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domingo, 4 de mayo de 2025

Primer domingo de mayo. Mamá.

 



Ya en las civilizaciones antiguas había celebraciones para honrar a Rea o a Cibeles, las diosas que se consideraban madres de todos los dioses. En Estados Unidos se comenzó a celebrar a principios del  siglo XX, Anna Jarvis luchó por instaurar un día para honrar a las madres a raíz de la muerte de la suya. En España tendríamos que esperar a que un poeta y funcionario valenciano, Julio Martínez, en 1925 escribiera el "Himno a la madre" con el que pidió a la Iglesia y a los Gobiernos que se conmemorara este día. 

Bien entendido, no está mal detenerse un día a pensar en el amor más incondicional que existe y reconocer y agradecerlo, aunque solo sea con un beso. Sea la Madre, el Padre, o quién sea el que haya velado por nosotros. Cada uno sabrá a quién le debe ese sentimiento de amor y deuda impagable. 

El día que murió mi madre yo sentí que se me iba la persona que más me había querido y querría en el mundo. Mi madre era el refugio, la mercromina, la palabra. Están mis hermanos, por supuesto, mi tesoro. Y mis otros amores, claro, los que mueven mi corazón. Pero sin mi madre quedé a la intemperie.  

A medida que pasan los años, algunos más, otros menos, terminamos yendo por la vida como un colador, llenos de huecos. Tienes que volver a aprender a vivir con cada ausencia, con mayor o menos fortuna. El hueco que dejó mi madre lo lleno todos los días con mil y una conversaciones. Las tonterías o planes que le contaría, las dudas que le consultaría, las quejas o pequeños éxitos que compartiría con ella. Mil y una veces me viene a la mente una frase suya, un recuerdo. De la fuerza gravitacional de ese agujero negro, como de los astronómicos, no podré escapar nunca. 

Se llamaba Julia Gómez Gómez, nació un 8 de octubre, en el 37. Y tuve la inmensa suerte de que fuera mi madre. Feliz día mama. 



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