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jueves, 18 de julio de 2019

"El perro de Pavlov" o una buena frase para llamar a un Café



"El perro de Pavlov",  así se llamaba el Café que me salió al paso el domingo pasado cuando caminaba por ese barrio que me gusta tanto del centro de Madrid, La Latina.

¡"El perro de Pavlov!" me dije entre exclamaciones y coroné con una sonrisa. Qué bueno. Y tuve que cazarlo para el blog.

Porque ya sabéis que a mi blog y a mí nos encanta una buena frase, una de esas que se nos clava en la memoria y dispara un recuerdo lejano, una de esas que se nos clava en el corazón y nos arranca una espontánea sonrisa, una de esas lanzas que hace que nos detengamos y la tengamos que fotografiar. 

Los que estudiamos Psicología llevamos al perro del Pavlov grabado a fuego en la memoria. Sí, el del reflejo condicionado. 

Pavlov era una fisiólogo ruso que advirtió que los perros ante la comida salivaban. La comida inmediatamente provocaba el reflejo de la salivación en el perro. Pero además no solo lo provocaba la comida, sino simplemente su olor, o la visión del plato o la llegada del humano que se lo ponía, ya les hacía salivar. Es decir que eran estímulos que por sí solos provocaban la respuesta fisiológica e involuntaria de la salivación.

Entonces Pavlov quiso hacer un experimento que consistió en introducir otro elemento que, en principio, no tenía nada que ver con la comida: una campana. Y durante varias semanas cuando le daba de comer al perro tocaba una campana. ¿Y qué observó? Que al cabo del tiempo el simple sonido de la campana, ya provocaba la salivación del perro. Con lo cual lo que hizo fue transformar una respuesta incondicionada (salivar ante la comida) en una respuesta condicionada (salivar con el sonido de la campana). 

Y gracias a ésto formuló la Ley del Reflejo Condicionado, que más o menos quiere decir que cuando dos cosas van unidas, si aparece una de ellas llegará la otra a la mente.

Así que ver esa frase me encantó. Porque leí esa frase y rápidamente vinieron detrás un tropel de recuerdos de mi época universitaria. Un bendito reflejo condicionado.

Qué acierto elegirla.
Digna de que la coleccionen los locos de las frases.





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