“Mientras mi padre nos contaba por teléfono que habían asesinado a mi hermano pequeño, se podía ver desde el balcón, tras los setos de mirto y laurel donde termina el jardín, a una pequeña cierva comer bellotas de una encina. No era urgente llorar, ni tratar de comprender lo que había pasado, ni comunicarle a nadie nada. Tendríamos el resto de la vida para eso.”
Confieso que me costó entrar en este libro. En un principio no sabía muy bien dónde quería llevarnos el autor. Confieso también que, de pronto, no sé dónde, en qué momento, me atrapó. Y tras ese destello lo he leído con verdadera devoción.
Un montón de veces mientras lo leía pensaba "Jo, pero qué bien ha contado esto, o cómo le comprendo, o qué chulo lo que dice, qué bien escribe.".
Se titula "Estaciones de regreso", de Jacobo Bergareche, un autor de quién yo no había leído nada, y brujuleando por internet leí varias buenas críticas. Así que me entró mucha curiosidad. Ahora ya soy fan total de Bergareche.
No es largo, tiene unas doscientas páginas y no es una novela, sino una suerte de autobiografía cuyo núcleo es la pérdida y el duelo.
Al autor le asesinaron al hermano pequeño, Roque Bergareche, de 29 años, en Angola en el año 2012 y su madre en el AVE de vuelta a Madrid, nada más saber la noticia, le dijo: "¡Escribe! ¡Escribe algo!". Y le costó mucho tiempo, pero al final de aquel dolor, de la muerte y de aferrarse a reconocer lo que la vida merece la pena, nació este libro seis años después: "Estaciones de regreso", una elegía.
Tiene quince capítulos, de los que justo los que menos me han gustado son el primero y el último. El resto sí, mucho. Pero cada lector es un mundo y, además, no siempre nos apetece leer lo mismo.
Este es un libro intimista, un libro sobre saber mirar a la vida, a sus detalles, a las personas. Tiene capítulos que me han encantado, como el dedicado a su profesora Pura y cómo encaró el momento en que supo que se moría. Nos habla de sus amores, de su tiempo viviendo en Austin, de sus colegios, de sus trabajo, de la naturaleza, de escribir, de los libros, de la música... de lo bueno que es vivir.
"Publiqué un libro de poesía que no me hizo poeta, hice una exposición de fotografía que no me hizo fotógrafo, escribí cientos de guiones de series prescindibles que no me hicieron dramaturgo, publiqué los suficientes artículos como comprobar que no era un filósofo, y tampoco fui capaz de pintar lo suficiente como para ponerme a prueba como artista. Pienso que el adolescente que fui me miraría con cierta indulgencia y con el respeto que se le debe a un resistente, pero no sentiría por mí admiración alguna."
Tengo casi todo el libro subrayado, no he dejado de hacerlo. Creo que ahora puedo ver mejor lo que no he subrayado que lo que tengo marcado. No he hecho más que marcar párrafos enormes que me encantaba leerlos, solo por el placer de disfrutar cómo lo contaba.
El título está extraído de unos versos del poeta Luis Rosales:
«...quiero deciros que el dolor es un largo viaje, es un largo viaje que nos acerca siempre vayas a donde vayas, es un largo viaje, con estaciones de regreso, con estaciones que no volverás nunca a visitar» Luis Rosales
Me ha parecido un libro muy de verdad, tan bien escrito que transmite.
"Así lector, soy yo mismo la materia de mi libro; no es razonable que emplees tu tiempo en un asunto tan frívolo y tan vano.
Sin embargo, esperas que quién lea ahora estas líneas y haya llegado hasta aquí no haya desperdiciado del todo su tiempo. Te gustaría creer, y no solo llevado por esa vanidad limpia tan tuya, que también ese él o esa ella han podido viajar a sus primeras veces y reconstruir algo de ese legado que les pertenece y que no ha terminado de hundirse del todo en la oscuridad, que les ha devuelto a su primer amor, al primer disco con el que comprendieron que la música es un espacio emocional de hoja perenne, que les ha recordado la primera obra de arte donde pudieron correr las cortinas que nos ocultan nuestra fragilidad, nuestros deseos oscuros, nuestro terror a la muerte..."
Volveremos a encontrarnos Jacobo Bergareche.
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