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jueves, 3 de diciembre de 2020

La literatura en Málaga.

 

La literatura es una calcomanía que llevas pegada a la piel. 

Y nunca te sientes más tú, que cuando la estudias, la lees o escribes.

¿Dónde te contagiaste de este mal que crece contigo? 

Ese mal que ¿te persigue ? 

¿O será que tú la persigues a ella?

Inventas "escapadas" pero no escapas de ella, sino que te mueves, sin saberlo, hasta encontrarla allá donde esté.

Como ocurrió en aquel tiempo por las calles de Málaga.

Allí encontraste las casas donde nacieron aquellos dos poetas de la Generación del 27.  En la calle Strachan núm. 4 nació Manuel Altolaguirre. Te habías topado con él en aquella entrada que dedicaste a Concha Mendez porque fue su marido. Era poeta e impresor y juntos trabajaban en la imprenta.

"En 1932 Méndez y Altolaguirre se casan, lo que supone un escándalo pues ella era siete años mayor. Sus testigos son Juan Ramón Jiménez, Cernuda, Lorca, Moreno Villa, Vicente Aleixandre, Jorge Guillén y Morla Lynch. Con la llegada de la guerra se exiliaron, primero en Cuba y después en México, de dónde ya sólo volvieron de visita."


 
 
«Nuestra imprenta tenía forma de barco, salvavidas, faroles, vigas de azul y blanco, cartas marinas, cajas de galletas y vinos para los naufragios».
 
 
 
 
 
 En el núm. 7 de la misma calle nació el poeta Emilio Prados, que también terminó exiliado en Méjico. Y con Manuel Altolaguirre funda y edita la famosa revista Litoral.
 
 

 


 
 
Continuando por el centro de Málaga llegaste al famoso Café de Chinitas. Era un teatrillo que comenzó a funcionar en el año 1857 y que cerró en el año 1937, en plena guerra civil. 
Entre los años años 20 y 30 del siglo pasado, llegó a ser el Café-Teatro más famoso de España y en él se daban cita muchas personalidades tanto de dentro como de fuera de nuestro país. 
Su fama trascendió gracias a la composición popular Café de Chinitas que García Lorca compuso en 1931.
 
Federico García Lorca también presentó a Concha Mendez y Manuel Altolaguirre. Está muy presente en este itinerario.
 
 


Un poco más adelante, seguiste callejeando por los alrededores de la conocida y central calle Larios,  y hallaste la Paloma Quiromántica, en la calle Bolsa.

 Esta escultura es un homenaje a uno de los novelistas que jugaron un papel crucial en la vida cultura de la ciudad en la segunda mitad del siglo pasado, Rafael Pérez Estrada.
 

 
 
Y finalmente descansaste al lado del mismísimo Hans Christian Andersen. 
 
Su estatua de bronce está en una plazoleta muy cercana. 
Parece ser que el autor de tantos inolvidables cuentos estuvo en Málaga en el año 1862 y se sintió tan bien tratado que escribió:
 
  «En ninguna otra ciudad española he llegado a sentirme tan dichoso y tan a gusto como aquí».

 ¿Te acuerdas? la niña que aún llevas dentro sonreía de oreja a oreja.
 
 

 

sábado, 14 de noviembre de 2020

Hicimos olas. Faros de Málaga

 

La Farola de Málaga. Verano 2020

Y llovió.

Llovió y llovió tanto ese día, que se hizo un gran charco en el patio en el que se miraron todas las flores de otoño.  

Los crisantemos y las flores del cactus, los cyclamen y las caléndulas, contemplándose en aquella superficie lisa y líquida, se nos volvieron nenúfares. 

Y el agua, creciendo sobre el pavimento, nos rodeó, 

nos invitó a entrar despacio en su ilusión. 


Y no sé por qué lo hicimos,

pero sacamos la colección de faros. 

Todos los que habíamos ido trayendo,

de aquí, de allí y de allá.

Todos los que habíamos ido guardando celosamente a salvo del paso del tiempo y la desmemoria, fuimos sacando al patio, 

fuimos dispersando,

 y recolocando entre aquellos improvisados nenufares. 

 

Y era noviembre, y hacía frío, 

pero miramos a nuestro alrededor, 

y sonreímos.

Teníamos un mar, un mar nuestro.

Solo nos quedaba dejarnos llevar, mecernos, disfrutar.

E hicimos olas.

Os lo juro, las hicimos.

Con las palmas de nuestras manos, chapoteando entre sueños, inventamos olas.

Olas enormes, de cuatro metros algunas, y otras chiquitas, chiquitas y suaves, de esas que se deslizan y solo alcanzar a mojarte las plantas de los pies.

Las hicimos.

Muchas, muchas olas. 

Olas que salpicaban los faros, que movían los nenúfares, que 

nos dejaron sumergirnos en ellas, subirnos a su  cresta, y

a lomos de su humedad

escapar,

escapar,

muy lejos de nuestra ciudad. 


Faro de Puenta Doncella en Estepona. Verano 2020

El Faro de Torroz /Málaga) Conjunto arqueológico Villa Romana. Verano 2020

Faro de Calaburras (Mijas costa) Verano 2020

Faro de Marbella. Verano 2020


viernes, 4 de septiembre de 2020

Juzcar, la aldea azul...



Donde todos los pueblos eran blancos, en medio de la montaña, había uno de color azul.

Y era en ese pueblo, donde podías ir menguando con cada paso que dabas, hasta creerte del tamaño de un pitufo.

Y cuando tu cabeza llegaba a la altura del pomo de las puertas, tus piernas cobraban vida y comenzaban a corretearlo buscando sus huellas.

Tuvo que ser más nuevo, más llamativo, más azul.

Pero sus latidos aún se podían escuchar, en el sopor de la siesta, si acercabas la oreja con infinito cuidado, a sus murales y paredes.

Júzcar, el primer pueblo pitufo del mundo aún está en Málaga.

Y que sepas que es mágico.

Aunque tú no quieras, 
hace sonreír.