Cuando dudabas, yo te remitía a tus fotos.
Ellas reflejaban aquello que no dependía de tu voluntad, aquello que surgía de tu instinto, de tu forma de mirar la vida, sobre todo de sentirla.
Y escogiste aquella del último verano:
La de los tres barcos navegando en la misma dirección,
la de las tres gaviotas quietas, absortas, mirando hacia el mismo lugar del horizonte,
la misma donde, incluso, otra se había sentado a esperar en el mismo sentido de las tres gaviotas y los tres barcos.
Esa foto donde, en el centro de la imagen, una solitaria gaviota había alzado el vuelo en dirección contraria.
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