Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Las casas de Juan Ramón Jiménez en Madrid



 ...Acabó forrando de esparto y arpillera las paredes de la habitación en la que trabajaba, y cuando su "pared muda", como él la llamaba, resultaba insuficiente, se ponía además tapones de cera en los oídos. ..."
Juan Ramón  y el ruido
Jesús Marchamalo- 39 escritores y medio
 Ya sabéis que en este blog nos gusta seguir el rastro a los escritores. Qué le vamos a hacer…  somos así de ¿friquis?
Y si además se puede seguir su rastro por Madrid, pues ya ¿Para qué queremos más?
Hoy vamos a hablar del rastro por Madrid de Juan Ramón Jiménez. Sí, nuestro premio nobel de literatura. Ya hemos hablado de él en otras ocasiones en el blog, cuando estuvimos en su casa de Moguer.
Pues bien hoy vamos a hacer una paradita en las casas en las que vivió en Madrid. Sí en las casas he dicho. Porque Juan Ramón tenía verdadera fobia al ruido. Y por eso cambió de casa en varias ocasiones en busca de la insonorización total. Con lo difícil que es eso… Vamos a hacer un pequeño itinerario literario por su vida madrileña.
En el año 1916 Juan Ramón vuelve a España recién casado con Zenobia. Se habían casado en Nueva York. Desde julio de este año hasta agosto de 1919 vivieron en el núm. 16 de la calle Conde de Aranda. Donde el escritor había vivido ya con el doctor Simarro. Mientras la preparan para mudarse estaban viviendo en la Residencia de Estudiantes.
Juan Ramón se recluye en esta casa alejado de la vida social, solo centrado en su actividad literaria. Parece ser que Zenobia se adaptaba tanto a sus circunstancias que incluso andaba de puntillas por la casa. Pobre Zenobia… Y aquí también en 1919 recibió la visita de Federico García Lorca.
Después, a partir de 1920, vuelven a mudarse también por el ruido. Primero se trasladan a la calle Lista, 8. Aquí tenían un piano que se conserva en el Museo Romántico de Madrid. 

Parece ser que por culpa de una pianola que tenían en el piso de abajo se vuelven a mudar a la calle Velázquez 96, a la que llamó “la casa del corazón”. Al entresuelo.
Y en mayo de 1930 se instalan en una nueva casa en la calle Padilla 38. Parece ser que esta casa era más alegre y ventilada que la anterior. Estaba muy cerca del Sanatorio del Rosario, que a Juan Ramón le gustaba mucho. Alberti hablaba de lo alejada que estaba la estancia en la que el escritor escribía del resto de la casa. Aún así parece que hasta le molestaba el alboroto al caer la tarde de los gorriones de los jardines del Sanatorio...

En esta casa hay una placa que se colocó en tiempos de Enrique Tierno Galván por el primer centenario del escritor. Tiene una inscripción con una frase de Juan Ramón sobre Madrid “El Madrid reciente. Blanco mayor, verdoso, amarillento, se dilata en recamado hervor, en recta ansia”.
En agosto de 1936 el matrimonio abandona España.
Fuentes:
“Guía de Madrid de Juan Ramón Jiménez” de Rocío Fernández Berrocal.
"39 escritores y medio" de Jesús Marchamalo y Damián Flores
Las fotos de esta entrada son de esas casas en la actualidad. Las he hecho yo. Solo hay placa del paso del escritor en dos de ellas: en la de Lista, 8 que ahora es la calle Ortega y Gasset. Y en la de Padilla, 38.

lunes, 9 de diciembre de 2013

"Raúl, el Superhéroe Mutante" - Síndrome de Dravet



Hoy también vengo a hablaros de un libro. Pero en este caso se trata de uno muy especial.
En concreto de trata de un cuento titulado: “Raúl el superhéroe mutante”.
Es un cuento escrito por Antonio de Benito y con ilustraciones de Rodrigo Díaz Sayas donde habla de un niño llamado Raúl, un superhéroe gracias a una pulsera morada que encuentra.
Lo cierto es que yo conozco al verdadero Raúl, el que ha inspirado este cuento. Es el primer hijo de unos amigos míos.
El verdadero Raúl es un niño con ocho años y unos ojos enormes. Un niño al que le gustan las marionetas de Pinocho y los ratoncitos del tren que han puesto en la plaza de Felipe II de Madrid. Un niño que te coge de la mano y clava esos ojazos en ti con una seriedad aplastante para preguntarte una y otra vez “por qué esto o por qué lo otro”. Un niño logroñés que padece el síndrome de Dravet.
Este síndrome es una enfermedad rara que se caracteriza por una epilepsia muy severa que afecta al desarrollo ciclomotor y cognitivo del niño. No tiene cura. Y éste cuento está destinado a recaudar fondos contra esa enfermedad rara, y a concienciar sobre la necesidad de que haya más fondos que se dediquen a la investigación en éste terreno.
La pulsera del cuento es el emblema de la Fundación que han creado algunos padres. 
"Raúl es un niño afectado de Síndrome de Dravet que se encuentra jugando en el parque con su hermano David cuando en el suelo aparece una misteriosa pulsera morada. Sus papás, su hermano, toda su familia, su profesora, sus compañeros de colegio... serán testigos de cómo la magia e ilusión hacen de las personas unos superhéroes."
Pocos billetes de 5 euros estarán mejor gastados.

domingo, 8 de diciembre de 2013

La Residencia de señoritas de María de Maeztu



El 11 de abril de éste año, dedicábamos una entrada a la Residencia de Señoritas de María de Maeztu. Lo hacíamos a propósito de las placas que encontrábamos a nuestro paso en la calle Miguel Angel esquina con General Martínez Campos en Madrid.


Ya entonces contábamos la historia de este edificio y de paso la de la Residencia de Señoritas. 

Hoy os quería dejar con el otro lado del edificio. Me gustó mucho con ese jardín tan agradable. 

Pero permitidme que os vuelva a copiar lo que os contaba entonces, porque a mí me parece interesante. Y está bien repasarlo...



El grupo femenino de la Residencia de Estudiantes, se llamó Residencia de Señoritas, porque entonces la palabra "señorita" era un término de cortesía aplicado a la mujer soltera que ya hoy no se utiliza mucho. Fue creado por la Junta de Ampliación de Estudios para facilitar el acceso de las españolas a los estudios medios y universitarios y crear unas señoritas cultivadas. 

Era una idea muy innovadora. Era una apertura total para las mujeres de clase media. Aprovechando el traslado de la Residencia de Estudiantes a lo que se llamaba entonces los Altos del Hipódromo, la Residencia de Señoritas ocupó inicialmente los hotelitos de la calle Fortuny que habían cobijado a los estudiantes varones antes de su traslado a los edificios de la calle Pinar. Y para conducir la Residencia se eligió a María de Maeztu, un espíritu reformista.

  María de Maeztu Whitney (1881-1948) que según palabras propias del año 1925: "Soy feminista. Me avergonzaría de no serlo porque creo que toda mujer que piensa debe sentir el deseo de colaborar como persona en la obra total de la cultura". Pertenecía a la Institución Libre de Enseñanza y fue alumna de Miguel de Unamuno y José Ortega y Gasset.

Era rubia, menuda, nerviosa, y dicen que se expresaban con tan locuacidad que a veces era imposible seguirla. Dicen también que vestía de cualquier manera, sin ninguna coquetería, siempre con un abrigo y un sombrerito en la nuca al que Lorca le dedicó con mucho cariño, pues eran muy amigos, una copla.

Aquí se albergaban mujeres mayores de 16 años que pudieran hacer estudios universitarios o no. En la Residencia de Estudiantes sí que eran universitarios. Pero aquí se admitian a mujeres que quisieran ingresar en Facultades Universitarias, en la Escuela Superior de Magisterio, en el Conservatorio Nacional de Música, en la Escuela Normal, en la Escuela del Hogar o en otros estudios. Y otra diferencia con la Residencia de Estudiantes es que en este caso la mayoría de las mujeres procedían de clases medias, mientras que los varones procedían de familias más acomodadas.

 Las residentas estaban en contacto con profesores, escritores, artistas nacionales y extranjeros, que daban conferencias, realizándose toda clase de intercambios culturales, en tertulias, lecturas comentadas, representaciones, conciertos, visitas a museos, excursiones a ciudades y pueblos. La Residencia de Señoritas tuvo gran significación para la cultura femenina española. María de Maeztu, con su prestigio personal y cultural, mantenía el espíritu de la Residencia, en un ambiente grato y atractivo para las universitarias y los visitantes vinculados y residentes, como Marie Curie. Asiduos contertulios fueron Ortega y Gasset, Pérez de Ayala, Eugenio Montes, Menéndez Pidal, Marañón, Juan Ramón, Azorín, Pancho Cossío, Jorge Zalamea, Pedro Salinas, Vicente Huidobro, F. García Lorca...

La Residencia de Señoritas estaba prácticamente vacía cuando se inició la Guerra Civil en 1936 debido al parón vacacional.

la Residencia de Señoritas quedó desde este momento en una situación inestable y cambiante. Sus edificios se utilizaron como hospital de reposo, alojamiento para niños tuberculosos y huérfanas del Ministerio de Hacienda, como enfermería y laboratorio de farmacia, como escuela de capacitación de las Juventudes Socialistas Unidas, como alberge de familias sin hogar, como sede del Batallón antigás y, finalmente, como escuela de puericultura.

Al finalizar la guerra la Residencia de Señoritas se convierte en Colegio Mayor Santa Teresa de Cepeda bajo la dirección de Matilde Marquina, inicio de una etapa pedagógica que, al pesar de aquellas antiguas alumnas de la institución que regresaron tras la guerra (Eulalia Lapresta, entre ellas), ya nada tendría que ver con la predecesora. Sin embargo, esta presencia resultó decisiva para la conservación del legado de María de Maeztu y del archivo de la Residencia de Señoritas, que Lapresta ocultó en un baúl que finalmente fue olvidado en los sótanos del edificio Arniches cuando el colegio mayor se trasladó a la ciudad universitaria. Allí lo encontró Alicia Moreno, alumna de Vicente Caho Viu y, desde entonces, el archivo propiedad de la Universidad Complutense se conserva al cuidado de la Fundación Ortega y Gasset que ocupa sus dependencias desde finales de los años ochenta. 

 

viernes, 6 de diciembre de 2013

Tiendas antiguas... por Madrid



Hoy os dejo otra entrada de nombres de tiendas. Peeero en ésta ocasión nos vamos a fijar en ellos por dos cuestiones. 

Son fotografías de tiendas de Madrid, sí. Pero que tienen en común que lucen escaparates que gritan unos cuántos años en su haber.

Cómo veréis la estética de esos escaparates es bastante similar. Parecen datar más o menos del mismo tiempo a juzgar por ella.

Pero por otra parte, y ésto que casi es lo que más nos interesa a nosotros, es que no tienen nombres demasiado elaborados. La fotografía de arriba al menos tiene un nombre "La Duquesita", es de una pastelería que hay por la zona de Alonso Martínez. Es preciosa ¿verdad? muy elegante.

Sin embargo en las restantes fotografías vemos que tampoco es que hayan pensado mucho para buscarles un nombres a esos establecimientos: "El Bebé". "Fábrica de churros..." o el apellido del dueño o fundador del negocio "Fontanero Cuellas".

¿Antes no se prestaba tanta atención al nombre del establecimiento? ¿O es una casualidad que se da justo en éstos casos? Me vienen a la cabeza estas preguntas. Mientras me pregunto cuántos años tendrán estos establecimientos. En los tiempos que estamos, una suerte que sigan en pie.





martes, 3 de diciembre de 2013

De las Cajas de Pandora...



La otra tarde en la tertulia llegó una compañera y me dijo:

- Rocío ¿Quieres una Caja de Pandora?

- Claro...

No cabe otra respuesta ante lo singular de ese ofrecimiento.

Hay algo especial en cada día. Hay "algo" o "algos"... por supuesto. Pero desde luego un "algo" de esa tarde fue el regalo de una Caja de Pandora.

Un "algo" muy mucho.

GRACIAS Cinta.





El mito de Pandora 
Para vengarse de Prometeo por esta segunda ofensa, Zeus ordenó a Hefesto que creara la primera mujer de la tierra. 

Hefesto modeló con arcilla una bellísima mujer que se llamó Pandora. Cuando Zeus le infundió vida la belleza de Pandora impresionó a todos los dioses del Olimpo y cada dios le fue concediendo una cosa. Atenea la dotó de sabiduría, Hermes de elocuencia y Apolo de dotes para la música. El regalo de Zeus consistió en una hermosa caja, que se suponía contenía tesoros para Prometeo, pero le dijo a Pandora que la caja no podía abrirse bajo ningún concepto, lo que Pandora prometió a pesar de su curiosidad.

Pandora y su caja fueron ofrecidos a Prometeo, pero este no se fiaba de Zeus y no quiso aceptar los regalos. Para que Zeus no se ofendiera Prometeo entregó ambos regalos a su hermano Epimeteo y le dijo que guardara bien la llave de la caja para que nadie pudiera abrirla. Cuando Epimeteo conoció a Pandora se enamoró locamente y se casó con ella, aceptando la caja como dote.

Un día Pandora, que era muy curiosa, no pudo aguantar más, le quitó la llave a Epimeteo y abrió la caja, de la que salieron cosas horribles para los seres humanos como enfermedades, guerras, terremotos, dolor, hambre y otras muchas calamidades.

Al darse cuenta de lo que había hecho, Pandora intentó cerrar la caja, pero sólo consiguió retener dentro la esperanza que, desde entonces, ayuda a todos los hombres a soportar los males que se extendieron por toda la tierra.
  

lunes, 2 de diciembre de 2013

Manías de los escritores.- Artículo de David González


 El otro día, por casualidad buscando información sobre otro tema, topé por internet con éste artículo que me pareció muy curioso.

Aquí os lo dejo, espero que a vosotros también.



Manías de escritor: http://www.tiempo.uc.edu.ve/tu735/paginas/6.htm


David González Torres
Juan Carlos Onetti decidió vivir postrado en su cama, en su domicilio de Madrid, leyendo novelas policíacas, fumando y bebiendo güisqui. La fotografía es de su viuda Dorotea Muhr, Dolly, quien acompañó al escritor los últimos 40 años de su vida –la mitad en Montevideo, la otra en Madrid– lo atendió cuando se radicó definitivamente en la cama y le transcribió a máquina buena parte de su obra.
Cuando se le pregunta a Ignacio Echevarría cómo, dónde y cuándo Roberto Bolaño pergeñaba sus novelas, el albacea literario del escritor chileno responde con una anécdota: escribía de noche, con sus auriculares puestos y escuchando canciones de heavy metal.

Esta afirmación manifiesta que muchos genios de la literatura suman manías para inspirarse frente a un papel en blanco, algunas más excéntricas y otras más personales. Nos adentramos así en esa trastienda íntima de un oficio, como es el de la escritura, en muchos casos desconocida por sus lectores fieles.

Recordemos, por ejemplo, que Ana María Matute, Premio Cervantes de las Letras 2010, siempre confiesa que se inventa supersticiones. Una de ellas es no mirar nunca el folio desnudo de letras, crear en soledad, corregir con lápices de colores sus manuscritos y jamás ponerse de “espaldas a una puerta”.

Menos maniática y más formal era la novelista Carmen Martín Gaite, que escribía a mano, aferrada “tercamente, como única tabla de salvación”, a la pluma estilográfica que heredó de su padre, como así aseguró en el discurso de aceptación del Premio Príncipe de Asturias de las Letras de 1988.

Sin embargo, existieron extravagancias de otros grandes escritores. Es conocido que en los últimos años de su vida Juan Carlos Onetti decidió vivir postrado en su cama, en su domicilio de Madrid, leyendo novelas policíacas, fumando y bebiendo güisqui.

“Yo escribo por ataques: a veces me paso meses y meses y no se me ocurre nada, pero siempre sé que volverá”, decía el escritor uruguayo sobre la inspiración. En la foto que ilustra este reportaje, vemos ese momento íntimo de Onetti en su cama, en una instantánea hecha por su viuda Dolly incluida en el libro Juan Carlos Onetti: ensayo iconográfico (Centro Editores, 2010).

Aunque la imagen icónica de Onetti también quedó retratada para la posteridad en las escenas de la película El dirigible, de Pablo Dotta, donde se mezclaba el argumento fílmico con fragmentos de una entrevista al autor, que nunca quiso conceder.
Más al norte de Europa, en un pequeño pueblo sueco llamado Uppsala, la escritora Asa Larsson des-vela que tiene una gran habilidad para escribir en cualquier sitio, aunque lo haga a menudo a oscuras, de madrugada cuando sus hijos no le molestan: “Creo que cuanto más rituales y manías tienes, más complicado es escribir. Mi lema es “sin excusas”. Só-lo importa el papel y el bolígrafo”, explicaba.

Son manías que muchos periodistas obviamos a la hora de retratar a los autores o de reseñar sus libros. Por ese motivo, habría que rememorar una intensa frase de Edgar Allan Poe: “Cuán interesante sería un artículo escrito por un autor que quisiera describir, paso a paso, la marcha progresiva de sus obras. Muchos prefieren dejar creer a la gente que escriben gracias a una especie de frenesí o de intuición”.

Pues bien, esas compilaciones existen ya desde hace años en librerías. Títulos como Escribir es un tic. Los métodos y las manías de los escritores (Ariel, 2008), de Francesco Piccolo; o Cuando llegan las musas (Espasa Calpe, 2009), de Ángel Esteban y Raúl Cremades, retratan esa “marcha progresiva” de la que hablaba Poe.

Piccolo, por ejemplo, rescata la obsesión de Juan Ramón Jiménez por el silencio absoluto mientras estaba componiendo sus poemas. Al Premio Nobel de Literatura 1956 le enturbiaba la agresión del ruido. Cambiaba constantemente de domicilio, incluso forró de corcho su despacho del piso madrileño donde vivía. Pero un simple canto de un grillo era suficiente para irritarle.

Al margen de lo narrado en este libro, sus allegados incluso comentan que Juan Ramón se encerraba a menudo en monasterios de clausura para    crear su obra. Necesitaba imperiosamente el silencio, comentan.

Y qué decir del precoz Truman Capote, que, desde su infancia, se iniciaba en la literatura, portando un diccionario y un pequeño lápiz para realizar sus anotaciones creativas. También Ernest Hemingway, quien garabateaba en una cafetería, cerraba al fin su cuaderno cuando le llegaban las musas y postergaba a la mañana la escritura para pasear por su adoptivo París. Luego, reescribía hasta 30 veces lo que quería narrar. En su bolsillo llevaba siempre un amuleto, una pata de conejo o una castaña.

John Cheever relata que su oficio de cuentista se trasladaba a la cocina de su casa, donde escribía en calzoncillos. Y Georges Simenon, creador del comisario Maigret, comenzaba sus novelas leyendo una guía telefónica y ahí escrutaba, leía en voz alta y seleccionaba en una lista los 30 nombres de sus posibles personajes.
El otro compendio, Cuando llegan las musas, además, nos ilustra cómo Gabriel García Márquez novela siempre en su despacho con una flor amarilla a su lado; y el también Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, trabaja rodeado de figuritas con forma de hipopótamo. O cómo Jorge Luis Borges se zambullía en su bañera para que una idea matinal se convirtiera en cuento borgesiano. Manías, supersticiones, rutinas que muchos escritores inventan para parir su literatura.

domingo, 1 de diciembre de 2013

De faros, de libros, de las derrotas...




El Faro de cualquier día


 Comienza un mes. 
Dentro de nada es invierno en el calendario. En la calle ya lo es.

Tardes de libros, con una taza de café calentita.

Tardes largas.
Nos ponemos la mano sobre los ojos para ver más allá. 
Para dejarnos guíar por la luz del faro que mejor nos ilumine, nos caliente.

Empieza un mes.
Derrota de nuestra embarcación.
Derrota de este año, esta vida.


El Faro del verano (Formentera)

Uno de los faros de nuestra ciudad: Madrid