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sábado, 22 de junio de 2024

"No dejar que se apague el fuego" de Miriam Toews. Reseña literaria.

 




"Cuando ayudo a la abuela a desvestirse para la ducha le paso el dedo por la cicatriz y hago que se la bajo, ¡rrrras! ¡Salga de su pellejo, señora! Se sienta en una silla de ducharse que se encontró mamá en la basura de alguien -cuando la trajo a casa la dijo ja, ja, se ve que alguien se ha ido a criar malvas-, ella venga a reír y a reír mientras yo la lavo con un jabón de lavanda francesa que le dio su amigo William por haberlo ayudado a plantarle cara a su casero y a escribirle una carta al arrogante de su hermano. Tengo que levantarle los michelines para lavarle los pliegues y hasta le lavo el culo y las tetas gigantes que tiene y las plantas duras y rasposas de los pies y los dedos, que le enroscan entre sí. Después tengo que fregar los cinco centímetros de agua del suelo del baño para no se resbale al salir y se caiga porque sería the end, my friend, dice."


Esta novela me encantó desde las primeras líneas por el buen humor que destila y por su narradora principal, una cría de nueve años, superviviente feroz de lo que le toca vivir y que va contando en una carta a su padre ausente cómo les va la vida. 

Todo el libro es una sucesión atropellada de locuras protagonizadas por tres generaciones de mujeres. Las tres protagonistas son Elvira, una abuela única que quiere enseñar a su nieta que no debe abandonar ese fuego interno que tiene pase lo que pase, que tiene que ser una luchadora como ha sido ella toda su vida. Es una bomba esta abuelita. La hija de Elvira y madre de Swiv, que está ya en el tercer trimestre de su embarazo de Garby, que aún no sabemos si va a ser niño o niña, pero que vive en una constante montaña rusa de emociones. Y nuestra narradora, Swiv, mi preferida, que me ha encantado. Swiv es una niña de nueve años que la han expulsado del colegio por pelearse y que vive en una continua y propia lucha en su casa con su abuela y su madre para poner un poco de orden en el caos reinante de esa curiosa familia de mujeres.

La he disfrutado mucho, porque te tiene saltando de emoción en emoción y de locura en locura, como si fueran corriendo por el mundo detrás de estos tres personajes y las cosas que les tocan vivir. Tiene toda la novela un ritmo muy ágil, loco, no te da pausa. 

La prosa es muy, muy rica, salpicada de buen humor, de color, de luz. Es una novela corta, tiene unas doscientas y pico páginas, y se lee muy bien. Es como un largo monólogo contado por una voz infantil muy madura, a la que vas descubriendo y con la que te vas encariñando mientras ella crece oscilando entre la perplejidad y la responsabilidad. Es todo un logro esta narradora, un caramelo de personaje. No hay apenas diálogos, por eso, pero no hacen falta para que la novela sea muy dinámica. 

Confieso que el arranque me pareció buenísimo y que el final me ha gustado mucho. En medio de la novela me pregunté un par de veces ¿Pero a dónde vamos aquí? porque había fragmentos tan surrealistas que ya hasta me saturaban. Pero, sin embargo la autora ha derrochado tal ingenio que tienes que seguir leyendo porque, al menos en mi caso, yo quería saber que era de esta cría tan tierna y veloz de cabeza. 

Los personajes, como os digo, están perfectamente perfilados y el final me ha parecido que cierra muy bien toda la atropellada trama. Aunque yo, sobre todo, he disfrutado de la forma de contar de la autora, del discurso de Swiv, de su forma de ver el mundo y contarlo. Solo por conocer a Swiv merece la pena leer esta novela. No he parado de subrayar frases y párrafos, porque me parecía que eran tiernos, profundos y locos a un mismo tiempo, y eso no es nada fácil de escribir. Y ahora ¡menudas dudas para elegir que transcribo! 

Me ha gustado mucho. Y sí, como uno puede sacar de conclusión de la novela, la vida es una tragicomedia, una pura tragicomedia. 


"Alguien en algún momento en la vida de la abuela debió de amenazarla con matar a toda su familia si no se hacía amiga de todas las personas que conociera."

"La abuela me dijo que luchar también puede ser hacer las paces. Me dijo que a veces avanzamos mirando hacia atrás y que a veces avanzar puede ser saber cuándo parar. Pero, bueno, ¡ya conoces a la abuela!
Todos tenemos un fuego dentro de nosotros, hasta tú. Ella me contó que tú le habías echado tanto alcohol al fuego que tienes dentro que seguro seguro no se te va a apagar nunca."

"La luz de mis días" de Alejandro Melero. Reseña literaria

 


"A Marifé no le sorprendió que su marido se hubiera enamorado de la muchacha joven. Al contrario, lo encontró de lo más natural. Si lo hubieran hablado, le habría dicho al marido que, aunque ese giro en su vida no era lo que ella habría esperado, tampoco podría decirse que fuese sorprendente. Era frustrante, sí, y descorazonador, y la hería en lo más profundo y en lo más superficial, pero no la sorprendía. El problema o uno de los problemas fue que nunca lo hablaron. El marido empezó a estar ausente por las tardes, y luego los fines de semana, y, finalmente, algunas noches, hasta que un día no vino nunca más. Cuando Álvaro le dijo que su padre se había ido a vivir a la casa de muchacha joven, Marifé sintió que podía dar el tema por zanjado. 

Con la excepción de aquella tarde en que se los cruzó por la calle, Marifé no había vuelto a ver a su marido hasta el día del entierro. Pero ¿de verdad que nunca habían hablado de ruptura? La conversación nunca había ocurrido, sobre este punto no podía haber discusión alguna, pero Marifé la había recreado tantas veces en su cabeza que era como si de verdad hubiera pasado."


Buscaba una novela plácida y entretenida para mi semana de vacaciones, y la verdad es que fue lo que encontré, porque en cuánto comencé su lectura me enganchó y después me leí volando “La luz de mis días” de Alejandro Melero porque me sentía a gusto entre esas vecinas y sus cuitas.

Estructuralmente tiene una doble línea argumental que le imprime ritmo a la lectura y capítulos cortos que también lo favorece. Por un lado, tenemos la historia de dos vecinas, de clase media baja, ya entradas en años, que comparten bloque: Luisa y Marifé. Ninguna, nada más empezar la novela, parece tener una vida apasionante, ni siquiera entretenida y desde luego tampoco feliz. Y por otro lado tenemos la segunda historia que es el argumento de la serie de televisión que sigue una de ellas y le va contando, a su manera pero sin escatimar detalles, a la vecina. Ambas líneas argumentales están muy, muy bien diferenciadas. La ambientación está muy lograda en ambas, así como la elección del lenguaje del narrador que me ha parecido un acierto y es de lo que más me ha gustado. Me hacía mucha gracia cómo se veía la voz de la vecina en sus apreciaciones subjetivas de lo que va ocurriendo en la telenovela. Me la imaginaba perfectamente contándole el capítulo a la vecina con sus expresiones y chascarrillos. En la otra línea argumenta la narradora es Marifé, ella va contando su vida, aunque de forma un poco átona, con distancia, con una postura bastante resignada hacia lo que le toca vivir.

 Ambas líneas argumentales van a ir avanzando de forma paralela y con el tiempo llegarán a confluir, y al ir progresando se van a ir desvelando algunos detalles que al principio desconocíamos. Eso hace que la atención no decaiga.

 Es una novela que se lee bien, te van atrapando los dos argumentos y más con la dosificación de intriga que ha utilizado el autor. No es ni mucho menos una novela de misterio, no hay que esperar ni grandes secretos ni grandes puntos de giro en las historias, pero te van llevando de la mano sin soltarte. Aunque lo que sí yo he sentido es que quizá se podría haber intensificado la emoción en ambas historias, a veces me parecía que era más plana de lo que correspondía y hay escenas que la requerían. Es cierto que el personaje de Marifé está como anestesiado y hasta cierto punto puede contar un poco de forma plana lo que va ocurriendo. Pero, aún así, he echado de menos algo más de intensidad en la narración. 

 En general, creo que está bastante bien escrita, tanto en la trama como a la hora de perfilar los personajes. El autor conoce su oficio y ha utilizado varios recursos literarios muy eficaces, su prosa es fluida y rica. Y, ya sea más o menos rocambolesco el final, que lo es, de una de las historias, tal y como está contado a mí me parece que es creíble, que al fin y al cabo es lo que importa. 

Seguiremos de cerca a Alejandro Melero. 


lunes, 17 de junio de 2024

"Concierto de música popular “De Porriño al cielo. Música de raíces gallegas para Antonio Palacios”

 


Érase una vez un concierto: "Concierto de música popular “De Porriño al cielo. Música de raíces gallegas para Antonio Palacios”. 

Érase también un lugar chulo de Madrid: El antiguo hospital de Jornaleros de la calle Maudes, también de Antonio Palacios. 

Érase además una servidora que iba pensando que podía estar bien la aventura, que solo había que correr un poco más, bastante para llegar a todo, pero que después de lo que cuesta tener las entradas (a lo "tonto el último"), que seguro que luego vale la pena y que, por supuesto, ya descansaremos en otra vida... 

Y érase una vez un dúo que yo no conocía pero resultaron ser un feliz descubrimiento: 

Caamaño&Ameixeiras

Un violín, un acordeón y una voz preciosa. Y no solo buena música, sino naturalidad y canciones de siempre, espontaneidad, y una buena dosis del mejor humor. 

Érase todo eso, todo eso junto, aquella vez que una sonriente servidora salió de un lugar muy chulo de Madrid tras un concierto y pensó: "Qué bien vivir ¿verdad?"

Y empezó el cuento.








domingo, 16 de junio de 2024

"María Blanchard. Pintora a pesar del cubismo" en el Picasso de Málaga. Y el libro "María Blanchard" de Federico García Lorca y otros

 


La vida, cuántas veces, es el resultado de una suerte de casualidades que se van enlazando.

Quizá el primer eslabón de la cadena de casualidades fuera un regalo del día de Reyes en forma de un par de billetes de tren para hacer una escapada en mayo a Málaga. La bella Málaga cuántas visitas se merecería. Tan rica. Con su playa, su buen clima, y tantos lugares culturales a disfrutar, a cual mejor. ¿Quién no va a querer hacer una escapada a Málaga?

Y una de esas visitas culturales que no podía faltar era el Museo Picasso. Y de pronto, la segunda casualidad: Justo este verano en dicho Museo una exposición de la pintora María Blanchard. ¡Me gusta mucho! Esa pintora santanderina (1881-1932) de principios del siglo XX, a quién no tratamos nada bien, por ser un poco maltrecha, por ser mujer, porque somos así, y se tuvo que ir a Francia donde dejó de llamarse María Gutiérrez (su primer apellido Gutiérrez-Cueto) para hacerse llamar solo María Blanchard (su segundo apellido). Pobre María qué vida debió tener... Ella que pintaba de dentro afuera. Una persona que cruza la calle y se le cuela dentro. Y pasado el tiempo, años, una vez que ha ido madurando poco a poco aquella cara, aquel gesto, dentro, María recurría a su interior y sacaba a aquella mujer con la que se había cruzado hacía un montón de años...  Qué atractivos los personajes de sus pinturas, con esas expresiones tan profundas, tan tristes, con esa forma de mirarte, atrapándote desde el lienzo consiguiendo que te pares porque te hipnotizaron. 

Y la tercera casualidad, ya en el Museo Thyssen, también de Málaga, tropezar con un pequeño libro que acaba de publicar la editorial Casimiro "María Blanchard" de Federico García Lorca, dice el título. Ni noventa páginas, pero todo retratos escritos por diferentes autores: García Lorca, por supuesto, pero también Gómez de la Serna, Bergamín, Gerardo Diego, Isabelle Riviere... trece textos a propósito de María Blanchard. Personas más próximas o lejanas. Pero en conjunto una delicia si te quieres acercar a la figura de esta pintora tan desconocida por algunos. 













viernes, 14 de junio de 2024

En otra de mis vidas, viví en una isla - Gran Canaria y sus faros

 


En otra de mis vidas viví en una isla. 

Era una isla a mi medida, con un sol amarillo y enorme que no quemaba, una playa de arena blanca donde daba largas caminatas porque ni se me hundían los pies ni los granos se me escondían zalameros entre los dedos. Una playa doméstica, con un ligero viento que bailaba sobre la piel del agua y una silla siempre abierta que esperaba paciente en la orilla  que yo me sentara en ella a leer. 

Y a la vuelta de la esquina de ese viento y esa playa, mi isla tenía el faro, ese mismo faro que busco incansable de isla en isla. 

No me acuerdo cómo es, ni en qué vida lo habité. 

Pero no paséis cuidado, que cuando esté ante él, algo dentro de mí me detendrá. 

Ese día el mundo amanecerá ordenado, oliendo bien. 

Y, al fin, podré sentarme para siempre a hojear todos los álbumes de todos los viajes que inventé buscándolo. 

Pues, sin duda alguna, sabré que he llegado.


#Faros de Gran Canaria. Junio 2024











miércoles, 5 de junio de 2024

Buzones, sin cartas

 



Mientras las arañas tejen felices al resguardo de su vientre metálico,

los buzones están hambrientos de cartas que no llegarán.


¿Dónde están todos los párrafos que ya no escribimos? 

¿Dónde han ido a parar todos aquellos "querido" y "querida" seguidos de dos puntos? ¿Dónde languidecen esas sentidas despedidas interminables apurando la página?


¿Lo que ya no decimos por carta 

se llega a decir en voz alta?










domingo, 2 de junio de 2024

La Imprenta Sur de Prados y Altolaguirre en Málaga

 



Os podría contar que, a veces, una tiene suerte y se puede medio colar en un grupo que ya estaba previsto que visitara la mítica "Imprenta Sur". La que fundaron el tándem Emilio Prados y Manuel Altolaguirre en Málaga en los lejanos años 20 del siglo pasado. La misma imprenta de la que salieron libros de los entonces jóvenes pero después importantes autores de la Generación del 27, así como varios números de la famosa revista literaria Litoral. Menuda trayectoria larga la de la emblemática imprenta, gracias a cuyas antiguas máquinas, aún en la actualidad, salen editados libros de poesía de forma artesanal.

Pero os contaba que, a veces, una tiene suerte y se acerca al Centro Cultural donde ahora está instalada, un poco a probar suerte y otro poco a ver qué pasa, porque estar en Málaga y no intentar verla... Y, tal y como en el fondo esperaba, te dicen que, claro, así de pronto, pues no se puede visitar. Pero ¡atención! que si al día siguiente vuelves a eso de las 11 justo te podrás unir a un grupo que ya tiene la visita apalabrada. ¡Ole! ¿Y cómo no vas a ir? Con la importancia que tiene. Haces cambalache de planes y ahí estás al día siguiente como un clavo. 

Lo curioso fue que, no nos lo habían dicho, pero era un grupo de discapacitados intelectuales el que tenía la reserva. Si algo me ha enseñado cuidar en exámenes donde se pueden presentar estas personas, es que bajo la etiqueta de discapacitados intelectuales cabe un sinfín de síndromes y patologías con resultados muy, muy diferentes. Qué interés tenían algunos en ver todo, en qué se lo explicaran bien, en hacer preguntas, en demostrar que ellos sabían ya de lo que les hablaban. Digno de admiración.

Hay momentos que no se pueden reseñar en dos palabras. Caras, frases, ruido, entusiasmo. No creo que se nos olvide fácil aquella visita. 

Lo que está claro es que en esa soleada mañana en Málaga se unió la significación de la imprenta que estábamos visitando, con el enriquecimiento personal que supuso que el grupo que tenía la reserva nos permitiera visitarla con ellos. Doble lujo.