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domingo, 27 de octubre de 2024

En octubre celebramos el Día de las Bibliotecas

 

Olbia (Cerdeña)

Si Dios existe sé que no le importará escucharme decir que también me santiguaría cuando entro en una biblioteca.

Desde aquella primera que descubrí las siento como templos de conocimiento y riqueza. Templos que han evolucionado, como todo, desde un silencio sepulcral hasta el alboroto propio de los niños, de las clases, de la música bailando entre libros en forma de propuestas culturales que solo buscan que crezcamos de fuera a dentro. 

La primera biblioteca de mi vida fue aquella forrada de madera donde reinaba el silencio absoluto y la oscuridad, salvo por la tenue luz de unas lamparitas verdes. Me sorprendió con sus estanterías forradas de arriba abajo por un hilo infinito de libros y comics que podías coger a voluntad y volver a dejar sin problema, qué maravilla de lugar, lo guardo como un precioso recuerdo. Estaba en un recodo de una callecita estrecha y adoquinada de aquel pueblo de Barcelona donde crecí. Pasados muchos años fui a buscarla, a revivirla, pero ya no existía, salvo en mi memoria donde permanece inalterable. Quizá fuera mejor no haberla encontrado.

Aquel vacío que dejó, lo he ido llenando con las bibliotecas que he descubierto y disfrutado en todos mis viajes: La de Nueva York que conocía por tantas películas, la del Instituto Cervantes de Berlín tan doméstica, la de Riga tan espectacular al otro lado del río, la de Boston tan monumental, la de Estocolmo circular y enorme o la espectacular Trinity o la Marsh tan entrañable, también en Dublín. Han sido tantas que es imposible señalarlas a todas, pero a todas las presenté mis respetos.

Mientras no he viajado tan lejos mi consuelo, en el mejor sentido de la palabra, porque no son menos que cualquiera de aquellas, las bibliotecas más cercanas: La biblioteca Pública de Guadalajara donde tantas veces nos hemos reunido con los compañeros de allí. La biblioteca Arús de Barcelona con su colección de Sherlock Holmes y su estatua de la libertad, la del Ateneo de Madrid tan histórica, la del Museo Cerralbo con todos esos relojes que el relojero pone en hora todos los días porque el tráfico los descontrola. 

Todos hemos crecido, incluso las bibliotecas que ahora ya no solo respiran en silencio, sino que dejan entrar los sonidos de la calle con distintas propuestas culturales. En la Biblioteca Pública Iván de Vargas, donde alguna vez leí mis relatos, incluso ha bailado mi sobrina con su clase del conservatorio de danza.

Como todos los octubres hemos celebrado el día de las Bibliotecas. A pocos días de terminar el mes me faltaba rendirle mi particular homenaje. Cada una de las que he pisado me han enseñado el valor, la complicidad, y el cobijo de las letras, la lectura, el estudio. Todas han contribuido a hacer de mí quién soy. 



Biblioteca Iván de Vargas (Madrid)/Conservatorio Profesional de Danza Carmen Amaya- Abril 2024



Riga


Museo Cerralbo (Madrid)

El Ateneo (Madrid)

Biblioteca Arús (Barcelona)

Biblioteca de Moguer (Huelva)



Biblioteca de Boston