Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

domingo, 13 de mayo de 2018

Ben Clark - XXX premio Loewe de Poesía





AZUL DE METILENO

Si has nacido en el mar sabrás que no es azul.
Sabrás que el mar refleja el cielo y todos
tus dibujos del mar están mal hechos.

Si has crecido en el mar sabrás que el sexo
en la playa es incómodo y que todas
las películas mienten de algún modo.

Si llevaste a tus hijos a la orilla
sabras que el mar da miedo
y que en verdad es negro y es profundo.

Y si viejo has mirado el mar, el mar
azul de metileno,
sabrás de los desahucios de la mente.

Azul. Azul profundo.
Reflejo del reflejo de un recuerdo.




ATREVERSE

Atreverse, viajar a la galaxia
que gira en cada uno de nosotros.
Areverse, mirar al agujero
negro que hay en su centro
y zambullirse allí,
donde duerme lo malo,
donde las cosas malas se defienden.


Ben Clark
La policía celeste

XXX Premio Loewe

jueves, 10 de mayo de 2018

Relato "Guardiana de sus recuerdos" de Rocío Díaz





Guardiana de sus Recuerdos
Rocío Díaz Gómez


Una anciana acercaba despacio un humeante plato a la mesa, intentando no derramarlo. Al mismo tiempo su hijo llegaba corriendo a la cocina, tras oír que le llamaban para comer:
—¡Venga hijo! ¿Dónde estabas? ¿Otra vez enviciado con tus dibujos?
—¿Con los dibujos? No, que va mama, estaba, estaba…  No sé.
—No importa hijo, ya estás aquí, se enfría la comida y la sopa fría no sabe a nada.

Mientras se sentaba, la anciana con sus artríticos dedos revolvió su pelo con una caricia antigua. Con inmensa ternura peinó las suaves canas que clareaban el escaso pelo de su hijo.

—Mamá… ¿Podré salir luego al jardín?
—¿Al jardín, hijo? Mejor ves una película ¿no? o lees tus libros.
—No mamá, ya no llueve, mejor al jardín ¿Puedo…? ¡anda! Seguro que me vienen a buscar… Solo un ratito…
—Bueeeno mi vida, pero sin pasar de la verja, ya sabes que luego si sales a la calle te pierdes…
—Sí mamá… vale, hasta la verja.

Y mientras él acercaba la cuchara a su boca, la madre rozó con delicadeza la frente de su hijo, siguiendo cuidadosamente las arrugas que sus 65 años, dos meses y trece días habían ido arando sobre su piel. Caminos profundos pero cortos como la memoria de su niño. Aquel niño a quién una remota operación, que pretendía curarle la epilepsia, le amputó la memoria para siempre. Desde aquel triste día su presente resbala como pez de entre las manos. Y los recientes recuerdos naufragan en aquellas aguas transparentes a las que quedó reducida su memoria.

Su niño canoso permanece en 1953. Su reloj se paró. Y aún tiene 10 años aunque vista pantalón largo. 10 años, aunque por su piel hayan resbalado las lluvias de casi 66 inviernos. Por eso espera cada tarde que sus amigos lleguen con sus bocadillos a buscarle. Lleguen para salir a jugar al balón. Pero no llegan nunca. A esas horas andan ya preparando la merienda de sus primeros nietos. La anciana nunca pensó que podría cuidarle durante tanto tiempo. Ya ni se acuerda desde cuándo cuenta, tanto su edad como la de su hijo, en años, meses y días, a sabiendas de que cada hora trae el regalo de velar por él. Aún así hace tiempo que reservó plaza en una residencia de ancianos. Y cada primero de mes, sin falta, llama por si ha cambiado el personal para explicarles la situación: “Perdóneme que sea tan pesada, pero él no es como los demás, él no es más que un niño de 65 años, dos meses y trece días sí, pero un niño…”

– Antonio hijo… No juegues con el tomate… Si ya terminaste, venga, sal un rato al jardín…
– ¿Al jardín…?- Sí, mi vida, ¿no querías ir…?”
-¿Yo…? -contesta él- No lo recuerdo…
– Claro mi niño, pero para eso estoy yo, para eso está tu madre, para recordártelo…




Cómo ya os he contado, estuve en otra aventura literaria en Zaragoza, éste es mi relato que obtuvo el premio único de Microrrelato en la categoría adulta en el II Certamen Literario de la Asociación cultural y teatral Actúa el pasado 5 de mayo de 2018.

Espero que os haya gustado.

Entrega de premios ACTÚA Librería París en Zaragoza



La última aventura literaria de nuestra protagonista tuvo muchos cómplices detrás: Una Asociación cultural y teatral, una librería, una ciudad y un grupito de mañas y madrileñas compinches de la aludida.

Nuestra protagonista, ojo avizor, siempre que distinguía en lontananza un premio de relatos en alguna de las ciudades donde tenía amigos (Huelva, Zaragoza, León...) probaba suerte. Es tan escurridiza la suerte que lo más fácil es que no se lo dieran. Pero, si por el contrario, sonaba la flauta y se lo premiaban, la felicidad se multiplicaba y allá que corría detrás del flautista de Hamelín de los Premios Literarios.

Y casi llovía abril cuando descubrió aquel certamen literario que llevaba una Asociación Cultural y Teatral llamada Actúa. Le gustaban estas asociaciones, pero además era de Zaragoza ¿Qué mejor excusa sería para ir a visitar a sus amigas las mañas?

Y probó suerte. Y echó a volar uno de sus relatos.

Y aquel frágil relato de poco más de una página voló y voló, hasta aterrizar justo donde tenía que hacerlo.

Y nuestra protagonista ganó el botín.

Y allá que se fue, rauda y veloz, con algunos de sus compinches madrileños, un soleado 5 de mayo a recogerlo. La entrega de premios se llevó a cabo en la Librería París. Nunca le habían dado un premio entre tantos libros. Y fueron todos muy amables. Y, allí con sus compinches mañas, aunque no comieron perdices, bebieron un vino estupendo y brindaron por todas esas ocasiones en las que las cosas salen bien.

Porque hay veces que sí, que las cosas de este mundo se recolocan justo en su sitio y salen bien.


II Concurso Actúa:
- Ganador de la Viñeta de menos de 16 años: Lucia Olimpia Badita Martínez con El Unicornio
- Ganador de la Viñeta de más de 16 años: Alberto Pérez Cabello con El desencuentro
- Ganador de Relato Categoría Juvenil: Miguel Rodríguez Rico con La cuenta atrás
- Ganador de Relato Categoría Adulto: Rocío Díaz Gómez con Guardiana de sus recuerdos

En este enlace tenéis la viñeta y relatos ganadores:



Y aquí debajo algunos momentos estelares:

Alberto Pérez Cabello recogiendo su premio de manos de Blanca BK

La pequeña Lucía Olimpia recogiendo su premio con la Junta Directiva y Michel Suñen

Aquí yo, Rocío Díaz, recogiendo mi placa


Aquí también yo, recogiendo también parte del premio: los libros, el sobre...





La Junta Directiva y miembros del jurado: Blanca BK y Michel Suñen
Miembros de la Asociación, el jurado y los premiados


Y un pequeño guiño a mis buenísimas amistades con quién feliz estuve de compartirlo:



miércoles, 9 de mayo de 2018

"Los días felices" de Mara Torres


“A Miguel, por su veinte cumpleaños, para que aprenda a llevarse la vida por delante y tarde mucho en descubrir que la cosa va en serio".


El primer libro que leo de Mara Torres ha sido su novela "Los días felices". La he disfrutado tanto que ya me he convertido en su lectora.

Qué bien se lee esta novela. Te atrapa y ya no la puedes dejar.

El argumento nos cuenta que Miguel recibe una llamada de Claudia y sale a su encuentro casi con lo puesto. Y a partir de ahí nos contará la vida de Miguel con saltos de cinco en cinco años.

Los temas de esta novela son múltiples: La peripecia vital, la identidad, la amistad, los sentimientos, las decisiones, el amor.

En cuanto a la forma, a la creación literaria en sí, me parece acertado el arranque que tiene con una llamada telefónica de una persona a la que no ves hace años. Ya ese comienzo te trae un montón de interrogantes, quiénes son, cual era su relación, por qué se dejaron de ver, por qué vuelve ella... En fin, que ya despierta su intriga y se atrapa al lector.

A partir de ahí la autora nos contará la vida de Miguel desde los veinte años. Incidiendo en su vida, sus amigos, sus estudios, su familia, sus sentimientos.

Y para ello la autora rompe constantemente en su escritura la línea temporal provocando saltos en la historia de cinco en cinco años por un lado haciéndolos coincidir con cada cumpleaños del protagonista, y por otro volviendo de vez en cuando a la conversación narrada en el presente con la que arranca la novela. Eso hace que la novela tenga un ritmo muy ágil, y se hace bastante entretenida viendo de golpe los cambios sufridos en la vida de los personajes.

Los personajes están bien caracterizados. El lenguaje fluye acorde con la edad de los mismos, y sus cambios vitales me parecen logrados, muy adecuados con la edad que va teniendo el protagonista.

Está contando en tercera persona, pero su forma de escribir es muy cercana, muy sencilla, fresca. Va discurriendo la vida entre sus líneas casi sin que uno se de cuenta.

Es una novela de sentimientos que yo recomendaría. 


sábado, 5 de mayo de 2018

"El efecto Marcus" de Jussi Adler-Olsen


Las reseñas de los libros que voy leyendo se me van acumulando otra vez... No consigo estar al día a nunca.

Teníamos pendiente uno de los casos del Departamento Q. Uno de mis departamentos favoritos en cuánto a novela negra se refiere. La serie de Jussi Adler Olsen que comenzó con "La mujer que arañaba las paredes", ya reseñada aquí junto a los tres siguientes: Los chicos que cayeron en la trampa, El mensaje que llegó en una botella y El expediente 64.

Le toca el turno a "El efecto Marcus", el quinto caso.

Confieso que estuve tentada de dejarlo cuando comencé a leerlo. No me gustan las novelas donde se les hace daño a los niños. Pero me costaba, porque quería saber que pasaba con el trío protagonista de estas novelas y que componen el Departamento Q de Copenhagen: Carl Morck el subcomisario y su equipo, Assad y Rose. Peculiares los dos como ellos solos. Menos mal que Marcus, el protagonista, se iba revelando como un chaval muy listo que se iba salvando, y eso hizo que continuara leyendo.

Pero vamos al argumento: Marcus, que tiene quince años, es carterista de una banda rumana cuyo líder, Zola, obliga a sus miembros a robar y a cometer otros actos criminales. Cuando amenaza con mutilarlo para que dé más pena, Marcus huye. Y al hacerlo descubre el cadáver de un hombre cerca del escondite de Zola. Más tarde, Marcus averigua que el muerto es William Stark, responsable de un proyecto de ayudas al desarrollo en Camerún, y se convierte así en un peligro tanto para Zola, que ejecutó al asesinato, como para quienes se lo encargaron, personas poderosas que desviaron los fondos del proyecto. Por otra parte tenemos a nuestro departamento Q, Carl, Assad, Rose, más Gordon, el nuevo miembro, que de casualidad acaban tropezando con el mismo caso.

Bueno no quiero contaros mucho para no destriparos más de la cuenta.

Hay varios temas que se abordan en este caso: la corrupción política y financiera, los proyectos internacionales las bandas mafiosas que explotan niños... 

Cómo es decía estamos ante un nuevo caso del Departamento Q que se hace cargo de antiguos casos archivados que no se resolvieron. No voy a hablaros de nuevo del trío protagonista: el subcomisario Carl Morck (el antihéroe total) y su departamento ocupado por el sirio Assad y la complicada Rose, porque ya os he hablado en las anteriores reseñas y ya los conoceis.

En este caso que nos ocupa, temporalmente la novela comienza en el otoño del 2008 con una de las subtramas, cuando en un remoto poblado bantú se produce el asesinato de la persona encargada de gestionar el proyecto danés de ayuda al desarrollo. Pero desde ese episodio salta a otra subtrama, la que terminará por convertise en la trama principal, han pasado dos años y conocemos a Marcus, un adolescente que pertenece a un red criminal donde les obligan a mendigar y robar.

Luego el autor ha creado varias subtramas que convergerán en una sola. Lo cual imprime a la novela la agilidad de hacer al lector saltar de una historia a otra. Como también hemos dicho, temporalmente también el escritor va a romper la linealidad, saltando desde el pasado al presente. Todo ello hace aumentar la intriga.

Pero en general yo creo que es el caso de los leídos de este Departamente que menos me ha gustado. Me ha parecido más aburridillo que los anteriores. Lo he leído hasta el final para ver que pasaba finalmente con Marcus, y sobre todo para saber si íbamos avanzando en la historia de los protagonistas, pero el autor no nos dice demasiado de sus vidas en esta entrega.

Por ello aunque recomendaría esta colección del Departamento Q, justo este caso es el que veo más flojillo en general. 

Pero pienso seguir con ellos, quiro saber que es de la vida de los protagonistas  con todos los secretos y las peculiaridades que arrastran caso tras caso no puedo abandonarlos.


Finalmente os dejo con las reseñas de este blog de los anteriores libros de este autor y su Departamento Q:

https://rociodiazgomez.blogspot.com.es/search?q=jussi+adler+olsen

miércoles, 2 de mayo de 2018

Uno de mis relatos premiados: "La cesta de Caperucita"de Rocío Díaz



Y se fue abril. 

Se fue volviéndonos locos con sus cambios de tiempo, sus calores y fríos extremos fuera de temporada. Se fue arrasando con los abrigos y las bufandas, a cambio de lluvias y más lluvias, pero también algún que otro premio.

Ay. Eso fue lo mejor. Se fue abril pero me dejó un tercer premio, un primer premio, y la ilusión de una lista de finalistas de otro certamen, entre los que me encuentro con una sonrisa hasta que se resuelva en mayo. 

Siempre se premian los relatos que uno piensa que son menos premiables. Y no dejas de sorprenderte.

Pero cuánto motivan esos premios, sean como sean. Qué agradecida se siente una. Porque son premios, reconocimiento, ánimo. Y a seguir escribiendo.

Se fue abril, sí. Pero, aunque travieso, no se portó mal, no.

Os dejo con el tercer premio, en la Zubia, el único cuya entrega ya se ha celebrado.

Espero que os guste.




La cesta de Caperucita


Blancanieves despertó y nada más sacar las piernas de debajo de la colcha vio horrorizada que le habían crecido en ellas unos pelos más largos que su melena, bueno quizá no tanto, pero desde luego sí más negros que la boca del lobo de la casa de al lado. Corriendo fue derecha al cuarto de baño cogió la silkepil y, sin tan siquiera desayunar su kiwi acostumbrado, se la acercó decidida a las piernas. El aullido tuvo tal potencia que no solo se escuchó en todo el cuento, sino que atravesó todos los cuentos del libro en el que vivían, sobrevoló los demás libros de ese estante y terminó por recorrer la librería entera antes de perderse en el horizonte. Fueron tantas las palabras malsonantes que salieron de la dulce boquita de la princesa, tantos los juramentos e insultos que profirió mientras se frotaba la pierna dolorida, que hasta los piratas y gentes de mal vivir de otros cuentos tuvieron que taparse los oídos y quedaron mudos de la impresión durante siglos. Se cree que Mudito lo es, desde ese aciago día.
Caperucita que vivía en el cuento de al lado, y aún no había salido de casa, preocupadísima corrió hasta su puerta. Pero Blancanieves aunque escuchó el timbre no quiso abrir. ¿Con esa pinta? Porque desde luego ella no pensaba acercar jamás esa silkepil infernal a su pierna. Prefería otra indigestión de perdices, y mira que las había cogido asco.
Caperucita, viendo que nadie abría, olvido el decoro y comenzó a llamarla con unas voces más fuertes que Garbancito en la tripa del buey. “Shhhh, ya voy, calla” dijo Blancanieves reconociendo la voz de su amiga y preocupada por si despertaba a Bella que vivía tres cuentos más allá. “Estarás ronca…” fue lo primero que dijo Caperucita. “Ronca ¿yo?”. “Sí tú ¿Te duele la garganta? Después de ese grito…” insistió irónica la de la capucha. “No estoy para tonterías porque mira…” solo contestó Blancanieves, y sin decir más se abrió la bata de princesa de par en par mostrándole las peludas piernas.
El de Caperucita fue el segundo alarido de pavor de aquella mañana. “¡Pero tía que eres princesa no puedes ir así por el cuento!” “Ya lo sé…” -Contestó entre hipidos Blancanieves- “Pero duele muchííísimo” y señaló la silkepil como si fuera la guillotina de María Antonieta. “¿Has probado con la cera?” contestó Caperucita y sin esperar respuesta corrió hasta su casa y trajo varias cajas de tiras, pues con una caja y semejante pelambrera, no iban a tener ni para las corvas… Pero solo fue capaz de colocarle una tira. Primero llegaron las mil y una quejas: “¡Pero qué está ardiendo! ¡Céntrate que soy Blancanieves no Juana de Arco!” Y después al primer tirón el ronco aullido que salió de la garganta de Blancanieves antes de desmayarse despertó de golpe a la Bella durmiente sin beso de amor ni nada parecido pero con una taquicardia tal que casi desaparece de su cuento y de todos por siempre jamás.
Caperucita mojó un pico de su capa en agua fría y se la puso a Blancanieves en su regia frente a ver si espabilaba. “Blanqui, blanqui, venga, ya pasó, ya pasó…” le decía con ternura mirando de reojo a sus piernas peludas con aprensión. Blancanieves, pálida ya de por sí, estaba del color del papel en que la inventaron. Pero Caperucita insistió tanto en sus paños fríos que tras un par de estornudos a Blancanieves le fue volviendo el color. Sin embargo abrió los ojos, vio sus piernas de nuevo y comenzó a llorar sin remedio: “Tengo más pelos que los siete enanitos juntos ¿Qué voy a hacer?” “Tú no te preocupes, que ya inventaremos algo…” le consolaba Caperucita. “¿Pero no lo ves? Digo yo los siete enanitos juntos ¡tengo más pelos que tu lobo!” “¡Ay no me hables de mi lobo, no me hables! -contestó Caperucita- ni me lo mientes que me tiene contenta…” “Peor que lo mío no será…” “Pues no sé qué decirte…” dijo Caperucita moviendo su cabeza preocupada. “A ver cuenta, cuenta” le dijo Blancanieves olvidando por un momento su pena. “Pues tía que ahora le ha dado por colgarse del brazo mi cestita” “¡Qué me dices!” “¡Cómo lo oyes! Y se mira al espejo, y se remira, y ahora va para acá y ahora para allá, con más soltura que yo, mientras le hace morritos al espejo. Y chica como siempre está con ella al retortero, voy a salir y ni la encuentro… Como hoy. Me has pillado en casa por eso. ¿Dónde me la habrá metido?” “No andará muy lejos” “Pues no la encuentro y mira que he rebuscado en páginas y páginas de nuestro cuento. Pues no aparece. No me tiene roja, me tiene negra y más que negra. Éste es muy capaz de haberse ido a la calle con ella…” Y la imagen del lobo con la cesta por el bosque terminó por hacerlas soltar una carcajada. “No sé ni cómo me río…” dijo Blancanieves. “Si tú supieras… ¿Pero de quién te crees que son éstas tiras de depilar?” “¡No fastidies! Pero qué dolor, es inhumano!” “Normal, él no es humano… Además dice que la belleza es dolor y lejos de importarle cuando no está con la cesta está liado con las tiras… Me va a volver loca, y entonces ya seremos dos en mi cuento”. “Qué animal –dijo pensativa Blancanieves- con la suerte que tiene de ser lobo. La suerte de poder salir con sus pelos al aire. Lo que yo daría por no tenerme que depilar…” Y ambas se quedaron calladas pensando. Hasta que Caperucita mirándola fijamente le dijo “Y exactamente ¿Qué darías? No lo digas por decir, y piénsalo bien ¿Qué darías por no depilarte? ¿Qué darías por no hacer lo que se supone que debes hacer siendo princesa?” Y a Blancanieves no le costó demasiado contestar: “Cambiaría el cuento”. “¿Sí? ¿De verdad lo harías?” Insistió Caperucita a la que ya le rondaba una traviesa idea bajo la capucha. “De verdad de la buena” contestó Blancanieves, acariciándose sus peludas piernas de princesa antes de sonreírle.
Cómo era de imaginar desde aquel día Caperucita y Blancanieves cambiaron sus papeles y por tanto su destino. Caperucita se ha acortado la capa, y con la tela que le ha sobrado se ha hecho un tanga rojo con el que espera feliz a su príncipe de turno.
Blancanieves prefiere al lobo. Le encuentra menos afectado y le da mucha más libertad. Ella es feliz sin estar a merced de maquinitas despiadadas y arropada por sus pelos; feliz sin vestirse de princesa y mucho más sin tener qué parecerlo. Y a él le gusta más ella cuando se gusta a sí misma. Además anda dándole vueltas a lo del laser, le han dicho que, aunque es más laborioso, el resultado es mucho más definitivo.
El problema es la cesta. Sigue sin aparecer. Así que habrá que seguir cambiando el cuento, uno a uno los cuentos, hasta que todos los personajes estén contentos y en paz con ellos mismos, con lo que tienen y lo que son.
 Y mientras, seguiremos atentos a ver si aparece la dichosa cesta.

©Rocío Díaz Gómez

 


martes, 1 de mayo de 2018

1 de Mayo - Día del trabajo - Historia y Etimología de la palabra Trabajo



En honor de Los Mártires de Chicago celebramos hoy como festivo el 1 de mayo.

Porque también fue un 1 de mayo, pero de 1886, cuando miles de trabajadores en EEUU comenzaron una huelga para exigir sus derechos, entre ellos exigir que la jornada laboral fuera de 8 horas.

En Chicago la huelga se extendió varios días y acabó con la condena a la horca de cinco obreros a los que se llamó Mártires de Chicago.

Gracias a aquellos nuestras jornadas son más racionales, y se merecen esta conmemoración.

Y yo creo que ya lo hemos comentado en este blog más veces, pero no importa si volvemos a recordar que la palabra TRABAJO etimológicamente parece ya muy estudiado que procede del nombre de un instrumento de tortura: el tripalium.

El tripalium eran tres palos o estacas, donde se amarraba al reo, para azotarlo. Luego en el tripalum era donde se sufría.

Y de la palabra se evolucionó al resultado o a la consecuencia. Y tripalium pasó también a significar sufrimiento, padecimiento. Es una evolución metonímica.

Tripalium evolucionó a trabajo de forma simbólica y fonética.


Vamos que lo miremos por donde lo miremos, histórica o etimológicamente, el trabajo tiene un origen penoso. 

Que nos lo digan cuando suena el despertador a las 6 y media de la mañana.

Aunque por supuesto que peor, infínitamente peor, sería no tener un trabajo para el que madrugar, eso desde luego.

Así que otro motivo de celebración.


 La viñeta, por supuesto, del enorme Forges.