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martes, 8 de agosto de 2017

"Un hijo" de Alejandro Palomas





«–A ver, Guillermo, cuéntame eso de que te gustaría ser Mary Poppins cuando seas mayor…».

Estos últimos días he estado leyendo “Un hijo” de Alejandro Palomas.

No es el primer libro que me he leído de este autor, es el tercero o el cuarto. Este autor me ganó con “El tiempo que nos une” en el año 2014. Desde entonces, y de vez en cuando me gusta volver a él, porque tengo la seguridad de que pasaré unos días con una lectura apacible, agradable, que me removerá por dentro, que me contará de sentimientos. Después de esa primera novela, me leí "El alma del mundo" y "El perro". Cada una en un año diferente. De todos ellos tenemos reseña literaria en el blog en la pestaña "Mis autores Alejandro Palomas". Por si queréis consultarlas.


Y ahora en el 2017 he leído "Un hijo".


Lo primero que quiero decir es que me ha gustado mucho la portada de esta novela. Qué importante es esto. La portada y el título, es la presentación, la invitación a la lectura. Son importantes, se merecen cuidarlas, necesitan de su reflexión detrás. Ésta portada en concreto a mí me atraía, tiene algo de misterioso y de mágico.

Y luego resulta que “Un hijo” es un libro que habla de la palabra “supercalifragilísticoespialidoso”. Os suena ¿verdad? De hecho en el blog hasta tenernos una entrada dedicada a esta palabra mágica.

Pues bien el argumento de esta novela gira en torno a esta palabra. Ya con eso te sonríes. El protagonista de nuestra historia, Guille, cree que cuando pronuncie la palabra en cuestión, las cosas, su mundo, volverá a estar bien. Porque Guille de mayor quiere ser Mary Poppins. La novela arranca cuando su profesora Sonia piensa que sería bueno que Guille visitara a la orientadora María, porque tiene miedo de que tras su sonrisa, y su tranquilidad, haya algún problema o cuestión grave.

El tema que subyace a este argumento es el de superar una pérdida sobre todo. Es un tema duro, profundo. Poco a poco el autor nos va a ir dando pistas desde la voz del protagonista de cómo es esa pérdida, porque aunque existe no sabemos los detalles.

Es una novela coral, hay varios protagonistas que van tomando la palabra. Los personajes están muy bien definidos: Guille, nuestro protagonista de nueve años, es hipersensible y especial. Es tranquilo, bueno, muy frágil. Su padre, Manuel, que sabe que su hijo es diferente a los demás, porque no le gustan los deportes ni los juegos rudos, solo juega solo con una niña, Nazia, su vecina. Nazia es la otra niña nueva de la clase, única amiga de Guille, e hija pequeña de una familia de pakistaníes que regentan el súper del barrio. También están Sonia, la profesora de Guille. Y María, la orientadora de sustitución, del cole de Guille.

Está contado en primera persona por eso sabemos mucho de estos personajes. El autor ha elegido la técnica del multiperspectivismo para contar la historia, cada uno de los implicados en ella nos van a ir contando desde su posición cómo sienten lo que ocurre. Es una técnica original la que ha utilizado el autor. Vemos las voces de cada uno de los protagonistas, cómo cuentan, cómo sienten. En el caso de Guille vemos sus muletillas al hablar, sus temores, sus deseos. Ese es un punto a favor de este libro, lo bien que el autor refleja a cada personaje.


Es una narración sencilla, ágil, debido a que la estructura de la novela está repartida en capítulos cortos protagonizados por los distintos narradores: Guille, Sonia, María... Está además salpicado con los dibujos que María, la orientadora, le encarga hacer a Guille.  Eso rompe también la prosa, la ilustra, la agiliza, y la hace más original. Es otro punto a favor del autor y su prosa.


Durante toda la narración el tono es distendido y cercano.

Y ya como otro punto positivo me ha gustado mucho el final de la novela. Esa escena de unos personajes alejándose y recortándose en la luz, cómo te cuenta lo que parecen. Me parece que le ha dado un final muy bueno, muy logrado.


No busquéis en esta novela la gran intriga, es predecible. Pero es una novela de sentimientos. emotiva, que nos recuerda al niño que tenemos dentro y que aún quiere creer que la magia existe.



Alejandro Palomas (Barcelona, 1967) es licenciado en Filología Inglesa y Master in Poetics por el New College de San Francisco. Ha compaginado sus incursiones en el mundo del periodismo con la traducción de importantes autores. Entre otras, ha publicado las novelas El tiempo del corazón, Tanta vida, El secreto de los Hoffman (finalista Premio de Novela Ciudad de Torrevieja 2008 y adaptada al teatro en 2009), El alma del mundo (finalista del Premio Primavera 2011), El tiempo que nos une y Una madre. Su obra ha sido traducida a diez lenguas.

domingo, 6 de agosto de 2017

"Los justos" de Jorge Luis Borges




LOS JUSTOS, de Jorge Luis Borges

Un hombre que cultiva un jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.

sábado, 5 de agosto de 2017

Cuando la poesía sale a tu encuentro: Oporto y Ribadeo






A veces vas caminando por la calle, por cualquier calle del mundo y la poesía sale a tu encuentro.

¡Cómo no vas a pararte! Es una llamada de atención, un dejar de mirar fuera para mirarse dentro.
Hoy os traigo dos ocasiones en que ocurrió.

La foto que encabeza la entrada está tomada en Oporto. De pronto ahí estaba el poema decorando el mobiliario urbano. Otra vez se nos cruza en nuestro camino la poeta portuguesa Florbela Espanca, una poeta que conocimos porque también tropezamos con ella por las calles de Lisboa. ¿Os acordáis? También hice una entrada a propósito de ese encuentro.

Florbela Espanca (1894-1930) nació un 8 de diciembre, se casó otro 8 de diciembre y murió aún otro 8 de diciembre, porque se suicidó. La llaman la Dama del Alentejo, y el pueblo portugués convirtió muchos de sus poemas en la letras de sus fados. Fue valiente para su época, decidida, liberal, se casó varias veces y buscó incansable la felicidad entre sus desdichas amorosas.


La foto de debajo está tomada ya en nuestro país, en Galicia, en Ribadeo. Y también fue así, íbamos descubriendo la ciudad y allí estaba la pintada, en una pared cualquiera, de una calle cualquiera: ¡Sin poesía no hay ciudad!

Ahí queda eso.





viernes, 4 de agosto de 2017

"El desorden que dejas" de Carlos Montero





“¿De verdad alguien así de bello quiso matarse? Sé que es una frivolidad lo que acabo de pensar, que la belleza no te garantiza un salvoconducto para la vida, pero digamos que ayuda. El mundo es más amable con los guapos. Hasta el racismo más recalcitrante se disipa ante la belleza.”

He terminado “El desorden que dejas” de Carlos Montero, Premio Primavera de novela 2016.
Me ha parecido muy entretenido, muy ágil, creo que esa es su mejor característica.
El argumento: Raquel, un joven profesora de literatura, acepta una suplencia en un instituto del pueblecito donde nació su marido, Novariz. Nada más llegar se entera de que su predecesora, Viruca, se ha suicidado y además cuando finalizan las clases se encuentra un anónimo que dice: “¿Y tú cuánto vas a tardar en matarte?”.
La verdad es que el arranque de la novela promete. Está muy conseguido. Estamos ante una historia de intriga que tiene bien dosificados sus ingredientes para mantenerte enganchado a la trama.
Está contada en primera persona, lo cuenta Raquel. Así que sabemos lo que sabe el narrador, un narrador interesante y atractivo con el que conectas, muy habitual en este tipo de novela. Vamos descubriendo a medida que él descubre y eso te mantiene intrigado.
“Y no me lo perdoné. No me perdoné haberme dejado llevar por esa bronca tonta, que ya ni casi recuerdo por lo que fue, bueno, sí, pero qué más da, y no haberla llamado, no haber intentando tender un puente. Pero para eso éramos las dos orgullosas. Tanto que mi madre se murió sola. Sin mí.”
Los temas que subyacen al argumento no se puede negar que son muy actuales y muy duros: El acoso escolar, la privacidad en las redes sociales, la crisis, la muerte de los seres queridos y alguno que otro más tan o más fuerte que éstos que no desvelo porque se averigua más tarde.
Los personajes principales son la protagonista, su marido Germán, y su perro por un lado. Además de su amiga Tere que vive en La Coruña donde Raquel conserva la casa de su madre. Por otro lado está la familia de su marido, su madre Claudia, sus hermanos. Y después los alumnos de su clase, el marido de la profesora que se suicidó y demás personas del pueblo. Algunos de ellos están bien perfilados pero no todos. He echado de menos que estuvieran más definidos algunos de esos personajes.
El ritmo de la narración cómo ya he comentado está bastante conseguido porque te atrapa nada más comenzar la historia. Está bien dosificada la intriga y hay bastante acción. El lenguaje es muy sencillo, muy coloquial, con frases hechas y coletillas que lo hacen muy creíble. Los diálogos fluyen y están logrados. Aunque yo creo que se nota un poco que el autor es guionista más que narrador, hay más rapidez, más escenas fijas unas detrás de otras.
La ambientación también está conseguida, se ve muy bien el ambiente de los pueblecitos del norte de España, ya que se desarrolla en un pueblo de Orense y que se trata de una historia actual. Está contado en forma lineal, el tiempo solo va hacia adelante, nos vamos enterando del pasado por los pensamientos de la protagonista.
“Y luego, cuando pasa, cuando llega el momento, es peor, mucho peor de todo lo que imaginaste y te das cuenta de que los ensayos no sirvieron para nada. Pero también, no sé cómo decirlo, por otro lado tampoco es para tanto. Qué cosas, ¿eh? ¿Cómo puede ser que sea más terrible de lo que imaginaste y a la vez no sea para tanto?”
El título es muy atractivo, con esa segunda persona del singular que parece que te está apuntando. Luego nos lo encontraremos al leer la novela, pero está muy bien escogido, una buena elección.
Lo que menos me ha gustado es que yo creo que es un poco previsible el desenlace. Me refiero a que te vas imaginando quiénes son los malos o el malo de la historia. También es verdad que al final te cuenta mucho sobre uno de ellos y de esa información no te da ni una pincelada a lo largo del desarrollo. Yo creo que tendría que haber dado alguna pista, para que no parezca que se saca de debajo de la chistera demasiados datos justo al final.
Pero en general me ha gustado porque me ha absorbido, tenía muchas ganas de seguir leyendo, de saber qué pasaba. Y no es fácil, aunque parezca según lo lees debido a su lenguaje sencillo, no es fácil atrapar al lector de esa forma.




Carlos Montero (Celanova, Orense, 1972), que publicó su primera novela, «Los tatuajes no se borran con láser», en 2012, es licenciado en Ciencias de la Información y trabaja desde 2000 como guionista de cine y televisión, en la que ha firmado series como «El Comisario» y «Física o Química» y ha adaptado las novelas «El tiempo entre costuras», de María Dueñas, y «Apaches», de Miguel Sáez.

lunes, 31 de julio de 2017

El orvallo, orballo, orbayu: una traviesa palabra





 Las hayas se envolvían en niebla recibiendo un terco orvallo. En el alto mismo de la cuesta, en el portillo, una joven pastora, varonil, en esa edad en que empieza a acusarse el sexo, subía entre llovizna, con pie firme, tras unas ovejas.
Miguel de Unamuno




Dicen que Camilo José Cela la utilizaba mucho. En sus escritos hay cierta tendencia terca a aludir a esa fina y empecinada lluvia que no cesa: el Orvallo, que ahora y aquí estamos hablando en castellano. 

Orvallo en castellano, orballo en gallego, orbayu en asturiano.

Qué cada cual la utilice cómo quiera, para una palabra que la digas cómo la digas la dices bien, no nos vamos a poner exquisitos. 


Dicen que nos ha venido del portugués, eso dice Joan Carominas en "Joan Corominas y las lenguas románicas", y él sí que sabía de palabras. Dicen también que la palabra apareció en el Diccionario de Autoridades con la grafía orbayo ("La lluvia menúda que cae de la niebla") y que en 1884 la RAE adoptó la grafía orvallo.






A mí no me extraña que Cela la utilizara mucho, Cela y muchos más escritores porque es una palabra que, a poco que te guste el lenguaje, casi te hipnotiza.  

Es sonora y suave, tanto que al nombrarla parece que no la dejas de decir, cómo ocurre con esa lluvia liviana, menuda y cansina a la que alude. La palabra orvallo u orballo u orbayu se te queda rezagada entre la lengua y los labios para que la saborees y te vayas empapando de su significado. 

Porque es tan traviesa, que ni quiere salir de la boca, ni se conforma con una solo forma de decirse.

El orvallo, orballo, orbayu se merecía tanto esta entrada que no pude más que rendirme ante su encantamiento.






 La fotografía que encabeza esta entrada es de Martin Munkacsi (1896-1963).

domingo, 30 de julio de 2017

"Encandilados" todos los viernes del verano en El Retiro


 Todos los viernes de julio, agosto y septiembre a eso de las 21.30 en un lugar tan madrileño como El Retiro se enciende un viejo candil que ilumina muchos cuentos. 

Tantos como tú quieras escuchar.


 En la Fuente de la Alcachofa que está en una de las esquinas del estanque del Retiro, llegan unos "tirititeros" de la palabra cargados con una cartelón de colores, una manta para extender en el suelo, un candil y cerros de cuentos bajo el brazo para decirte... "Erase una vez".

Se llaman "Encandilados" y estan allí todos viernes del verano para encandilarte con sus cuentos. Son cuenteros de aquí y de allí que se unen para contar a viva voz, sin micrófono, cuentos para adultos que han leído o han inventado. 

Quieren expresarse, ensayar, contar y disfrutar cada vez mejor.

Este último viernes, 28 de julio, allí que estuve disfrutando de esta velada. Además tenía el aliciente de que una amiga Piluca Martínez de Velasco quería contar unos de mis cuentos: "Boca abajo".


Fue toda una invitación: allí me esperaba una sillita azul y uno de mis cuentos puesto en escena. Eso es un regalo.

Alli estuvimos.
Bajo la farola diez u once narradores con muchísimas ganas de contar, y al otro lado todos los que paseaban por El Retiro y quisieron acercarse.





Las fotos no me salieron muy bien, y bien que lo siento, pero el rato... el rato me salió estupendo.

Mil gracias a Piluca, y a todos sus compañeros porque disfrutamos mucho con ellos y su forma de contar.


viernes, 28 de julio de 2017

Gloría Fuertes habría cumplido hoy 100 años




Confieso que de pequeña no me perdía nunca Un globo, dos globos, tres globos. Me recuerdo disfrutando delante de la tele, al lado de mis hermanos, antes o después de haber visto 
Vicky el Vikingo. 

Confieso que sería por entonces cuando conocí a Gloria Fuertes: una poeta vestida de hombre, con voz de hombre y cuyos poemas para niños no me gustaban nada.

Confieso que he tenido que crecer para darme cuenta de lo feliz que era de pequeña 
y no lo sabía. 

Confieso que he tenido que crecer para darme cuenta de cuánto me gustan los poemas (para adultos) de Gloria Fuertes.

Me alegro mucho de haber crecido, aunque quizá ya no sea tan feliz como cuando veía 
un globo, dos globos, tres globos.

Ahora puedo confesarme:

Me llamo Rocío Díaz y soy Gloriadicta


TE VI

Te vi,
se rompieron nuestras soledades,
se alborotó el instinto,
se llenaron de luz las lámparas fundidas.
Se murieron del susto, nuestros primeros padres,

y tu pena y mi pena,
se suicidaron juntas
la tarde
de nuestro encuentro.




“Mi profesión, las letras.
Mi vocación, vivir.
Soltera por capricho.
Universal, por votación.
Amante de las fieras, de los niños.
Y de los que me quieran más que yo” (“Mujer de verso en pecho”, pág. 131).


Ya ves qué tontería

Ya ves qué tontería,
me gusta escribir tu nombre,
llenar papeles con tu nombre,
llenar el aire con tu nombre;
decir a los niños tu nombre
escribir a mi padre muerto
y contarle que te llamas así.

Me creo que siempre que lo digo me oyes.

Me creo que da buena suerte:
Voy por las calles tan contenta
y no llevo encima nada más que tu nombre.