este libro? Cuando hay tantos y tan diversos por el mundo editorial. ¿Por qué habrías de empezar este libro y no otro? Sí, los de mi especie conocen demasiado bien a los de la tuya, querido lector: ¿Cómo no iba a saber que te lo preguntarías? 

Éste humilde prólogo, como todos los de mi género, está aquí para darte razón de cuánto vas a encontrar en esta cueva de textos que estás a punto de descubrir y para la que no había que buscar ni humildes excusas ni grandes explicaciones. Feli Martínez, veterana de este grupo lo explicó de forma brillante, con cinco certeras palabras, en aquella reunión conspiratoria: 

¿Por qué este libro? “Porque nos da la gana”. 

Y puede ser más larga y rimbombante la respuesta, más medida, correcta y elegante, pero aún a riesgo de parecer soeces o maleducados, lo cierto es que fue ahora, justo ahora, en este verano del 25, cuando llegaron las ganas de buscar un puerto donde reencontrarnos y celebrar palabras que rimen con nuestro viaje. Y mira lector que, sin necesidad de pensar más, ni tamborilear con los dedos como hacía nuestro Aure Cañadas, la primera que nos vino a la cabeza fue la palabra “homenaje”. 

Y sí, no lo negaré, la palabra “garaje”, que tan cerca está de “taller”, esperaba ansiosa por salir en la punta de la lengua. ¿Cómo no habría de estarlo? Si Javier, desde tiempos inmemoriales y a la que te descuidas, te pone el texto “en bancada”, te cambia de orden unos versos, te sugiere que le subrayes este gesto al personaje o termines en el párrafo anterior. ¿A quién no corrigió? Como decía aquel: “El que lo probó lo sabe”. Siempre acecha otro cambio de giro o una rebelde asonancia. A Javier no le asustan ni los poemas ni los relatos, el muy osado se atreve con todo. Y, mientras escucha, con la campanita que le regaló José León al lado, va anotando en su cuaderno cuánto, salomónicamente, dejaría o quitaría. Escribir es corregir. Y ya os digo yo que, después de su atenta escucha, y con esos cambios que sin remedio se le ocurren, el poema o relato crece. 

Y palabras más, palabras menos, entonces ¿Para qué este libro? Porque tras casi treinta años, para que un grupo de nómadas letraheridos, de diversa edad, oficio y beneficio, que responde al sobrenombre de “Rascamán” (no había otro más sonoro y sin sentido) siga reuniéndose todas las semanas, además de una misma pasión, necesitaba a alguien que supiera escuchar. Los “Rascamanes” necesitaban a alguien que fuera paciente, que rezumara, no solo sentido del humor, sino el mismo amor por las palabras que ellos. Y si además ese alguien estudió magisterio, se licenció en Geografía e Historia, tiene la medalla de San Isidoro, y es poeta, necesitaban a un certero francotirador de palabras llamado Javier Díaz Gil.

¿Para qué un homenaje al tal Díaz Gil? ¿Para qué este lío mayúsculo con pinta de libro? Para hacer algo que no puede hacer ninguna inteligencia artificial:  todos a un tiempo, hincar la rodilla en el suelo, agachar la cabeza y dar gracias. 

Gracias por no soltarles de la mano cuando necesitan hacerse notar o ausentarse. Gracias por no mandarles bien lejos cuando los muy cansinos por enésima vez preguntan lo mismo para terminar haciendo lo que las musas les dan a entender. Gracias, sobre todo, por su generosidad a la hora de organizar, regalarles su tiempo, preciado tesoro que nunca sobra, y gracias por su buena disposición para embarcarles en cuánta expedición literaria proceda. 

Y ¡cómo iban ellos a dar las gracias sino escribiendo! Lo ideal hubiera sido un acróstico con la palabra AGRADECIMIENTO, así en mayúsculas, pero eran muchos y diferentes, así que hubo que recurrir al socorrido multiperspectivismo que va impregnando todo este libro con sus distintas voces.

Por tanto este humilde prólogo, solo interrumpió su eterna travesía por las palabras, para anunciar que unos letraheridos escribieron para Javier Díaz Gil. Surcaron poemas, revolvieron el trastero de sus memorias, cazaron cuentos, desempolvaron fotografías y pidieron ayuda a sus recuerdos. Nada era bastante para tanto agradecimiento. 

Y llegado el tiempo de recoger, uno a uno, fueron descargando todo su cargamento entre las páginas que me acompañan y desean ya ser leídas. Así que se acerca el momento de que este prólogo, cascante y deslenguado, se retire, aunque no sin antes prestarte un último consejo:

Hazte un favor, atento lector, adéntrate despacio en esta cueva donde un puñado de ladrones apodados “Rascamanes” dejaron sus mercancías. No toques, no rompas nada, solo lee. Lee, querido lector. Si todos estos escritos, poemas, dedicatorias, relatos, tatuados de letras, han nacido al amor del buen hacer de ese MAESTRO: Javier Díaz Gil, su Alí Babá particular, no pueden ser estos escritos menos valiosos que los famosos tesoros de aquella legendaria cueva.


©Rocío Díaz Gómez

 















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