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jueves, 28 de agosto de 2025

Un trío. Agosto se está yendo y Madrid va haciéndose más concurrido, más y más.

 


Lo nuestro era un trío. No me importa confesarlo. 

Todo el año yo esperaba el momento justo para disfrutar de las posibilidades infinitas que te otorga ser tres. ¿Qué queréis que os diga? Una mayor riqueza indiscutible. Buf. En fin, hay situaciones que solo entiende quién las vive. Y a nadie más importan.

Pero este año nos sorprendió un intruso que nos desbarató la ecuación. Un intruso, un forastero, un, un... un verdadero horror. Porque no es cierto eso de que "Dos son compañía y tres multitud". No, de eso nada, monada. Cuatro sí que son multitud. Bah. Con cuatro ya la situación se desborda, los límites se difuminan, se hacen parejitas, el equilibrio se tambalea y conclusión: se desbarata la esencia del invento. 

Pero nosotros tres, nosotros tres éramos invencibles: Agosto, Madrid y yo. Si vosotros supierais la de posibilidades lúdicas y relajantes que te ofrece ser parte activa de un trío... ¡De ese trío! Bueno, bueno, bueno. Si yo os contara... Pero que no os lo voy a contar, que no, no, porque total ya no importa. 

Porque este año llegó la ola de calor. Y que no era una olita, era una señora ola, ancha, posesiva y sudorosa, que nos abrazó más de quince días seguidos y nos dejó fuera de juego. No era cálida, era puro fuego si abrías las puertas, las ventanas y lo que quisieras abrir. Bueno, bueno, bueno. Si os cuento no acabo. Con el cuatro... no hay trato.  

Así ha pasado, que en cuánto me he descuidado advierto que ya mi trío se está desvaneciendo como un fantasma, se difumina como calima, se va, se aleja y llegaron nubecitas y viento para aliviarme de que aquí me deja, en un Madrid que cada vez está más lleno de gente, más lleno, más, sin apenas haberme dejado disfrutar de la ansiada soledad de agosto en esta concurrida ciudad donde habito. 

Con la ilusión que yo tenía... 28 ya. Jo. Y ya no sé, ya no sé qué hacer para distraer la pena, si crucigramas o pucheros. 






viernes, 22 de agosto de 2025

Madrid en agosto. "Pelar la pava"

 



¿Os he dicho alguna vez que me encanta esta ciudad en agosto? 

"Dijo una voz popular...": ¡CIENES Y CIENES de veces!

Bueno tampoco hay exagerar, pero claro que os lo habré dicho... Es tan relajante venir a trabajar por las mañanas cuando puedes cruzar sin que venga ni medio coche a lo lejos, pasear por al lado del Palacio Real y ver más palomas que turistas o paseantes de perro... Ni a los pavos reales se los ve. ¿Dónde andarán? Con las serenatas que nos han dado toda la primavera haciendo eso exactamente: "pelar la pava". 

Me encanta esa expresión "Pelar la pava": Esa costumbre entre los enamorados de hablar de amor, de cortejarse, de conversar y conversar en la ventana. Leo que su origen parece estar en Andalucía, porque allí era costumbre que la moza desplumara a las aves (pollo, pavo...) mientras escuchaba al enamorado hablándole, en voz baja, desde el otro lado de la reja... Y si la madre o el ama le llamaba ella respondía: ¡Que estoy pelando la pava! Y de ahí llamar al cortejo "Pelar la pava". Parece ser que la primera vez que apareció escrita la expresión fue sobre mediados del siglo XVIII.  

Soy una saltimbanqui de las palabras. De los alrededores del Palacio Real, a los pavos, y de ahí a "Pelar la pava" ¡un pasito de hormiga! como decíamos en El escondite inglés, sin mover las manos ni los pies. Qué tiempos...

Lo único que quería deciros es que, sobre todo ahora que hace otra vez fresquito, es una gozada caminar por este Madrid de agosto mientras va despuntando el día. Un pequeño placer, de esos que no cuestan dinero porque no se pueden pagar, como secarse al sol, mirar las nubes, escuchar un cuento chulo, ¡ay! no voy a seguir que podemos alcanzar terrenos escabrosos. 

Y que solo me queda una semanita de mes, que lástima... Como un niño que empieza a sufrir viendo como su helado cada vez es más pequeñito, más pequeñito, así estoy yo con agosto. 

En fin... ¡Que es viernes!

¡Buen fin de semana!







martes, 12 de agosto de 2025

Agosto, murales, Madrid.

 



Desde que te fuiste no solo arde mi teléfono esperando que llames, arde Madrid entero. 

Salgo muy de mañana para que mi piel se enfríe unos grados, camino deprisa, que el molinillo de mis brazos y piernas moviéndose en torno a mí enfríe a mi sombra, a mis huellas, a tu lejano recuerdo.

Agosto es rojo oscuro en todos los mapas. 


Abro de par en par las ventanas de casa, dejo que se cuele un viento que hierve. No importa. 

Quizá el enorme remolino me estampe contra el primer mural que mire al norte.

Un mural tan recién pintado, como un amor que comienza. 

Un mural que me deje vivir dentro de él hasta el otoño. Que me preste una vida de mentiras tibias.


Rezo a la Virgen de la Cueva para que vuelvas

empapado de lluvia. 

Rezo a la lluvia 

para que no tenga clemencia.


Agosto entero arde, 

y no llamas. 










Todos los murales son de Madrid, unos regalados como el primero que me lo mandó mi amiga Marián, y el resto fotografiados por mí. 

sábado, 31 de agosto de 2024

Adiós

 


Esta tarde pasó por casa para despedirse. 

Tiene buen color, está moreno. Por sus ademanes indolentes, podría parecer perezoso, pero en el fondo es la pura imagen del despiste propio de estos tiempos veraniegos. Luce la pinta que uno tiene tras una siesta, tras una tarde tirado sobre una toalla, tras un tiempo sin tiempo dedicándose a cualquier afición sin prisa. Es encantador. Tú lo sabes, yo lo sé, y sobre todo lo sabe él.

Aunque me ha confesado que se va cansadillo. Dice que con el calor que trajo no descansó bien. Dice que si madrugas para ir al trabajo, por la tarde quieres aprovechar para ir a la piscina y por la noche estás tan a gusto en las terracitas, las horas de sueño por muchas cuentas que hagas no salen. Que por eso había ido acortando los días, necesitaba tener más horas de noche. 

Como confesión con confesión se paga, por mi parte le confié, en voz baja, que no quiero que se vaya. Que vale, que sí, que lo comprendo, pero no quiero. 

Que me encantan las calles medio vacías y las verjas echadas de mi ciudad cuando él está por aquí. Que también me gusta más la oficina, la siento más silenciosa, más habitable. Que me gustan sus mañanas tibias para pasear y esos atardeceres suyos que prometen más fresco. Que no se vaya. Venga, no. Total, que al final le regalé una declaración de amor. 

Él ha intentado convencerme de que así es mejor, recordándome que en otoño los medios de transporte son más frecuentes, que la vuelta a la rutina es buena para escribir, que habrá más gente querida ya de vuelta por la ciudad.

Yo iba asintiendo a todo. Era verdad. Pero... él también era verdad.  E insistí: Que sí, que lo comprendo, pero no quiero. No quiero echarlo de menos. 

Y como en todas las despedidas que ya no tienen remedio, Agosto no dijo más, suspiró, se encogió de hombros, me dio un beso donde no os pienso decir y, comenzó a alejarse de puntillas. 

"Pues que sepas que a lo mejor te insulto, le he gritado, porque me has malacostumbrado y ahora ¿qué?" Y también a gritos, él me ha contestado: "Pues sí, insúltame, que desahoga mucho".

Maldito Agosto. Era encantador. 












jueves, 10 de agosto de 2023

Tiene agosto las verjas bajadas... Agosto 2023

 



Tiene agosto las verjas bajadas, y te regala otros paisajes, colores y mensajes. 

Tiene las calles generosas y te devuelve el sonido perdido de tus propias pisadas.

Se fue el tráfico, se acallaron los semáforos,

se alejaron las bulliciosas voces. 


Los árboles alfombran los bulevares de diminutas flores amarillas,

que frágiles, sobreviven en las aceras

echando un pulso a los madrugadores barrenderos. 

Madrugan también los perros.

Madruga este infernal calor. 

¿Quién dijo que Madrid no tenía olas?

Sobre ellas surfeamos

los árboles, los perros, y yo. 

 

Ojalá pudiera guardarme para siempre

este Madrid de verjas bajadas.

Guardarme de una vez esta ciudad entera,

este Madrid que despierta intacto

cada día de agosto

solo para nosotros.

agosto 2023






viernes, 12 de agosto de 2022

Estos días de mediados de agosto

 


Añoraré estos días de mediados de agosto en los que se van todos y la ciudad parece abrirte los brazos para acunarte entre ellos. 

Añoraré las calles semidesiertas de camino al trabajo, el sonido de los semáforos, más audible que nunca, compitiendo solamente con las pisadas quedas de mis sandalias planas.

Añoraré cruzar de una sola vez los cuatro tramos de la Castellana. 

Añoraré que ningún coche impaciente me apremie en los semáforos en ámbar. 

Añoraré las avenidas vacías, las aceras desiertas, el amanecer fresco y apacible de estos días laborables que, hasta llegar al despacho, parecen festivos.

Añoraré sentirme casi el único habitante de esta ciudad.

Esta ciudad que tanto quiero a mediados de agosto.