He sido una sencilla profesora de química. En una ciudad luminosa del sureste. Después de las clases contemplaba el ancho mar. Los dilatados, infinitos horizontes. Y los torpedos grises de guerras dormidas. He quemado mis largas horas en la lumbre de símbolos y fórmulas. Junto a crisoles de arcilla al rojo vivo hasta encontrar la plata. No he descubierto nada. No tengo ningún premio. A Congresos no asistí. Medallas y diplomas nunca me fueron dados. Minúscula sapiencia para tan grandes sueños. Pequeñez agobiante para inquietudes tantas. Y rebelde ha surgido, como agua en desierto, el manantial jugoso, intenso, apasionado, - dulce herencia entrañable - que tiene la riqueza de llenar de poesía tan honda desolación. Y, del resto salvado, rebrotar lo necesario
Sentí una honda tristeza al suspender al alumno vestido de negro. Era como un árbol quemado. Pantalón de hulla. Jersey de grafito. El cabello recordaba la turba. Lignito en los zapatos. Los ojos de azabache. En un dedo un diamante sus destellos lanzaba… Presentó las cuartillas en blanco sin escribir una palabra del tema del carbono. ¡Cuánta tristeza sentí al suspenderle siendo él yacimientos!
Estos dos poemas han sido todo un descubrimiento.
El primero de ellos lo he conocido gracias a la conferencia de Celia Cañadas que comentaba en una entrada anterior. El segundo brujuleando por aquí y por allá. Ahora ya sé mucho más de esta poeta. Cuánto nos queda siempre por aprender...
Quería compartirlos con vosotros, son de la poeta murciana María Cegarra Salcedo, de su libro "Desvarío y formulas" del año 1981.
María Cegarra Salcedo (La Unión, 1903 - Murcia, 1993)
De Peces en la tierra. Antología de mujeres poetas en torno a la generación del 27, edicíon de Pepa Merlo, (colección Vandalia, editado por la Fundación José Manuel Lara, Sevilla 2010), escogemos su biografía:
María Cegarra Salcedo nació en La Unión (Murcia), 1903. De padre comerciante y madre maestra, estudió Química y al terminar la guerra obtuvo la Licenciatura de Ciencias Químicas. Fue la primera mujer perito químico de España. Instaló su propio laboratorio. Debía de sorprender en un mundo de hombres y entre mineros, que una mujer fuese la encargada de los análisis de los minerales.
Amiga de Miguel Hernández, éste le dedicaría el soneto de El rayo que no cesa, “para mi queridísima María Cegarra con todo el fervor de su Miguel Hernández” (26 de agosto de 1935).
La muerte de su hermano Andrés daría pie a su primer poemario Cristales míos, y tras el fallecimiento de su hermana, muy cercano a su propia desaparición que ocurrió en Murcia en 1993, escribió su última obra, Poemas para un silencio.
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