Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

jueves, 31 de octubre de 2024

Jaloguin

 


Dejadme que me recree en las fotos malas, borrosas, las que debería suprimir. Dejadme que piense ¡qué desastre! si casi me sale el dedo, y en cambio tú, por favor, si casi ni sales. Dejadme que de tan cerca me vea más gorda, con papada y los ojos medio cerrados. Mientras vosotras movidas, alocadas, no sabéis si salir en la foto o huyendo. Dejadme que, una vez más, mire al cielo diciéndome con hastío: ¡Rocío, tía, pero qué mal te salen los selfies!

Pero dejadme también que esta noche celebre que, con las velas, se volvieron bruma amarilla las arrugas y los granos. Dejadme que me ría de las ganas de que saliéramos bien a pesar de la poca luz y las inconveniencias varias. Dejadme que abra nuestras puertas de par en par para que huyan el cansancio y los agobios, las malas noches y groseras contestaciones. Permitidme que rebusque en nuestro interior a esos espíritus nuestros, juguetones, ruidosos y risueños, que a buen seguro aún nos habitan. Que les anime a abandonar nuestra cáscara formal de diario y les empuje a divertirse tanto que nos vuelvan aún más borrosas, mucho más, gracias a tal ataque de carcajadas que nos duela la tripa y la cara de ser unas feas tan felices.

Dejadme, venga, que dicen que es jalogüin.





domingo, 27 de octubre de 2024

En octubre celebramos el Día de las Bibliotecas

 

Olbia (Cerdeña)

Si Dios existe sé que no le importará escucharme decir que también me santiguaría cuando entro en una biblioteca.

Desde aquella primera que descubrí las siento como templos de conocimiento y riqueza. Templos que han evolucionado, como todo, desde un silencio sepulcral hasta el alboroto propio de los niños, de las clases, de la música bailando entre libros en forma de propuestas culturales que solo buscan que crezcamos de fuera a dentro. 

La primera biblioteca de mi vida fue aquella forrada de madera donde reinaba el silencio absoluto y la oscuridad, salvo por la tenue luz de unas lamparitas verdes. Me sorprendió con sus estanterías forradas de arriba abajo por un hilo infinito de libros y comics que podías coger a voluntad y volver a dejar sin problema, qué maravilla de lugar, lo guardo como un precioso recuerdo. Estaba en un recodo de una callecita estrecha y adoquinada de aquel pueblo de Barcelona donde crecí. Pasados muchos años fui a buscarla, a revivirla, pero ya no existía, salvo en mi memoria donde permanece inalterable. Quizá fuera mejor no haberla encontrado.

Aquel vacío que dejó, lo he ido llenando con las bibliotecas que he descubierto y disfrutado en todos mis viajes: La de Nueva York que conocía por tantas películas, la del Instituto Cervantes de Berlín tan doméstica, la de Riga tan espectacular al otro lado del río, la de Boston tan monumental, la de Estocolmo circular y enorme o la espectacular Trinity o la Marsh tan entrañable, también en Dublín. Han sido tantas que es imposible señalarlas a todas, pero a todas las presenté mis respetos.

Mientras no he viajado tan lejos mi consuelo, en el mejor sentido de la palabra, porque no son menos que cualquiera de aquellas, las bibliotecas más cercanas: La biblioteca Pública de Guadalajara donde tantas veces nos hemos reunido con los compañeros de allí. La biblioteca Arús de Barcelona con su colección de Sherlock Holmes y su estatua de la libertad, la del Ateneo de Madrid tan histórica, la del Museo Cerralbo con todos esos relojes que el relojero pone en hora todos los días porque el tráfico los descontrola. 

Todos hemos crecido, incluso las bibliotecas que ahora ya no solo respiran en silencio, sino que dejan entrar los sonidos de la calle con distintas propuestas culturales. En la Biblioteca Pública Iván de Vargas, donde alguna vez leí mis relatos, incluso ha bailado mi sobrina con su clase del conservatorio de danza.

Como todos los octubres hemos celebrado el día de las Bibliotecas. A pocos días de terminar el mes me faltaba rendirle mi particular homenaje. Cada una de las que he pisado me han enseñado el valor, la complicidad, y el cobijo de las letras, la lectura, el estudio. Todas han contribuido a hacer de mí quién soy. 



Biblioteca Iván de Vargas (Madrid)/Conservatorio Profesional de Danza Carmen Amaya- Abril 2024



Riga


Museo Cerralbo (Madrid)

El Ateneo (Madrid)

Biblioteca Arús (Barcelona)

Biblioteca de Moguer (Huelva)



Biblioteca de Boston






viernes, 25 de octubre de 2024

"La niña del sombrero azul" de Ana Lena Rivera - Reseña literaria

 



-¿Sabe que, desde hace años, el Colegio de Abogados de Asturias permite colegiarse a mujeres?

-Desconocía ese dato.

-¿Sabe cuántas hay colegiadas? Ninguna. ¿Por qué cree que no hay más mujeres colegiadas o estudiando? Preguntó Amelia.

-No sé que decirle, quizá no tienen inquietud por las leyes.

-Por favor, no me decepcione, que le tengo por un hombre inteligente y abierto. 

-Supongo que las barreras sociales y familiares no ayudan a las mujeres que tienen objetivos académicos.


Termino el último libro de Ana Lena Rivera "La niña del sombrero azul" con una grata sensación. 

Es una novela larga, que pasa de las 600 páginas y se reparte en treinta y un capítulos, pero la verdad es que no dejan de ocurrir sucesos así que me ha parecido muy entretenida, en el mejor sentido de la palabra. 

El argumento nos habla de Manuela, una joven humilde de una aldea del norte de España, que con apenas diecisiete años entra a trabajar en la casa de los Marqueses de Armayor, como criada. Ahí conocerá a Alexandra, la hija de los Marqueses, y nacerá entre ellas una amistad que durará toda la vida. 

Está ambientada, como os comento, en el norte de España, en Gijón y Oviedo, pero también en Madrid. Y sus coordenadas temporales se extienden desde el verano de 1929 cuando comienza la historia hasta casi el año 2000 que termina. 

Durante todos estos años veremos, a través de sus ojos y las vicisitudes que se ven obligados a sufrir Manuela y todos sus allegados, como va cambiando nuestro país. La República, el malestar político previo a la Guerra Civil, la propia Guerra, los vencedores y vencidos, la II Guerra Mundial, nuestra postguerra, la transición... Es un viaje por todo el siglo XX. Y con él repasaremos todos los importantes acontecimientos a que dieron lugar: el sufragio de la mujer, la emigración de los Republicanos, los niños que se marcharon a Rusia, La Guerra Fría, el distinto trato que ha tenido la mujer según el país donde viviera, el maltrato, las adopciones... Me ha parecido muy interesante todo este repaso a nuestra historia.

Es una novela más de mujeres que de hombres, las historias no solo de la protagonista sino la de las demás mujeres están más detalladas y son más profundas, tienen más capas. Podríamos decir que es un homenaje a la vida de aquellas antepasadas en el tiempo que les tocó vivir. Cuanto ha cambiado en cien años nuestro país en la vida de las españolas. Desde la vida que tuvieron nuestras abuelas y madres hasta la que están viviendo nuestras hijas. Como en su novela anterior el tema de la costura está muy presente, puesto que para esa generación fue muy importante, tanto para las pobres como para las más adineradas. Yo recuerdo a mi madre siempre cosiendo, cuando podía hacerlo. 

Es también un homenaje a la amistad entre las mujeres, no solo por la de la protagonista con Alexandra, que por supuesto también, salvándose todas las convicciones sociales, sino también por la que se establece entre más mujeres de la historia que ayudan en los peores momentos. Casimira, Rosita, Claudina, Octavia... Conoceremos a muchos personajes femeninos dignos de representar y visibilizar otras historias.  


-¡Coño! -saltó el ingeniero jefe- ¿Me va a decir a mí una piola cuál es la fuerza del mar en la Habana?

Telva nunca le había preguntado a Ricardo qué quería decir cuando la llamaba piolita porque asumió que era un apelativo cariñoso, pero en boca de aquel hombre ya no le sonó igual. 

-No sé qué coño, como dice usted, es una piola, pero por si acaso: ¡su madre!

La cosa no llegó a las manos porque el resto de los ingenieros lo impidieron y se llevaron al jefe a calmarse con unos tragos.

-¿Qué es una piola? -le preguntó Telva al que parecía más calmado de sus compañeros cubanos.

-La que come pingas negras -recibió como respuesta. 


Al principio de comenzar la lectura de este libro me recordaba demasiado a las series de televisión que hay después de comer con tantísimos capítulos y buf, sabiendo que además tenía tantas páginas, por un momento dudé de si me atraparía la historia. Pero lo cierto es que enseguida me metí en ella y ya no pude dejar de leer. Me ha sorprendido. Tiene una prosa que fluye muy bien, es una lectura muy ágil, donde a Manuela y los suyos les ocurren tantas peripecias que no puedes dejar de ver qué va a sucederles después. La autora ha sabido repartir muy bien los conflictos de la trama, y no deja de haber un desenlace cuando ya hay otro conflicto asomando. Además te vas encariñando de Manuela que es un personaje que está bien conseguido, es creíble, una superviviente de su destino.  

Todos los libros de esta autora que he leído los he disfrutado. Tanto los de novela negra, como los históricos. Aquí creo que ha sabido condensar un largo período de nuestra historia de forma detallada y entretenida a través de esos personajes, y además lo ha escrito con una prosa rica, elegante pero muy natural, y eso tiene mucho mérito. 

Es una novela que desde luego que se presta a convertirse en imagen y a que hagan de ella una telenovela de muchos capítulos para después de comer, por supuesto se quedaría corta con respecto a la novela, pero seguro que conseguiría mucha audiencia y yo me alegraría. 


lunes, 21 de octubre de 2024

Madrid despierta

 


Madrid y yo despertamos a la vez, mientras un dios amable va mezclando la luz de las farolas con los primeros rayos de sol. 

Caminando juntas a veces ni tan siquiera hablamos.

Escuchamos algún podcast, una breve canción, el eco que deja atrás cada pisada. 

Sin embargo, otras, nos apalabramos fuerte.

Despejamos dudas, tomamos decisiones, adivinamos personajes y tramas en cada fachada. 


Madrid y yo sintiendo a la vez, mientras despiertan los coches y los perros, los pies y los semáforos.

Caminando juntas mientas la vida imparable va cogiendo carrerilla 

mientras solo somos gota de lluvia, nube rosa, 

una sombra casi feliz que vuela borrosa.





sábado, 19 de octubre de 2024

La Cerdeña de Interior: Nuoro, Orgosolo... y un perfecto día de pastores

 


 

Abrí la nevera con la ingenuidad de Caperucita y ahí dentro estaba el lobo disfrazado de salchichón, preparado para saltar sobre mis recuerdos, hacerles la zancadilla y empujarme por un precipicio de nostalgia. 

El nuevo salchichón trajo otro. Hacía solo un mes pero parecían tres. Un salchichón sabroso cortado en rodajas y acompañado de aquel queso que se deshacía en la boca, aquel crujiente pan de pueblo y el vino tinto de un almuerzo típico de pastores que hicimos cerca de Orgosolo, el pueblo de los murales. Qué chulos eran ¿verdad? Chulísimos.

Aunque eso había sido después del Museo Sardo de Nuoro donde aquella guía buenísima nos lo iba explicando todo con tanto detalle y tanta naturalidad. Daba gusto escuchar. Quédate con nosotros todo el viaje, anda, quédate. 

Pero con una sonrisa más nos llevó solo hasta el salchichón. 

Y volvió aquella bandeja de madera sobre las rodillas, podéis repetir cuántas veces queráis: el embutido, el queso, la carne, todo regado por aquel vino, una vez y otra, y ahora el melón antes del dulce. Oh, qué rico todo. Volvieron aquellos bancos corridos en pleno pinar donde nos hicimos hueco, unos a la sombra y otros al sol, volvió aquella sorpresa que supuso nuestra redención tras tanta pasta, comida y cena, comida y cena. Volvió aquel sabor a tradición, a sol, a pino, a canción. Volvieron nuestras risas espontáneas y la complicidad de un día de campo en Cerdeña, un día perfecto de viaje en Cerdeña. 

Maldito salchichón, bendito lobo. Maldita nevera, benditos los recuerdos conservados al frío que te sacan de la templada rutina.

Pura nostalgia de la Cerdeña de interior.














domingo, 13 de octubre de 2024

"Las series de nuestra vida" en el edificio de la SGAE de Madrid

 


Hoy vamos a hablar de una exposición que solo durará este mes de octubre, bueno concretamente hasta el 3 de noviembre: "Las series de nuestra vida".

Está en la sede de Madrid de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), así que por un módico precio ¡gratuito! se puede visitar todas las tardes el edificio que ocupa y la exposición.

La SGAE está en el Palacio de Longoria, cerca de la plaza de Alonso Martínez, un edificio modernista que data del año 1902 y que es tan chulo que
bien merece la pena una visita. Si vas a ver la exposición podrás admirar su preciosa escalera y su jardín interior. 

La exposición tiene objetos, fotografías de rodajes, vestuario, recortes de prensa, claquetas, guiones... Es verdad que hay tantas series que el espacio dedicado a cada una es relativo, dependiendo de la serie es mayor o menor y en algunos casos casi es testimonial, pero con tantísimas series como hemos disfrutado, es muy difícil que puedan dedicarles más sitio. 

Pero está curiosa la exposición, se hace un repaso desde aquellas series míticas en blanco y negro como "Historias para no dormir" de los años 60 que veíamos todos en familia cada semana, hasta algunas tan actuales como "La Mesías". 

Yo creo que casi todo el mundo encontrará aquí su serie favorita y acabará diciendo eso de ¡Hala mira...!, sonreirá y su cabeza se llenará de recuerdos de cuando la pudo disfrutar. Y entonces solo por eso merecerá la pena la visita. 




















viernes, 11 de octubre de 2024

Hay un faro esperándome en algún lugar. Cabo Caccia, Gruta de Neptuno, Faro (Cerdeña)

 



Hay un faro esperándome en algún lugar. 

Me guarda un pedazo inmenso de mar 

y un sol a la medida del hueco de mis manos. 

¿Cómo sabré que eres tú? 

La pregunta viva, traviesa, terca,

salió de mis labios sin permiso.


Hay un faro en algún lugar

que me prometió tiempo y serenidad. 

Yo le creí, juro que lo hice, pero quizá solo fuera 

terca necesidad.

Quiero mi mar y mi sol. 

¿Cómo sabré...?

Mis labios nunca recibieron contestación 

y yo tampoco. 














Alghero (Cerdeña)

Faro del Cabo Caccia (Cerdeña)

Cuevas de Neptuno/Grotta di Neptuno



martes, 8 de octubre de 2024

8 de octubre, otra vez.

 



Todavía no soy capaz de leer todas las cuartillas que escribió mi madre cuando aprendió de nuevo a hacerlo. El ictus no sabía con quién estaba tratando y aunque le obligó a aprender a hacer de nuevo todas las tareas, le obligó a reescribir su vida entera con la mano izquierda, no pudo con ella. Tenía entonces mi madre justo la edad que tengo yo ahora. 

Hay días que uno va esquivando los recuerdos para no caer de bruces en ellos. 

Me conmueven esos renglones que no consiguen parecerse ni de lejos a la letra que tenía mi madre, aquella caligrafía tan igualita que le enseñaron sus monjas. Me conmueven las faltas de ortografía que me pidió que le corrigiera y ahí quedaron porque seguramente, tonta de mí, me distraje con otra cosa infinitamente menos importante. Me conmueve la fuerza de voluntad que se escapa por esos trazos que ella intenta ajustar a las líneas del papel contando cómo conoció a mi padre y cómo se portó con ella en aquel primer cumpleaños que vivieron juntos, otro ocho de octubre como hoy de hace ya unos cuántos años. 

Hay días en los que no caben más palabras que éstas. Días que se debe escribir lo que no se dice. Días de dar gracias. Gracias porque nos tocó a nosotros cinco ser sus hijos. Qué orgullo.

Feliz no cumpleaños mama. 


lunes, 7 de octubre de 2024

Lunes. Feliz lunes.

 

Si llegas al metro, pasas el abono transportes por un torniquete y no te deja, lo pasas por el segundo y tampoco, por el tercero, el cuarto, pero no hay forma humana de que aquella máquina infernal te permita el paso, y te dices "Pero vamos a ver. ¡¡Si lo acabo de recargar!!" antes de echarle una ojeada rápida y comprobar que no sacaste el abono transporte, sino la tarjeta del supermercado DIA tan cuadriculada, tan roja, tan parecida al abono transporte, entonces solo es LUNES.

Si entras al vagón y buscas y rebuscas en la mochila el ebook porque anoche te quedaste en lo más interesante y porque te encanta aprovechar esa primera media hora de metro en avanzar páginas y sacas el monedero, el tarjetero, el móvil, las gafas "de ver", las gafas "de sol", el paraguas, las pastillas y la biblia en verso pero joooo, no aparece y ¡no! visualizas en tu mente, con añoranza, como quedó abandonado a su suerte en la mesilla, entonces solo es LUNES.

Si en la siguiente media hora que queda hasta llegar al trabajo quieres caminar y no hay nada como abstraerse del mundo escuchando lo que te apetezca, y sacas el móvil y pones el spotify, y pillas los auriculares y te pones el uno y el otro y por más que los conectas al bluethooth, el invento no se engancha y les soplas y los resoplas, y te los vuelves a colocar en las orejas, una y otra vez, metiéndotelos hasta casi las trompas del tal Eustaquio, pero nada, y quitas y das a la teclita del bluethooth, pero no hay manera, hasta que desistes y te desenganchas de todo y guardas el móvil y los auriculares otra vez en la mochila y aceleras el paso sin música, sin podcast, sin na de ná salvo tus pisadas, entonces solo es LUNES. 

Si llamas a tus compañeros para desayunar porque tu cuerpo necesita otro café bien cargadito para abrir de una buena vez los ojos y empiezas a hacer recuento mental y resulta que el que no está teletrabajando está de vacaciones, y a los que estaban ahí ya no los ves, pero queda la opción del Teams y escribes a los de la otra planta y el que no te dice que bajó a primera hora, te dice que no cuentes con él que tiene una reunión en diez minutos, y los que no veías ya, resulta que salieron diez minutos atrás y te toca llamarles por teléfono para que por favor te esperen y sales disparada tras ellos con la chaqueta, la tarjeta y la mochila en las manos para alcanzarlos, entonces solo es LUNES. 

Solo es LUNES, solo es LUNES, solo LUNES, te repites como un mantra.

Otro lunes en el que no empiezas a espabilarte hasta las once de la mañana, hora en que, tras dos cafés, una carrera tras los compañeros, una caminata a pie con tus pensamientos y media hora de lucha cuerpo a cuerpo en el metro con otros iguales que también están de lunes pero quieren pillar el metro que pita, el asiento que ven libre en la lejanía y todo lo que tú quieres y más, te sientes preparado para decirte: "Venga, venga, no es tan malo, ya solo quedan cuatro días y medio para que sea viernes otra vez. Vamos, no seas mema, lo único que pasa es que es LUNES". 


La palabra LUNES etimológicamente viene del latín clásico: "Dies lunae", o lo que es lo mismo "primer día de luna". Del latín clásico pasó al vulgar que lo abreviaron como "Dies lunis" y de ahí a "lunis" y ya se quedó en nuestro "lunes".



domingo, 6 de octubre de 2024

"Cigarreras" en el Teatro Fernán Gómez de Madrid

 


Tras el parón del verano y liberarnos del secuestro al que nos tenía sometidos el calor, con la consiguiente y necesaria abducción del agua, una se siente en la obligación de retomar las exposiciones y los teatros para no sentirse ya totalmente atocinada tras la inactividad  intelectual veraniega. 

Comenzamos el curso con la obra de teatro "Las cigarreras" en el Teatro Fernán Gómez de Madrid, Centro Cultural de la Villa. Qué buenas butacas siempre ha tenido la sala Guirau de ese teatro: grandes, blandas, con espacio para estirar un poco las piernas. Te sientas y te dices, qué gusto de sala. No defrauda nunca. 

Habíamos estado en esta misma sala, en primavera, viendo Galdós Enamorado, con Emilio Gutiérrez Caba y María José Goyanes, con una obra cuyo argumento giraba en torno a la relación sentimental entre Benito Pérez Galdós y Emilia Pardo Bazán y que se plasmaba en su correspondencia. En la otra sala, que también me gusta mucho, la Jardiel Poncela, más pequeña y acogedora, las últimas veces vimos "Mi abuela no se llama Carmen"o "Tea room". 

Ahora en otoño volvemos a la sala grande y también a doña Emilia, pues "Cigarreras", la obra que ahora se está representando, es una adaptación del director y dramaturgo Cándido Pazó, de la novela de Emilia Pardo Bazán titulada "La tribuna". Mote con que llamaban sus compañeras a una de las cigarreras, cuya historia nos van a contar.

De la representación, en general, salimos contentos. La obra es muy emotiva y cuando termina muchos de los asistentes comienzan a levantarse a aplaudir porque es cierto que llegan a conmoverte las vidas de esas mujeres trabajadoras. Eso es buena señal. Lo cierto es que tiene un montaje muy conseguido: la atmosfera de la fábrica donde trabajan las cigarreras, el momento político convulso de aquella España del Siglo XIX que abarca desde la Revolución de 1868 hasta la I República, las cuitas personales y laborales de las gallegas cigarreras está muy bien reflejado. Es un montaje que solo ha contado con mujeres.

Doña Emilia destaca porque está muy bien representada por la actriz Susana Dans. Cuando comienza la obra está releyendo, once años después de escribirla, su obra "La tribuna". Eso le trae recuerdos y los comenta con sus supuestos lectores, que somos su público. Y ahí arranca la historia. 

Las actrices cantan varias veces durante la obra y eso intensifica la atmósfera de camaradería que nos llega y le imprime mucho ritmo a la obra. Lo único que yo sentía es que en esas ocasiones en las que cantaban, que me gustaban mucho, no vocalizaban tan bien como para entender qué decían. Me llegó mucho y me pareció muy oportuno que tuviera su papel, doña Emilia en la obra. La interpretación me pareció muy fiel a lo que sabemos de la autora, su porte aristocrático, su talante goloso y amistoso, su curiosidad tan intelectual... También me parecían muy creíbles y naturales las actrices que representaban a las cigarreras de mayor edad. 

En general es un montaje muy logrado. Son dos horas de representación pero no se te hacen largas. Trae hasta nuestros días una obra social, siempre necesaria, de reivindicación de la mujer, no solo en el terreno laboral sino también en el sentimental, y tiene una carga emocional que transmiten al público. La interpretación de las actrices, sus derrotas, el camino que finalmente siguen sus vidas es muy interesante y te contagian de su ánimo.


miércoles, 2 de octubre de 2024

Siempre café

 


Los granos de café que masticaba mamá, mientras lo molía, siendo aún niños; el café asesino que casi me mata en Egipto; el que subía humeando escaleras arriba cuando los padres tenían reunión de vecinos en casa de la Señora Ángela; aquel machaquito que nos tomamos la primera tarde en La Palma mientras atardecía tras los dos faros; el café con leche y barrita con aceite que desayunábamos cada mañana tú y yo mientras nos íbamos enamorando; el que acompañábamos de una caracola recién hecha en La Pausa de Dublín con Oscar Wilde al fondo; el que nos tomábamos a media tarde con mamá y su bizcocho recién hecho en aquella mesa redonda de nuestra luminosa y enorme cocina; aquellos cafetitos riquísimos de La Puglia a los que me tiraba "en plancha" en cuánto me veía en calle con tiempo libre; el café que se enfrió en la taza el día que tú dijiste que quizá no deberíamos seguir; el brebaje turbio que nos daban en Escocia mientras aquel compañero del viaje cantaba: “Dame veneno que quiero morir, dame veneno…”; el café que nos tomamos con nuestros recién estrenados amigos en aquella librería de Corfú tan chula donde un gato despanzurrado dormitaba; el "con hielo" que no me tomaré nunca; el "bombón" que me tomaría siempre; el café diario justo y necesario de después de comer esté donde esté sola o acompañada; el café donde se disolvió tu "quizá" antes de tragártelo y continuar diciendo: "pero no quiero"; el café irlandés con turroncitos por el que nos clavaron aquella navidad; los cafés que nos tomamos mi soledad y yo; esos en los que mojamos los dulces típicos de aquí y allá; el carísimo café suizo que menos mal que estaba bien rico; el descafeinado que me sabe a gloria los miércoles de tertulia hablando de letras; el que nos tomamos al solecito y frente al lago en Los Dolomitas; el "noisette", la "mediana", el "machiato" todos los que aprendí a decir para defenderme por la vida; todos los cafés que me han robado los malandrines de todos los bares del mundo a la voz de “ya tenemos la cafetera limpia y apagada”; todos los que nos hemos tomado en los aeropuertos antes de viajar; los que han calentado tantas conversaciones importantes en casa, con los amigos, contigo; los mil y uno que nos hemos seguido tomando tú y yo desde que decidimos dejar nuestra, sin embargo, interminable historia.


@Rocío Díaz

 Dicen que el 1 de octubre es el Día Mundial del Café.


¿Quién necesita un día mundial?