Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

viernes, 22 de octubre de 2021

Vicky Gastelo en concierto. Sala Berlanga de Madrid

 

 

Y mi compiche de conciertos dijo ¿Te vienes el sábado a ver este? 

Y ya era de noche, y yo ya estaba en la cama, no sé si medio dormida o medio muerta pero acerté a contestar: "Si yo creo que no me se ni una canción..." Y mi compinche contestó: "Vicky Gastelo te gustaría..." Y ¿me lo pensé un minuto? Bah ni eso. Ni medio segundo. 

"Bueno pues voy".

Porque a mis taytantos cada vez digo no a menos cosas. 

Y a mí me liaron, pero yo lié a otros. 

Y alla que fuimos al concierto. 

Y nos gustó una canción, y dos, y todas.

Todas.

 

Y como nos había gustado tanto, se lo dijimos a Vicky a la salida, porque las cosas buenas hay que decirlas siempre. 

Y nos hicimos una foto con ella porque es tan importante que te hagan disfrutar y sentirte bien... que yo siempre quiero hacerlo eterno.

 


 Y ya solo queda ser agradecida.

Gracias a Alberto, mil gracias, de todos mis hermanos el que nació detras de mí, y trajo tanta música a mi vida.

Gracias Vicky Gastelo, gracias, gracias.


 

 




















sábado, 16 de octubre de 2021

Una vez trabajé en un palacete

 


 

Una vez trabajé en un palacete.

Uno muy señorial, de principios del siglo XX, en el centro de Madrid. 

Tenía despachos muy elegantes, con techos labrados de flores y chimeneas de marmol.

 

Tenía un suelo precioso de maderas nobles con dibujos geométricos que crujía al pisarlo.

Tenía una escalera señorial, casi de caracol, con una elegante vidriera de llamativos colores.

Tenía una biblioteca fantástica, de madera y cristal, que me tenía robada la voluntad.


Y dos ascensores, uno al aire y coqueto, que conservaba una verja labrada, y otro diminuto y agobiante, en el que apenas subí, que llevaba a los despachos del palomar.

Y una entrada para carruajes, ostentosas lamparas y más plantas de las que parecía, admirando su fachada cuidada y neoclásica.

Tenía muchos vericuetos semiescondidos a distintas alturas que que se habían aprovechado para colocar despachos que pasaban tan desapercibidos como los funcionarios que trabajaban en ellos.

 

Pero sobre todo, aquel palacete donde yo trabajé una vez, tenía un fantasma.

Un fantasma al que solo podía ver yo, y que cada tarde,

y solo a mí, 

me iba contando de su pasado aristocrático y su triste destino,

mientras yo iba escribiendo su historia.


Una vez, en un palacete, me enamoré de un fantasma.

 

 Rocío Díaz






#Palacio de Adanero (Madrid)

 

martes, 12 de octubre de 2021

"Faltar un tornillo"

 


Hoy me he encontrado este regalito.

No sé que pensar...

¿Estarán tratando de decirme algo?



"Faltar un tornillo": 

Faltarle a alguien un tornillo, o tener flojos los tornillos:

1. locs. verbs. coloqs. Tener poca sensatez.

Dice la RAE.

¿Tendré poca sensatez?


No se sabe muy bien el origen de esta expresión. Algunos dicen que nació con la revolución industrial y el auge de la maquinaria. Con la experiencia se terminó por comparar el comportamiento anómalo, extravagante, raro, de una maquinaria a la que le faltaba un tornillo, con el engranaje de la cabeza y el comportamiento de aquellos que eran más "peculiares" o "extravagantes". 

Ya sabéis... La riqueza del lenguaje coloquial.

Otras veces puede ocurrir que en vez de decirte que te falta un tornillo, digan que "estás como una cabra", o que se te "está haciendo agua la sesera", o que "estás tocado del ala", que "estás mal de la azotea", o que estás "como una regadera",o "como un cencerro", o directamente que "estás loco de atar" aludiendo a aquellos métodos de los psiquiátricos antiguos que es mejor no recordar. 

Bueno, en cualquier caso, puestos a elegir, prefiero que me falte un tornillo, a que "me apreten los tornillos".

¿Vosotros no?



domingo, 10 de octubre de 2021

"Charcos y ballenas. Las palabras que quedan por decir" Exposición de Fernando Beltrán y Rosa Juanco. Poesía y Fotografía.

 

 

Esa última palabra

que a la lluvia tras irse

le queda siempre por decir.

Fernando Beltrán


En principio,  solo se va a poder visitar durante el mes de octubre. 

Por eso, y porque es muy sugerente, yo os recomendaría que visitárais la exposición "Charcos y Ballenas. Las palabras que quedan por decir" que está en el Palacio del Marqués de Salamanca de Madrid, en el Paseo de Recoletos, donde se ubica la Fundación BBVA.

Se trata de un montaje de 40 poemas y 20 fotografías. Poemas de Fernando Beltrán y fotografías de charcos de Rosa Juanco. También hay un vídeo donde los dos artistan conversan. 

 

Esa lección del charco

que en invierno se hiela

para vivir aún más.

Fernando Beltrán

 

Fernando Beltrán, (Oviedo 1956). Poeta, profesor y creador de El Nombre de las Cosas, premio Asturias de las Letras y cuyos textos han sido traducidos a más de veinte idiomas. Fernando Beltrán Autor, entre otros, de los poemarios Aquelarre en Madrid, Ojos de agua, El gallo de Bagdad, Amor ciego, Bar adentro, La Semana Fantástica, El corazón no muere, Mujeres encontradas, Sólo el que ama está solo, Hotel Vivir y La curación del mundo (Hiperión 2020).

Rosa Juanco (Madrid, 1963) vive y trabaja entre Madrid y Bruselas. Es licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid y, tras ampliar estudios en el Instituto Lorenzo de Medicis en Florencia y en la School of Visual Arts (SVA) en Nueva York, obtuvo el máster de Dirección de Proyectos culturales con La Fábrica en Madrid. 

 

“Era otoño y estaba de viaje por la Champaña francesa. Acababa de llover y ahí estaban esos charcos que tenían todo un mundo dentro, con fondos en los que podías abismarte y superficies espejadas en los que la naturaleza -hojas, insectos- se sostiene en un equilibrio frágil. En esos mismos charcos estaba el reflejo de todo lo que había por encima, que es un poco de todo lo que está por venir. De modo que aquellos charcos, esa huella que había dejado la lluvia, era una huella que había dejado la lluvia, era una huella en pasado, en presente y en futuro”.

Rosa Juanco 


Se trata de dos miradas sobre el agua, los charcos, la lluvia, que se complementan. Dos formas de reflexionar y reflejar, dos formas de dejar volar la imaginación, de plasmar la belleza. La unión de ambas disciplinas tiene un enorme poder evocador.

Cuando yo fui a verla, un día laborable a la hora de comer, no había nadie. 

La exposición está en dos enormes salas, que pude visitar sola, tranquilamente, tomándome todo el tiempo del mundo para admirar las fotografias tan sugerentes de los charcos, y estar leyendo y releyendo los poemas de Fernando Beltrán las veces que necesité. 

Reconozco que yo ya era lectora de este poeta, de este inventor de palabras, pero ¿cómo se puede decir tanto con apenas tres breves versos?


 

“Es el doble juego del charco. Lo rehúyes porque no quieres pisarlo y mancharte, pero su belleza te atrae; esa es su magia y la de la ballena que espera dentro. En un momento dado estás recreándote en la hermosura de los charcos de un parque o de una acera y de repente te introduces en otro mundo que son los charcos de cada uno… y ahí está la ballena aguardando”. 

Fernando Beltrán

 


 








viernes, 8 de octubre de 2021

8 de octubre.

 


Cuando era pequeña vivía en un segundo piso. El cole estaba a dos manzanas de casa, y en la misma acera, por eso ya me dejaban ir caminando sola. Pero algunas veces, muchas, mi madre me daba dinero para que me comprara un bollo, para el recreo, en la pastelería que estaba en la acera de enfrente.

 Todas las mañanas yo bajaba ataviada con mi uniforme y mi cartera y me paraba en el borde de aquella carretera, tan transitada, que atravesaba el pueblo. Allí esperaba a que saliera mi madre al balcón. Desde el segundo de aquel bloque tan estrecho, ella miraba a un lado y al otro sobre los árboles y me gritaba ¡Ya! para que cruzara. Entonces yo emprendía una loca carrera, la falda gris y tableada revoloteando a mi alrededor, hasta que alcanzaba la meta de verme en el otro lado. Después, mi madre esperaba que yo entrara en la pastelería y saliera con mi botín, y volvía a gritarme cuándo debía cruzar. Una vez que estaba ya a salvo en nuestra acera, me sonreía, me decía adiós con la mano y me tiraba un beso que yo me guardaba junto a mi crujiente cruasán. Qué feliz era yo con mis ocho años, mi bollo y mi beso caminando sola hasta el colegio.

 

 

Un ictus y veinte años después, mi madre aunque aún no era mayor, necesitaba ayuda para casi todo. Si solo tienes movilidad en la mitad de tu cuerpo, donde te acuestas te quedas. Si solo tienes movilidad en la mitad de tu cuerpo, solo te puedes arropar un hombro.

Todas las noches, sin embargo, tras pasar mil y una dificultades en el día a día, cuando al fin sentía media espalda apoyada en el colchón, y la estábamos recolocando la ropa y arropando bien hasta la barbilla, mi madre nos decía con alivio en la mirada: “¿Quién inventaría la cama? Habría que hacerle un monumento”. Y entonces te sonreía y te hacía sonreír.

 

 

 Todas las mañanas cuando voy caminando al trabajo, algunas veces, muchas, emprendo una loca carrera para cruzar las calles medio desiertas de este Madrid que amanece. Entonces, aún puedo sentir mi falda gris y tableada revoloteando a mi alrededor. Puedo sentir que mi madre me dice adiós con la mano, me sonríe y me tira un beso sabiéndome segura, pisando firme, en la acera correcta.

Todas las noches, después de un ajetreado día, cuando por fin estoy tumbada en mi cama, y comienzo a descansar, puedo sentir la voz de alivio de mi madre diciendo: “¿Quién inventaría la cama? Habría que hacerle un monumento”. Y, como siempre, vuelve a sonreír, haciéndome sonreír a mí.

 

Rocío Díaz Gómez



lunes, 4 de octubre de 2021

"La fosa" Lola Montalvo. Reseña Literaria

 


Hoy mi blog se ha puesto en jarras delante de mí y me ha espetado: “¡Eh! Ya es otoño y comenzó el curso, nada de estar por ahí holgazaneando todo el santo día ¿Me oyes?” ha dicho con esa voz de blog refunfuñón que tiene. Le he mirado de reojillo y tragándome las ganas de decirle tres o cuatro adjetivos malsonantes acompañando a la frase “¿A mi edad me vas a venir tú con monsergas?”, me he puesto, murmurando para mis adentros, a terminar una reseña literaria que tenía a medias. Porque en el fondo tiene razón, aunque le fallen un pelín las formas. Que cuánto menos se hace, menos se quiere hacer, dice la ley universal de la indolencia.

Así que vamos a ello.

El último libro que he terminado es "La fosa" de Lola Montalvo. Llegó a mis manos por casualidad, pero la verdad es que desde el primer momento me atrajo con esa portada decorada con una foto antigua con dos niños vestidos iguales, y unos huesos. Ultimamente con el libro electrónico mi memoria ya no retiene las portadas como lo hacía antes con los libros de papel. Una más de las desventajas del ebook, aunque por sus evidentes ventajas yo no pueda vivir ya sin él.

El argumento que nos cuenta esta novela es el siguiente: Por un lado comienza con un episodio de un fusilamiento de varias personas en el año 1940. Y por otro, en Castillejos de la Sierra, un pueblo de Sevilla, y en la actualidad, han comenzado los trabajos de exhumación de una fosa común fuera de la tapia del cementerio. Se les va a unir una antropóloga forense conocida, Mar Torralba, que viene acompañada de su sobrino de diez años, Dani. El niño no habla porque, además de estar traumatizado a raíz de muerte de su madre a manos de su padre, esconde un oscuro secreto. Y por si todo eso es poco, en la fosa descubren un cadáver que no muestra signos de haber sido fusilado, con el característico tiro de gracia en la cabeza, sino que parece que sufrido otro tipo de heridas más propio de un asesinato que no de un fusilamiento.

Y con esos mimbres, la novela está servida para su degustación. 

En general yo he estado bastante entretenida mientras la leía.

El tema es muy actual, se aborda el tema de la memoria histórica, la exhumación de las fosas de la guerra civil. Y también, latente, está el de la violencia de género.

Las coordenadas espacio temporales, están bien delimitadas. Por un lado la acción se desarrolla en Andalucía, como os comentaba en el argumento, en el pueblo de Castillejos de la Sierra. Está muy bien reflejado el ambiente de pueblo, las casas bajas, la plaza, los vecinos, el calor... Y por otro lado temporalmente hablando tenemos una acción que se desarrolla en los años cuarenta del siglo pasado, y otra en la actualidad. No es que toda la novela esté oscilando entre las dos épocas, pero tanto al principio como al final sí que el argumento recurrirá al pasado para explicarse, lo que imprime más ritmo a la lectura.

Los personajes están bien perfilados. Quizá en algún momento he podido pensar que el niño es demasiado maduro para su edad. Pero en general están bien. Con algunos de ellos, como Dani, el niño, el barrendero o la tía empatizaremos rápidamente.

Es una novela que, a pesar de su longitud, se lee bastante bien. La prosa es sencilla y el ritmo ágil, hay acción y variedad de personajes.

Y además tiene su pequeña dosis de intriga. No es una novela de misterio para nada, porque enseguida uno hila cabos, pero contempla cierta dosis de misterio.

Pero, desde luego, en mi opinión es una novela de personajes, el foco de la atención del narrador está en ellos, en su creación, en que cobren vida, en mostrarnos al lector cómo sobreviven a sus propias historias. Se ve muy bien al final de la novela, cuando la autora nos detalla con bastante precisión cómo van a continuar con sus vidas tras el desenlace.

Habrá que ver que más sigue escribiendo esta autora. 


viernes, 1 de octubre de 2021

De octubre y los romanos, de los locos y octubre. Bendito octubre

 

 

Octubre comienza con el nombre cambiado. 

Espero que con el pie, no.

Octubre nuestro décimo mes lleva el nombre del octavo. 

El peso de la costumbre.

Octubre que, hasta el año 153 a.C., fue el octavo mes, de ahí su nombre, derivado de"octo", ocho, pasó a ser el décimo mes cuando los romanos, que cómo decía  Obelix están locos, decidieron que el año en vez de empezar en marzo, empezara en enero.

Pero se les olvidó renumerar los meses.

Locos no sé, despistados quizá.

 


 Hoy, 1 de octubre, se celebran: Día Mundial de la Sonrisa, Día Internacional del Café, Día Internacional del Vegetarianismo, Día Internacional de las Personas de Edad, Día Internacional de la Hepatitis C y Día Internacional de la Enfermedad de Gaucher.

 

 Y yo, éste 1 de octubre del 2021, he empezado otra etapa laboral. 

 Y contra todo pronóstico, estoy ¡¿contenta?!

¿Seré romana? 

O solo

¿Estoy loca?

 


Bendito octubre.