Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

domingo, 24 de junio de 2018

Joan Margarit - Poemas


PENÚLTIMO POEMA A MI MADRE

Acabada la guerra, solíamos jugar
en nuestra calle, y tú, al oír un avión
salías a buscarnos hasta que su sonido
iba a perderse entre las nubes.
Son las ruinas de aquel lugar seguro
de la infancia. Recuerdo que una vez
me levanté de madrugada
y tú estabas allí en la oscuridad,
sentada en la cocina
igual que una gaviota en una grieta
de la roca durante el temporal.
Veo tan sólo una luz tenue:
la casa que, a pesar de no existir,
me ha hecho sentir menos desdichado.
Hasta que ya el peligro
se haya perdido por el horizonte.




LA ÉPOCA GENEROSA

Nuestros, como canciones
que nos hacen llorar, son esos días
que fueron la verdad de los anocheceres
sonrientes y del baño de los niños.
El alegre cansancio de la cena.
Las caras que no han vuelto
a confiar como entonces.
La vida se alimenta de días generosos.
De dar y proteger.
Si se ha podido dar, la muerte es otra.





Sueño de una noche de verano

Has aparcado el coche
junto a este largo muro de cipreses.
Treinta años hace que vivimos juntos.
Yo era un chico inexperto y tú una chica
desamparada y cálida. Las sombras
de una última oportunidad
van cubriendo la luna.
Soy un viejo inexperto.
Tú, una mujer mayor desamparada.

jueves, 21 de junio de 2018

"Ellas viajaron solas: las inspiradoras historias de ocho mujeres de armas tomar" Artículo de Bruno Nicoli en la revista Traveler





Quería compartir con vosotros un artículo de una revista muy interesante, de viajes, la revista Traveler Conde Nast.

En este caso os traigo uno sobre mujeres que viajaron solas en tiempos en los que ninguna lo hacía. Mujeres valientes que rompían las normas de su época.








Ellas viajaron solas: las inspiradoras historias de ocho mujeres de armas tomar

Ocho mujeres que no necesitaron a nadie para partir en busca de aventuras


Tiempo de lectura 6 minutos
Viajaron solas. Eso no quiere decir que lo hiciesen sin sirvientes (había baúles, muchos baúles), sino sin marido, o esposo, o amante; es decir, sin un hombre que actuase como interlocutor frente a un entorno ajeno, que tomase decisiones sobre estancias, itinerarios, medios de transporte y que, por supuesto, pagase las facturas.
Aún hoy no es fácil para una mujer viajar en solitario a ciertos destinos. Miradas, gestos y actitudes generan una vulnerabilidad que puede llevar a la huida, al rechazo o al bloqueo. Pero la inquietud y la búsqueda vencen. También era así entonces.

Gertrude Bell
En la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX los medios de transporte habían avanzado lo suficiente para garantizar una comunicación fluida con las colonias y, en consecuencia, facilitar el viaje a los espíritus inquietos.
Exploradores, cartógrafos, comerciantes y científicos recorrían territorios cuyos caminos, lenguas y costumbres desconocían. De retorno a la metrópoli, publicaban sus hallazgos en sociedades que, en ocasiones, habían financiado su misión.
Las mujeres les esperaban en casa. Si viajaban, lo hacían bajo el epígrafe de esposa o misionera. La exploración en solitario, justificada o no desde lo científico, era para ellas un acto de afirmación de la libertad que les era negada en su entorno inmediato.
Las que lo hacían emprendían el viaje como imperativo personal, sin el apoyo que las instituciones geográficas ofrecían a sus colegas masculinos. Todas ellas compartieron un espíritu transgresor, la reivindicación de su autonomía y una abrumadora capacidad para romper las normas.
Mujeres en bici
GERTRUDE BELL
Era fabulosamente rica, y eso siempre ha supuesto una gran ayuda para lanzarse al mundo. Hija de un magnate inglés del metal, en sus viajes por Oriente Medio nunca abandonó su vajilla de porcelana, su guardarropa ni su bañera portátil.
Fue arqueóloga, arabista y escritora. Su relación con los jeques de las tribus locales la situó en una posición privilegiada para la Oficina Árabe inglesa de El Cairo, para la que colaboró como espía en la Primera Guerra Mundial.
Su misión más controvertida fue fijar las fronteras de Irak; labor que ya entonces se reveló amarga.
Gertrude Bell
ISABELLA BIRD
La mala salud llevó a Isabella Bird a viajar. Un cuadro nervioso indefinido la impulsó hacia el deporte y el aire libre. Como remedio de sus males, en 1872 su familia la animó a recorrer a Australia, Hawái y Estados Unidos.
En Colorado escribió Vida de una dama en las montañas Rocosas, donde describe su relación con el forajido Rocky Mountain Jim: un hombre del que cualquier mujer se enamoraría, pero con el que ninguna se casaría.
A su vuelta a Inglaterra se unió sin excesivo entusiasmo a un cirujano que murió poco después, lo que le permitió iniciar un periplo misionero por India, Persia, Kurdistán y Turquía.

Isabella Bird
NELLY BLY
Nelly Bly comenzó su carrera haciéndose pasar por loca para escribir una crónica gonzo sobre el manicomio de Blackwell’s Island, en Nueva York, pero su consagración llegaría con el reto a la novela La vuelta al mundo en ochenta días.
Nelly consideraba que podía mejorar la marca de Julio Verne. Partió en solitario desde Manhattan con una pequeña maleta y un abrigo.
Navegó a Inglaterra y cruzó a Francia, donde visitó a Verne; desde Bríndisi atravesó el canal de Suez con escalas en Ceilán, Singapur y Japón, y llegó a Nueva Jersey el 25 de enero de 1890, 72 días tras su partida.
Nelly Bly
ALEXANDRA DAVID-NÉEL
La juventud de Alexandra David-Néel estuvo salpicada de experiencias místicas. Anarquista militante, cantante lírica y pianista consagrada, emprendió una personal peregrinación al Himalaya tras la disolución amistosa de su matrimonio.
Desde la India viajó a Sikkim en 1912, donde inició su aprendizaje como discípula de un lama con poderes paranormales.
Junto al joven Yongden, tres sirvientes y siete mulas atravesó el Tíbet con el rostro tiznado de negro y coletas de pelo de yak. Fue la primera mujer occidental en alcanzar la ciudad Lhasa, prohibida a los extranjeros.
Su conocimiento del tibetano le permitió acceder a manuscritos y maestros que la introdujeron a prácticas esotéricas como el tummo, o generación de calor interno, la levitación y la telepatía.
Alexandra David-Néel
MAY FRENCH SHELDON
May French Sheldon, hija de plantadores sureños, se preguntó por qué no podía una mujer organizar una expedición a África.
La oposición social la reafirmó en su propósito y, en 1891, con el apoyo de su marido, embarcó a Mombasa. Allí logró hacerse con los 150 porteadores necesarios para transportar un aparatoso equipaje que incluía una bañera de zinc.
Como afirma en su obra De sultán a sultán, la exploradora creía en la dignidad y la capacidad intelectual de los nativos, por lo que favorecía el diálogo y el intercambio en forma de regalos.
Se presentaba ante los jefes masai con una peluca blanca, un vestido de pedrería y un sable. Funcionó. Bibi Bwana, la reina blanca, circunvaló el lago Chala, a los pies del Kilimanjaro, en un palanquín de mimbre.
May French Sheldon
MARY KINGSLEY
Los nativos llamaban a Mary Kingsley only me porque siempre viajaba sola, sin sirvientes, con una bolsa de té, un cepillo de dientes, un peine y una almohada.
Su inquietud era etnográfica. La lectura alimentó un interés que floreció cuando sus padres, un médico londinense y una cocinera de clase media, fallecieron en 1892. Tras una escala en las Islas Canarias se internó en Sierra Leona, Luanda y Angola.
Su formación como enfermera le permitió a ayudar a las poblaciones locales y conocer sus costumbres. Cazó antílopes con los caníbales fang, que utilizaban perros con cascabeles, y sumergió su atuendo victoriano en ciénagas saturadas de sanguijuelas en busca de ejemplares de peces que llevaría, en formol, al Museo Británico.
Mary Kingsley
ANNIE LONDONDERRY
Annie Londonderry se podría considerar la primera viajera con sponsor: Londonderry Lithia, un refresco mineral que le ofreció cambiar su nombre por el de su marca. Un cartel de su patrocinador colgaba de la parte trasera de la bicicleta con la que daría la vuelta al mundo.
Un hombre ya lo había hecho en 1887, pero un grupo de notables bostonianos apostaron a que una mujer no sería capaz de lograrlo. El plazo eran quince meses y ofrecían 10.000 dólares.
Annie partió en junio de 1894. El contrato no indicaba los kilómetros que tenía que pedalear, de modo que recorrió una gran parte del trayecto embarcada.
Visitó Alejandría, Colombo, Singapur, Saigón, Hong Kong, Shanghái, Nagasaki, Kobe. Cruzó gran parte de Estados Unidos sobre dos ruedas. En Iowa, cerca de su destino, chocó contra una piara y se rompió la muñeca, por lo que llegó escayolada a recoger su premio.
Annie Londonderry
EMILIA SERRANO DE WILSON
La familia granadina de Emilia Serrano de Wilson se había trasladado a París siguiendo a la reina María Cristina en el exilio. Su círculo, que incluía a Lamartine, Francisco Martínez de la Rosa y Alejandro Dumas, fomentó su afición por la literatura.
Cuando enviudó del barón Wilson sin descendencia enfocó su atención sobre América. Leyó a Colón, a Bartolomé de las Casas, a Humboldt y, en 1865, emprendió un viaje por Cuba y Puerto Rico.
Ese sería el germen de América y sus mujeres, una obra que creció a medida que recorría el continente. En sus páginas relata sus encuentros con políticos y campesinos, pero sobre todo con literatas militantes como Juana Manuela Gorriti en Argentina, la peruana Clorinda Matto de Turner o Soledad Acosta de Samper en Colombia. Mujeres activistas y conservadoras; el feminismo llegaría más tarde.
Emilia Serrano de Wilson

martes, 19 de junio de 2018

Faro del Camarinal en Cádiz



Todos los veranos nos íbamos a cazar faros.

Nuestro álbum se iba llenando de vigilantes del mar elegantes y eternos. Testigos del paso del tiempo. Fuertes, día a día defendiéndose del cielo, leales salvaguardando los océanos.

Nosotros solo los tomábamos prestados. Les robábamos un día soleado, con viento de poniente y resignados nos dejaban que nos fotografiáramos con ellos, a sabiendas de que no podríamos ni secuestrarles ni arrebatarles su paraíso.

El de aquel mediodía se levantaba majestuoso a cincuenta metros sobre las aguas del Estrecho. Diferente a todos con esa escalera de caracol exterior que nunca treparíamos tenía un pasado legendario y defensivo que hablaba de Reyes e invasiones berberiscas.

Lo habíamos divisado desde el bunker o el fortín de la playa de Zahara, en lo alto y en la lejanía. Y hasta él que fuimos, primero en coche, y luego a pie ascendiendo despacio, dejando a un lado las mansiones elegantes y el transparente y turquesa mar.

Envuelto en el aroma de la vegetación del litoral gaditano dejó que lo hicieran faro, el mejor destino para el más insigne habitante del Cabo de Gracia. Erguido como soberano absoluto sobre la playa de los Alemanes y la del Cañuelo, en la cúspide de Atlanterra, a dos kilómetros de Zahara pero perteneciendo a Tarifa.

Así le conocimos. A su lado la imaginación voló hasta lo más alto, como uno de aquellos pilotos que bajo el globo de colores apenas le rozaban, mientras el viento les mecía a su alrededor.

Todos llegamos casi a la vez, todos le admiramos por igual, a todos nos faltó bajar la cabeza rindiéndole pleitesía al Faro de Camarinal.










viernes, 15 de junio de 2018

Poniente .- Un poema de Alma Pagés




El otro día mi compañera de tertulia y mejor escritora Alma Pagés nos recordaba este poema suyo. Mi humilde blog se va a engrandecer si lo comparto con vosotros.


PONIENTE

Las casas donde nos amamos
han mirado siempre a poniente
Lento recorría el atardecer con su magia
nuestros cuerpos plenos
y su entrega
iba marcándnos el ritmo
imperceptible, veraz, desaprendido
que llevaba a la vida de la mano

Viento africano agosta hoy la ciudad
seca la piel, afiebra los deseos
Mas el cansancio me impide ver
tu último rostro, ensueño doloroso
acertijo falaz en su respuesta.

A resguargo tras el ventanal
de cara al norte
espero el frio y su sorpresa
su aliento sanador
tan pacífico y brutal como el olvido


Pág 39 de Un cuento oscuro de Alma Pagés.



miércoles, 13 de junio de 2018

Begoña Abad - Poemas






A los cincuenta me nacieron alas.
Dejaron de pesarme los senos
y los pensamientos que cargaba desde niña.
A las alas les enseñé a volar
desde mi mente que había volado siempre,
y comprobé desde el aire
que mientras yo anduve dormida tantos años
alguien trabajaba afanosamente
recogiendo plumas para hacer esas alas.
Tuve suerte de que cuando estuvieron hechas
me encontraron despierta en el reparto.





Podría haberme emborrachado
de ansiolíticos potentes
o de vodka barato.
Podría haberme enganchado
a la coca, a las telenovelas
o al chocolate.
Podría haberme hecho adicta
a tus ausencias
a tu malquerer, a tu dolor,
a tu lista de contraindicaciones,
pero preferí averiguar
qué eran los dos bultos
que me nacían en la espalda
y echarme a volar.





Yo fui una niña mujer
y ahora soy una mujer niña.
Cuando debía jugar a las muñecas
ya sostenía niños de verdad en brazos
y me perdí el asombro de descubrir
que la vida es un infinito modo de caminar.
Ahora que debería sentir los brazos
cansados,
como me nacieron alas,
ando volando por encima del mundo que
me fue negado
y desde el aire puedo ver los atajos
que, ahora sé, llevan al mismo lugar.

lunes, 11 de junio de 2018

Alias, apodo y seudónimo





El otro día me surgió una duda a raíz de la diferencia entre dos palabras "Alias" y "Apodo". Yo tenía claro que un apodo era un sobrenombre por el que te empezaban a llamar los demás. Pero con la palabra "alias" tenía mis dudas.

Así que acudí al diccionario de la Real Academia. Siempre que digo esto me acuerdo de "Los Supertacañones" ¿Os acordáis? Bueno lo haréis los que tenéis ya una edad... A los Supertacañones acudían en el Programa de televisión "Un, dos, tres" cuando había una duda que despejar.


alias

Del lat. alias 'de otro modo'.
1. m. Apodo o sobrenombre.
2. adv. Por otro nombre. Alfonso Tostado, alias el Abulense.
3. adv. desus. De otro modo.

Disipé mis dudas en un plisplas. Claramente parece que alias y apodo son sinónimos. Porque directamente para definir "alias" te remiten a "Apodo". En fin... Menos mal que hay otras acepciones. Cómo vemos nuestra palabra en cuestión viene de la misma palabra en latín "Alias" que significada de otro modo. Y entiendo que ese "Alias" también te lo colocan los demás.




apodo

De apodar.
1. m. Nombre que suele darse a una persona, tomado de sus defectos corporales o de alguna otra circunstancia.
2. m. desus. Chiste o dicho gracioso con que se califica a alguien o algo, sirviéndose ordinariamente de una ingeniosa comparación.

Con la palabra "Apodo" el diccionario es mucho más claro. Aunque no teníamos ninguna duda pero lo explica mucho mejor.



apodar

Del lat. tardío apputāre, y este der. del lat. putāre 'calcular, evaluar', 'juzgar'.
1. tr. Poner o decir apodos.
2. tr. desus. Comparar algo con otra cosa.
3. tr. desus. Valuar o tasar algo.
4. prnl. Ser llamado por el apodo.

Luego entonces en ambos casos se trata de un sobrenombre que te ponen los demás. Me ha gustado saber que la palabra "apodar" deriva del latín "putare" que significaba "evaluar o juzgar". Efectivamente cuando te colocan un apodo no hacen más que juzgarte por alguna característica.

Últimamente y por tristes circunstancias no hacemos más que escuchar el apodo "El Chicle". En este caso sería un apodo o un alias, daría igual.

Otra cuestión muy diferente es un seudónimo. Porque mientras en los casos anteriores el sobrenombre te lo ponen los demás, en el caso del "seudónimo" se lo pone uno mismo. Y mientras las dos anteriores palabras nos llegaron del latín, ésta nos vino del griego.

Son muchos los escritores a los que hemos conocido por su seudónimo, no por su nombre verdadero. Como por ejemplo el poeta Paul Celán, el escritor Lewis Carroll (autor de Alicia en el País de las Maravillas) que se llamaba en realidad Charles Lutwidge Dodgson, Pablo Neruda que se llamaba Neftalí Reyes, Mark Twain que se llamaba Samuel Langhorne Clemens... En fín muchos. Otro día hablamos de ellos.


seudónimo, ma

Del gr. ψευδώνυμος pseudṓnymos.
1. adj. Dicho de un autor: Que oculta con un nombre falso el suyo verdadero.
2. adj. Dicho de una obra: Firmada con seudónimo.
3. m. Nombre utilizado por un artista en sus actividades, en vez del suyo propio




viernes, 8 de junio de 2018

¿Cuántas historias encierran los cafés?- Momo. Café y Libros Zaragoza



Estaba tan colgada de sus ojos azules que la tercera vez que quedamos le llevé a mi café preferido.

Me encantaba aquel lugar con escritores mirándonos desde todos los rincones, con frases dibujadas en sus paredes, con esa penumbra justa que invita a la complicidad y la confidencia.

No leyó ni una de esas frases. Ni me cogió de la mano.

Me aplastó contra la pared en cuánto se dio media vuelta la camarera para bucear en mi boca y trepar bajo mi blusa. E inmediatamente después protestó por la factura que nos habían dejado en la mesa. Yo me acordé de El Principito: "A los adultos les gustan los números. Cuando uno les habla de un nuevo amigo, nunca preguntan sobre lo esencial. Nunca te dicen: "Cómo es el sonido de su voz? Cuáles son los juegos que prefiere? ¿Colecciona mariposas?" Te preguntan: "Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre ?" Sólo entonces creen conocerlo. "

Antes de irnos entré en los servicios. Cerré la puerta tras de mí, y me quedé durante unos minutos de pie. Cuánto agradecí estar sola y respiré profundamente. Miré a mi alrededor viendo todos aquellos tomos de libros pintados en el alto y repetí en voz muy baja la frase que había escrita allí: "Cualquiera en su sano juicio se habría vuelto loco por ti".

Antes de salir de ese cuarto de baño me prometí a mí misma que no habría una cuarta cita.










Todas las fotos están hechas en Momo. Café y libros. Zaragoza.