En la reseña de los grandes momentos literarios de este año, me queda dejar memoria del último premio que me han dado.
Ha sido en este mes de diciembre del año 2016. Se trata del 2º Premio de Cartas de Amor en el XXI Certamen de Covibar de Cartas de Amor de Rivas Vaciamadrid, y ha sido con una carta a la que yo tengo mucho aprecio: "Bajo la bonanza del anticiclón". Por eso tenía ilusión por compartirlo.
XXI Certamen de Covibar de Cartas de Amor
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Primer premio al trabajo “Señora” de Álvaro Martín García.
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Segundo premio al trabajo “Bajo la bonanza del anticiclón”, de Rocío Díaz Gómez.
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Tercer premio al trabajo “En la sala 27”, de Nazaret Romero González.
La entrega de premios fue el pasado martes 20 de diciembre y no pude asistir porque me había comprometido con la presentación del poemario de Javier Díaz Gil, así que me lo recogió mi hermano Alberto.
Quería compartir también la carta premiada con vosotros. Y por supuesto dedicársela a las personas que quiero de la AEMET.
Aquí la tenéis.
Bajo
la bonanza del anticiclón
La
piedra de enamoramiento de mayor tamaño recogida hasta la actualidad en mi vida
sentimental cayó un primero de julio de 2005 en mi localidad, en mi habitación
y en las aguas cálidas de mis propias sábanas. No hay lugar más exótico que el
cotidiano, ni más cercano que esta cama mía, que siento nuestra.
Aunque
la velocidad con que impactan los enamoramientos en las personas dependen de su
tamaño, el enamoramiento al caer se ve impulsado por fuertes corrientes de aire
descendente, procedentes del olor de una piel, de su tacto y su temperatura, procedentes
también de una boca y su voz, de su humedad y su tibieza, de tal forma que
podemos multiplicar los grados por dos, de ahí su alta peligrosidad. Cómo decirte
que en aquella ocasión sus dimensiones fueron tales en diámetro y
circunferencia que aún no me he recuperado.
Nuestro
tornado se formó por la rotación violenta de nuestros cuerpos descolgándose
desde la nube en la que llevábamos instalados unos meses, quizás años, al calor
del trato diario y las confidencias. Nuestro tornado en su parte más estrecha
alcanzó el suelo, fue desplazándose y nos llevó, siempre intentando no provocar
grandes destrozos a nuestro paso, hasta donde nos encontramos ahora.
Muchas
veces me he preguntado en qué lista de huracanes, de esas que elabora la
Organización Meteorológica Sentimental, alternando nombres de hombre y de
mujer, y por orden alfabético, estamos nosotros. De lo que no me cabe la menor duda,
es de que si nos vemos envueltos en una pertinaz sequía de encuentros, en
nuestros días sopla más el levante que el poniente, por mucho que digan que aproximadamente
soplan el mismo tiempo. Si estamos separados, el levante es más impetuoso y
alcanza rachas de muchos días llegando incluso hasta la ciclogénesis explosiva.
No
exagero, cada vez que te alejas he podido anticipar el sonido de los truenos
después de ver rayos en el horizonte de nuestras palabras y nuestros gestos.
Por definición una ciclogénesis puede calificarse de explosiva siempre y cuando
la presión afectiva en el centro del corazón implicado disminuya drásticamente.
El resultado es la formación en poco tiempo de una profunda borrasca en los
sentimientos, lo que siempre lleva asociado un fuerte temporal de emociones y
precipitaciones destacadas en los ojos. En los tuyos y en los míos. Porque cuando
la humedad relativa de tus ojos alcanza el 100%, por simbiosis, me empapa
entero a mí, cubriendo tanto mi tierra que tiemblo de frío y nada temo más que
de nuestras bocas al juntarse solo salga vaho,
un gélido vaho, que no podría soportar.
En
mi corazón solo cabe una certeza: He aprendido a resguardarme de todas las
galernas en el cielo de tu boca.
Porque,
pasen los días que pasen, si me acerco a ti sigo impregnándome de ese conocido
olor a tierra mojada que solo tu piel sabe exhalar. Y nada siento que me temple
más que su temperatura suave, que no es lo suficientemente baja como para darme
frío ni lo suficientemente alta como para darme excesivo calor. Cuando tu piel
y la mía aciertan a encontrarse en este océano complicado de los días, el aire
cálido que nos envuelve, se torna más ligero y disminuye mi densidad y tiende a
ascenderme de manera natural en pura flotabilidad.
Dejemos
pues querida, como aquel lejano día que en las aguas cálidas de mis propias
sábanas acertó a caernos este enamoramiento, que el anticiclón nos encuentre
siempre lo más cerca posible al uno del otro, que nos abrace y nos mantenga
unidos impidiendo el paso de todas las borrascas. Bajo la bonanza del
anticiclón alcanzaremos las temperaturas más altas. Dejemos que la humedad
relativa del aire alcance el 100% de encanto, se sature de vapor de deseo y
comiencen a formarse minúsculas gotitas. No me preguntes de qué, lo realmente
importante es que tu olor y mi calor actuarán, no tengo la menor duda, como
núcleos de condensación de la pasión. Está pasión que nos acuna a golpes de
calor. Esta pasión marítima que nos salva de la monotonía y la rutina.
En
mi corazón solo cabe una certeza: He aprendido a resguardarme de todas las
galernas en el cielo de tu boca. Y es ahí donde quiero seguir.
Tu
hombre del tiempo.
©Rocío Díaz Gómez
Hola les dejo estas cartas de amor
ResponderEliminarHola Rocio soy Mari Jose la mama de Ana, cuanto tiempo verdad, bueno pues de ahora en adelante prometo seguirte mas a menudo. Que bonita la carta de amor, me ha gustado leerla y el final mucho mas. No me extraña que la hayan premiado, me alegro un montón. Besitos
ResponderEliminarMuchísimas gracias María José. Me alegro mucho de volver a leerte por aquí. Y ya sabes, cuando quieras aquí estamos mi blog y yo. Un beso grande, Rocío
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