Empiezo una nueva sección que va a llevar por título “Artículos”. Serán noticias literarias, crónicas periodísticas, artículos de opinión, entradas de otros blogs… que a mí me han parecido curiosas por algún motivo y siempre en torno a la literatura, sus autores o el mismo lenguaje.
Os inserto entonces una entrada del blog de Ángela Mastretta “Puerto libre”, un blog que tiene en el periódico El País.com, y que a mí en su día me gustó mucho, se titula “Hace tiempo que no me hago caso”.
Ángeles Mastretta como sabéis es una periodista y escritora mexicana. Su libro “Mujeres de ojos grandes” (1990) es uno de mis libros favoritos. Es un compendio de relatos o historias cortas en los que siempre la protagonista es una mujer, una tía, como ella las llama. Mujeres en principio anónimas y de todo tipo, conformistas, rebeldes, religiosas, ateas, pasivas o no pasivas pero que al final coinciden en romper con lo establecido para buscar su felicidad. Todo ello contado de forma muy lírica, con un lenguaje dulce lleno de imágenes, en el que está muy presente el sentido del humor. Es un libro que a mí me gusta mucho, y que por ello varias veces incluso he regalado.
Bueno, pero ahora os dejo con la entrada que os comentaba “Hace tiempo que no me hago caso” en la que se habla de Joaquín Sabina (otra de mis debilidades) y de García Márquez, pero sobre todo de la amistad, de escribir, de cantar, de querer.
Espero que os guste.
Escrito por: Ángeles Mastretta el 29 Oct 2008 - URL Permanente
Llegaron los Sabina. Primero entró a mi casa un ramo de flores mezclado de naranjas y rojos. Inmenso y generoso. Como son ellos. Joaquín está más guapo que nunca. Jimena le cortó el pelo y ahora él trae las canas despiertas y un sonrisa grande, más aún que la de siempre. Jimena es una mujer bellísima y con luz. Más que eso: es guapísima y la luz que tiene en los ojos le sale del modo en que vive. Joaquín la conoció en Perú. Ella es mucho más joven que él, pero dentro de la pareja ella está a cargo de lidiar el mundo. Y lo lidia con una gracia que conmueve.
"¡Esas flores son México!" dijo Sabina cuando las vió instaladas en la mesa.
"Las mandaron ustedes", dije yo.
"¿Nosotros?"
Por supuesto quien las eligió y decidió enviarlas fue Jimena, pero ellos se entienden con los ojos. Y lo que manda Jimena lo mandan ellos. Él, que es un niño grande y que ha vuelto a la inocencia de tanto perderla y robárnosla. Y que disfruta el mundo como quien sabe que sólo es de un a vez este viaje nuestro. Que somos tan inermes y enormes como los asteroides, que vinimos de quién sabe qué éxtasis, que augurio.
Los Sabina trajeron con ellos cuatro amigos. Y yo había invitado a los otros dos amores que fueron la causa de que nos conociéramos. Una pareja de genios. Cada uno en cada cual. Cada cual en lo suyo y los dos en los dos.
"Como nosotros ya somos de la cuarta edad", dice ella que es una caribeña de abolengo intenso, "nos fuimos a hacer unos exámenes. El doctor preguntó si yo fumaba, si comía grasa, si tenía vida sedentaria. Yo dije que sí a todo. Entonces me agobiaron con la medicina nuclear y me revisaron el corazón, las arterias, el esfuerzo. Luego, con los resultados, volví a donde el médico que se enfurruñó. "Usted no tiene nada, está perfecta, dijo, y ésa es una injusticia, porque lo que usted hace está muy mal hecho."
Cuenta todo esto acompañando su pescado con un cigarro. Y nos hace reír. De verdad es sana. Ni se diga de la cabeza.
Su marido es un genio por el que todos tenemos veneración. Ha estado callado comiendo su sopa. Está contento. Lo contagia. Nos hemos acomodado alrededor de la mesa en un desorden alegre.
"Qué bien se como en esta casa, dice él. "Y gratis".
"¿Cómo estás?"--le pregunta Joaquín que lo adora.
"Yo, muy bien. Hace tiempo que no me hago caso".
"Hay que empezar una canción así", le dice Joaquín. ¿Me regalas la frase".
"Sí", dice él. Y todos en la mesa nos ponemos a pensar en qué sigue. "Hace tiempo que no me hago caso" empezará la canción.
No hacerse caso. Gran remedio para curarse del ahora, el acaso, la dicha, la suerte, la luna, la pena, la calle, la muerte, las flores, la nada, la casa, las letras, las cuentas, la prisa, los cuentos.
¿Por dónde habrá de ir la canción? Por donde se le antoje. Como todo lo que a uno le sale del alma. ¿Sale del alma todo? ¿Y de dónde será que sale el alma? ¿y que hay en el alma de los desalmados?
Gran tarde la nuestra. Afuera hacía frío y nos queríamos. Es tan bueno quererse. Y abriga tanto.
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