Esta vez no iba a cazar faros. Pero sucedió que ellos me cazaron a mí.
No sé cómo lo hicieron, pero consiguieron captar mi atención, atraerme con sus malas artes y que yo hiciera por acercarme hasta ellos todo lo que podía.
Solitarios y majestuosos.
El primero estaba en Patras, la tercera ciudad más grande de Grecia.
Habíamos ido a ver su catedral. La Catedral de Agios Andreas es la iglesia más grande de Grecia. Una basílica bizantina impresionante.
Pero muy cerca estaba aquel faro. Solo había que atravesar unas vías y acercarse hasta el mar. Y allá que fuimos a presentarle nuestros respetos.
Ahora se que no es el faro original. Se que lo construyeron no hace tantas décadas en el mismo lugar que estaba el originario que destruyeron cuando reformaron el puerto. ¿¡Por qué!?
El caso es que hicieron éste que en su base tiene una cafetería y un parque y que luce tan bien.
El segundo faro que me atrapó, de pronto, salió a nuestro encuentro.
Era de piedra y estaba en la isla de Poros.
El barco se aproximaba al puerto de la isla, cuando bastante antes de llegar, en una Punta apareció ante nosotros aquel pequeño gran faro en la lejanía. Oh qué chulo...
Ahora sé que data de 1870, y se llama el Faro de Dana, en la Punta Ntana de la Isla de Poros.
Y aquí los tengo, mis nuevos ejemplares para la colección.
Aún huelen a mar.