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jueves, 21 de junio de 2018

"Ellas viajaron solas: las inspiradoras historias de ocho mujeres de armas tomar" Artículo de Bruno Nicoli en la revista Traveler





Quería compartir con vosotros un artículo de una revista muy interesante, de viajes, la revista Traveler Conde Nast.

En este caso os traigo uno sobre mujeres que viajaron solas en tiempos en los que ninguna lo hacía. Mujeres valientes que rompían las normas de su época.








Ellas viajaron solas: las inspiradoras historias de ocho mujeres de armas tomar

Ocho mujeres que no necesitaron a nadie para partir en busca de aventuras


Tiempo de lectura 6 minutos
Viajaron solas. Eso no quiere decir que lo hiciesen sin sirvientes (había baúles, muchos baúles), sino sin marido, o esposo, o amante; es decir, sin un hombre que actuase como interlocutor frente a un entorno ajeno, que tomase decisiones sobre estancias, itinerarios, medios de transporte y que, por supuesto, pagase las facturas.
Aún hoy no es fácil para una mujer viajar en solitario a ciertos destinos. Miradas, gestos y actitudes generan una vulnerabilidad que puede llevar a la huida, al rechazo o al bloqueo. Pero la inquietud y la búsqueda vencen. También era así entonces.

Gertrude Bell
En la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX los medios de transporte habían avanzado lo suficiente para garantizar una comunicación fluida con las colonias y, en consecuencia, facilitar el viaje a los espíritus inquietos.
Exploradores, cartógrafos, comerciantes y científicos recorrían territorios cuyos caminos, lenguas y costumbres desconocían. De retorno a la metrópoli, publicaban sus hallazgos en sociedades que, en ocasiones, habían financiado su misión.
Las mujeres les esperaban en casa. Si viajaban, lo hacían bajo el epígrafe de esposa o misionera. La exploración en solitario, justificada o no desde lo científico, era para ellas un acto de afirmación de la libertad que les era negada en su entorno inmediato.
Las que lo hacían emprendían el viaje como imperativo personal, sin el apoyo que las instituciones geográficas ofrecían a sus colegas masculinos. Todas ellas compartieron un espíritu transgresor, la reivindicación de su autonomía y una abrumadora capacidad para romper las normas.
Mujeres en bici
GERTRUDE BELL
Era fabulosamente rica, y eso siempre ha supuesto una gran ayuda para lanzarse al mundo. Hija de un magnate inglés del metal, en sus viajes por Oriente Medio nunca abandonó su vajilla de porcelana, su guardarropa ni su bañera portátil.
Fue arqueóloga, arabista y escritora. Su relación con los jeques de las tribus locales la situó en una posición privilegiada para la Oficina Árabe inglesa de El Cairo, para la que colaboró como espía en la Primera Guerra Mundial.
Su misión más controvertida fue fijar las fronteras de Irak; labor que ya entonces se reveló amarga.
Gertrude Bell
ISABELLA BIRD
La mala salud llevó a Isabella Bird a viajar. Un cuadro nervioso indefinido la impulsó hacia el deporte y el aire libre. Como remedio de sus males, en 1872 su familia la animó a recorrer a Australia, Hawái y Estados Unidos.
En Colorado escribió Vida de una dama en las montañas Rocosas, donde describe su relación con el forajido Rocky Mountain Jim: un hombre del que cualquier mujer se enamoraría, pero con el que ninguna se casaría.
A su vuelta a Inglaterra se unió sin excesivo entusiasmo a un cirujano que murió poco después, lo que le permitió iniciar un periplo misionero por India, Persia, Kurdistán y Turquía.

Isabella Bird
NELLY BLY
Nelly Bly comenzó su carrera haciéndose pasar por loca para escribir una crónica gonzo sobre el manicomio de Blackwell’s Island, en Nueva York, pero su consagración llegaría con el reto a la novela La vuelta al mundo en ochenta días.
Nelly consideraba que podía mejorar la marca de Julio Verne. Partió en solitario desde Manhattan con una pequeña maleta y un abrigo.
Navegó a Inglaterra y cruzó a Francia, donde visitó a Verne; desde Bríndisi atravesó el canal de Suez con escalas en Ceilán, Singapur y Japón, y llegó a Nueva Jersey el 25 de enero de 1890, 72 días tras su partida.
Nelly Bly
ALEXANDRA DAVID-NÉEL
La juventud de Alexandra David-Néel estuvo salpicada de experiencias místicas. Anarquista militante, cantante lírica y pianista consagrada, emprendió una personal peregrinación al Himalaya tras la disolución amistosa de su matrimonio.
Desde la India viajó a Sikkim en 1912, donde inició su aprendizaje como discípula de un lama con poderes paranormales.
Junto al joven Yongden, tres sirvientes y siete mulas atravesó el Tíbet con el rostro tiznado de negro y coletas de pelo de yak. Fue la primera mujer occidental en alcanzar la ciudad Lhasa, prohibida a los extranjeros.
Su conocimiento del tibetano le permitió acceder a manuscritos y maestros que la introdujeron a prácticas esotéricas como el tummo, o generación de calor interno, la levitación y la telepatía.
Alexandra David-Néel
MAY FRENCH SHELDON
May French Sheldon, hija de plantadores sureños, se preguntó por qué no podía una mujer organizar una expedición a África.
La oposición social la reafirmó en su propósito y, en 1891, con el apoyo de su marido, embarcó a Mombasa. Allí logró hacerse con los 150 porteadores necesarios para transportar un aparatoso equipaje que incluía una bañera de zinc.
Como afirma en su obra De sultán a sultán, la exploradora creía en la dignidad y la capacidad intelectual de los nativos, por lo que favorecía el diálogo y el intercambio en forma de regalos.
Se presentaba ante los jefes masai con una peluca blanca, un vestido de pedrería y un sable. Funcionó. Bibi Bwana, la reina blanca, circunvaló el lago Chala, a los pies del Kilimanjaro, en un palanquín de mimbre.
May French Sheldon
MARY KINGSLEY
Los nativos llamaban a Mary Kingsley only me porque siempre viajaba sola, sin sirvientes, con una bolsa de té, un cepillo de dientes, un peine y una almohada.
Su inquietud era etnográfica. La lectura alimentó un interés que floreció cuando sus padres, un médico londinense y una cocinera de clase media, fallecieron en 1892. Tras una escala en las Islas Canarias se internó en Sierra Leona, Luanda y Angola.
Su formación como enfermera le permitió a ayudar a las poblaciones locales y conocer sus costumbres. Cazó antílopes con los caníbales fang, que utilizaban perros con cascabeles, y sumergió su atuendo victoriano en ciénagas saturadas de sanguijuelas en busca de ejemplares de peces que llevaría, en formol, al Museo Británico.
Mary Kingsley
ANNIE LONDONDERRY
Annie Londonderry se podría considerar la primera viajera con sponsor: Londonderry Lithia, un refresco mineral que le ofreció cambiar su nombre por el de su marca. Un cartel de su patrocinador colgaba de la parte trasera de la bicicleta con la que daría la vuelta al mundo.
Un hombre ya lo había hecho en 1887, pero un grupo de notables bostonianos apostaron a que una mujer no sería capaz de lograrlo. El plazo eran quince meses y ofrecían 10.000 dólares.
Annie partió en junio de 1894. El contrato no indicaba los kilómetros que tenía que pedalear, de modo que recorrió una gran parte del trayecto embarcada.
Visitó Alejandría, Colombo, Singapur, Saigón, Hong Kong, Shanghái, Nagasaki, Kobe. Cruzó gran parte de Estados Unidos sobre dos ruedas. En Iowa, cerca de su destino, chocó contra una piara y se rompió la muñeca, por lo que llegó escayolada a recoger su premio.
Annie Londonderry
EMILIA SERRANO DE WILSON
La familia granadina de Emilia Serrano de Wilson se había trasladado a París siguiendo a la reina María Cristina en el exilio. Su círculo, que incluía a Lamartine, Francisco Martínez de la Rosa y Alejandro Dumas, fomentó su afición por la literatura.
Cuando enviudó del barón Wilson sin descendencia enfocó su atención sobre América. Leyó a Colón, a Bartolomé de las Casas, a Humboldt y, en 1865, emprendió un viaje por Cuba y Puerto Rico.
Ese sería el germen de América y sus mujeres, una obra que creció a medida que recorría el continente. En sus páginas relata sus encuentros con políticos y campesinos, pero sobre todo con literatas militantes como Juana Manuela Gorriti en Argentina, la peruana Clorinda Matto de Turner o Soledad Acosta de Samper en Colombia. Mujeres activistas y conservadoras; el feminismo llegaría más tarde.
Emilia Serrano de Wilson

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