Ayer, en Navalmoral de la Mata, me dieron mi última alegría literaria. Parece que poco a poco voy remontando un año que sentía pobre en reconocimientos literarios.
Los premios son un estímulo a seguir enfrentándose al folio en blanco. Por supuesto que no hay que depender de ellos para seguir escribiendo. Escribir es una necesidad y un placer. Pero los reconocimientos motivan mucho cuando algunas historias se te resisten.
Se celebró ayer la entrega de premios del XIX Certamen de Relatos de Navidad organizado por Radio Navalmoral-Cadena Cope con el patrocinio de la AIEAlmaraz-Trillo, en la Fundación Concha de la misma localidad. Entre 95 relatos me dieron el primer premio por mi relato "Magia".
No era la primera vez que me premian en Navalmoral, y siempre es agradable volver.
Fue una entrega de premios en la que se habló de Rosa Montero que los había visitado días antes. Decía Rosa, de Radio Navalmoral, que la escritora había hablado de la memoria y del olvido. Que había comentado que charlando con su hermano de hechos que habían ocurrido en su infancia, parecía que no habían vivido con los mismos padres o las mismas cosas, así es la memoria de selectiva o el olvido. Decía también que hablando sobre creación literaria había comentado la diferencia entre un relato y una novela, el relato es como abrir una ventana y asomarse a mirar el paisaje, mientras que en una novela el autor camina ese paisaje.
Fue una entrega donde todos los que iban saliendo a hablar, lo hacían muy bien, su discurso era entretenido, ameno y contaban cosas interesantes.
A mí me dió el premio la Alcaldesa Raquel Medina, que también me pareció que se expresaba muy, muy bien. Habló de lo que a ella le habían transmitido los dos relatos y creo que lo hizo de forma muy sencilla, emotiva y acertada.
Y cómo no podia ser de otra forma (aunque muchas veces si que ocurre) se leyeron tres relatos, uno por el Presidente de la Fundación Concha, Carlos Zamora, otro por el hijo del segundo premiado, Luis Monge Ciruelo, que tiene 94 años y es de Guadalajara y lo leyó su hijo Javier de manos de Aniceto González representande de la Central Nuclear de Almaraz-Trillo.
Y finalmente lo leí yo. Os quería dejar al protagonista: Mi relato titulado "Magia", un relato de esa época que es la Navidad, que nos podrá gustar más o menos, pero que sobre todo es mágica.
Aunque sobre todo tiene mucho de mágico que te premien entre tantos relatos.
Magia
Traemos las bolsas llenitas de huellas. Señor Pérez ya estamos en casa.
¿Dónde se habrá metido? Ah, está aquí. Mire lo que traemos: ¡Huellas! Montones
y montones de huellas. Fuimos a la playa y mire, de todos los tamaños y
maneras, por si acaso. Asómese Señor Pérez, asómese... ¡Vaya...! qué pena, se
descolocaron. Con lo que costó cogerlas y el cuidado que pusimos al guardarlas.
Bueno, lo importante es que están ahí. Ahora hay que hacerlas sitio, a ver dónde,
hay siempre tantas cosas que traer... ¡Vaya por Dios! Ya están llamando a la
puerta. Todos los días igual. Qué vecindad. ¿No pueden estar en sus cosas sin
ocuparse de la vida de los demás? “QUE NO
ES ARENA, QUE SON HUELLAS...” No saben ni lo que ven. ¿Qué puedes esperar
de la gente que no sabe ni mirar? Arena dicen... ¡Pues anda que no se ve que
son huellas!
Aquí mismo se quedan, encima de estos sacos de frases. A ver cómo andamos
de género. Un buen paquete de “Aunque solo sea un pellizquito…”, otro aún más
grande de “Para tapar agujeros…”, otro
casi del mismo tamaño de “A ver si me quita de trabajar…” y otro bien llenito
de: “Por lo menos quitarse la hipoteca…”. Señor Pérez ya lo ve, tenemos
variedad y bastantes de la primera tanda. A ver en el otro saco. Un montón
enorme de “Hoy es el día de la salud” y otro un poco más pequeño pero también
considerable de “No hay mejor lotería que el trabajo y la economía”. Hay menos
variedad es cierto, pero suficientes de cada una. Ay Señor Pérez que jaleo con
tanto preparativo, pero es que no podemos descuidarnos que se nos echa el día
encima… Ah sí, tiene usted razón, qué cabeza, revisemos el saco de los números:
Del 13 y del 69 tenemos de sobra. Y a ver… Sí el 7 también. Aquí hay un grupo
de impares y otro de primos, unos cuántos números feos, otros cuántos de los
bajitos, y sí al fondo hay ciertas fechas concretas de este año. Genial. No le
pueden faltar a nadie ni nuestras frases ni nuestros números. Un momento ¡¿Los
sonidos!? Señor Pérez ¿Dónde teníamos los sonidos guardados? Aquí no, aquí
tampoco… ¿Dónde los habremos puesto? No se quede mirando ¡y busque! Pero qué
animal es usted, menuda ayuda, déjese de tanta carrera, que tirará algo y eche
una pata... Ah ¡aquí están! Como no ocupan nada se habían colado aquí detrás. A
ver: El inconfundible del bombo y el soniquete de los niños de San Ildefonso.
¿Cuántos hay? Muy bien, suficientes. Y a ver los demás: El de descorchar una
botella, el de cristal del brindis, los petardos, señor Pérez qué odioso es
éste, pero tiene usted razón tampoco nos puede faltar, por supuesto “campanas”,
algún soniquete de villancicos y el más importante ¡el de los caramelos chocando
contra el suelo!, sí también ¡aquí está! Qué requetebién. Un abrazo señor Pérez
vamos a celebrarlo. Ay no, no, pare, pare animal, que nos hará caer, pare,
¡pare! Le dije un abrazo, solo un abrazo, y no que se meta entre la ropa, me
hace cosquillas, es usted imposible, venga salga, salga, salgaaaaa que nos
caemos, nos caeeeeemooos…
¡Usted perdone Doña Olvido! No queríamos
incordiarla… Qué genio, si apenas hemos rozado su tela. Está usted siempre tan ocupada,
a ocho manos venga a tejer y a tejer ¡cómo no incordiarla en algún momento! Pues
claro que lo comprendemos, hay ocasiones en que es usted tan necesaria... Respetándonos
todos, cada uno con su tarea, se puede vivir en paz. Si muchos de esos de allá
afuera que aporrean la puerta siguieran nuestro ejemplo, cuánto ganaríamos
todos. Nada mujer siga con su tarea que nosotros seguiremos con la nuestra.
¡Vaya se me cayó...! Que pena... Por hacer sitio a las huellas. Con la de
círculos que teníamos aquí en este barreño. Que lástima se perdieron la mayoría,
con lo concéntricos y transparentes que eran… Han salido rodando y salpicándolo
todo. ¿Qué se juega señor Pérez a que vuelven a aporrearnos la puerta? Seguro
que algún círculo ha escapado rodando, rodando y se ha colado por debajo de la
puerta. Y cómo no saben ni lo que ven, dirán que ya hemos vuelto a dejar algún
grifo abierto. ¿Lo ve? No falla. ¡¡Que
no es agua que son círculos!! Lo que decíamos: ¿Qué puedes esperar de la
gente que no sabe mirar? Pues es una tarea recogerlos: esperar que lleguen los
muchachos, esperar que jueguen a tirar piedras y sobre todo esquivarlas
mientras se recogen los círculos... ¡Malditos chavales! con esa mala educación
que tienen ahora. En cuánto nos ven, nos tiran las piedras a nosotros: ¡Viejo loco, cara moco! gritan los
desvergonzados. Jodíos críos qué puntería tienen, cómo aciertan a veces. ¡Ay
Señor Pérez que día más cansino nos espera mañana! Vienen las vacaciones y
termina el cole. Ha llovido pues ahí les tiene mañana tirando piedras para
hacer círculos en los charcos. Son críos, es lo que toca. Pero a ver, y
nosotros detrás, guardándolos para poder después prestárselos al pobrecillo a quién
no le salen bien, que no se convierta en el hazmerreir… Bueno ya parece que no
aporrean la puerta. Pero no nos engañemos: Por el momento. Volverán, son
incansables. Siempre buscan alguna excusa para volver: “Que si se nos ha caído
algo en el portal, que si lo hemos manchado, que si huele...” No ven más allá
de sus narices. Pero nosotros Señor Pérez aquí inmutables, como el faro contra
las mareas. Parece que ahora nos dejarán descansar. Estamos muertos de
cansancio. Los días previos hay siempre tanto que acarrear, tanto que preparar...
Y luego guárdalo con cuidadito para que no quite sitio al otro, mire usté lo
que ha pasado con las huellas, que hemos perdido algunos círculos. Y después de
ocuparnos de las cosas, ¡¡Viene ocuparse de las personas!! Lo peor. No podemos bajar
la guardia señor Perez, que esta historia ya no es como era...
Ahora empezando por la climatología, que ya ni nieva ni ná... ¡Con la de
granizos que hemos esquivado! Las panderetas y las zambombas resulta que están
muy vistas señor Pérez. Y los críos... los críos cada vez lo ponen más difícil.
¿Ha leído usted las cartas que escriben de unos años a acá? Unos juguetes que
no hay quién entienda, que te vuelves loco para encontrarlos, que cuestan un
dineral, qué pesan lo que nadie sabe. Y ¡que no se te olviden las pilas! sin
pilas, estás perdido. ¿Qué ha sido de esos juguetes artesanos? Manuales,
sencillitos... ¡Los de toda la vida! No había tanto catálogo, ni tanta
variedad, pero todo el mundo entendía de qué hablábamos. Una bicicleta, un
balón, una muñeca era una muñeca. Lo de toda la vida. Ahora ¡la Biblia en verso! Qué clase
de futuros adultos estamos educando… ¿Qué fue de aquello tan cursi de los
sentimientos y la ternura? Pues eso, Señor Pérez: algo muy, muy cursi. No, no mueva usted los bigotes con esa indiferencia,
que hay días que ya se está muy cansado. Porque esa es otra: ¡la de cosas que
piden! Antes veías en las cartas uno o dos regalitos, como mucho tres porque
egoistones, no nos vamos a engañar,
siempre hubo. Pero ahora... ahora escriben páginas y páginas. Y eso
cuando escriben... que la mayoría se coge éste o aquel catálogo y con poner una
cruz, lo tienen resuelto. Ya no es que no lean ¡es que no escriben! Ponen
cruces. Ay señor Pérez risa me da, risa por no llorar. ¿No los ha oído usted
nunca? Me lo pido, me lo pido, me lo pido... ese es el nuevo villancico. Por cierto, hay que revisar ese sonido,
apuntadlo. ¡Que no falte!
Un momento: ¿Qué es ese ruido? Pero no puede ser, si apenas ha dado
tiempo a preparar nada... ¡Ay Señor Pérez quítese de encima! ¡Pesado! ¡Ande
usté por ahí, a por algún diente perdido, leñe! Siempre correteando por encima
de todo. ¡Pero por Dios qué griterío hay ahí fuera! Ya toca ocuparnos de las
personas. Que sí, que ya vamos… ¿Pero qué escándalo es ese.? “YAAAA, QUE
YAAAA...” Bueno, vamos a tranquilizarnos. Sí, es cierto, no tenemos horario. Y
llegadas éstas épocas tan nostálgicas más. Pero háganse cargo, en algún momento
tenemos que ir a por mercancía, clasificarla, guardarla... A ver, sin
apelotonarse, por favor, por favor hagan fila. Pero ¿Cuántos son? Qué
barbaridad... A ver, por orden y despacito vayan pensando cada uno qué
perdieron el año pasado...
Bueno, bueno... Pues sí que empezamos hoy bien la jornada. No hace falta
ni que hable, sus ojos, su expresión, sus hombros, su andar, “su todo” señor
mío lo dice, sin necesidad de que diga ni una sola palabra. ¿Lo ha pensado
bien? ¿No hay solución? No hay cosa que nos moleste más que tener que pasarle
con la compañera... Mírela, mírela, cuando se pone así es insoportable. ¿No la
ve? ya se está frotando sus ocho patitas con gesto de: “Ya viene otro...” Vamos
a intentarlo, ande... A lo mejor entre todas estas cosas están sus recuerdos
más bonitos. Mire, mire, tenemos muchas palabras, hágame caso, las palabras
combinadas con las disculpas es un conjuntito que en cualquier época siempre
resulta... No, ya lo ha intentado. ¿Lágrimas? A veces las lágrimas (no siempre,
es verdad, bueno casi nunca, es cierto) Pero a veces... a veces, un poquito de
voluntad y unas lagrimitas... Tenemos unos frascos llenos de ellas... Tampoco.
Pues no deja usted recursos... Si está tan convencido de que no hay nada ya que
hacer... Pues nada pase por allí, que le atenderá mi compañera, acérquese a
aquel rincón que está deseando, ya la ve, deseandito está de tomarle medidas...
No se preocupe tiene telarañas suficientes para todos sus malos recuerdos y los
de todos estos señores si lo necesitan... Claro que sí hombre, tendrá tantos
metros de olvido cómo necesite.
El siguiente... ¿Sombras? Creo que al final del verano pasado recogimos
alguna, no sabemos si era despistada o espabilada, pero allí estaba, durmiendo
entre las tumbonas. Un momentito, que a lo mejor en aquel rincón de allá, acurrucada,
nos queda alguna y encuentra usted la suya. No le importa que esté arrugada
¿verdad? De aquí a la primavera se le estira. ¡Vaya! usted todo lo contrario del primer
caballero. Dese una vuelta por la tienda que recuerdos de infancia tenemos
muchos... Allí tiene palitos que fueron de algodón dulce, más allá tenemos
montones de “guas”... No quiero ni acordarme del día que los trajimos cómo se
pusieron los vecinos con que había tierra en el portal. No saben mirar, no
tienen ni idea... ¡Claro! Círculos en el agua acabamos de traer, están
recientitos...
Pero por favor, guarden silencio, por favor, que los vecinos... Cada dos
por tres los tenemos en la puerta llamándonos la atención. Ya saben, esas
personas grises que no saben mirar, que no soportan que los demás sueñen, o
sean felices... Ven, ya están ahí. “¿Pero
de qué suciedad y qué ratones hablan? ¡¡Pues llamen a los Servicios Sociales o
a quiénes quieran!!” ¿Ven lo que les decimos? No ven las huellas solo
ven montones de arena, ni los círculos solo ven agua, no ven los guas, ni las
sombras… No ven los metros de olvido tan necesarios para seguir adelante, solo
ven telas y telas de arañas. “¡Aquí no
hay ningún ratón!” ¡Por no ver, ni tan siquiera ven al señor Pérez! ¡Por favor váyanse de aquí, déjennos vivir la
Navidad. Hay magia en todas partes ¿No se dan cuenta? Solo hay que saber mirar.
Saber mirar leñe…”
©Rocío díaz gómez
Enhorabuena, Rocío.
ResponderEliminarEste relato tan poético y mágico se merecía le premio.
Un beso grande y seguiremos mirando la magia.
Javier