Retomo la escritura el último día de verano del 25.
Mi boca atesora el gusto del delicioso café del sur de Italia, mientras Doménico Modugno sonará para siempre en un septiembre caluroso salpicado de buenos momentos.
Correspondo con otra sonrisa a tantas caras que no volveré a ver pero me sonreirán siempre desde todas las fotos que esperan, pacientes, las ordene.
Mi particular puzzle encaja a la perfección la pieza del aromático café a la de un granizado de vermú murciano, mostrándome una playa cálida donde logro sumergirme despacio para mecerme y mecerme y mecerme.
Hasta que un ejército de albornoces blancos me secuestra para llevarme en volandas hasta un nuevo mundo, acuático y relajante, uno que añoraré terriblemente en este inevitable otoño que se anuncia ya, no solo en el calendario, sino también en el viento que mueve las hojas y mis quejas.
Retomo la escritura como quién retoma la vida de los días iguales.
Necesito un flotador, llámalo letras, escritura.
Erguida, barbilla arriba,
a por los días iguales, iguales, iguales.
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