Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

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domingo, 10 de agosto de 2025

Entre el peligro de la "Hora menguada" y el "Agua va"...

 



"Con el ánimo de desprestigiarlo se decía que en esta zona se establecían los literatos, los bohemios y arrebatacapas, porque las casas eran las más baratas y peor ventiladas de Madrid; carecían de retretes porque estaba prohibido que los hubiera en las viviendas. Pero esta prohibición no era exclusiva para el barrio de Las Letras, sino que se aplicaba a toda la ciudad. Donde únicamente se permitía la instalación de retretes era en los conventos, previa autorización expresa. 

Los detractores de este barrio abundaban en el hecho de que los residuos fecales y de orina se guardaban en bacinillas hasta la llegada de la "hora menguada", donde se podía dar la voz de "¡Agua va!" y desde las ventanas y balcones se arrojaban a la calle esas aguas menores y mayores. 

Y esto se hacía en todo Madrid hasta la llegada de Carlos III, que el 13 de mayo de 1761 ordenaba la publicación de una Real Orden para el Aseo y la Limpieza en la que se prohibía arrojar aguas mayores y menores por las ventanas..."

Errores en la historia de Madrid: tópicos, mitos, bulos y mentiras

Ángel del Río López


Qué suerte vivir en Madrid a caballo entre el siglo XX y el XXI... ¡Ay! qué suerte. 

Los aseos de lugares como "La tortilla maravilla" de Viveiro, o los de montaña de Islandia vinieron de mis amigos zascandiles Javier y Piluca. Los de un bar de Fermoselle y las lagunas de Ruidera de mi amiga Pilar S., los de los "Vicentes" de mi amiga Marián. Y el de "Er baño" es el de un bar de El Hierro, que me traje yo. Por favor, si os he cambiado los cromos, no me lo tengáis en cuenta... Tengo ya taaaaantos...

Mil gracias a todos mis amigos por acordarse de mí hasta en los momentos más íntimos. 











martes, 29 de julio de 2025

Era la hora de la cena en Sabinosa


 

Como si las nubes hubieran olvidado una pegatina blanca sobre la roca negra, así apareció ante nuestros ojos Sabinosa, en la isla de El Hierro. 

Aquel pueblecito tan solitario y limpio. Tan coloreado de murales y memoriales. Tan salpicado de recuerdos en sus paredes: a la primera maestra, a su zapatero, a tantos. Tan ordenado. Tan vacío. 

Se me quedaron dentro las ganas de pasearlo despacio. De admirar sus rincones, de confundirme con sus vecinos, de intentar descubrir la vida que escondía y no se mostraba ante nuestros ojos. 

Era la hora de la cena en Sabinosa.

Quizá por eso nadie salió a recibirnos. 













domingo, 13 de julio de 2025

El anticiclón de las Azores

 



Yo soy de los que crecieron escuchando como se acercaba el anticiclón de las Azores. No había demasiadas opciones en la televisión y, aunque tú no prestaras atención, de fondo sonaba una voz contando el tiempo que se te colaba dentro. 

Vete tú a saber dónde estarían Las Azores. Un lugar muy lejano en medio de un océano. Un destino casi tan mítico con la muralla China o las pirámides de Egipto. 

Qué mal se me dio siempre la asignatura de geografía. Pero de algo sí estabas segura: de allí siempre llegaba el anticiclón. 

Lo bueno de crecer, algo bueno tenía que tener, es que vas colocando chinchetas en el mapa mundi de tu interior. Querrías llegar hasta todos aquellos lugares que tu mente infantil sintió tan remotos como mágicos. 

Lo bueno de crecer es darte cuenta de que la geografía no es tan difícil si posas los pies en el mapa. Si lo caminas hasta arrugarlo. Hasta que, como decía aquella preciosa canción, "ya no queden islas para naufragar".

Ah y no siempre hace un tiempo seco y soleado en Las Azores. 

Quizá lo del mítico anticiclón también era un poco mentira. 











viernes, 13 de junio de 2025

Murales. Vida. El Hierro


Yo creo que son ellos los que me buscan a mí.

Tropiezan conmigo, se hacen los encontradizos, y terminan posando. 

Pero todos jugamos al despiste, porque al final es eso: Un juego. Otro.

El juego de coleccionar murales, traer al presente colores nuevos, imágenes diferentes, otros personajes en otros paisajes que espantan a la rutina y la obligan, solo por un rato, a quedarse quietecita en un rincón, callada, sin opacarlo todo, cubriéndolo de ese velo invisible de falsa normalidad.

Esta vez me salieron al paso en El Hierro. Esa isla menuda e inmensa, ese descubrimiento para mis sentidos que ya se me quedó dentro. 

Sus murales también se vinieron conmigo, no les convencí, salió de ellos. Pegaron un salto y se me colaron en la misma caja que sus iguales, los presenté y no hizo falta más invitación: se hicieron inseparables. 

En las tardes de viernes están traviesos y les dejo que salgan por casa, que me animen, que me recuerden que a veces soy otra, una que viaja, que ríe, que vive. Otra, más real.






 

















lunes, 9 de junio de 2025

El Faro de Orchilla en El Hierro

 




Todos somos islas. 

Y faros.

Y luz. 


No descansaré hasta encontrar aquella,

cuyos golfos y cabos, encajen perfectamente en 

mis aristas y paisajes. 

Solo habré de seguir la luz del faro

de cualquier isla.


Y seguir intentándolo. 


Faro de Orchilla. Detrás de los volcanes. Donde una vez estuvo el Meridiano.

El Hierro. Junio 2025.

Donde una vez estuve yo.














jueves, 1 de mayo de 2025

Gabinete de curiosidades. Otzi, caimán, Juanita...

 



¡Niños y niñas! ¡Damas, caballeros y elles! Están todos invitados a este Gabinete de Curiosidades donde podrán deleitarse en la contemplación de esta colección de seres exóticos llegados de todos los rincones del mundo, al mas propio estilo de los antiguos Gabinetes de Maravillas de los siglos pasados. 

Será porque comienza mayo y mi alma viajera se inquieta y pide conocer mundo y seres especiales. O será que muchos de los que conocí en algunos viajes fueron tan curiosos que no he podido olvidarlos. Pero aquí podrán encontrar desde el caimán disecado que habita en el atrio del Real Colegio Seminario del Patriarca de Valencia desde el año 1600, y me obliga a mirar hacia arriba en todas las Iglesias que visito. O quizá se topen con todas aquellas momias que, sobre todo en los días de apagón, me visitan desde que las conocí un día. Juanita, la pobre niña inca que con trece o catorce años seguramente fue sacrificada para hacer honor a algún dios, Otzi que tenía de todo: artritis, caries, parásitos intestinales, intolerancia a la lactosa y no sé cuantas enfermedades más, pero resiste el paso del tiempo en Bolzano esperándote si visitas su Museo Arqueológico. Las filas y filas de monjes capuchinos y allegados que conservan en Palermo, en las catacumbas, colgando de las paredes, vestiditos de arriba abajo como si estuvieran a punto de salir a la calle. ¿Y las líneas de Nazca? Lo lejos que estaban y hasta que allá que fui para preguntarme de nuevo: ¿Quién las dibujó y por qué? Y ni tan lejos porque ¿Y las brujas del curioso y elegante Museo de Zugarramundi?

¡Acérquense, no sean tímidos! Tenemos para todos los gustos. Seres que no les dejarán indiferentes. ¡Vamos! ¡No se los pierdan! 

Que será que comienza mayo y mi alma se inquieta y pide, como una cría insistente, viajar otra vez, viajar y viajar. Y ¿Qué podré hacer yo con tanta insistencia?












sábado, 1 de febrero de 2025

"F" de febrero, de Festejar la derrota de los días

 



Comienza febrero y quizá sea por su "f" inicial, por su horizonte sin una sola fiesta, con otra "f", o por esta necesidad que tengo de festejar, también por "f", la simple y necesaria rutina. 

Comienza febrero y necesito un Faro, con esa "f" mayúscula, para que me ilumine, me ayude a disfrutar, indispensable "f" la del gozoso vocablo,  disfrutar, decía, la derrota de los días.

"Derrota", qué palabra tan bella cuando nos detenemos en el significado que la Real Academia nos muestra:

Camino, vereda o senda de tierra. 

O mucho más bello aún: Rumbo o dirección que llevan en su navegación las embarcaciones o aeronaves.

Por eso acudo al último faro que descubrí, que atrapé para mi colección, que me traje a Madrid: El faro de La Gomera. El hijo único de la Isla de las mil curvas. 

Sé que los faros de las islas vecinas le habían ido con el cuento de que iría en su busca una loca de los faros que, de vez en cuando, se escapa de Madrid para atraparlos. Y lo sé porque sentí que me esperaba. Solitario, silencioso, posando en su lugar privilegiado. 

Necesito que mi último faro alumbre la derrota de los días de este febrero que comienza.

Que no me deje perder el rumbo, que me indique la dirección y me devuelva el corto febrero lleno de palabras, de cariño, de vida.