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viernes, 18 de marzo de 2022

A veces escribo prólogos... Juan Calderón Matador y Aureliano Cañadas.

 


El mérito del libro que encabeza esta entrada es de Juan Calderón Matador. Poeta entre otras muchas cualidades. Un artista multidisciplinar. Un admirado compañero de letras.

Y quién ha hecho el prólogo de su último poemario ha sido una humilde servidora. Porque ¿Quién me lo hubiera dicho a mí? pero a veces escribo prólogos para poemarios.

Lo he hecho dos veces, dos. Una para el libro que acaba de publicarse "Con tres heridas, yo" de Juan Calderón. Y otra para el poemario "Circus" de otro poeta muy sabio Aureliano Cañadas, hace ya tres o cuatro años.

A ambos les admiro muchísimo como poetas y compañeros. Tenéis que leerlos.

Ambos confiaron en mí y me pidieron que les escribiera el prólogo de sus libros. Y yo, sentí un vértigo inconfesable y una carga enorme de responsabilidad que caía sobre mis hombros. Pero lo cierto es que dentro de mí yo siento lo que ellos dos escriben, pienso que sus poemas son de una calidad incuestionable, y del mismo modo, sentí que debía corresponder a su fe con mi forma de entenderlos, con mi escritura.

En el fondo no me estaban haciendo ni más ni menos que un regalazo.

La vida a veces es rara, porque yo se que por dentro estoy llena de historias y personajes, estoy llena de relatos; y no me queda más remedio que ir, poco a poco, desenredándolos, deshaciéndolos en letras sobre un papel. 

Pero lo que no sabía es que, también, tengo algún que otro prólogo en mi interior. ¿Dónde? No lo sé, quizá en el hueco de mi ombligo, en el cielo de mi boca, o entre el pelo. Pero desde luego bajo la chistera invisible que me tengo que quitar ante estos dos caballeros que confiaron tanto en mí.

Gracias Juan, Gracias Aure. 

La vida es rara.

Y mágica.

 

 

 

 Juan Calderón.- "Con tres heridas, yo".

 






Aureliano Cañadas. "Circus":








lunes, 25 de mayo de 2020

"Sillas invisibles" de Juan Calderón. Reseña de un poemario



Existe un libro en dónde aún hay un pálpito de editorial e impresora, de tan nuevo como es.
Un libro que llega envuelto aún en el olor a papel entremezclandose con el de la buena poesía.

Se titula "Sillas invisibles" del poeta y artista multidisciplinar Juan Calderón.  
Editado por Los Libros del Mississipi.
 
 
Un libro que rezuma elegancia tanto en su prólogo a cargo de Javier Díaz Gil, como en sus ilustraciones a cargo de Carmen Padín, ambos estupendos artistas de la palabra y el pincel.

Un libro elegante también en su contenido de bellos poemas, delicados, con un poso de nostalgia pero mucho de maestría y experiencia.

Existe un poemario que se titula "Sillas invisibles" porque trae sentado en él a muchas de las personas del mundo del autor, así como a muchos de los lugares que conforman su paisaje y sus coordenadas.

Se titula también "Sillas invisibles" porque el autor nos invita a que entremos en él de forma hospitalaria y tomemos asiento entre sus versos, como quién nos invita a su casa, a lo que tiene, a lo que es.
Y entras y te encuentras con personas que tú también conociste o conoces, y otras que no pero te hubiera gustado conocer. 
Entras y te sientes bien, muy bien.


 Sus cien páginas de versos se estructuran en cuatro partes:
- Desde el embarcadero, mientras llega la barca: 
Donde atesora poemas sobre el devenir de sus días, los pequeños miedos pero también los pequeños placeres, sus compañías y la paz interior que tanto ansiamos.
- A los que ya alcanzaron la otra orilla :
Donde reune doce poemas inspirados por personas admiradas, ya sean amigos o poetas y artistas que ya no están.
- Lugares y maletas: 
 Diez poemas donde se dan citan sus geografías y recuerdos.
- Con el dolor a cuestas: 
Donde se recaban poemas sobre el dolor y las cicatrices.

Está escrito con la maestría de un poeta entrado en la experiencia de los años y el buen hacer literario. Cuenta historias, entre versos, con ritmo y transparencia. 
Los poemas de Juan Calderón pertenecen a esa poesía que destila belleza, que te va empapando y vas interiorizando porque no te cuesta entender lo que nos quiere contar, aparentemente sencilla pero profunda a un mismo tiempo, en sus contenidos y su quehacer poético. Cuánto oficio. Qué bellas sus imágenes y cotidianos sus temas. Devolviéndonos en poesía lo cotidiano. 

Yo no soy mucho de poesía. Pero me quedo con cuatro o cinco poetas, entre ellos Juan Calderón.

Se me hace díficil, muy díficl, escoger unos poemas para mostraros a modo de pequeña selección cuánto de especial nos trae este poemario. Pero aquí os dejo un puñadito de ellos. 

Y por supuesto el enlace donde podéis adquirir este regalo, os remito a la página de la Editorial Libros del Mississipi. 
En estos tiempos raros, malos para los libreros y las editoriales tenemos que animarnos a comprar libros, a comprar cultura. Cultura de la buena:




SILLAS INVISIBLES

Las sillas
son invisibles
en el santuario
de mis afectos.

Siempre dispuestas
para quien quiera
ocuparlas.



LA LLAGA
Para esos seres humanos que se ven obligados
a huir de sus países por culpa de las guerras.

Eran dulces las horas
en mi país de entonces,
con el jazmín danzando entre la brisa,
mientras leía los poemas
escritos en el cielo por los astros.

Muy cerca de mi alcoba
jugaban con el sueño mis hermanos.
Tendidos, al amor de los cojines,
mis padres planeaban el futuro,
y en el huerto dormían las palomas,
felices en la copa de un naranjo,
cuando nació del vientre de la noche
una bestia terrible
que deshizo la vida en mil fragmentos.

Ahora voy errante por el mundo;
de todo lo que fue y de lo que fuimos
solo queda dolor en mi estatura.

Me llamo Paz y llevo en carne viva
la llaga del recuerdo.

(Primer premio
IV Certamen
“Gritos en Verso, 2018”,
de ASEAPO)



AMISTAD
Para mi querido Juan Bautista Raña
que me hace agradable la existencia.

Porque me pones alas
en aquellos momentos
en los que dejo de sentirme pájaro,
y eres frescor de lluvia
cuando mi voz se agosta
entre los pentagramas
de tristes melodías,
o te conviertes en epístola
para poner calor
en el iglú de mi buzón vacío.

Porque te sientas a tejerme abrigos
con madeja de sueños,
y me abrazas de frente
cuando sabes que el mundo
pretende asesinarme por sorpresa,
he decidido que tu nombre
sea en mi propio diccionario
la definición más hermosa
de todas las palabras.




MAESTRA IRENE
Para mi querida amiga, Irene Mayoral
llave que abrió muchas puertas para mí,
con admiración y agradecimiento.

Al fondo estallan bombas, y una niña
cierra la puerta, sabedora
de que, madre,
es ya palabra del pasado,
y escribe, Paz, hasta en su nombre.

Desde un extremo al otro del planeta
hemos reconocido
ese mensaje griego que se esconde
tras la palabra Irene.

Al ver tierra con grietas y un agua tan cansada
que perdió la costumbre de correr,
es ella la aguadora, que con saliva propia
humedece el erial.

En el cerco de gritos y puñales
que es nuestra existencia
su voz es una brizna movida por el céfiro,
la suave melodía que nos mece.

Irene Mayoral es el ungüento
que Dios nos ha enviado para cicatrizar
heridas, la maestra
que trae como misión el enseñarnos
a encontrarle al amor y a la amistad
al fin sentido.




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