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domingo, 19 de noviembre de 2017

Primer premio en el I Certamen de Relatos "Cuarto y Mitad" de la Biblioteca Mario Vargas Llosa de Madrid




Y ocurre que te escriben diciéndote que estás entre los diez finalistas de un certamen de relato al que te has presentado. Y ocurre que te dicen que tienes que ir un viernes a las 18 horas y en ese momento se dirá quiénes han ganado de esos diez finalistas.

Y tú que a veces te cuesta ser positiva, piensas que no tendrás premio porque te parece que no te lo dicen con mucha ilusión, que no llevas muy buena racha en esto de la literatura, que ya verás como no... en fin todas esas cosas que te dices a ti misma para salvarte un poco, solo un poco, de la desilusión. 

Y ocurre que tampoco quieres animar mucho a nadie para que te acompañe, porque total si no vas a ganar... Pero aun así tus compinches que creen más en ti que tú misma se apuntan. 

Y estás ahí y empiezan a nombrar a los finalistas del décimo al primero, y van nombrando y no eres tú, y siguen nombrando y no eres tú, y nombran y nombran y no te dicen a ti. Pero aún así piensas que qué raro, que a ver si además es que se están olvidando de nombrarte porque no sabes ya ni qué pensar. Y décimo, noveno, séptimo, quinto... cuarto, y nombran a los siete finalistas que van saliendo a por su diploma, y madre mía que ya no hay más finalistas y comienzan los premiados, y ya nombran al tercer premiado y ¡tampoco te nombran! y comienzas a ponerte cada vez más nerviosa y más nerviosa, tan nerviosa, porque te estás acercando, porque casi no quedan ya finalistas y parece mentira pero a ver si... Y nombran al segundo premiado y ¡tampoco eres tú! y ya dices que a ver si esta vez, que quién sabe, que por qué no, y entonces oyes a una de tus compiches decir ¡bravo! porque va a ser que sí, que las rachas regulares llegan un día que se terminan y das por buenas todas las horas sentadas y todas las peleas con las frases, das por bueno todo el tiempo, todo tu tiempo, inventando historias.

Esas historias que no puedes evitar imaginar y luego escribir. Esas historias que son, ni más ni menos, lo que más que te llena en este mundo, esas historias, pedazos de ti, que tienes que sacarte de dentro, de muy adentro para hacer que comiencen a latir con vida propia.

Y ocurre que hay tardes que traen alegrías literarias.

Porque decían las bases que había que escribir un relato que no llegara a las 1000 palabras y que incluyera la frase "cuarto y mitad".

Y tú, o sea yo, lo conté así:




Calderilla en mi monedero

Rocío Díaz Gómez

 

Cuando usted me habla me mira a los ojos. Después aún espera a que yo termine de hablar y al contestarme, lo vuelve a hacer mirándome a los ojos. Sin cambiar el canal de la televisión, sin hojear ninguna revista, sin repasar la correspondencia acumulada. Le basta conversar conmigo.

En otro tiempo hubiera pensado que estas atenciones no son más que calderilla en el monedero de los afectos. Pero ahora que el resto del mundo vive como si dispusiera de menos tiempo que yo, teniendo mucho más; ahora que todo mi horizonte es el pedazo de vida que está enmarcado por esta misma ventana que me separa de ella; ahora que mi cordón umbilical con el mundo se bifurca entre el cordón del teléfono y el cable de la televisión; ahora que malvivo de la pensión, nada es calderilla en mi monedero.

¿Y a quién ofendo si le llamo cada semana? Si me esfuerzo por vestirme con ropas que un día lejano alguien dijo que me sentaban bien. Si me peino con cuidado, si me perfumo y rebusco en el pastillero una sonrisa polvorienta que se quedó allí olvidada. ¿A quién ofendo si le espero? Si me siento cerca de la puerta para no demorarme hasta que llego con pasos torpes a abrirle. Si miro y miro por la ventana hasta que aparece. Si mi corazón también se pone de pie y se empina con saltos como asomándose a ver, desde el balcón de mis pupilas, si ya llega usted de una buena vez.

Cuando le veo aparecer, no tengo que buscar más, porque de pronto encuentro aquella sonrisa que perdí, encuentro las ganas que tenía de conversar, encuentro el buen humor y salgo a recibirle haciendo malabares con todos ellos.

Cuando llegan mis hijos a casa, traen olor a prisa. Mientras les pregunto cómo están y les cuento si la vecina se cayó o me llamó aquella prima, sus dedos ágiles revisan la correspondencia a su nombre, destapan ollas para ver que hice de comer y aprovechan en el móvil para hacer todas aquellas llamadas que tenían pendientes. Como si escucharme no fuera suficiente.

Sin embargo cuando usted llega viene envuelto en olor a naranjas y despliega atenciones. Me mira, me sonríe, me pregunta: ¿Cómo está hoy Josefa? Así lo dice, con mi nombre al final. Con familiaridad, con cercanía. Y espera hasta que le contesto para seguir conversando. Y hasta que yo no le digo “Pase, pase déjeme por favor todo en la cocina que ahora ya lo colocaré yo sin prisas en la nevera”, usted no deja de mirarme y preguntarme y esperar atento mis palabras, sin hacer nada más que escucharme.

Por eso le he dicho a la enfermera hoy, que me hiciera el favor de no darme cita el martes. Si el médico y sobre todo este corazón mío aguanta hasta el martes, aguantará un día más. Que los martes son domingos en mi calendario. El martes es el día que yo revivo, el día que viene usted, que viene el frutero.

Por eso le estoy escribiendo. Le estoy escribiendo este pedido no sé si de amor, bueno sí por qué no decirlo, de amor. Este pedido en forma de kilos de plátanos o de tomates, de acelgas o un ramito de perejil, aunque no necesite nada. Porque cómo usted me atiende, señor frutero, cómo usted me saluda, y me pregunta, y después me trata, ya no siento que lo haga nadie más. Necesito verle cada semana, necesito su aire fresco y atento, su olor a naranjas envolviéndome.

“Pues en un ratito estoy ahí Josefa”. “Muy bien. Me sentaré entonces ya cerca de la puerta a esperarle”. Nos diremos cuando yo le llame por teléfono para leerle el pedido. Y ahí estaré, ahí esperándole, porque cuando usted venga y me hable me mirará a los ojos, sí, y no sabe cuánto es eso para mí.

1 kilo de plátanos, 1 kilo de tomates, 2 kilos de kiwis, otro de chirimoyas... y nada más, ah sí, y cuarto y mitad de cariño. Eso le diría, sí eso mismo: tráigame cuarto y mitad de cariño. Pero solo leeré en voz alta lo que está escrito: Plátanos, tomates, chirimoyas… y nada más; ah sí, qué cabeza tengo, sí todo eso y…
…cuarto y mitad de cariño, diré en voz muy baja mientras cuelgo el teléfono.


©Rocío Díaz Gómez


Mis compinches que se merecen todo


miércoles, 8 de marzo de 2017

"los juegos de las niñas sabias" Uno de mis relatos para el 8 de marzo "Día de la Mujer"






Os dejo con uno de mis relatos sobre mujeres en este 8 de marzo "Día de la Mujer".

En el 2011 fue 2º premio de relato corto del X Certamen de Narrativa Breve "Mujeres en el arte" que había convocado la concejalía de Bienestar Social del Ayuntamiento de Valencia. 

Por nosotras.
 

Los juegos de las niñas sabias


Rocío Díaz







Cuentan que en algún lugar, a salvo del tiempo y el espacio, están jugando unas niñas.

A la pequeña Safo jugando al escondite siempre le toca contar. Pero no suma diez, ni treinta, no suma cuarenta ni cincuenta. Ella cuenta en endecasílabos, cuenta hasta once, y vuelve a comenzar. Safo tamborilea con sus dedos, inventa versos que algún día descubrirán escritos en papiros que nos la devolverán inmortal.

A la niña Isadora, en cambio, el mar la tiene hipnotizada. Le gusta jugar descalza en la arena, le gusta mirar las olas durante horas. Sola, y en silencio, con el pelo suelto y sus vestidos vaporosos de finas telas envolviéndola, juega Isadora durante horas a mover sus manos y sus pies siguiendo el vaivén de aquellas ondas...

La pequeña Frida, que no puede moverse de su cama, juega a vivir más que las demás. Juega a mezclar los colores, juega a despistar con la pintura un destino de animal eternamente herido.

Las tres niñas solitarias tampoco juegan al escondite. Solas con su padre en aquel páramo las niñas Brontë inventan mundos de fantasía al que escapar. Miopes e inteligentes, cultas y pobres las niñas quieren relatarlos, quieren transformarlos en palabras escritas, aunque “las mujeres no debieran hacerlo”.

Mientras tanto, la niña Camille juega con la arcilla. La niña coja pero bella, la niña de carácter fuerte y voluntad tenaz se recrea en esculpir con fuerza y sentimiento. Esculpe con pasión piezas delicadas pero impresionantes, bellas en sus rasgos, intensas en su profundidad.

¿Y la pequeña Alma? Alma ya es una niña artista que juega a componer música. Y lo hace muy bien. La niña Alma tiene el adorno del talento, pero además es muy guapa y pasional. Y cómo juega con la música, cómo compone, aún tan pequeña ella.



Pero cuentan que hay ocasiones en que los cuentos de hadas no terminan bien para las niñas que esconden una pasión. Las niñas que crecen y se convierten en mujeres queriendo bailar, queriendo componer música, queriendo escribir, queriendo esculpir. Queriendo alejarse de lo considerado “normal”, de lo establecido. Y llegará un día que esas niñas tendrán que defender lo que les apasiona. La poesía, la danza y la pintura. La literatura, la escultura y la música. La vida para con esas mujeres mostrará sus garras y colmillos. La vida tendrá una punta afilada llena de ponzoña que se les clavará donde más les hiera, donde a punto esté de acabar con ellas.

Y quizás Safo vivió con sus compañeras en un clima demasiado distendido y propicio a todos los comentarios. Safo mujer quizás entendía la vida de forma diferente... quizás más femenino, quizás solo femenino.

Y esa forma revolucionaria de bailar y de vivir, esos temas de las danzas, la muerte o el dolor, tan alejados de los clásicos de duendes y trasgos, a Isadora años después le haría cosechar abucheos y polémicas.

Y nunca podrá jugar a correr Frida Khalo, en un principio dolorida por la polio y después por un accidente salvaje y cruel. Pasará casi toda su vida en la cama, pintando y pintando, mientras la enfermedad y los dolores van ganándole terreno a sus ganas de vivir.

Y las hermanas Brontë jugaron a imaginar, a escribir historias. Pero hubieron de hacerlo con disfraces, con opacos seudónimos y  malas críticas.

Y a Camile Claudel la vida fue resquebrajándole su interior de escultora. Se esforzaba por ser reconocida, por vivir de su arte, pero una sociedad conservadora, un amor demasiado amargo, unas críticas despiadadas por su condición femenina, fueron enloqueciéndola poco a poco

Y demasiado pasional, la joven y brillante Alma se enamoró de aquel maduro Gustav Mahler. Por apoyarle a él dejó a un lado su talento, esa carrera que tanto prometía en la música. Y después de Gustav, llegaron otros, pero también se volcó en el talento de cada uno de ellos, olvidándose del propio.

Y cuentan, siempre cuentan que aquellas mujeres terminaron por penar su pasión.



Hubo que dejar pasar el tiempo. Dejar que el poso de los años fuera transformando a la sociedad y su moral. Dejar que subiera a la superficie lo que realmente importa.

Porque Safo en su isla se recreó en su vocación y en la belleza.
Porque Isadora, mito y carácter, rompió con las tradiciones y revolucionó la danza.  
Porque la fuerza de voluntad de Frida y sus ganas de vivir las fue plasmando en cada uno de sus pequeños autorretratos surrealistas.
Porque las hermanas Brontë escribirían obras maestras de la literatura universal.
Porque finalmente Camile y Alma serían reconocidas por su escultura y su música, independientemente  de las de sus amados.



 Cuentan que en algún lugar, a salvo del tiempo y el espacio, siempre están jugando unas niñas. Niñas sabias a quiénes el arte rescató del olvido.

©Rocío Díaz Gómez


viernes, 30 de diciembre de 2016

Mi última carta de amor premiada: "Bajo la bonanza del anticiclón"



En la reseña de los grandes momentos literarios de este año, me queda dejar memoria del último premio que me han dado.

Ha sido en este mes de diciembre del año 2016. Se trata del 2º Premio de Cartas de Amor en el XXI Certamen de Covibar de Cartas de Amor de Rivas Vaciamadrid, y ha sido con una carta a la que yo tengo mucho aprecio: "Bajo la bonanza del anticiclón". Por eso tenía ilusión por compartirlo.


 
XXI Certamen de Covibar de Cartas de Amor

  • Primer premio al trabajo “Señora” de Álvaro Martín García.
  • Segundo premio al trabajo “Bajo la bonanza del anticiclón”, de Rocío Díaz Gómez.
  • Tercer premio al trabajo “En la sala 27”, de Nazaret Romero González.
 La entrega de premios fue el pasado martes 20 de diciembre y no pude asistir porque me había comprometido con la presentación del poemario de Javier Díaz Gil, así que me lo recogió mi hermano Alberto. 


Quería compartir también la carta premiada con vosotros. Y por supuesto dedicársela a las personas que quiero de la AEMET.

Aquí la tenéis.

 

Bajo la bonanza del anticiclón

La piedra de enamoramiento de mayor tamaño recogida hasta la actualidad en mi vida sentimental cayó un primero de julio de 2005 en mi localidad, en mi habitación y en las aguas cálidas de mis propias sábanas. No hay lugar más exótico que el cotidiano, ni más cercano que esta cama mía, que siento nuestra.

Aunque la velocidad con que impactan los enamoramientos en las personas dependen de su tamaño, el enamoramiento al caer se ve impulsado por fuertes corrientes de aire descendente, procedentes del olor de una piel, de su tacto y su temperatura, procedentes también de una boca y su voz, de su humedad y su tibieza, de tal forma que podemos multiplicar los grados por dos, de ahí su alta peligrosidad. Cómo decirte que en aquella ocasión sus dimensiones fueron tales en diámetro y circunferencia que aún no me he recuperado.

Nuestro tornado se formó por la rotación violenta de nuestros cuerpos descolgándose desde la nube en la que llevábamos instalados unos meses, quizás años, al calor del trato diario y las confidencias. Nuestro tornado en su parte más estrecha alcanzó el suelo, fue desplazándose y nos llevó, siempre intentando no provocar grandes destrozos a nuestro paso, hasta donde nos encontramos ahora. 

Muchas veces me he preguntado en qué lista de huracanes, de esas que elabora la Organización Meteorológica Sentimental, alternando nombres de hombre y de mujer, y por orden alfabético, estamos nosotros. De lo que no me cabe la menor duda, es de que si nos vemos envueltos en una pertinaz sequía de encuentros, en nuestros días sopla más el levante que el poniente, por mucho que digan que aproximadamente soplan el mismo tiempo. Si estamos separados, el levante es más impetuoso y alcanza rachas de muchos días llegando incluso hasta la ciclogénesis explosiva. 

No exagero, cada vez que te alejas he podido anticipar el sonido de los truenos después de ver rayos en el horizonte de nuestras palabras y nuestros gestos. Por definición una ciclogénesis puede calificarse de explosiva siempre y cuando la presión afectiva en el centro del corazón implicado disminuya drásticamente. El resultado es la formación en poco tiempo de una profunda borrasca en los sentimientos, lo que siempre lleva asociado un fuerte temporal de emociones y precipitaciones destacadas en los ojos. En los tuyos y en los míos. Porque cuando la humedad relativa de tus ojos alcanza el 100%, por simbiosis, me empapa entero a mí, cubriendo tanto mi tierra que tiemblo de frío y nada temo más que de nuestras bocas al juntarse solo salga vaho,  un gélido vaho, que no podría soportar.

En mi corazón solo cabe una certeza: He aprendido a resguardarme de todas las galernas en el cielo de tu boca.

Porque, pasen los días que pasen, si me acerco a ti sigo impregnándome de ese conocido olor a tierra mojada que solo tu piel sabe exhalar. Y nada siento que me temple más que su temperatura suave, que no es lo suficientemente baja como para darme frío ni lo suficientemente alta como para darme excesivo calor. Cuando tu piel y la mía aciertan a encontrarse en este océano complicado de los días, el aire cálido que nos envuelve, se torna más ligero y disminuye mi densidad y tiende a ascenderme de manera natural en pura flotabilidad. 

Dejemos pues querida, como aquel lejano día que en las aguas cálidas de mis propias sábanas acertó a caernos este enamoramiento, que el anticiclón nos encuentre siempre lo más cerca posible al uno del otro, que nos abrace y nos mantenga unidos impidiendo el paso de todas las borrascas. Bajo la bonanza del anticiclón alcanzaremos las temperaturas más altas. Dejemos que la humedad relativa del aire alcance el 100% de encanto, se sature de vapor de deseo y comiencen a formarse minúsculas gotitas. No me preguntes de qué, lo realmente importante es que tu olor y mi calor actuarán, no tengo la menor duda, como núcleos de condensación de la pasión. Está pasión que nos acuna a golpes de calor. Esta pasión marítima que nos salva de la monotonía y la rutina. 

En mi corazón solo cabe una certeza: He aprendido a resguardarme de todas las galernas en el cielo de tu boca. Y es ahí donde quiero seguir. 

Tu hombre del tiempo.

©Rocío Díaz Gómez