Tú sigues estando en cada decisión que tengo que tomar.
No solo en las más difíciles sino en las del día a día, en las más pequeñas, hasta en las insignificantes. También en esas estás, cogiéndome en brazos aún, para que no tropiece, para que no me caiga, para que siga mirando a la vida de frente.
Tú sigues dándome los buenos días todos los días del año, apremiándome, como siempre hacías, para que saliera al mundo a vivirlo.
Guardo muy dentro de mí, tu mirada atenta ante cada paso que doy, y aún más dentro atesoro una colección de aquellas sonrisas tuyas, discretas y luminosas, que me esperaban siempre al llegar a casa.
Todos los días pienso que ojalá hubiera heredado tu forma firme de desafiar al mundo, tu humor, tu serenidad. Pero me enseñaste bien a espantar los lamentos.
Y todas las noches también, doy gracias a la tierra, al cielo, a la vida por la madre que tuve, por la que aún siento que tengo.
Y mi madre vive tan dentro de mí, que ni la afilada nostalgia, ni el paso vertiginoso del tiempo, ni la mala memoria, me la podrá arrebatar nunca.
Feliz no cumpleaños mamá.