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martes, 28 de diciembre de 2010

Del señor Emiliano y los refranes...



El señor Emiliano se murió un diciembre. Un 26 de diciembre de cielo muy azul y  un frío que arreciaba casi tanto como el sentimiento de pérdida que aún tirita dentro. Era un hombre de la vieja escuela, alto y delgado, con andares tranquilos y muy tieso él, siempre ataviado con una gorra comprada en la Plaza Mayor y un bastón que le ayudaba a afianzar el paso.  Si no tenía buen día y le preguntabas cómo estaba respondía con pesar : "Ay hija yo ya estoy en el penúltimo escalón de la vida..." Si en cambio aquel día se encontraba bien mudaba la frase por la consabida: "La vida es maravillosa, escucha bién lo que te digo, ma-ra-vi-llosa..." Estirando y recalcando la  última "maravillosa" como si efectivamente la vida lo fuera...

Al señor Emiliano no se le podía llevar mucho la contraria, a más de uno le llamó al orden  muy airado diciéndole que a él "abuelo" solo se lo llamaban sus nietos, y cogía el bolígrafo de una forma tan  particular y enrevesada, aferrándolo bien entre el dedo índice y el anular, que no se me olvidará nunca. Reservado y conservador, muchas veces, muchas veces aún podría verle sentado en la mesa camilla a la hora de comer,  arropado por la familia, agachado sobre el plato de sopa hirviendo, escuchando lo que decía uno, lo que decía otro, callado, pero moviendo su cabeza sin perder detalle, pensando y nunca mejor dicho: "Dios sabe qué..."

 
El señor Emiliano llevaba una cartera nueva o casi nueva enrollada siempre con una goma elástica a la que daba varias vueltas. Le gustaba mucho tenerme de invitada y siempre me cocinaba mi plato preferido: chuletitas de cordero muy hechas con patatas fritas. Y cuando me iba a casa antes de darme dos besos, me cogía con cariño de la coleta y me decía que nunca me la cortara, que el pelo en la mujer es un adorno, "Un adorno, escucha bien lo que te dice tu abuelo, un adorno... ay cuántas quisieran...".

Del señor Emiliano, de mi abuelo Emiliano, heredé  esta querencia por las frases hechas, porque él tenía un lenguaje propio que no se cansaba de repetirnos. Si mis hermanos no se afeitaban, su frase era: "Las caras limpias, las caras limpias..." juzgándoles con ojos de reproche. Si se me ocurría decir que quería ésto o lo otro, entonces lo único que me regalaba era aquello de "A escote no hay nada caro: tu madre pone una parte, yo otra y tú la tercera, a escote no hay nada caro... comprátelo y me dices cual es mi parte..." Y mientras,  mientras tanto iba salpicando el discurso de infinitos refranes que lo dotaban de esa sabiduría popular que rara vez se equivoca...

Sí, del abuelo Emiliano heredé esta querencia por las frases hechas, por los refranes, esta querencia por el lenguaje popular. Heredé todo eso y sobre todo la certeza de que me quería. Ojalá todos los que se fueran pudieran dejarnos esa certeza.

Pero se murió un diciembre... un frío diciembre que aún hace tiritar.


refrán.

(Del fr. refrain).

1. m. Dicho agudo y sentencioso de uso común.


Diciembre es un viejo que arruga el pellejo.

Por sol que en diciembre haga, no sueltes la capa.

En diciembre diente con diente.

Diciembre tiritando : buen enero y mejor año.

En diciembre no hay valiente que no tiemble.

Año bueno nos viene pregonando, diciembre que se marcha tiritando.


El libro de los Refranes de la Temperie
José Sánchez Egea
INM

1 comentario:

  1. Me ha gustado. Supongo que lo cercano conmueve. Es bonito. Y a la vez triste. Se acuerda uno de aquel Diciembre del 97 (annus horribilis. Cuantos viajes a aquel hospital....que ya ni existe.
    Me ha gustado. Un beso.

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