Detrás de esta puerta me esperaba el público más exigente.
Nada más entrar en la clase supe del poder de los 11 años, de su metro y medio de determinación y espontaneidad, frente a la fragilidad de mi voz narradora más acostumbrada al educado "saber estar" de los adultos.
Pero aunque mi querido público de metro y medio no sabía de diplomacia, la sinceridad se palpaba en la sorpresa que agrandaba sus ojos, y en las carcajadas que no podían evitar dejar escapar, y finalmente me regaló una hora larga de felicidad.
Felicidad que llegó de su atención genuina y su mirada limpia.
Felicidad que aún siento,
mientras pienso que mañana repetiría otra vez,
y pasado mañana, y pasado pasado mañana,
y cualquier día que me lo pidiera
el mejor auditorio del mundo.
Tan gratificante fue leerles mis relatos.
Gracias a mi sobrina Marina que me invitó.
#Colegio Hipatia de Rivas Vacimadrid
#Relatos de Rocío Díaz Gómez