Siempre deberíamos hacerlo, porque hay tesoros brillando solo para nosotros.
Pero a menudo la prisa que tenemos insertada en nuestro ADN todos los habitantes de esta ciudad, no nos da tregua. Los horarios y las distancias con las que tenemos que lidiar cotidianamente, no nos permiten que nos fijemos como deberíamos en lo que vemos, sin ver, cada día.
Sin embargo, ahora que es primavera, ahora que en tiempos de pandemia huímos de los lugares cerrados, Madrid nos da otra oportunidad para que la paseemos como verdaderos viajeros.
Venga, nos dice, regalándonos un guiño pícaro con sus edificios modernistas, con sus fachadas de colores y motivos peculiares, con ese buen aspecto que tiene desde siempre para los que vivimos en ella.
Venga, nos dice, fíjate en mí.
Fíjate despacio,
contémplame con orgullo.
Soy la ciudad en la que vives, la ciudad mejor comunicada de tu país, la ciudad que seas o no seas de aquí te está esperando siempre.
Y entonces podrás admirar, en la esquina de la calle San Mateo con Mejía Lequerica, una casa modernista que llama la atención por la decoración de los lagartos de su fachada. Efectivamente se llama La Casa de los Lagartos, y se construyó entre 1911 y 1912, por Benito González del Valle. Todas sus habitaciones son exteriores.
Y para terminar, en la calle Almagro, fíjate en ésta, qué monumental su fachada. Si hasta se llevó un premio a la casa mejor construída.
Porque hay tesoros brillando solo para nosotros, deberíamos ir siempre por Madrid con los ojos bien abiertos.
Tendríamos que pasear esta ciudad, siempre, seamos de aquí o allí, como si fuéramos viajeros.
Porque nunca se termina de admirarla, nunca de conocerla.