Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

Mostrando entradas con la etiqueta Los payasos de la tele. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Los payasos de la tele. Mostrar todas las entradas

domingo, 18 de noviembre de 2012

Miliki






Cuando yo era pequeña solo teníamos una televisión en el comedor. Una tele no muy grande que tenía dos canales. Cada tarde yo llegaba vestida con mi uniforme azul marino y gris de las monjas, me quitaba de un tirón el verdugo blanco bien apretado que mi madre se empeñaba que llevara siempre para que no me dolieran tanto los oídos y con la coleta medio despeinada pero con el bocadillo en la mano, me hacía sitio como podía entre mis hermanos delante de la primera cadena de la tele para no perderme a los payasos. ¡Los payasos de la tele!

Había una vez... Y entraba Gaby, y luego todos los demás: Fofó, Miliki, Fofito y hasta ¡Milikito! con su  cencerro (quién lo diría ahora...).

¿Cómo están ustedeeeeeessss?

Más fuerte que no les oigo ¿Cómo están ustedeeees?

Y entonces entraba Don Pepito y Don José, nos picaba la nariz, la gallina Turuleca ponía un huevo, el chinito se declaraba de amol a la chinita y Manuela, era tan buena cocinera que le cantábamos Porrompompón Maanueeelaaaaaaaa...

Nosotros no teníamos radiador como Susanita, teníamos una estufa de butano que nos seguía por la casa calentando justo donde estábamos y dejando helado todo lo demás. El auto de Papá era un Seat 850 rojo, y aún faltaría mucho tiempo para que la barba de mis hermanos tuviera más de tres pelos. Pero que no nos faltaran los payasos, los payasos de la tele.

Hoy, 18 de noviembre de 2012, que cumple años Micky Mouse, también hemos sabido que se ha muerto Emilio Aragón, Miliki. Y qué penilla me ha dado, aunque haga ya muchos años que no vengo del colegio con el verdugo blanco apretándome la cabeza...

En fín.

Pasa el tiempo y nunca me han gustado los gorros. Pasa el tiempo y se ha muerto Emilio Aragón sí. Qué lástima. Pero Miliki no, Miliki no se va a morir nunca.







"Y nuestro amol así será: siempre, siempre igual..."

jueves, 4 de noviembre de 2010

De turulato, a turuleta, a turuleca




Cuando comienzas a leer no sabes nunca donde vas a llegar. Con la primera palabra  te dan el billete para iniciar un viaje. Solo hay que seguir leyendo para llegar muy lejos. Tanto, como para darte de bruces con la niña que eras, con esa que vestía uniforme y llevaba una cola de caballo, esa que tenía los ojos del mismo verde que ahora, pero guardaban más inocencia.

Hoy leyendo cosillas de aquí y de allí me he encontrado con un artículo sobre el nuevo diccionario de Americanismos, que se acaba de presentar en la Real Academia Española, en el que han trabajado intensamente las veintidós Academias de la Lengua Española durante diez años. Supongo que será muy interesante. Contiene más de 70.000 entradas y más de 120.000 acepciones. Y ahora publicado por Santillana se pone a la venta en España por 75 euros.

Os dejo con el vínculo del artículo por si os interesa:


 Cuando comencé a leer ese artículo no sabía que iba a tropezar con la palabra turulato, un sinónimo de borracho. Tropezar, caer y deslizarme por un tobogán sin fin. Gracias a esas asociaciones mágicas y vertiginosas que hacemos sin darnos cuenta, esa palabra, ese tobogán, me ha regalado un billete de vuelta  al tiempo lejano  en que  mi vocabulario atesoraba otra muy parecida: "turuleta".

O quizás "turuleca" que según el diccionario de la Real Academia de la Lengua significa:

turuleco, ca.
1. adj. El Salv. y Hond. Dicho de una persona: tonta (‖ falta de entendimiento o razón).


Toda la vida yo había dicho "La gallina Turuleta", ahora no sé ya si lo decía mal, porque turuleta no viene en el diccionario, mientras que turuleca sí. Y además creo que hasta en los discos de los payasos dicen "turuleca"...

Pero qué más da... Se dijera de una forma u otra, turuleca o turuleta, forma parte de ese montoncito de palabras que me acompañará toda la vida. Una de esas palabras que en tardes de noviembre,como esta, en la que anochece tan pronto y empieza a refrescar, aún llega desde la infancia para echármela sobre los hombros y seguir abrigándome con ella.

Hoy mis sobrinas se saben la canción de Bob Esponja y de Dora la Exploradora, y algún día esas canciones las recordarán e incluso las tararearán con una sonrisa y una pizca de melancolía. Yo no puedo por menos que sentir lo mismo con la música y la letra de "La gallina Turuleta". Bueno, vale, "La gallina Turuleca".

¿A qué la cantaríais otra vez? Pues ¡venga! Yo la voy a cantar...

Yo conozco una vecina,
que ha comprado una gallina,
que parece una sardina enlatada.
Tiene las patas de alambre,
porque pasa mucha hambre,
y la pobre está todita desplumada.
Pone huevos en la sala,
y también la cocina,
pero nunca los pone en el corral.
La gallina, turuleca,
es un caso singular,
la gallina, turuleca,
está loca de verdad.


La gallina turuleca,
ha puesto un huevo,
ha puesto dos,
ha puesto tres.
La gallina turuleca,
ha puesto cuatro,
ha puesto cinco,
ha puesto seis.
La gallina turuleca,
ha puesto siete,
ha puesto ocho,
ha puesto nueve.

¿Dónde está esa gallinita?
Déjala, la pobrecita,
déjala que ponga diez.