Ay. Cuánto me cuesta tener al día las reseñas de los libros que termino de leer. ¿Debería abandonar este empeño? No os creais que no me lo pregunto a menudo.
Podía hacerlo. Jueves y viernes en Ávila, con Tomás. Y el sábado a Santander. Podría cerciorarse de que Carlos se afeitaba, se cuidaba, desayunaba sin grasa y comía en algún garito sin demasiadas fritangas. Dios, si lo pensaba un minuto, ¿cuánto tiempo hacía que no vigilaba su frigorífico, su horario, si tomaba demasiadas copas o cumplía al menos una quinta parte de la dieta que le había impuesto el médico? ¿Cuánto hacía que el enfermo amigo se había convertido en su propio cuidador? Sí, debía hacerlo. Mientras Rodrigo pagaba la cuenta e insistía en que ella se olvidara, al fin tecleó:
«Ok, Martín. Me has convencido. Iré a Santander.»
Y volviéndose a Rodrigo mientras ambos se levanta-ban para salir de La Amistad, le preguntó:
—¿Y por qué crees que nadie encontró a la señora Buscapié?
Esta novela de Berna González Harbour “Las
lágrimas de Claire Jones” es una novela de intriga entretenida. Resulta que forma
parte de una trilogía, y sin darme cuenta me leí en primer lugar la que ocupa
el tercer puesto, así que muchos de los personajes, mientras la leía, me parecían que no estaban
demasiado bien descritos. Hasta que me di cuenta de que no solo formaba parte de una
saga donde la protagonista era la misma comisaria, sino que había comenzado la serie por el último, madre mía qué cabeza, y claro ya di por hecho que los
personajes, de la parte de la novela correspondiente a la vida privada de la protagonista, ya debían estar más que presentados en los
anteriores volúmenes y no hacía falta detallarlos con más precisión. Ya me vale. En cualquier caso comentaros que a ésta novela la preceden Verano en rojo (2012) y Margen de error (2014).
Lo que nos cuenta el argumento es que la comisaria María Ruiz se encuentra desterrada en Soria, donde el
último suceso que no se resolvió, y del que se tiene noticia, ocurrió en 1954,
cuando una mujer que presuntamente asesinó a su marido con matarratas
desapareció para siempre. De estar viva, tendría 101 años. Desde que la
destinaron a Soria, sacándola de Madrid, la comisaria Ruiz
viaja todos los fines de semana a Ávila, donde visita a su compañero Tomás, que está en coma. En ese momento, el comisario Carlos, un amigo suyo, finalmente ha conseguido convencerla
para que un fin de semana se airee y vaya a visitarlo a Santander. Pero
lo que tenían que ser un par de días de tranquilidad se convierte en el
mejor incentivo, pues que va a dar allí con su nuevo caso: un coche abandonado en la zona del puerto. En el
maletero, una chica muerta, y en el asiento del copiloto, un ejemplar
del periódico The Times con fecha del 15 de octubre de 1998 y una
noticia recortada.
Ya tenemos el misterio servido.
Se trata de una novela estructurada
en 60 capítulos, dividida en dos partes. Cómo os decía se lee bien. No ha sido la novela de mi vida, ni siquiera la novela de intriga de mi vida. Pero quizá haya sido porque no las he leído en el orden correcto. Aún así, es una novela que me resultado entretenida, la prosa es sencilla y, a pesar de
que no existen grandes sorpresas o puntos de giro, tiene ritmo, al que
contribuyen además la profusión de diálogos. Está contado desde diversos puntos de vista, el de la Comisaria, el de la víctima... Ese punto también le da más agilidad a la lectura.
Como originalidad resaltar que
trate el tema de la intervención de “los cuáqueros” en nuestra Guerra Civil. Eran
éstos una sociedad religiosa fundada en el siglo XVII en Inglaterra. Unos cristianos
protestantes que aliviaron las condiciones penosas de los Republicanos, tanto
en la guerra en algunas ciudades españolas, como sobre todo en los campos de
refugiados de Francia. Nuestra novela está ambientada en Santander, donde
existe un cementerio protestante que tendrá su protagonismo en la novela y que
enlaza muy bien con la historia de esta comunidad religiosa.
Luego la novela toca este tema
histórico, y además aborda el tema de la corrupción en la policía, la
prostitución y la soledad.
Creo que lo mejor de la novela, además de tocar el tema de los cuáqueros, que al menos a mí me ha resultado interesante (no es que lo desconociera, ya lo había leído en ficción en el libro de Isabel Allende "Largo pétalo de mar"), es que esta novela está bien ambientada. Es muy visual en lo que quiere reflejar la autora, y podemos casi "ver" el elegante ambiente pero solitario de la protagonista, el sórdido de los garitos que empieza a frecuentar o el casi bucólico de su abuela y esos cristianos, de tan bien reflejados como me han parecido.
Con la fila de libros que tengo, dado mi despiste, no creo que vuelva a esta autora para leer los libros anteriores, pero no descarto leer uno de los siguientes.