Anda, vamos, le dije, es una novedad y es curioso. Si ya
no da miedo, dije también, tomando su mano invisible, antes de echar a
andar con ella. Y allá que fuimos las dos.
Y volvimos a ver
aquella cabina. Aquella que vió de pequeña en la tele en blanco y negro,
donde salía esa escena de muchos camiones llevándose cabinas con
personas dentro, personas desesperadas porque no conseguían salir.
Aquella escena que nunca se le olvidaría.
Ahora es un monumento que han inaugurado en una plaza céntrica de Madrid.
Estás
muy callada ¿Te ha gustado? le pregunté a la vuelta de la excursión. Es
como cerrar un círculo ¿no crees? Ella me miró con los mismos ojos que
tenía yo entonces, y solo contestó:
Pero ¿Y el señor que estaba dentro?
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