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miércoles, 9 de junio de 2021

La vida

 

 


Hubo un tiempo que yo vestía minifalda y posaba rodeada de hombres.

Entonces no me acomplejaba nada, ni enseñar las piernas, ni ser de piel blanca, ni albergar otras rarezas que crecieron conmigo. 

Con mi pelo rizado recogido en lo alto de mi cabeza, y mi pierna doblada cual modelo, sonreía a cámara, acurrucada entre varones.

Bendita aquella versión mínima de mí.

Benditos recuerdos. 

Y lo que daría yo por tener más de aquella época. 

Atesoro un puñado de olores, algunas escenas congeladas en el tiempo, como si ya estuvieran pegadas en un álbum, retazos de voces, de conversaciones y, revoloteando, la sensación plena y cálida de haber sido feliz. 

Quizá deba ser así. 

Quiza los recuerdos deban volverse tan borrosos como las fotos antiguas. 

Intactos los nombres y los lazos, intacta la sensación de protección, como si aún los tuviera a todos rodeándome, como si aún ella pudiera hacernos la foto, solo queda:

seguir sonriendo a cámara.


@Rocío Díaz Gómez

3 comentarios:

  1. Precioso, Rocío, amiga. Sigamos mirando a la cámara!

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  2. Tierno y sencillo....emocionante, gracias Rocío, sigamos mirando ....

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  3. Muchas gracias amigos. Efectivamente no nos queda otra: echarse a la espalda las tristezas, la cabeza alta, y con los ojos bien abiertos por el mundo (como decía mi madre) seguir sonriendo a cámara.
    Un beso grande a cada uno,
    Rocío

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