Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

jueves, 10 de mayo de 2012

La vanguardia aplicada: 1890-1950 - Una exposición en la Fundación Juan March




Hay una exposición en la Fundación March que yo creo que merece la pena visitar. Sobre todo aquellas personas a quiénes os interese el diseño o la tipografía.

Casi 700 obras de 250 artistas tipógrafos y diseñadores de unos 30 países. Es una historia visual del impacto que tuvieron los ideales de vanguardia en la segunda mitad del siglo XIX y primera mitad del siglo XX.

Os confieso que no estaba en mi lista de "exposiciones que no me voy a perder". No. Hablé con una amiga de siempre, quedamos para vernos y me la propuso. Lo mío no tuvo mucho mérito. Ir a visitarla con ella, que se dedica a este mundo, ya ofrecía muchas garantías... Y me dejé llevar.

No iba a encontrar mejor guía. Así que allí me vi paseando entre esos grandes y antiguos carteles de colores tan llamativos. Mientras, ella me hablaba de las tintas, y de las marcas del papel. De los clásicos del diseño y de las posibles formas de llevarnos a casa el que nos gustara más...

La Fundación Juan March me recuerda a mis primeras salidas con los compañeros del Instituto más allá del barrio. Esa amalgama de curiosidad y descubrimiento con la idea de que se extiende por delante toda una vida para ir conociendo cosas.

¿Que os puedo decir? Que vayais a verla, claro. Aunque siento deciros que no vais a tener una guía como la tuve yo. Pero comprendedlo, mi ignorancia en estos temas y yo la necesitábamos...

Y me traje lo que más me gustó: El lomo de metal de un libro y "Platero y yo" entre florecitas descolocadas, un precioso abecedario con bailarinas y los colores de una mañana indecisa entre la lluvia y el sol, un café caliente, unas fotos robadas y ese sentimiento atemporal e indeleble que te une a las amigas de siempre.

La vanguardia aplicada (1890–1950)
30 de marzo – 1 de julio 2012

Fundación Juan March
Castelló, 77. Madrid

Horario
Lunes a sábado:
11.00 a 20.00 hs.
Domingos y festivos:
10.00 a 14.00 hs.




















martes, 8 de mayo de 2012

Lectura de Fernando Soriano Bensusan en el Ateneo

De izquierda a derecha tenemos a Jesús Jiménez Reinaldo, poeta y presentador de la lectura. En medio el poeta Fernando Soriano y a la derecha de la foto al editor José María Herranz.

El pasado 27 de abril, viernes, en el Ateneo de Madrid el poeta granadino Fernando Soriano presentó su libro "Hassard y Mi sueño vive debajo de tus párpados" un doble poemario publicado por la editorial Poeta de Cabra.

En la presentación estaban el autor Fernando Soriano, el editor José María Herranz y el también poeta como presentador Jesús Jiménez Reinaldo.

En este vídeo de debajo podéis escuchar un momento de la presentación de José María Herranz.







La presentación del poemario corrió a cargo del presentador y poeta Jesús Jiménez Reinaldo. Aquí en la foto de arriba le tenéis en un momento de la misma, donde quedó patente su buen hacer pues hizo una presentación sumamente elaborada e instructiva. Jesús Jiménez Reinaldo es profesor de secundaria en un Instituto de Rivas Vaciamadrid y coordina una revista literaria Luces y Sombras que se edita en Tafalla.

A continuación el mismo poeta, hizo una presentación donde tras los agradecimientos nos intentó explicar de dónde habían surgido esos poemarios, de dónde había partido la inspiración. Habló de "la otredad". De cuando uno descubre que no está solo, que hay otros. Y más, de cuando uno quiere conocerse a través del reflejo que provoca en los demás.

Y terminó con estas palabras:


"Esta tarde, ante ustedes, estoy realizando un acto de libertad. No aprovechar esta posibilidad de escribir y decir lo que se piensa, sería el verdadero error, la auténtica injusticia. Así pues, el mayor beneficio que el poeta obtiene, o puede obtener, de su actividad es este diálogo con el otro: los hombres, sus lectores, él mismo."




En éstos dos videos superiores a este párrafo tenemos al poeta recitando poemas de sus dos libros. 

Y aquí debajo le tenemos recitando un poema que hizo como homenaje a la tertulia Rascamán a la cual pertenece, ensamblando versos de distintos autores de la tertulia. Fue un momento que nos sorprendió a todos los que estábamos allí escuchándole y pertenecemos a dicha tertulia, porque podíamos reconocer en muchas palabras a sus autores, aunque todos los versos iban perfectamente entrelazados, hilados con mucha maestría consiguiendo una unidad en su totalidad.




Ahí estábamos todos, en nuestras palabras, en el olor de nuestras palabras.

Gracias Fernando.


lunes, 7 de mayo de 2012

Exposición "Poesario: Huesos y Literatura" del 4 al 31 de mayo


Había una vez una tertulia literaria de nombre imposible llamada Rascamán. Todos los miércoles se reunían en un café para estirar y encoger frases, que era lo que, al fin y al cabo, más les gustaba en el mundo entero.

Ocurrió que una tarde inventaron otro entretenimiento: Mirarse los huesos y meditar qué les sugerían...

Y así nació una exposición también de nombre imposible: "Poesario: Huesos y Literatura".

No contentos con el invento además, estos tertulianos de nombre imposible, los rascamanes, urdieron la posibilidad de mostrar al prójimo, indefenso y desvalido, el producto de sus elucubraciones de huesos y letras y perpetraron "la colgadura de la exposíción".

¿Qué mal les había hecho nadie para aquel desatino?

Aquí los tenéis, osados como ningún otro tertuliano, buscando hueco y colgando sus "poesarios"...


Javier Díaz Gil (poeta y coordinador de la tertulia Rascamán) y David Lerma (Narrador)




Más tertulianos: Aureliano Cañadas (poeta), Alberto Torres (poeta y novelista)

Tertulianas rascamaneras: Celia Cañadas (poeta), Adriana (jóven aspirante a poeta)


Obras de José María Herranz (poeta) y de Juan Antonio Arroyo (poeta)

Obras de Ana González (narradora) y Javier Díaz Gil (poeta).


Obras de Celia Cañadas (poeta) y Rocío Díaz (narradora).

Obras de David Lerma (narrador) y Sagrario del Peral (poeta)

Obras de Feli Martínez (poeta) y Aureliano Cañadas (poeta)

Obras de Fernando Soriano (poeta) y Carmen Frontera (narradora)

12 obras, 12 autores, 12 tertulianos, 12 rascamanes. 12 formas de unir la literatura con los huesos.

Ahí los tenéis y además tan contentos...










Bueno pues si queréis ver de que son capaces estos tertulianos en su audacia, ya sabéis:

EXPOSICIÓN POESARIO: HUESOS Y LITERATURA

Biblioteca Pública Muncipal Manuel Alvar
C/ Azcona 42
Diego de León

Del 4 al 31 de mayo

Lectura de clausura por parte de los autores el martes 29 de mayo a las 19 horas en el Salón de Actos de la Biblioteca.

domingo, 6 de mayo de 2012

"Su propia penitencia" Un relato de Rocío Díaz



Hace mucho tiempo que no os dejo con uno de mis relatos.

He pensado que como hoy es un día especial, el día de la madre, es una buena ocasión para dejaros con uno de ellos, uno de madres. 

Porque además la de mi relato es también un poco "especial". Una "madre especial" que afortunadamente no tiene nada que ver con la mía. Pero es una madre... 

El relato se titula "Su propia penitencia" y recibió el 2º Premio en el VIII Premio de Relatos María Giralt del Ayuntamiento de Valdemorillo (Madrid) en el año 2008.

Ya me diréis que os ha parecido.


Su propia penitencia


Rocío Díaz Gómez

 
Cuando Dios creó todas las cosas, dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Tomó un poco de barro e hizo una hermosa estatua. Pero era algo muerto, sin vida: tenía ojos pero no veía; oídos pero no oía; boca pero no hablaba; manos y pies pero no caminaba (Gen 1: 26-27; 2:7-23). Entonces el SEÑOR sopló el espíritu de vida en el rostro de esa estatua, es decir, creó el alma y la introdujo en ella la cual se convirtió en un hombre vivo. Es el primer hombre, a quien Dios le puso el nombre de Adán, que significa: "hecho de la tierra".



Decía mi padre que mi madre no había nacido del barro sino del cristal. Y como a alguien frágil, muy frágil nos enseñó a que la cuidáramos. Sin embargo con el tiempo y los años, me di cuenta de que mi madre era más de barro que cualquiera de nosotros.

Desde que recuerdo mi madre nunca me abrazó. Cada día acercaba las palmas de sus manos calientes y suaves a mi cara y diciendo en voz baja mi nombre iba palpando toda mi piel, mis carrillos y mis ojos, la línea de mis cejas, el puente de mi nariz, el contorno de mis labios y mi pelo. Esos eran sus buenos días y sus buenas noches. Y del mismo modo iba acariciando después a cada uno mis hermanos. Del mismo modo les daba los buenos días y las buenas noches.

Así, con ese pequeño gesto, con el que acariciaba nuestra piel, y contabilizaba pecas y granos, iba sintiendo dentro de ella como crecíamos.

Porque mi madre no nos podía ver. Eso aprendíamos desde pequeños. Como una sombra se acercaba hasta nosotros cuando sentía que íbamos despertando, detrás de las gafas negras que ocultaban sus ojos y detrás de la chica que nos cuidaba y nos ayudaba a levantarnos y asearnos para ir al colegio. Silenciosa en sus palabras y lenta en sus movimientos, como si temiera que al moverse al mundo le pudiera salir en cualquier momento una mínima grieta por la que pudiéramos deslizarnos. Claro que de eso me dí cuenta más tarde. 

Entonces, solo sabía que ella estaba allí. Siempre estaba allí. Muy cerca. Muy silenciosa. Casi invisible. Siempre allí, pero sin abrazarnos jamás.

Lo que nunca se ha tenido no se debería echar de menos.

Nunca hablábamos entre nosotros de que nuestra madre era distinta a las demás. Esas madres que llevaban a sus hijos a la escuela y les daban un beso y les abrazaban antes de entrar en clase. Esas mismas madres que les esperaban a la salida y volvían a mostrarse contentas de verlos y les volvían a besar y a abrazar.

Nuestra madre nunca nos llevaba ni nos esperaba. Siempre se quedaba en casa. Detrás de sus gafas negras. A nosotros nos llevaba al colegio la chica que nos cuidaba, ella suplía besos y abrazos. Y de vez en cuando, siempre que sus ocupaciones se lo permitían, también lo hacía nuestro padre. Un padre que también nos daba un beso y nos abrazaba antes de que entráramos en el colegio. Como los demás. Como las otras madres.

Durante mucho tiempo no quise ni tan siquiera reconocérmelo a mí misma. No sabía que me pasaba, pero yo notaba que nacía cierta inquietud dentro de mí. Una corriente subterránea muy pequeña, invisible, pero cierta, latía en mí. Un malestar difuso, un escalofrío leve, algo que me incomodaba cuando estaba cerca mi madre. Al principio yo misma pensé que era la pubertad, esos cambios que empezaba a notar en mi cuerpo quizás se traducían en ese revuelo interno, ese desasosiego, esa inquietud molesta. Pero pronto me di cuenta de que si mi madre desaparecía de la estancia en la que estábamos, ese malestar se diluía poco a poco y mi alma se tranquilizaba e incluso, parecía animarse.

No nos faltaba de nada. Teníamos todo cuánto queríamos. Caprichos, regalos, sorpresas. La alegría contagiosa de mi padre y sus abrazos y sus besos. Los cuidados maternales de la chica que nos cuidaba, y sus abrazos y sus besos, ese cariño espontáneo que excedía la atención que le pagaban nuestros padres cada mes. Todo cuánto podríamos necesitar y desear. Y además de tener todo eso, teníamos la atenta, callada y lejana pero a la vez cercana presencia de mi madre. Quizás como un hada de cuento, una sombra benefactora.

Visto así, nuestro mundo parecía perfecto. Lo malo es que a mí esa sombra no me parecía benefactora, me parecía solo eso, una sombra. Y casi al mismo tiempo que me di cuenta de que no aceptaba esa actitud de mi madre, también supe que a mis hermanos parecía no afectarles.

El desconsuelo se iba apropiando de mi interior. Yo quería una madre como la de los demás. Una madre con brazos y boca, una madre con un cuerpo que estrechar al nuestro ¿Por qué no lo hacía?

No, lo que nunca se ha tenido no se debería echar de menos. Pero si ocurre eso, si lo empiezas a extrañar, paradójicamente duele más, duele infinitamente más que si alguna vez lo has tenido. Porque duele el vacío, y el vacío es tan vasto, tan inabarcable, que el dolor no encuentra pared donde chocar y terminar, sino que como el agua encuentra siempre un camino por el que seguir empapándote de desconsuelo.

Y se intercambiaron los papeles. Y yo me volví la sombra de mi madre. La observaba en silencio. La seguía. Sin decírselo a nadie, sin confiar en nadie, casi la vigilaba. Y atenta a sus movimientos la descubrí.

Todavía yo cabía en el hueco de su armario. Y desde ese escondite seguro en el que me refugié una calurosa tarde de domingo, con demasiadas personas en casa como para que nadie notara mi ausencia, vi cómo dejaba las gafas negras encima de su mesilla y se movía por la habitación como la persona vidente que en realidad era.

Veía. Mi madre veía. No lo podía creer. Sus gafas negras no eran más que una barrera que interponía entre ella y nosotros. Eso pensé. Y no entendí nada. ¿Por qué? ¿Por qué alguien que no está ciego se empeña en parecerlo? ¿Por qué quiere hacer creer a todos cuántos le rodean que lo es? ¿Por qué? Pero la curiosidad que sentía se veía aplastada por la sensación creciente de estafa. Y tan enfadada estaba de descubrir el engaño que a punto estuve de salir y descubrirme a mí misma. Y lo hubiera hecho, lo hubiera hecho en ese segundo si no llega a entrar mi padre. Y entonces ya mi sorpresa fue mayúscula porque mi padre lo sabía, sabía perfectamente que mi madre no era ciega, estaba también confabulado en el engaño.

Y me sentí doblemente burlada. Y desorientada. Desconsolada. Y durante la media hora que estuvieron mis padres en la habitación me paralicé. No quería oír más, no quería ver más, cerré del todo la puerta del armario y allí permanecí, ahogándome en preguntas, sumergiéndome en la mayor de las desilusiones, hasta que escuché de nuevo la puerta de la habitación y presté atención para comprobar que habían salido. Detrás salí yo.

Los días siguientes me mostré silenciosa, casi hosca. Pero todos parecieron achacarlo a mi edad. Y no le dieron más importancia. Sin embargo dentro de mí hervía el enfado con las preguntas, bullían en la sensación de engaño. Era una mezcla peligrosa. No entendía nada, no sabía que hacer. Pero no soportaba la presencia callada de mi madre, “Lo sé, lo sé, lo sé” le hubiera gritado. Pero algo me impedía hacerlo, aunque al mismo tiempo me esforzaba por ponerle todos los obstáculos del mundo en su camino. Obstáculos que de no haber visto de veras, hubieran sido motivo seguro de choque o tropiezo. Quería que todos se dieran cuenta del engaño. “¡No está ciega! ¿No lo veis, es que no lo veis?” Y cuánto menos parecían ver ellos, en situaciones más peliagudas la situaba yo. Pero mis hermanos estaban aún más ciegos que ella. Y la chica que me cuidaba me sermoneaba, acusándome de estar en las nubes, de volverme despistada, desconsiderada “¿No ves que tu madre se va a caer?” Y yo me sorprendía de que tampoco ella se diera cuenta de nada. ¿Por qué nadie se da cuenta? Pero es que yo tampoco me la había dado, había necesitado verlo con mis propios ojos para creerlo…

Y lo pensé, pensé que tenía que demostrárselo. Y lo hubiera hecho, claro que lo hubiera hecho si no fuera porque mi padre una noche entró en mi habitación y después de darme el beso de buenas noches me dijo: “Sé lo que estás intentado hacer…” Él se había dado cuenta, él sí se había dado cuenta… “Nos engañáis” fue lo único que contesté yo.

 Mi padre movió la cabeza varias veces, dudando si debía hablar o no. Quiso también hacerme una caricia, pero yo no le dejé. “Tu madre no nació del barro ¿sabes? Nació del cristal, delicada, frágil, eso es lo que ocurre”. Yo seguía sin entender nada. Y le miré dibujando todo el escepticismo del mundo en mis ojos. “Es verdad, sí, os engañamos –admitió por fin él con un suspiro- pero me gustaría que nos perdonaras. Porque no está bien. Aunque si te soy sincero también te digo que si tu madre me lo volviera a pedir, lo volvería hacer. Así sería. Quizás soy un cobarde, pero yo no me quería quedar sin ella. No podía. Es difícil de explicar, pero hay razones, si me dejaras que te contara... Aunque quizás no lo entiendas hasta que tú seas madre, o quizás ni entonces… No lo sé. Pero por favor no se lo digas a tus hermanos. Ellos no necesitan la verdad. Les sobra. Son felices así. Tú no. Ya lo sé. Por eso te lo pido por favor. Tienes todo el derecho a estar enfadada…”

-  Pero... ¿Por qué...? Insistí yo viendo que se iba por las ramas...
-  Por eso, porque tu madre no nació del barro, nació del cristal, delicada, frágil y cuando tú naciste salió a la luz toda su vulnerabilidad”
- ¿Cuándo yo nací?
- Sí, cuando naciste. Eras un bebé regordete, sonrosado, ¿sabes? siempre sonriente. De esos, me dijo, a los que hasta morderías de tanta ternura como inspiran. Si además ese bebé es tu hijo, no te puedes ni imaginar que se siente por dentro... No se puede explicar... Es como si el corazón se te quedara en carne viva, todo te parece poco para alguien tan dulce, tan poquita cosa, tan vulnerable y tan tuyo. Tu madre estaba tan feliz contigo...
- ¿Conmigo…?
- Por supuesto que contigo, y además le encantaba tenerte en brazos. Abrazarte, apretujarte...
- Ya…
- Sí, no me mires así... Me gustaría que la hubieras visto... Necesitaba tenerte siempre en brazos, achucharte... De verdad. Créeme. Y fue la mala suerte la que estropeó todo. La jodida mala suerte… Un día cuando estaba contigo acunándote para que te durmieras, te costaba mucho siempre coger el sueño, te apretó contra ella, para hacerte una caricia, y te apretó tan fuerte que no se dio cuenta de que uno de tus bracitos quedó en mala posición. Fue todo en un segundo, un segundo horrible. Claro te hizo daño y chillaste, chillaste muy fuerte. Ella asustada, intranquila, no se daba cuenta de que era por tu brazo así que más te apretaba pensando que no podías dormirte, acunándote, cantándote, moviéndote, meciéndote una y otra vez, pero no lograba acallarte porque seguía sin ver tu brazo doblado, por más te quería acunar y apretar, seguías llorando… No sabes lo que es que eso… La angustia que te entra… Quiso recolocarte y fue entonces cuando vio por fin tu brazo en una posición que no era normal y angustiada, al ir a ponértelo bien, no sé aún que pasó, no me lo puedo explicar, pero al ir a recolocarte, su propio codo se dio contra la pared y bueno... del dolor, al apartarse, lo hizo demasiado deprisa y... no sé... el caso es que te dejó caer...

Fue un accidente, un horrible accidente, pasaste días y días en cuidados intensivos... daba una penita verte, tan pequeña... Y aunque los médicos enseguida dijeron que no te pasaría nada que era cuestión de tiempo, que tus huesos estaban aún tan blandos que soldarían rápidamente, tu madre no podía con ello... estaba destrozada... todo su afán era decir que no lo había visto, que no había visto tu brazo, que no lo había visto...

No volvió a abrazarte jamás. No volvió a abrazaros a ninguno. Dio igual lo que dijimos todos, los médicos, el psicólogo, la familia... yo. El miedo a volver a haceros daño pudo con ella. Ha podido con ella todo este tiempo.

-    Pero solo fue un accidente... acerté finalmente a decir yo.
-         Sí, dijo mi padre, pero ella se sentía tan culpable que se impuso su propia penitencia...

Han pasado muchos años desde aquella confesión de mi padre. Me costó mucho asimilar todo lo que me había contado. Me costó mucho aceptar que mi madre no cambiaría nunca. Que era superior el dolor a su amor por nosotros. Pero no fue hasta que nacieron mis hijos cuando conseguí perdonarla.

En cuanto empezaron a andar he enseñado a cada uno de mis niños que corran a abrazar a su abuela. Aunque ella sea incapaz de devolverles el abrazo no quiero que ninguno de ellos prescinda de él. Les he enseñado a que ella alcance a sentir sus pequeños brazos alrededor de sus rodillas, de sus muslos, de su cintura, estrujándola. Y cada vez que lo hacen siento que lo estoy haciendo yo. Siento que nos abrazamos nosotras. Y quiero creer que ella también lo siente. Que sus gafas negras dejan de ser una barrera.

Mi madre no nació del barro, nació del cristal, delicada, frágil. Eso dijo mi padre aquel lejano día. Pero yo, creo que no, creo que mi madre no se perdonó jamás porque ella era tan de barro o más que cualquiera de nosotros. Ella era del barro más poroso, más humano que existe.
 
©Rocío Díaz Gómez


viernes, 4 de mayo de 2012

V Encuentro Taller de Poesía Fernando Borlán - Tertulia Rascamán de Madrid. 2ª parte



En la última entrada os contaba que el día 21 de abril tuvo lugar el V Encuentro entre el Taller de Poesía Fernando Borlán de Guadalajara y la tertulia Rascamán de Madrid.

Cinco años llevamos juntándonos anualmente para compartir unas horas disfrutando de nuestra forma de entender la literatura.

Os contaba que en el último encuentro presentaron sus nuevos libros María Antonia Copado y Aureliano Cañadas, "La mujer de la lluvia" y "Cuerpo Celeste" respectivamente, ambos editados por la Editorial Poeta de Cabra. Así transcurrió la primera parte de la velada.

A continuación fuimos leyendo algunos de los integrantes de la tertulia. Comenzó Hilario Martínez, poeta que iba a acompañando a María Antonia Copado, prestándola su voz para recitar sus poemas. Después Hilario nos leyó un poema propio. Hilario pertenece a la tertulia Versos Pintados del Café Gijón.





Y tras la lectura de Hilario fuimos saliendo los demás. Nos íbamos alternando, uno de Madrid, uno de Guadalajara... Lo malo fue que no dio tiempo a que salieran todos los comapñeros de Guadalajara porque el tiempo se nos echó encima, lo que suele ocurrir cuando se está disfrutando.

Aún así os dejo con algunos de los compañeros. Perdonad si algunos vídeos no están enteros porque no había demasiado tiempo para grabar, pero bueno creo que sirven para hacerse una idea. Teneis que escucharles, leen muy bien, ya veréis.

Aquí debajo tenemos a María, del Taller de Poesía Fernando Borlán. Nos contaban que habían hecho un ejercicio en clase que consistía en escribir una Oda. Pues bien aquí debajo María nos recitaba una oda al papel muy bien escrita, merecía la pena ser escuchada de nuevo. Lástima que la pila de mi cámara deciera comenzar a dar la lata con las pilas justo en ese momento. Pero bueno pude hacerle una foto.


A continuación leyó Javier Díaz Gil, coordinador de nuestra tertulia Rascamán. Podéis escucharle en el vídeo.







Aquí encima tenemos a un integrante también del taller de Guadalajara, Paulino Aparicio, que nos leyó otra oda. Y debajo estoy yo, leyendo el relato "Mi peor cuento".


Una compañera de Guadalajara que lee maravillosamente, y muy simpática que luego nos cantaba acompañada de María Antonia algunas canciones... Claro eso ya fue en la comida...




Feli Martínez, integrante de nuestra tertulia, nos leyó primero un poema suyo, y luego otra de una compañera que no había podido asistir, Celia Cañadas. Debajo un compañero del taller de Poesía nos lee un poema sobre París.




Carmen Frontera, narradora de nuestra tertulia leyendo en el vídeo de arriba el comienzo de su relato publicado en Córdoba (Argentina). Y aquí debajo tenemos a Lola Sanz del taller de Guadalajara.


Y por último aquí debajo tenemos a José María Herranz, poeta y editor, también leyendo.




Es una lástima que no diera tiempo a que leyeran todos los estaban allí. Porque era muy fluida la lectura, muy ágil y muy variada. Las distintas voces, la distinta forma de narrar o de recitar... iba fluyendo, se iba intercalando, era muy curioso escucharlo.

Se pasó tan rápido el tiempo... porque era muy entretenido, y sobre todo intructivo. Quizás no haya ningún famoso entre ellos, pero os puedo asegurar que todos ellos, todos estos compañeros se toman muy en serio sus trabajos, sus poemas, sus relatos y quieren y hacen por aprender y mejorar. Se pelean con la palabra escurridiza que se les resiste. Tachan, corrigen, vuelven a tachar y van viendo crecer lo que escriben, lo que escuchas.
Y ahí escuchas calidad, claro que hay calidad.


miércoles, 2 de mayo de 2012

V Encuentro anual tertulia Rascamán-Taller de Poesía Fernando Borlán. Poesía.



El pasado sábado día 21 de abril de 2012, tuvimos el V Encuentro anual entre tertulias Madrid-Guadalajara. Un "clásico" en la historia de nuestra tertulia Rascamán. Nos parece mentira pero ya era la quinta vez que nos reuníamos con el Taller de Poesía "Fernando Borlán" de Guadalajara. 

Con los compañeros de Guadalajara podemos disfrutar de ese espacio precioso y privilegiado, lo podéis ver en la foto superior, donde ellos se reunen cada dos sábados: La Biblioteca Pública de Guadalajara. Juntos compartimos lo que escribimos, lo que nos interesa en la literatura, los libros que hemos publicado, o hemos leído.

Quedamos un sábado de los que ellos se reunien de 11 a 14 horas, tres horas que se pasan volando, y pasamos allí la mañana con ellos leyéndonos y escuchándonos, y luego como todos los encuentros que se precian en España terminamos comiendo juntos para seguir hablando de lo que más nos gusta: las letras y la actualidad.

De izda a derecha Hilario Martínez (poeta y lector de los poemas de María Antonia Copado que está sentada a su lado, a continuación Javier Díaz Gil, después Jesús Aparicio (poeta) y por último José María Herranz, editor de la editorial Poeta de Cabra.

En esta ocasión, el V Encuentro Rascamán-Fernando Borlán, tuvo dos partes. Por eso he pensado que os lo contaba en dos entradas, para no extenderme tanto.

En las dos primeras horas se presentaron dos libros de poemas de dos componentes de nuestra tertulia que acaban de publicar en la Editorial Poeta de Cabra.

LA MUJER DE LA LLUVIA de Mª Antonia Copado presentado por el poeta JAVIER DÍAZ GIL
y por el poeta HILARIO MARTÍNEZ.

Y  el libro CUERPO CELESTE de Aureliano Cañadas presentado por el poeta JESÚS APARICIO.


.

Os dejo con un fragmento de la presentación de Javier Díaz que ha corregido la edición y dice, entre otras cosas, en su nota del libro de María Antonia Copado:  

“La mujer de la lluvia”, de Mª Antonia Copado es un libro valiente. Es poesía en estado puro. Amor y sexo, emoción y piel por encima del género. Vi nacer poema a poema este libro. Mª Antonia Copado nos los leía cada miércoles en la Tertulia Literaria “Rascamán” que yo coordino. Publicar este libro, darlo a conocer era una necesidad. Después de la escritura, de saber cerrada la etapa de creación, Mª Antonia me pidió mi colaboración para editar el libro. Edición, en el sentido etimológico del término: corrección, adaptación, ordenación del texto cuidando su forma y contenido.

(...)
Es la necesidad, la sed la que mueve a la protagonista a los brazos de la mujer de la lluvia. La lluvia, el agua, el mar como alegoría. Como un hilo, como un río que recorre el libro.
Mª Antonia Copado ha construido un Universo poco usual en la Poesía española y nos ha hecho partícipes de él... 

 Querido lector, te invito a entrar en estos poemas de Mª Antonia Copado: escucharás la cadencia de la lluvia."





CAMBIANDO

Estoy aprendiendo a envejecer. Comienzo la labor del deterioro. Asimilé de mis ancestros las enseñanzas. Fueron duras experiencias. Con el tiempo la piel se acostumbra a la arruga siniestra que marca su espacio.
En un rincón olvidado por la rutina, al fondo, está la luz que aún desconoce esta alteración que sobreviene. También mañana estaré sentada esperando.

Inexorable me mudará
en otra más triste.
Maria Antonia Copado


A continuación de Javier Díaz, Hilario Martínez, también poeta, leyó su presentación también del libro de María Antonia, desgranando un estudio comparativo con la poeta Safo muy elaborado y muy instructivo. Un estudio detallado subrayando todas esas imágenes, como el templo, que han perdurando a través del tiempo y saltando desde los poemas de Safo volvemos a encontrar en la poesía de María Antonia Copado. 

Después Hilario fue recitando algunos de los poemas de este libro "Mujer de la lluvia" porque la autora, por su problemas de visión, no podía leérnoslos ella misma. Escuchad qué bien nos los leía...




A continuación le tocó el turno al libro de Aureliano Cañadas "Cuerpo Celeste". 
La presentación fue a cargo del poeta Jesús Aparicio. Os dejo también con un fragmento de su presentación.

.

"Damos una vez más la bienvenida a nuestro Taller a AURELIANO CAÑADAS, poeta y amigo con el que hemos compartido y disfrutado ya en años anteriores la lectura de dos poemarios: “Menos nuestro dolor” y “Contra Domene”. Para aquellos que se encuentran hoy por primera vez con él, sólo decir que nació en Almería en 1936 y está vinculado a Guadalajara desde hace tiempo, pues reside a temporadas en Sacedón, que es Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense, Diplomado por la Escuela Oficial de Idiomas de Madrid y por el Instituto de Idiomas de la Universidad de Granada...
(...)
“Cuerpo celeste”, poemario que hoy nos presenta, tiene como idea central el paso del tiempo, el desgaste y el deterioro que este va haciendo, tanto en nuestra realidad exterior como en nuestro ser más profundo, todo ello con un estilo preciso, exacto, despojado de toda retórica, con esa palabra esencial que ya apuntaba en sus obras anteriores pero que en esta se hace más intensa, brillante e imprescindible. Varias de las composiciones de este libro (7 de las 62 que hay en total) han sido premiadas en el XII Certamen de Poesía “Andrés García Madrid” del Ateneo Cultural 1º de Mayo, siendo una de ellas el poema que da título al conjunto del libro..."

 Jesús Aparicio hizo una presentación muy trabajada, muy concisa, que os recomiendo que leais entera, porque yo aquí por problemas de espacio no os la puedo reproducir en su totalidad. Podéis hacerlo en su blog:

 http://criticajesusaparicio.blogspot.com.es/2012/04/cuerpo-celeste-y-la-mujer-de-lluvia.html

Aquí debajo os dejo con un momento de la presentación. Podemos escuchar a José María Herranz, Editor de los dos libros, hablando de este libro. Y después a Jesús Aparicio comenzando su presentación:



Aquí tenéis un vídeo de Aureliano Cañadas recitando su poema "Por el amor que no hice":




Y os copio otro que a mí me gusta mucho, que dedicó a su hija, la también poeta Celia Cañadas, que también está en este libro "Cuerpo Celeste":

LA MUJER JIRAFA

A esta mujer jirafa, a quién la vida
inexorablemente va alargándole
su collar de marido, hija, empleo.

Señor de cuellos y úteros, no permitas
que el Maligno jamás
se lo retire y vea
su magnolia cabeza y su sonrisa
cercenadas.

A esta mujer jirafa, porque es ésta,
ninguna otra, la que amo.

Aureliano Cañadas.



Y ya en otra entrada os contaré el resto de la velada...

Como véis fue de lo más entretenida e interesante.

martes, 1 de mayo de 2012

12 de plata... Federico García Lorca en el Hotel Palace de Madrid





En el Hotel Palace en todo el centro de Madrid hay un rastro del paso de García Lorca por allí. A mí me lo enseñó un amigo, y yo quiero compartirlo con vosotros para que no dejéis de acercaros si no lo conoceis.

El Hotel Palace, un par de años más nuevo pero desde siempre rival del Ritz, ya tiene cien años y ha visto desfilar por sus pasillos a muchísimas celebridades. Dicen que incluso Mata Hari se hospedó allí, aunque no está registrada, puede ser que lo hiciera como "Señora de...", poco antes de que la detuvieran en la frontera. Pero no solo ella, también figuran otros como Buster Keaton o Mary Pickford, cantantes como Josephine Baker o Carlos Gardel, y escritores como Ramón María del Valle Inclán, Miguel de Unamuno o John Steinbeck pernoctaron en sus habitaciones. Picasso, Sofia Loren, Rita Hayworth, Julio Camba, Octavio Paz, los «Rolling Stones», Bruce Springsteen... Muchos. La lista de ilustres huéspedes del Palace es interminable. 

Dicen que Lorca y Dalí, entonces en la Residencia de Estudiantes, solían acudir también a la Brasserie del Palace. La primitiva cervecería alemana del establecimiento, que también disponía de una enorme sala con 55 mesas de billar. 

Pero lo que a nosotros nos interesa, es que ha quedado para la posteridad, colgada en una columna de la cafetería del Palace, y enmarcada, un poema del puño y letra de García Lorca, que vayais a la hora que vayais podeis verlo:

Alfonso Doce de plata/ vuela en la moneda blanca./ De corcho y hoja de lata/ mi cuerno de la abundancia./ ¡Me gasté en el bar del Palace/ mis monedillas de agua

Cuando paséis por allí podéis entrar a verla, y de paso admirar la cúpula que tiene la cafetería de ese gran hotel. Merece la pena desde luego la visita.