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viernes, 10 de enero de 2025

"Pescado" de Aureliano Cañadas

 


Hoy me acordé de aquel poema de Aure (Aureliano Cañadas 1936-2024), aquel que siempre le dije que me conmovía, que me calaba muy dentro por su sencillez, por su profundidad, por su ese diminutivo "despacito" que se te va clavando como un eco que no deja de martillearte el corazón mientras se alejan los poquísimos versos.

Se titula "Pescado" y en está su poemario "Doble vida".

Y después de rememorar el poema ya no logré detener ese tropel de recuerdos, envueltos en su voz suave, que llevo semanas evitando: 

Cuando me dijo "Niña hoy te voy a laurear como te mereces" y me trajo aquella maceta con un laurel pequeñito recién plantado. Cuando al principio solo venía para los recitales de fin de curso para participar casi el último y le temblaban la voz y los papeles. Esa forma suya de entrar cada miércoles a la tertulia despacio, en silencio, abrigadito, con su media sonrisa y su carpeta llena de papeles. Cuando me enviaba sus poemas por guasap, y me decía a continuación las correcciones y por qué era así o asá. El jaleo ese que tenía con su fecha de nacimiento. Cuando tomaba la palabra para liarnos en otra aventura con sus ideas para hacer exposiciones o libros. Cuando nos regalaba sus cuadros de flores secas que iba trayendo a poquitos cada vez a un compañero. Cuando esperaba con José Antonio las magdalenas de las 6 en época de pandemia. Cuando hablaba de asonancias y dragones, de traducciones y gorriones. Cuando siempre me decía a solas: "Niña tú tienes que publicar, pero ya, ya tenías que haberlo hecho hace mucho. Venga . Me voy corriendo."

Y se ha ido. Mi blog tiene varias entradas dedicadas ya a los poemas de Aureliano Cañadas, no necesitaba que me faltara para dedicarle el espacio que merecía. Aure fue mi cómplice muchas veces en las letras, me pedía opinión, valoraba mi juicio, y su poesía la sentí siempre certera, elaborada y de verdad. Pero tras su poema, tras los recuerdos, hoy volví a pensar que tenía que escribir una entrada, otra, aunque en el fondo sabía que por el hueco que nos ha dejado se me iban a caer las palabras, las frases, los poemas y tantas ocasiones compartidas. Y así no, así no debía escribir sobre Aure, con tristeza no, porque él era quién nos empujaba, quién nos animaba tanto a pelear por y con la literatura. 

Por eso nada más quería contaros que hoy me acordé de aquel poema de Aure:


PESCADO

Y me enganchó la boca

con el terrible anzuelo de su boca,

me arrastró hasta la luz del sol, el aire,

y me dejó morir sobre la arena,

                                                  despacito. 


Aureliano Cañadas. Poeta. (Almería 1936 - Madrid 2024)

domingo, 5 de enero de 2025

5 de enero. La noche de los sueños

 

¿Y tú con que sueñas?



No hay noche que sume más sueños. No hay noche en la que todos los soñemos a la vez. 

Ojalá todos pudieran ser cumplidos, ojalá a todos nos hicieran caso y nos volviéramos felices a un mismo tiempo. No habría diferencias entre nosotros. El mundo sería otro, uno a estrenar.


Ya los hemos visto llegar, ya hemos celebrado con villancicos, risas y caramelos que entraron en el barrio. Les espera una larga noche yendo casa por casa, ojalá que la lluvia otra vez les preste unas horas de bonanza, como hizo con nosotros mientras les recibíamos. Aunque, pensándolo bien, no tenemos que preocuparnos, si son mágicos seguro que la lluvia no les moja. 

Eso conté a la niña de las fotos en cuánto volví a casa. Juntas hemos acercado lo más posible a los Reyes al niño y juntas nos hemos puesto el pijama, mientras no dejábamos de conversar de lo larga y chula que ha sido la cabalgata. He visto otra vez sus ojos brillantes, su sonrisa tímida y le he ofrecido un vaso de leche caliente con un pedazo enorme de roscón. Su sonrisa se ha estirado desde las comisuras hasta límites insospechados. ¿Hasta la estrella de Belén?

Me he prometido que cuidaré de ella hasta el fin de mis días. Que no la perderé de vista, que viviré a través de sus ojos cada Navidad. Con la misma ilusión y esas ganas de ver solo el lado bueno de la vida.

Mientras mojaba en el vaso de leche no he podido evitar preguntarle:

"No hay noche más bonita que la de hoy. ¿Verdad? La del 5 enero. ¿A que sí?"

Y ella, con la boca llenita de roscón, me ha sonreído, ha asentido varias veces, y cuando por fin ha podido tragar todo cuánto tenía en la boca, me ha contestado: "¡Pues claro!" 

Y ha seguido zampando roscón tan tranquila. Aunque, seguramente, también pensando: "¿Por qué me preguntas lo que ya sabes?"















jueves, 26 de diciembre de 2024

Los días llenos

 


Los días de Navidad son días llenos. 

Llenos de presencias, reencuentros, risas y regalos. 

Pero en los días llenos se advierten más los huecos, las ausencias, el eco de aquella voz y su olor.


Los días de navidad son días de fabricar recuerdos, de hacer biografía, de brindar y abrazar.

Días tramposos. Días de brillos y adornos de quita y pon. 

Días que permites, con alegría, que te pongan la zancadilla el tiempo y la nostalgia. 


Los días que más nos arropamos, por fuera y dentro, son días de intemperie. 

Días al sereno que cuánto destemplan. 


Qué cuento tan bien escrito el de la Navidad. 






jueves, 19 de diciembre de 2024

"Darse la mano. Escultura y color en el Siglo de Oro" Exposición temporal en el Museo del Prado

 



Nos volvimos a ver, qué bueno, y aprovechamos para ir a ver una de las exposiciones temporales del Museo del Prado. Nos lo habíais dicho: "Cuando quedemos, nos vemos una de las expos del Prado, que para eso somos Amigos del Museo" ¿Y quién dice que "no" a volver a ver "El Jardín de las Delicias" o "Las Meninas" o "La familia de Carlos IV"? Sería un pecado. 

Tal y como esperábamos, el sábado por la mañana el Prado estaba bien concurrido. Pero no importaba. Total no éramos más que cuatro cuerpos más, y si nos quedábamos con ganas ya volveríamos, que hasta marzo continuaba la expo. 

"Darse la mano. Escultura y color en el Siglo de Oro", una exposición para poner de relieve lo bien que empastaban ambas artes, lo que mejoraba el resultado con la escultura policromada. La creación artística del Siglo de Oro. 

Siete secciones dispuestas en forma de cuadrado que fuimos recorriendo una a una: 1. Dioses y hombres y bulto y de colores, 2. Escultura para la persuasión, 3. Artífices y mediadores divinos y humanos, 4. Volumen y policromía, 5. negro de luto en un juego de espejos, 6. Escultura, teatro y procesión y 7. El círculo cerrado: de la traza al trampantojo a lo divino. 

Nos lo tomamos con tranquilidad, paseábamos la exposición con calma, mientras conversábamos. "Igualito, que el Arqueológico de Corfú ¿verdad? Si estábamos casi solos...", "¡Y cómo llovía aquella tarde...!", "Además que sí, y luego viendo el cementerio británico todo embarrado...". Qué tarde más provechosa e inolvidable en Corfú. Y qué mañana de reencuentro tan agradable en el Prado. 

El Cristo de las Penas me impactó. Esa espalda cuajada de heridas de pronto ahí. Qué importante el color en la escultura. Después, los Cristos de Gregorio Fernández, el yacente, con esos dientes... Y Berruguete. Y Luisa Roldán o La Roldana, la primera escultora española, que también estaba allí. Me acordé de cuando leí la primera vez sobre ella: ¿Fue en el libro de Carlos del Amor? Ahora dudo... Pero la habíamos visto no hace tanto en la Galería de las Colecciones Reales con el Arcángel San Miguel venciendo al demonio. Dicen que al Arcángel le creó con su cara y al demonio con la de su marido. Pero vete tú a saber... También estaba un San Juan Bautista de Juan de Mesa, maestro de la escultura barroca. Vimos tantas esculturas barrocas bien chulas... ¡Y acuérdate de que estaba el cuadro de la Virgen de la Soledad! ¿Y quién dijo que ¡Mira está mi cuadro!? Las esculturas que solo tenían parte de delante porque iban colgadas en los retablos, los pasos procesionales, las esculturas de madera, el Museo de Corfú y el de Valladolid. 

Después hicimos el recorrido acostumbrado por lo que más nos gusta del Prado: El Jardín de las Delicias, etc, etc. Y por supuesto, había que detenerse en el cuadro Juana la Loca, de Francisco Pradilla, menuda historia, ahora rodeado de un grupo a quién se lo estaba explicando una guía de forma más que pormenorizada.

No nos faltó detalle para que la mañana fuera completa. 

Después, como siempre fuimos a comer. Qué casualidad que yo hubiera comido ahí tantas veces durante la pandemia. Otra vida, parecía. Madrid, a veces, es tan pequeño que asusta. Y luego nuestro café, por supuesto, donde mojamos otra de nuestras largas e interesantes conversaciones. 

Qué gusto volver a veros, de verdad, que agradable estar turisteando de lujo por Madrid, poniéndonos al día. En cuánto pase la Navidad, repetimos, y esta vez que no pasen tantos meses ¿vale? ¿Prometido? Prometido. 








domingo, 8 de diciembre de 2024

Mis piratas

 


Ya de muy niños, mis piratas comenzaban a surcar sus vidas encarándolas con un ánimo muy distinto.

El mayor, el moreno, nació el más atrevido, el más intrépido de los tres. De pequeño nadaba el más rápido y no ha parado de moverse, atesorando méritos y experiencias, para trazarse recto su camino, el que va desde aquella espada hasta pilotar su propio navío. Mi valiente y autónomo niño mayor. 

El del medio, el rubio, nació como su padre y, plácido, hace malabares con los silencios hasta que le da por contar y contar. Sigue siendo el más callado, el que mastica y se traga los sinsabores con aparente, solo aparente, estoicismo. Nos lo secuestraron las pantallas y siguen pidiéndonos un rescate por soltarlo. 

Y al pequeño todavía puedo verlo llegando a casa siempre con muñequitos en las manos y una sonrisa  pegada en su carita. El más sociable de los tres, echaba a caminar por la arena de la playa y tan campante se iba y se iba y se iba, y como no estuvieras atento le veías ya como un punto en el infinito. Un punto ufano y feliz.

Solo se llevan un año y siguen siendo tan diferentes como eran. Treinta años después me conmueve ver como han crecido, las compinches que buscaron, el destino al que, seguros, van encaminándose buscando su sitio. Mis piratas siempre me hacen sonreír.

A media tarde me llegó un guasap: "Tía estoy jugando a las categorías y me acuerdo mucho de ti". Me ha regalado una carcajada. No es fácil tener una tía tan pesada como yo con las palabras. Si yo lo comprendo. "Estas navidades jugamos" decía el siguiente. Porque ¿A qué quiero yo jugar siempre en las reuniones familiares? Y al leer sus guasap, he engordado tanto, tanto, tanto que he tenido que sacar un brazo por la ventana, otro por la puerta de la cocina y la cabeza por la chimenea de mi edificio. 




jueves, 5 de diciembre de 2024

Madrid comenzando diciembre

 



Los adornos de Navidad hipnotizan como hacía Kaa, la serpiente del Libro de la Selva, con Mowgly. Siempre recuerdo aquella viñeta en la que se veía como la serpiente iba enrollándose cada vez más y más y más en torno al niño, al que se veía ya con los ojos redondos y una sonrisa tonta, mirando embelesado al animal cada vez más apretado. 

Me temo que así, así mismo, con esos ojos y esa sonrisa pero cada vez más estrujados, van a estar los que caminen por el centro de Madrid este fin de semana. 

A simple vista quizá parezca más vistosa la ciudad con sus luces de colores y su bullicio. Y no voy a negar yo que están bonitas las calles vestidas de Navidad, algunas incluso diría que preciosas, soy la primera a la que encantan los adornos navideños salpicando Madrid. 

Y cierto es también que esos mismos adornos apagados no te hipnotizan ni tan siquiera la mitad que encendidos. Sin embargo transmiten esa suerte de ternura que te contagia lo frágil y efímero. 

Me gusta mucho Madrid iluminado, muchísimo. 

Pero siento debilidad por esa ciudad recién decorada que lucirá brillante por la noche, esa misma que recién levantada y legañosa, desenrolla a mis pies calles transitables, luces amables y rincones apacibles. 

Me gusta su aire cada vez más fresco, su cielo anaranjado, esa gente que me cruzo, que va deprisa como yo, cargada con la tartera, la mochila, y cada vez más prendas de abrigo, pero no pierde el paso.

Me gusta esta ciudad que no solo va preparándose para la Navidad sino para una nueva jornada, esa que me da los buenos días, mucho más solitaria y nuestra, esa tan, tan viva. 


 








jueves, 28 de noviembre de 2024

Hoy es el cumple de mi hermano pequeño

 



Cuando consideraron que yo ya era mayor para llevar chupete, en cuánto mi madre se descuidaba, salía disparada a donde estaba el hermano que venía detrás de mí, ese suertudo que aún tenía derecho a tan preciado bien y, con artes intimidatorias de hermana mayor, se lo quitaba día sí, día también, para metérmelo en mi boca. 

Con el tiempo se aseguraría la revancha.

Éramos entonces cuatro hermanos y dormíamos de dos en dos. Con mi hermano pequeño (que no el más pequeño que llegaría muchos años después)  no solo compartí habitación sino también una cama de aquellas que llamaban "nido", hasta que tuve diez años y la vida nos dejó a la intemperie. Pero esa es otra historia. 

Hasta mis diez, teníamos una buena vida y yo me iba siempre antes a nuestra cama a leer, un placer entonces recién descubierto, hasta que él me interrumpía todas las noches cuando mi madre le traía dormido y le acostaba a mi lado. "¡Eh, sin salirte de tu mitad!" me veo diciéndole en susurros. Al principio llegaba en brazos, luego venía caminando, pasillo adelante, con los ojos igual de cerrados mientras mi madre le iba empujando suavemente por los hombros. Siempre se dormía viendo la tele en el sofá. Siempre el tostón de acostarle cuando yo estaba ya concentrada en mi novela. Quizá ¿Se estaba vengando por lo del chupete?

Hoy es el cumple de mi hermano pequeño. 

El que salió más parecido a mi madre, el que era rubio y vivió más tiempo conmigo en casa, el que me lleva con sus amigos y de concierto. El que comenzó cuidando a los abuelitos del barrio en la prestación social y no ha dejado de cuidar a los que le rodean ya toda su vida. Con el que comparto más intereses culturales pero al que últimamente la ingrata vida le ha quitado mucho más que el chupete. 

Feliz cumple hermano, muuuuchas felicidades, que todos los dioses te compensen con ración doble, triple o hasta el infinito de días felices. 

Te los mereces todos.

28 de noviembre.

sábado, 9 de noviembre de 2024

Noviembre, las hojas y los adornos de navidad

 


Andan inquietas las hojas a punto de desprenderse de su árbol. Andan quisquillosas las que cayeron ya. "Alguien tendría que poner orden" protestan. "No hay derecho" se quejan. Pero lo hacen con un lenguaje crujiente que no entendemos. No es para menos. Es su momento de gloria y han venido a usurpárselo. 

Noviembre nos las regalaba vestidas de mil verdes hasta alcanzar ese tono ocre que las empujaba a buscar el suelo. Vistosas y presumidas, sabedoras de la atención que encontraban en nosotros procuraban deslizarse con elegancia, contoneándose a la primera ráfaga de viento, dejándose llevar... Bailando, abrazadas al aire, su milenaria danza de otoño justo antes de posarse sobre las aceras. 

 En ningún otro tiempo nos tenían tan cautivos de su belleza. Noviembre era suyo y lo sabían.

Pero de la noche a la mañana se llenó Madrid de adornos de navidad. Nos despertábamos y cada día nos tropezábamos con alguno más. Una enorme bola, unos árboles distintos, miles de adornos raros colgando sobre los semáforos y el pavimento. Sin pretenderlo, se nos iban los ojos tras ellos, sin querer los mirábamos con atención. Unos camellos, una estrella, más árboles de colores. ¿Y mañana que encontraremos? Decíamos pisando las hojas sin apenas mirarlas. 

Tristes e ignoradas, las hojas se encogían viendo cómo nos alejábamos sin reparar en su belleza. "¡Ellos son de diciembre! ¿No os dais cuenta? Ahora es nuestro tiempo, aquí, ahora, noviembre somos nosotras. Luego no estaremos. ¡Volved! Todavía no habéis entendido que ¡No hay cielo ni suelo como el de Noviembre en Madrid! Esas luces son de mentira pero nosotras somos verdad..." y suspiraban. Impotentes, tristes, resignadas, suspiraban.

Pobres hojas. ¿Quién les quitó su mes de gloria?





sábado, 2 de noviembre de 2024

Vivir. 2 de noviembre




Quizá debería escribir de cementerios, el 2 de noviembre invita a epitafios. Escribir sobre lugares empapados de calma y silencio que visité demasiado siendo niña pero que, contra todo pronóstico, aprendí a admirar según crecía y no pierdo oportunidad de conocer si tropiezo con ellos.

Quizá debería escribir de epitafios, no te digo yo que no, pero sin embargo, este 2 de noviembre se me antoja de bienvenidas.
Bienvenidas a la vida.

Vivir para sobrevivir a las desgracias que no podemos evitar pero que debemos pelear. 
Vivir para compartir con la familia y los amigos. 
Vivir para sentarnos juntos, probar de todos los platos, reírnos de nosotros y de este mundo que nos une y desune a su capricho. 
Convivir. Vivir. 
Vivir para decir GRACIAS a quienes nos piensan y abrazan.

Vivir para gastar la vida antes de que ella nos gaste a nosotros.
No hay vida más valiosa que la vida celebrada. 





jueves, 31 de octubre de 2024

Jaloguin

 


Dejadme que me recree en las fotos malas, borrosas, las que debería suprimir. Dejadme que piense ¡qué desastre! si casi me sale el dedo, y en cambio tú, por favor, si casi ni sales. Dejadme que de tan cerca me vea más gorda, con papada y los ojos medio cerrados. Mientras vosotras movidas, alocadas, no sabéis si salir en la foto o huyendo. Dejadme que, una vez más, mire al cielo diciéndome con hastío: ¡Rocío, tía, pero qué mal te salen los selfies!

Pero dejadme también que esta noche celebre que, con las velas, se volvieron bruma amarilla las arrugas y los granos. Dejadme que me ría de las ganas de que saliéramos bien a pesar de la poca luz y las inconveniencias varias. Dejadme que abra nuestras puertas de par en par para que huyan el cansancio y los agobios, las malas noches y groseras contestaciones. Permitidme que rebusque en nuestro interior a esos espíritus nuestros, juguetones, ruidosos y risueños, que a buen seguro aún nos habitan. Que les anime a abandonar nuestra cáscara formal de diario y les empuje a divertirse tanto que nos vuelvan aún más borrosas, mucho más, gracias a tal ataque de carcajadas que nos duela la tripa y la cara de ser unas feas tan felices.

Dejadme, venga, que dicen que es jalogüin.





martes, 8 de octubre de 2024

8 de octubre, otra vez.

 



Todavía no soy capaz de leer todas las cuartillas que escribió mi madre cuando aprendió de nuevo a hacerlo. El ictus no sabía con quién estaba tratando y aunque le obligó a aprender a hacer de nuevo todas las tareas, le obligó a reescribir su vida entera con la mano izquierda, no pudo con ella. Tenía entonces mi madre justo la edad que tengo yo ahora. 

Hay días que uno va esquivando los recuerdos para no caer de bruces en ellos. 

Me conmueven esos renglones que no consiguen parecerse ni de lejos a la letra que tenía mi madre, aquella caligrafía tan igualita que le enseñaron sus monjas. Me conmueven las faltas de ortografía que me pidió que le corrigiera y ahí quedaron porque seguramente, tonta de mí, me distraje con otra cosa infinitamente menos importante. Me conmueve la fuerza de voluntad que se escapa por esos trazos que ella intenta ajustar a las líneas del papel contando cómo conoció a mi padre y cómo se portó con ella en aquel primer cumpleaños que vivieron juntos, otro ocho de octubre como hoy de hace ya unos cuántos años. 

Hay días en los que no caben más palabras que éstas. Días que se debe escribir lo que no se dice. Días de dar gracias. Gracias porque nos tocó a nosotros cinco ser sus hijos. Qué orgullo.

Feliz no cumpleaños mama. 


lunes, 7 de octubre de 2024

Lunes. Feliz lunes.

 

Si llegas al metro, pasas el abono transportes por un torniquete y no te deja, lo pasas por el segundo y tampoco, por el tercero, el cuarto, pero no hay forma humana de que aquella máquina infernal te permita el paso, y te dices "Pero vamos a ver. ¡¡Si lo acabo de recargar!!" antes de echarle una ojeada rápida y comprobar que no sacaste el abono transporte, sino la tarjeta del supermercado DIA tan cuadriculada, tan roja, tan parecida al abono transporte, entonces solo es LUNES.

Si entras al vagón y buscas y rebuscas en la mochila el ebook porque anoche te quedaste en lo más interesante y porque te encanta aprovechar esa primera media hora de metro en avanzar páginas y sacas el monedero, el tarjetero, el móvil, las gafas "de ver", las gafas "de sol", el paraguas, las pastillas y la biblia en verso pero joooo, no aparece y ¡no! visualizas en tu mente, con añoranza, como quedó abandonado a su suerte en la mesilla, entonces solo es LUNES.

Si en la siguiente media hora que queda hasta llegar al trabajo quieres caminar y no hay nada como abstraerse del mundo escuchando lo que te apetezca, y sacas el móvil y pones el spotify, y pillas los auriculares y te pones el uno y el otro y por más que los conectas al bluethooth, el invento no se engancha y les soplas y los resoplas, y te los vuelves a colocar en las orejas, una y otra vez, metiéndotelos hasta casi las trompas del tal Eustaquio, pero nada, y quitas y das a la teclita del bluethooth, pero no hay manera, hasta que desistes y te desenganchas de todo y guardas el móvil y los auriculares otra vez en la mochila y aceleras el paso sin música, sin podcast, sin na de ná salvo tus pisadas, entonces solo es LUNES. 

Si llamas a tus compañeros para desayunar porque tu cuerpo necesita otro café bien cargadito para abrir de una buena vez los ojos y empiezas a hacer recuento mental y resulta que el que no está teletrabajando está de vacaciones, y a los que estaban ahí ya no los ves, pero queda la opción del Teams y escribes a los de la otra planta y el que no te dice que bajó a primera hora, te dice que no cuentes con él que tiene una reunión en diez minutos, y los que no veías ya, resulta que salieron diez minutos atrás y te toca llamarles por teléfono para que por favor te esperen y sales disparada tras ellos con la chaqueta, la tarjeta y la mochila en las manos para alcanzarlos, entonces solo es LUNES. 

Solo es LUNES, solo es LUNES, solo LUNES, te repites como un mantra.

Otro lunes en el que no empiezas a espabilarte hasta las once de la mañana, hora en que, tras dos cafés, una carrera tras los compañeros, una caminata a pie con tus pensamientos y media hora de lucha cuerpo a cuerpo en el metro con otros iguales que también están de lunes pero quieren pillar el metro que pita, el asiento que ven libre en la lejanía y todo lo que tú quieres y más, te sientes preparado para decirte: "Venga, venga, no es tan malo, ya solo quedan cuatro días y medio para que sea viernes otra vez. Vamos, no seas mema, lo único que pasa es que es LUNES". 


La palabra LUNES etimológicamente viene del latín clásico: "Dies lunae", o lo que es lo mismo "primer día de luna". Del latín clásico pasó al vulgar que lo abreviaron como "Dies lunis" y de ahí a "lunis" y ya se quedó en nuestro "lunes".



miércoles, 2 de octubre de 2024

Siempre café

 


Los granos de café que masticaba mamá, mientras lo molía, siendo aún niños; el café asesino que casi me mata en Egipto; el que subía humeando escaleras arriba cuando los padres tenían reunión de vecinos en casa de la Señora Ángela; aquel machaquito que nos tomamos la primera tarde en La Palma mientras atardecía tras los dos faros; el café con leche y barrita con aceite que desayunábamos cada mañana tú y yo mientras nos íbamos enamorando; el que acompañábamos de una caracola recién hecha en La Pausa de Dublín con Oscar Wilde al fondo; el que nos tomábamos a media tarde con mamá y su bizcocho recién hecho en aquella mesa redonda de nuestra luminosa y enorme cocina; aquellos cafetitos riquísimos de La Puglia a los que me tiraba "en plancha" en cuánto me veía en calle con tiempo libre; el café que se enfrió en la taza el día que tú dijiste que quizá no deberíamos seguir; el brebaje turbio que nos daban en Escocia mientras aquel compañero del viaje cantaba: “Dame veneno que quiero morir, dame veneno…”; el café que nos tomamos con nuestros recién estrenados amigos en aquella librería de Corfú tan chula donde un gato despanzurrado dormitaba; el "con hielo" que no me tomaré nunca; el "bombón" que me tomaría siempre; el café diario justo y necesario de después de comer esté donde esté sola o acompañada; el café donde se disolvió tu "quizá" antes de tragártelo y continuar diciendo: "pero no quiero"; el café irlandés con turroncitos por el que nos clavaron aquella navidad; los cafés que nos tomamos mi soledad y yo; esos en los que mojamos los dulces típicos de aquí y allá; el carísimo café suizo que menos mal que estaba bien rico; el descafeinado que me sabe a gloria los miércoles de tertulia hablando de letras; el que nos tomamos al solecito y frente al lago en Los Dolomitas; el "noisette", la "mediana", el "machiato" todos los que aprendí a decir para defenderme por la vida; todos los cafés que me han robado los malandrines de todos los bares del mundo a la voz de “ya tenemos la cafetera limpia y apagada”; todos los que nos hemos tomado en los aeropuertos antes de viajar; los que han calentado tantas conversaciones importantes en casa, con los amigos, contigo; los mil y uno que nos hemos seguido tomando tú y yo desde que decidimos dejar nuestra, sin embargo, interminable historia.


@Rocío Díaz

 Dicen que el 1 de octubre es el Día Mundial del Café.


¿Quién necesita un día mundial?












sábado, 31 de agosto de 2024

Adiós

 


Esta tarde pasó por casa para despedirse. 

Tiene buen color, está moreno. Por sus ademanes indolentes, podría parecer perezoso, pero en el fondo es la pura imagen del despiste propio de estos tiempos veraniegos. Luce la pinta que uno tiene tras una siesta, tras una tarde tirado sobre una toalla, tras un tiempo sin tiempo dedicándose a cualquier afición sin prisa. Es encantador. Tú lo sabes, yo lo sé, y sobre todo lo sabe él.

Aunque me ha confesado que se va cansadillo. Dice que con el calor que trajo no descansó bien. Dice que si madrugas para ir al trabajo, por la tarde quieres aprovechar para ir a la piscina y por la noche estás tan a gusto en las terracitas, las horas de sueño por muchas cuentas que hagas no salen. Que por eso había ido acortando los días, necesitaba tener más horas de noche. 

Como confesión con confesión se paga, por mi parte le confié, en voz baja, que no quiero que se vaya. Que vale, que sí, que lo comprendo, pero no quiero. 

Que me encantan las calles medio vacías y las verjas echadas de mi ciudad cuando él está por aquí. Que también me gusta más la oficina, la siento más silenciosa, más habitable. Que me gustan sus mañanas tibias para pasear y esos atardeceres suyos que prometen más fresco. Que no se vaya. Venga, no. Total, que al final le regalé una declaración de amor. 

Él ha intentado convencerme de que así es mejor, recordándome que en otoño los medios de transporte son más frecuentes, que la vuelta a la rutina es buena para escribir, que habrá más gente querida ya de vuelta por la ciudad.

Yo iba asintiendo a todo. Era verdad. Pero... él también era verdad.  E insistí: Que sí, que lo comprendo, pero no quiero. No quiero echarlo de menos. 

Y como en todas las despedidas que ya no tienen remedio, Agosto no dijo más, suspiró, se encogió de hombros, me dio un beso donde no os pienso decir y, comenzó a alejarse de puntillas. 

"Pues que sepas que a lo mejor te insulto, le he gritado, porque me has malacostumbrado y ahora ¿qué?" Y también a gritos, él me ha contestado: "Pues sí, insúltame, que desahoga mucho".

Maldito Agosto. Era encantador. 












jueves, 29 de agosto de 2024

Lluvia en agosto


 

Quería contarte que hoy vino la lluvia. 

Madrid la necesitaba para lavar la maloliente piel de sus aceras, regar sus sedientos parques y regalar a sus agostados madrileños el espejismo de un viento más respirable.

Estábamos tan contentos tras el anuncio de los sabios meteorólogos que fantaseábamos con guardar unos días las sandalias y arroparnos unas noches más como benditos.

Cuando hoy de madrugada en las habitaciones resplandecieron sus relámpagos y las cortinas bailaron felices al son de los truenos, cuántos adormilados no se echarían la sabana sonriendo como bebotes satisfechos. Sabiéndola ya en casa, sabiéndola más nuestra. 

Infelices, infelices, infelices. Y mil veces infelices más. 

Quería contarte que hoy vino la lluvia, una lluvia moderna que traía una maletita de chubascos de mentirijillas (¿sería de cabina?) que nos chistaban burlones que quizá, ni tan siquiera, se quedarían una noche más. 

"Pero y ¿Ya se va?" preguntamos perplejos al primer rayo de sol que salió a media mañana. ¿Ya? volvimos a preguntar al segundo como amantes insatisfechos.

Pero ni los juguetones rayos de sol haciéndonos guiños, ni la tan anunciada lluvia que cual chula se diera la vuelta ante nosotros, se dignaron a contestarnos.

Y a los pobrecitos madrileños, hoy más pánfilos que chillones, que íbamos acarreando unos paraguas tan cerrados como los zapatos de cordones, solo nos consoló lo requetebonita que amanecía Madrid contemplándose, presumida, limpia y gris, en sus charcos.


 

sábado, 17 de agosto de 2024

Sissí y más en Ginebra.

 



Yo no sabía de su obsesión por el físico, la dieta y el ejercicio, cuando de niña devoraba todos los libros de Sissi de la colección Historias Selección de Bruguera. Mientras mis hermanos leían a Julio Verne yo iba aprendiéndome la vida y milagros de aquella vistosa Emperatriz y Reina de Hungría. Pero no sabía de su vida desgraciada y su luto perpetuo, de su incansable viajar y de que en uno de esos viajes, cuando iba a tomar un ferry en Ginebra, tuvo la mala fortuna de cruzarse con un anarquista (¡abajo la aristocracia!) que le clavó un estilete muy fino en el costado. Ella apenas lo advirtió pero, al cabo de las horas, aquel estilete terminó por causarle la muerte. 

Todo esto, que no sabía, fui sabiéndolo después cuando a aquellos libros le sucedieron otros que, también hablaban de ella, aunque de forma más real. 

Por ello cuando fui a ver su escultura en la ciudad que la vio morir no me extrañó, tanto como a otros, que la hubieran hecho tan delgada y oscura. Y también por eso me gustó Ginebra. 

Me gustó, además de por su chorro de 140 metros de altura que divisé desde el avión cuando ya volvíamos a casa, de su concurrido y bullicioso lago, o de su muro de los Reformadores, con los personajes más famosos de la reforma Protestante.

Ginebra, entre Suiza y Francia, se me descubrió como una ciudad que se pasea muy bien y tiene un elegante casco histórico de callecitas empedradas y vetustos edificios con mucha historia, incluso literaria. Le presenté mis respetos al Sr. Ferdinand de Saussure, padre de la lingüística. Y a Borges que también murió en ella. Fui a conocer alguna que otra biblioteca y sus preciosas librerías. 

Pero, desde luego, no pude irme de Ginebra sin volver a su lago donde está la verdadera Sissí.

Mis viejos libros me habían dado muchos recuerdos para ella. 

A los libros no se les puede defraudar, y a quién de verdad fuimos mucho menos aún.